domingo, 19 de julio de 2020

“PARTIR”, DE ALEJANDRO SEBASTIANI VERLEZZA.




Crónicas del Olvido

“PARTIR”, DE  ALEJANDRO  SEBASTIANI  VERLEZZA


**Alberto Hernández**

**Foto: Carlos Germán Rojas**

“Por múltiples senderos,
de todos los países,
marchan los emigrantes.


Estos vienen de las estepas blancas,
que acorta el ferrocarril transiberiano.
Traen los ojos hondos de niebla y de tormenta.
Han visto las cosas antiguas 
de los emperadores y de los lobos hiemales…”

**Joaquín Gabaldón Márquez: “Los hermanos”**


“De la otra orilla llegaban amables los poetas
salidos ya de las garras del naufragio”.

**Rubén Osorio Canales: “Estado de sitio”**


“Ahora. Mañana. Bocas de lobo en esta tierra.
La esperanza pidió asilo en otra.
Ayer se respiraba aire puro. Hoy, aflicción.
(Sobre)vivir implica diarias dosis de nostalgia”.

**Yéiber Román: “Los futuros náufragos”**

1.-

Podría parecer intrascendente, pero hay un momento en que emerge un impulso que nos lleva a quitar el polvo de una maleta mientras intentamos meter en su interior ropa y artículos de aseo personal. Y en ese instante, el polvo que anida en un rincón del equipaje nos lleva a pensar en la gente que se queda, en la amada, en la que no amamos, en los lugares visitados, en las calles que hemos transitado, en los momentos alegres, en los tristes y también en los fracasos, porque irse, escapar del país, es un evento que comprime el deseo de quedarse, de establecer las razones para que el mapa que se ocupa no sea luego un recuerdo, una distancia, una manera de decir que hemos salido porque no quedaba otra opción. O porque el mundo que ocupábamos se nos hizo estrecho. O porque –es lo más seguro y urgente- el país que hemos tenido por casa ya no nos pertenece.


“Partir”, título de Alejandro Sebastiani Verlezza, publicado por Oscar Todtman Ediciones, Caracas, 2019, lleva al lector a ser plural, no porque él haya partido con un amigo, vecino o familia, sino porque muchas de las personas amadas, conocidas o gramaticales lo han hecho sin él y él a la vez siente que se ha quedado para marcharse en el mismo lugar. 
Por eso se puede afirmar que “partir” es el otro en nosotros. Que el éxodo es un nosotros en uno. Que el poema casi desconocido de Joaquín Gabaldón Márquez es parte del equipaje emocional que habrá de llevar en la mirada quien se va, quien se convierte en emigrante, y que los versos de Rubén Osorio Canales suscriben lo que más adelante, en el tiempo, ha escrito o seguirá escribiendo Alejandro Sebastiani Verlezza, el poeta que hace poesía desde esta orilla en la que estamos instalados, pero puede sentir desde otro lugar la ausencia de quienes llegan a ese allá lejano.

La tierra, el trozo que compartíamos, queda desalojado: el asilo mencionado por Yéiber Román desglosa todo el discurso del déspota, quien ha provocado la desbandada, la partida de quienes ahora cargarán con la aflicción abrigada por la nostalgia.

Tres generaciones distintas han escrito ese “partir”, el tema que hoy nos congrega. Sólo tres de los tantos poetas y narradores que han paseado su angustia por el escape de las dictaduras, de los golpes mortales de quienes han transformado el país en un desierto social, político y económico.

Sebastiani Verlezza confirma su existencia en estas páginas que leemos para desnudarnos como exiliados, como insiliados (porque también partimos o huimos dentro del mismo país), como presencias invisibles, como fantasmas en medio de tanta “sombradura”.

2.-

Partir es cambiar de lugar. Aunque la memoria se quede en el de origen. Partir es ver pasar los distintos accidentes geográficos por nuestro ánimo. Partir es quedarse en otro paisaje mientras se escapa, mientras se deja la piel de la ciudad, del pueblo o caserío natal. Partir es estar siempre en la extrañeza del otro. Por eso, la lectura de Alejandro nos obliga a vernos en estos versos:


“el paisaje está ahí/ -siempre moviéndose-/ aunque a veces lo quiera ver fijo/ hay pequeñas coladeras de luz/ sombras van desdibujándose en el piso/ sobre una tabla demasiado corrugada…”

El que viaja se desconoce en la medida en que va conociendo lugares. Quien viaja se desprende. Deja su nombre en la boca de quienes lo despiden. Siempre habrá una intención poética en la ausencia, aunque quien lo haga no tenga conciencia de la poesía. Los viejos relatos griegos confirman que somos herederos de aquellos eventos.

Dejarlo todo para no borrarlo. El lugar que abandonamos al partir se lleva en las maletas. O en la mochila de quien cruza el páramo.

La idea de barrer, de limpiar, de dejar limpio el lugar que desocupamos, nos hace a la idea del lugar que habremos de ocupar:

“…ahí no habrá aserrín ni extintor capaz de amansar las aguas/ no habrá distancia/ -ni vergüenza-/ el pan no será amargo/ la tristeza será capaz de traspapelarse/ y el exilio/ -si alguna vez llegamos a nombrarlo-/ será otro chiste más la sobremesa del caos/ que nos desanda hacia/ la piedra la espuma/ la cuerda y la vibración/ el nombre y su carne buscando aliento…”

Podría suceder que quien parte no tenga idea de que ha partido, porque se trata de una pesadilla, de un mal sueño en plena siesta, de un mal “chiste” mientras se traga el pan, que no es “amargo”, pero sí solitario. Mientras tanto, se esconden en el armario algunas palabras que podrían advertir de otro “caos”.

Por eso: “Con esta máscara/ será posible adentrarse en la ilusión”.

3.-

Ir, partir “hacia ninguna parte” es el plural que se le asigna a la larga cola en la frontera. A los pasos apresurados sobre los colores de Carlos Cruz Diez en el aeropuerto en Maiquetía. O a los saturados nervios al cruzar el Arauca en una canoa. Es la pregunta de la voz sobre la lenta superficie del río Apure en viaje de huida hacia las entrañas de la selva en Doña Bárbara”. La soledad obliga a la liturgia de una oración y a juntar a todos los santos: “¿Con quién vamos?”.


El “Aquí” que se queda se convierte en otro lugar para imaginarse cerca. Y los recuerdos, las imágenes fallidas en la pupila:

“todo/ todo/ fue barrido/ apenas quedaba/ tu tos/ esa presencia de la ceniza/ su paso avasallante (seco)”.

De ida y vuelta, los poemas se apresuran a encontrarse en los distintos sitios donde los que parten hacen nido. Un solo vagar, un deambular del alma. Un agregarle al espíritu otro acento, otras amarguras o alegrías.

El antiguo inventario de la mitología nos asume como personajes de la que hoy se construye, de la épica que congrega a culpables e inocentes: los que se van porque sus anhelos no caben en el mapa y los que lo hacen porque sus delitos podrían tener futuro en otros ámbitos.

Aquí entonces el Odiseo, el que se tapona lo oídos para no escuchar los gritos del país o quiere oír otra voz que lo haga visible entre preguntas sin posibles respuestas:

“quiénes han sido/ -dónde están-/ los que supieron amarrarse al mástil? // ¿dónde viven?//¿en cuales aguas?”
Y más adelante, al salir del naufragio o salvarse de él, ya en otro horizonte:


“¿qué es la lejanía / sino el morboso e invasivo impulso/ por levantar los dedos/ y fijarle la hilera al paisaje?”.

4.-

La afirmación de “partir” encaja en la idea de regresar, en la idea de mirar hacia dos lados, hacia dos orillas, hacia dos puntos de vista, hacia todos los cardinales para –al final- tratar de regresar, que es una manera de partir en otro tiempo, en el que vendrá. Aunque no se retorne.


Y mientras eso pasa, de nuevo el equipaje, el momento de partir, de justificar el escape, la ausencia:
“ahora están llenas de basura las maletas”

(…)
“partir/ siempre será necesario/partir sin turbación (…) así sea hablando solo”

(…)

“marcharé/ largamente/ sin anhelos”, porque “cambiar tierras siempre entusiasma/ llegué y no me fui”,

Y

“yo no sé si un día vuelva”.

Alejandro Sebastiani Verlezza.




*******

Alberto Hernández. Fotografía de Alberto H. Cobo.


Alberto Hernández, es poeta, narrador y periodista, Fue secretario de redacción del diario El Periodiquito. Es egresado del Pedagógico de Maracay con estudios de postgrado de Literatura Latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar. Es fundador de la revista literaria Umbra y colabora además en revistas y periódicos nacionales y extranjeros. Ha publicado un importante número de poemarios: La mofa del musgo (1980), Última instancia (1985) ; Párpado de insolación (1989),  Ojos de afuera (1989) ganadora del 1r Premio del II Concurso Literario Ipasme; Nortes ( 1991), ; Intentos y el exilio(1996), libro ganador del Premio II Bienal Nueva Esparta; Bestias de superficie (1998) premio de Poesía del Ateneo de El Tigre y diario Antorcha 1992 y traducido al idioma árabe por Abdul Zagbour en 2005; Poética del desatino (2001); En boca ajena. Antología poética 1980-2001 (México, 2001);Tierra de la que soy, Universidad de Nueva York (2002). Nortes/ Norths (Universidad de Nueva York, 2002); El poema de la ciudad (2003). Ha escrito también cuentos como Fragmentos de la misma memoria (1994); Cortoletraje (1999) y Virginidades y otros desafíos.  (Universidad de Nueva York, 2000); cuenta también con libros de ensayo literario y crónicas. Publica un blog llamado Puertas de Gallina. Parte de su obra ha sido traducida al árabe, italiano, portugués e inglés. 

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