jueves, 16 de julio de 2020

Los venezolanos que se van y sus despedidas.



El odontologo José Gregorio Díaz Aguiar despedido por sus padres la profesora Miriam Aguiar y el Dr. Napoléón Díaz en el aeropuerto internacional Simón Bolívar



Despedidas

El poeta Pablo Neruda refirió, en uno de sus libros, que la vida es una constante despedida… como los venezolanos nunca nos habíamos despedido en las actuales proporciones: esas palabras adquirieron una relevancia que no le dábamos. Todos nos despedimos de todos y en el fondo sabemos que no nos volveremos a ver – al menos no en la forma en que nos veíamos – pues el tiempo tiene la facultad de cambiar el cariz de las cosas y de cambiarnos. 

            La maestra María Pinto se despidió de sus dos hijos. El mayor vive en Perú y la menor en Chile. ¿Los ha vuelto a ver? No. ¿Sabe cuándo los verá? No lo sabe. Cuando mi cuñada María José Aular se dispuso salir del país para encontrarse con mi hermano Rafael… su madre, con lágrimas en los ojos, le dijo: “Yo sabía que en algún momento tenías que dejar la casa, para eso estaba preparada… pero para lo que no estoy preparada es que te vayas tan lejos”. ¿La ha vuelto a ver? No. ¿Sabe cuándo la verá? No lo sabe.

Mi compadre Elvis Guzmán se fue a Perú y se despidió de sus tres hijos. ¿Los volvió a ver? Sí. Pero después de dos largos años. Estuvo con ellos unos días y se regresó a la nación incaica. ¿La vida de mi compadre y la de sus hijos volvió a ser la misma que tenían antes del boom migratorio? No volvió a ser la misma.

            El Dr. Napoleón Díaz y mi tía Miriam Aguiar despidieron a su hijo José Gregorio en el Aeropuerto Internacional de Maiquetía… como es natural quedaron con una tristeza honda y el país perdió uno de sus buenos odontólogos. 

El 31 de mayo de 2019 mi primo José Gregorio estuvo de cumpleaños y su papá el Dr. Napoleón le escribió, por las redes sociales, unas palabras que a mi parecer tienen belleza y se ajustan a este tópico. Transcribo:

Hola hijo, feliz cumpleaños, las circunstancias nos ha puesto en una situación difícil. Te extraño con todas mis fuerzas, pero esta distancia me está enseñando que el amor no tiene límite y que te puedo sentir con la misma intensidad que cuando estás a mi lado (…) Recuerda las palabras que te dije al despedirme de ti en el aeropuerto: que seas un hombre íntegro, sencillo, trabajador y tendrás el mundo en tus manos”. 

            En el colegio donde daba clases veía todos los días cómo mis estudiantes lloraban porque sus compañeros se iban al extranjero… veía cómo se intercambiaban sus números de teléfonos (“¡Cuando llegues nos mandas una nota de voz!”) y se escribían dedicatorias en los cuadernos. Nunca olvidaré la pancarta que le hicieron los chicos de 3er año a una de sus compañeras para despedirla. La pancarta decía: Luisana, te queremos.

            La víspera del viaje a Chile de mi prima Grecia Arteaga, la familia se reunió para despedirla. No estuve en esa reunión, pero me contaron que fue muy emotiva. Por lo que a mí respecta me despedí de pocas personas. Me despedí de mi madre, de algunos hermanos, de mi cuñada Genelis y de mi sobrino Héctor (que por cierto estaba dormidito en su cama chupándose el dedo). Mi madre al percatarse del bolso me abrazó y me dijo, con voz quebrada: “Este día se parece mucho al día que te fuiste al cuartel”. Tenía razón, pues al igual que el día que me fui al cuartel caminé hasta la avenida José Laurencio Silva sin voltear. No quería verla llorar, ni que me viera llorando.

Si mi padre viviera, me imagino lo triste que se sentiría al ver que sus hijos se le desparraman por el mundo. Douglas, mi hermano mayor, vive en Perú; Francis, mi única hermana, vive en la isla de Trinidad y Tobago; al hermano menor me lo traje, hace unos dos años, a Cartagena… y los que quedan en Venezuela no han salido porque tienen cosas puntuales que le impiden salir, ejemplo: Manuel no quiere abandonar la carrera de Derecho pues su sueño de ser abogado se postergaría quién sabe hasta cuándo.

Hoy los venezolanos entendemos a cabalidad la sentencia del poeta Neruda, ya que con cada despedida muere algo de nosotros.


Francisco Aguiar



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Francisco Aguiar. Escritor venezolano (San Carlos, Cojedes, 1985). Licenciado en Educación Mención Castellano y Literatura por la Universidad Nacional Experimental de los Llanos Occidentales Ezequiel Zamora (UNELLEZ). Cursó en 2014 el Taller de Formación Teatral que auspició la Compañía Nacional de Teatro (CNT). La revista Memoralia publicó en 2015 su monólogo La Alcantarilla. En 2018 participó en el XXII Festival Internacional de Poesía Cartagena de Indias (FIPCA). La OIM – Colombia publicó uno de sus poemas, a mediados de 2019, en la antología que se titula Pido la palabra. Ha publicado entrevistas, artículos y notas, en revistas, periódicos y blogs. Autor del libro El cuento más largo. 

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