Enrique Bernardo Núñez (n. en Valencia el 20 de mayo de 1895 - f. en Caracas el 1 de octubre de 1964) |
Ser “intelectuales” solamente, es no ser nada. Es preciso ser
soldados, exploradores, obreros. En la antigüedad y en el siglo XVI los poetas,
los escritores, los oradores, sabían esto muy bien. Un hombre sedentario,
encerrado en una biblioteca, es poco menos que un hombre inútil. Queda el
pensamiento, un trabajo tan fecundo como cualquier otro. Se ha dicho del
pensador que es un hombre de acción malogrado. Los músculos tensos, desnudo, la
cabeza abrumada – tal como lo concibió Rodin-, revela una fuerza arrolladora.
Un pensador bien distinto de ese otro pensador, enclenque y miope, con las
manos en los bolsillos, de los pantalones caídos, perplejo e impotente, de
cuello y corbata, como ese que pintó Tomás Eakins, modelo de intelectualismo.
En Venezuela es peligroso pensar. Lo mejor es no pensar o
no expresar los propios pensamientos. Sumergirse en un silencio poblado de
sueños o ser un fantasma, un fantasma en medio de otros fantasmas. Y ha llegado
el momento en que esta función de entendimiento es más difícil, casi imposible.
En Venezuela se pueden repetir palabras, dar gritos, hablar vagamente de
nuestros grandes hombres. Cosas semejantes se pueden decir y se obtienen con
ellas seguridad y fama. Pero pensar en el verdadero sentir de la palabra,
nunca. Debemos, pues resignarnos a llevar una vida sin objeto. Triste sino.
En Notas y Recuerdos de Juan de Mairena, por Antonio
Machado, hay un pensamiento que inquietas el nublado producido por su muerte.
Alegra hallar allí ese pensamiento que inquieta casi siempre a los hombres en
ciertas épocas: la paz innoble. Machado lo dice con otras palabras: “lo más
terrible de la guerra es que desde ella se ve la paz ruin que no debemos
disfrutar. Es cierto eso de que “la guerra es un mal menor; una tregua de la
paz”, un mal menor junto al otro ignominioso.
Antes era un “fracasado” todo el que no tenía la suerte
de tener una buena posición en el gobierno. Se insultaba así al caído. Era la
consigna. Ahora es el “oportunismo”. Todo el que sienta en su carne algo distinto
de la indiferencia, todo lo que se hace y no se hace en Venezuela, es “oportunista.
Se odia la más leve sombra de reflexión, de análisis. El desprecio con que
siempre se ha visto en Venezuela esa forma de trabajo, adquiere más importancia
cuando se la encuentra expresada en la misma actividad periodística.
En otros países no hay libertad de pensar, pero existe un
pensamiento traducido en mil expresiones vivas. En la mayor parte de nuestros
dirigentes no existe nada que se parezca a un pensamiento y naturalmente
consideran como enemigo al que lo que ellos no ven o no quieren ver. La
reacción es tan brutal que se traduce luego en un rencor banal como todo lo que
les enorgullece. ¿Cómo, pues, van a entender ninguna idea por humilde que sea,
que implique un trabajo fecundo? ¿Cómo van a entender que nadie quiera irse al
desierto como quien obedece un llamamiento? ¿Cómo van a entender que el
desierto está aquí en la ciudad, en medio de ellos, y no en la más remota
soledad? Todo esto tiene que recibir la única interpretación de que son
capaces.
Signos
en el tiempo.
Enrique Bernardo Nuñez. Novelas y ensayos.Colección Biblioteca Ayacucho. Tomo nº 124.
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Interesante análisis, Enrique Bernardo Nuñez, describe ese proceso del movimiento intelectual desde el punto de vista histórico y social, claro esta, la idea es clara según Antonio Gramsci. Saludos.
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