Mis
contactos con Estuloca
Rafael
José Muñoz
Despierto a las cinco
de la mañana. El cielo está gris, rímbido, monótono. Del norte baja la
brisa como envuelta en perfumes de mos,
en bálsamos de sen. De pronto me digo: Tienes que construir una máquina que te
lleve al cielo. La construyo y voy al cielo. He aquí la descripción del viaje.
Yo, Zoomunozángel,
poseedor de la máquina más veloz que existe en el mundo; de la máquina empujada
por el fuego inmortal; por las alas de
Otneimasnep; con mil millones de rozaolos azul, a 456578 plin; a 5969 cen; a
9687 slip; a 6554 uck; a 54 sarip; a 25 trillones de arulitas conjugadas con
veltllas; yo, Zoomuñozángel, impulsado por el solo deseo de ver a Rastroostros;
llamado por velastro; fiel guardián de los representantes Sietzgh: en el huevo
oscuro ocurro a las regiones donde no hay sino una luz dorada, envuelta en
lirios de extraños fulgores, donde templos inmensos, adornados por leones y
sarbelucs feroces, encierran los secretos del que no desea morir, del que vela,
del que ora, del que está al pie del Sebeluz para iluminarlo todo y dar la
inmortalidad al alma que la pide. Heme aquí remontando a los cielos en mi
hermoso vehículo de otneivlamán.
Yo he visto el cielo,
he visto donde nace y donde muere; he visto sis cabeceras y desembocaduras. E,
impulsado por el canto del gallo, he llamado a la vaca y he ido hasta la
gallina para requerir de ellos sus cantos e irlos a llevar hasta donde habita
el pájaro amarillo, aquel de maravilloso plumaje que esconde su morada en lo más
remoto del bosque; aquel que sabe del manantial de Amila; el que descubre la
bruma y otorga a los arboles trinos de luz; el pájaro melodioso, que va al río y
trae mensajes de leñadores y barqueros; el pájaro que sabe levantarse a la una
de la tarde, que es igual a la una de la mañana y a la una de la noche y a la
una de la madrugada; el pájaro rojo que arranca al sol plumas de oro; el de
azafrán, descendiente de Tseu Tse, hijo de Lun Fin; el pájaro que truena, el
que posee la gloria del Espíritu; el que viaja hacia el alma en una piragua
llena de astros; en fin, el pájaro cucu que da la hora muy temprano, cuando en
las riberas del sueño suenan todos los relojes del mundo y yo no llego a
despertar, ni llego a sentir esas campanas que corren y corren con tañidos
solemnes, como queriendo anunciar a Solubio que están presentes ya los
arubines.
Y he aquí lo que ahora
veo:
Hacia el sur , sobre un
firmamento rodeado de cenizas, los rostros de dos arcángeles que viajan entre
nubes en vehículos de potencias esplendorosas, a los arafines, que nos envían
una piedra de malaquita, una piedra fina y delgada que conoce de los poderes de
resurrección ; veo una forma de trono, un pedestal donde está sentado un señor
, un viejo en un umbral majestuoso; veo un león de lino, cubierto con criznes
de trigo y adornado con ojos de esmeraldas; veo una tempestad que se acerca,
como queriendo derramar cataratas sobre la nave en que viajo; pero me pierdo,
me remonto en las nubes y disipo la ilusión de los que se creen capaces de
interrumpir mi viaje.
Ahora vuelo por entre
gasas blancas, como marejadas de hielo, creo estar en el polo norte y visitar
la Antártida, hablar con los pingüinos, sumergirme en los silencios eternos del
hielo. Pero he ahora otra visión:
Un monstruo se me acerca
y me extiendo las manos y las uñas, me abraza con sus garras, me clava sus
tentáculos, trata de asirme del control de la nave, pero yo soy potente, soy un
dios de fuego, más fuerte que la luz: mi poder supera al de cien alveloladas de
astros poderosos; porque viajo en sus alas, en las alas de mi vehículo solar,
en mi nave que no aventaja nadie, en mi Círculo que tiene los poderes de Luxor.
Mas, oh ilusión: aún me
persiguen los arubines, esos monstruos, o parecidos a monstruos, que adornan
sus cabezas con llamas imponentes, tratan de interceptarme; fingen querer
alcanzar el monte solitario que ahora alumbra mi visión. Mi vehículo dase una
vuelta por el Alfa del Centauro, atraviesa las praderas terribles de Eridano,
sacude los abismos de Pasifaey, gloriosa. Como una hoja movida por el hálito
mágico de los vientos, se eleva y se eleva: cielos, cielos, cielos, cielos;
cielos azules, blancos, níveos, dorados, verdes, bellísimos, fulgurantes;
cielos llenos de fieras imponentes, de lagartos como dragones, de burros como
silumbres, de caballos como los pasifaes de Jonás, como las altiplanicies de
Redot, como las altas colinas de Sarif, que soplan y soplan contra mis
enemigos, mis perseguidores, mis bestias, mis rivales.
Ahora gano la calma; y
del horizonte que ausculto en mi nave; veo un sol dorado, con un anillo negro,
y en el centro una forma, como en letras de OISD; lanzo contra él mi nave veloz; hase parado al
lado izquierdo mío. Me escudriñan desde adentro. Pregunto: ¿Es Estuloca?; pero
nadie responde. En las cavernas de Sirio duermen profundamente, y sólo unas
formas insólitas, como las orejas que vagaran entre nieblas, acuden a mi grito.
Y Estuloca aparece envuelta en un manto, en un manto de perilineas que semejan
mucho al silencio, a esos contactos misteriosos establecidos entre mis
perseguidores y los que tras ellos han dejado una huella en aquellos vacíos
delirantes.
Abro los ojos sobre mis
enemigos: ¡Ya no están!, los he derribado y empujado hacia la puerta de los
antros donde no hace luz. Ahora no pueden salir y gritan:
Urru-rú-u-rru-rú-urru-rú.
A la vista de todos,
los carros descienden, dejándome solo la emoción de un rostro de turquesas, de
un rostro lleno de un indescriptible color, tal un dorso como torbellino que se
moviera de noche, lento, tenaz, silencioso, lleno de lava y furia, arrancándose
desde aquellas regiones donde solo cabe la voz de las tormentas, la luz de mis
visiones más recónditas.
Estuloca! Estuloca!
Y he aquí que clamo
desde Sirio!
Diciembre de 1971
Revista Nacional de
Cultura. Mayo-junio-julio. Números: 206-207-208. 1972
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Rafael José Muñóz (1928,Guanape,
estado Anzoateguí - 6/11/1981, Caracas),
publicó las
siguientes obras: “Selección Poética” (1952), “Los Pasos de la Muerte”
(1953) y "El círculo de los tres soles" (1969).
Esperamos hayan disfrutado del texto.
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