José Rafael Pocaterra (Valencia (Estado Carabobo), 18 de diciembre de 1889-Montreal (Canadá), 18 de abril de 1955). |
Cuatro poemas
del escritor valenciano José Rafael Pocaterra
29
de agosto, 1929
He vuelto; es la tarde
igual a las que vi en mi infancia:
el mismo cielo, azul cobarde;
la misma fronda; la fragancia
de esta tierra tan colorada
con sus hormigueros en ansia
de alzar su casita acabada
por las lluvias del fin de agosto.
Tu
sepultura aquí cavada
-metros y centímetros- ¡que angosto!
y la losa cuán maltratada…
¡pobre mi madre que tan poco
debió a la alegría del mundo!
estas rosas aquí coloco
y que surgen de lo profundo
de mis recuerdos ¡cuán en balde!
¡ni que versos de gemebundo
ni que grito de Pérez Bonalde!
Eras
mi madre, eras el todo
y contigo enterramos eso:
el origen, el verbo, el modo;
desde la cólera hasta el beso,
desde el defecto hasta el portento…
¡cómo me siento, en vida, ileso,
sin merecerlo, cómo me siento
desde el espíritu hasta el hueso
más tuyo que nunca lo fuera!
Ni
cuando hinchaba mi proceso
en la fibra de tu cadera,
ni cuando ciego busqué el pecho
que nunca pudo amamantarme,
o te miraba desde el lecho
en el sopor del despertarme
aquella mañana riente
en el cascaron aldeano:
te acercaste tan dulcemente
con unas flores en la mano…
porque yo estaba desgraciado
¡fue aquellas fiebres que venciste
sin dormir, tu rostro inclinado
sobre mi faz de niño triste…!
y te recuerdo en esos días
y te evoco perfectamente,
con tus crenchas que tú partías,
negrísimas, sobre la frente.
¡Y
solo ahora puedo verte
con ojos inverosímiles
desdibujados por la muerte
en siempre mas vagos perfiles!
¿Cómo eras, madre, cómo eras
cuando tenías veinte abriles
o tus sesentas primaveras?
Te
reconstruyo en tu agonía
y la visión, brusca, se trunca
¡no te me vayas todavía,
quédate,
madre, ahora o nunca!
Valencia
Imprecación
Ya no gimo, me tuerzo
como una zarza seca bajo el cierzo
que la destroza, y con la rama rota,
endeble, enferma, inútil y mezquina,
torturada sacúdese y azota.
Horizonte
racional
…Y
quedar solitario
en el largo sendero
por donde todos van.
Y quedarse a la vera,
pensativo y callado,
envuelto en silencio
que nadie habrá de turbar.
Como
una parcial muerte
sin tiempo ni distancia;
nube que se detiene
sobre el trazo fugaz
del enorme camino
por donde todos van.
Cierra,
cierra los ojos.
¡Nunca mires atrás!
Codicilo
Bajo el montón de
tierra en que cautivo
quedaré al fin ¿a que poner mi nombre
por vanagloria de lo que fui, vivo?
Basta trazar con mano
presurosa
en mármol, en cemento, en cualquier cosa:
“Este fue un hombre”.
Tomada
del libro: Valencia, la de Venezuela.
Perteneciente a la colección Separata
del Departamento de literatura del Universidad de Carabobo.
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o te miraba desde el lecho en el sopor del despertarme aquella mañana riente en el cascaron aldeano: te acercaste tan dulcemente con unas flores en la mano… porque yo estaba desgraciado ¡fue aquellas fiebres que venciste sin dormir, tu rostro inclinado sobre mi faz de niño triste…!
ResponderEliminarPRECIOSO.