Fotografía de Yuri Valecillo |
Estimados Amigos
Hoy tenemos el gusto de compartir un nuevo texto de nuestro amigo Carlos Yusti. Un ocurrente texto que habla de la ventajas de oficializar el Ministerio de las mentiras en Venezuela.
Deseamos disfruten la entrada
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Carlos Yusti
En uno de los
gobiernos de la cuarta república, de cuyos desaguisados no quiero acordarme, no
ha mucho tiempo que vivía un hidalgo al que se le ocurrió la excelsa idea de
crear El Ministerio de la Inteligencia, cuya función primordial era enseñar a
la gente a utilizar el cerebro para cuestiones más trascendentales que pensar
en las piernas de la secretaria o en lo perversa que es la villana en las
telenovelas. Los opositores de siempre aseguraban que el ascensorista de
semejante Ministerio sería Arturo Uslar Pietri, que el cargo de secretaría
sería desempeñado por la antropóloga y etnolingüista franco-venezolana
Marie-Claude Mattéi-Müller y el responsable de repartir el café sería Jacinto
Convit. El propulsor de este ministerio fue el Dr. Luis Alberto Machado. De
allí que la creación de un Ministerio de las mentiras del gobierno es más que
viable.
Luis Alberto Machado |
En el mundo
actual en la que los “Reality Show” (o telerrealidad) contratan a actores y
actrices de segunda para que escenifiquen vidas patéticas, en la que la
publicidad no vende productos, sino felicidad y donde la verdad tiene tan mala
prensa que es necesario otorgarle un sitial de importancia a la mentira. Sin la
mentira toda esa fachada que construimos a diario para parecer decentes y
buenas personas se caería a pedazos.
Oscar Wilde en
un texto aclara que la mentira está en decadencia y en ocasiones ni ya los
políticos de oficio quieren utilizarla y quizá por ello Wilde escribió:
“Después de todo, ¿qué es una bella mentira? Pues, sencillamente, la que posee
su evidencia en sí misma. Si un hombre es lo bastante pobre de imaginación para
aportar pruebas en apoyo de una mentira, mejor hará en decir la verdad, sin
ambages. No, los políticos no mienten”. Los políticos no mienten, pero no saben
con seguridad que es la verdad. Ante esta prueba contundente urge la creación
de un Ministerio de las mentiras. Este singular ministerio sería el encargado
de administrar y difundir las mentiras del gobierno de turno. Es decir
regularía de manera sistemática las mentiras y de esa manera el gobierno
respectivo estaría en la facultad de sopesar su capacidad y eficiencia. Si
durante una semana (o en un mes) las mentiras gubernamentales aumentan es un
síntoma que algo anda mal en determinados ministerios y es menester resolverlos
para optimizar así el rendimiento.
Otra función
importante sería la administración de las mentiras. Así ningún funcionario
puede andar por allí mintiéndole al pueblo, aprovechándose de su nobleza y buena
fe. Funcionario que haga eso será sancionado y desde el ministerio se le
levantará un expediente (por supuesto lleno de mentiras) que se remitirá al Ministerio
de Justicia.
El ministerio de las mentiras podrá fijar
cuotas para las mentiras de los entes privados que realicen contratos o
negocios con el gobierno. También fijará una cuota de mentiras que el
presidente en uso de sus atribuciones podrá utilizar, pero sin exagerarlas ni
agregarles vuelos imaginativos ya que será sancionado. Por ejemplo con la Misión
Vivienda. Podrá ofrecer un millón de casas para finalizar el año, pero no está
permitido que diga que las casas tendrán piscina y estarán equipadas, ni muchos
menos que se construirán con materiales de óptima calidad. A lo sumo podrá
mostrar una maqueta fabricada con palillos de dientes y paletas de helados.
Los recursos
del Ministerio de las mentiras se obtendrán a base de falsedades y estafas
solapadas. Además deberá elaborar un manual de mentiras permitidas que todo
funcionario deberá aprenderse al caletre. El lema del ministerio será “La
verdad nos hará libre, pero la mentira es decir, ese relato de bellas cosas
falsas, como decía Wilde, nos mantendrá en el gobierno”.
Además
el ministerio de las mentiras podrá sancionar a todo aquel ciudadano que se dedique
a contrarrestar las mentiras gubernamentales con más quimeras engañosas (o en
su defecto con verdades verificables) sin tomar en cuenta que aquí los únicos
revolucionario son los del gobierno y los demás son sólo lacayos del
imperialismo.
Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto. |
Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones El correo del Caroní en Guayana y el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal
Entrada actualizada el 30 de julio de 2022
Parafraseando al ruso Boris Suvarine podemos decir que como nunca en Venezuela los funcionarios públicos mienten siempre, (y mira que en la IV República también se mentía). Mienten en cada momento, en cada circunstancia, y a fuerza de mentir siempre, ya no saben cuándo mienten. Y lo peor es que esta vocación de la mentira, nos pone como sociedad en el punto de que ya nadie miente al mentir. La mentira se ha convertido en moneda corriente de nuestras transacciones, en un elemento natural de nuestra sociedad. Todo es un teatro, una escenificación, UN ENORME ENGAÑO, UNA TRISTE FARSA. Como siempre Yusti enciende su linterna en este túnel en el que caminamos sin ver nuestros propios pasos.
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