miércoles, 15 de mayo de 2013

"Creo que no existe un periodo histórico en el que la ciencia resulte estéticamente más atractiva que la época victoriana"

Prólogo del libro Steampunk:

Antología retrofuturista (2012)

de Félix J. Palma








PRÓLOGO

Creo que no existe un periodo histórico en el que la ciencia resulte estéticamente más atractiva que la época victoriana, como se conoce a los 64 años que duró el reinado de la Reina Victoria, el más largo de Gran Bretaña. En esa época la ciencia experimentó un avance espectacular, sembrando el mundo de maravillas: se inventó el ferrocarril, por ejemplo, que aparte de abaratar los costes de transporte, transformó la vida cotidiana cambiando la percepción de las distancias; se inventó el gramófono, la máquina de escribir, el teléfono, el neumático de goma, los pantalones vaqueros y hasta un jarabe de hojas de coca y semillas de cola que con el correr de los años sería considerado la chispa de la vida. Científicos como Hertz generaron las primeras ondas de radio, Edison concibió la bombilla eléctrica, Morley demostró la inexistencia del éter, el primer tranvía recorrió las calles de Berlín, y esa marejada incesante de inventos contribuyó a cambiar la visión que el ciudadano tenía del mundo, un mundo que, por otro lado, los exploradores se ocupaban de perfilar cada vez con mayor nitidez gracias a sus heroicas expediciones. Como consecuencia, el hombre del siglo XIX fue asaltado por una fe en la ciencia que le llevó a pensar que ésta era capaz de conseguir lo imposible, que incluso su imaginación palidecía ante los logros que los inventores lograban a diario. No es extraño, por tanto, que los científicos se convirtieran en los nuevos sacerdotes de la sociedad, algunos de los cuales, como por ejemplo Charles Darwin, con su teoría de la evolución, trastocaron las creencias más arraigadas del hombre a la par  que asentaron las bases del mundo moderno. La ciencia se empeñaba en mostrar un mundo, en fin, medible y sólido, un mundo que podía tocarse. Y durante un tiempo lo consiguió, hasta que la teoría de la relatividad de Einstein dio al traste con ello, demostrando que aquello no era más que una ilusión. Pero eso es otra historia.



La que nos ocupa sucedía unos años antes, auspiciada por la máquina de vapor, el invento que, al descollar por encima de cualquier otra innovación de la época, se convirtió en el símbolo de la nueva era, indiscutible emblema de aquellos tiempos de cambios y, en definitiva, el responsable de su peculiar estética. Aquel artilugio casi mágico, principal causante de la revolución industrial –redobló la producción de las fábricas, se impuso como fuerza motriz para la maquinaria agrícola y, a la larga, condenó al hombre a trabajar ensamblado a un engendro mecánico que resoplaba como una bestia mítica-, inauguró la época dorada del acero y el vapor, cuyo espíritu quedó encarnado en La torre Eiffel, el Titanic y otros frutos de aquel progreso milagroso, como los que atestaron durante la Gran Exposición Universal de 1851 el Crystal Palace, aquella enorme ballena de cristal construida fundamentalmente para que el Imperio Británico exhibiera ante el mundo su potencial industrial.



Pero aquella interminable floración de inventos, que movió al director de la oficina de patentes de Nueva York a cancelarla, arguyendo que ya se había inventado todo lo que se podía inventar, no sólo afectó al tejido social aumentando la productividad de las fábricas e inventando de paso una nueva pobreza, surgida como una excrescencia de talleres, una pobreza masificada y peligrosa que enseguida glorificaron escritores como Dickens. Aquella ciencia pujante también influyó en las disciplinas artísticas, como por ejemplo en la literatura, inaugurando un nuevo género que con el correr de los años se conocería como ciencia ficción. El pistoletazo de salida lo dieron los “viajes extraordinarios” del francés Julio Verne y las primeras obras del británico H.G. Wells, a los que no tardaron en salirle los inevitables epígonos, ansiosos pergeñadotes de novelas de escasa calidad literaria que narraban aventuras más o menos descabelladas en las que jugaban un papel estelar los descubrimientos científicos y los artilugios descacharrantes. La exaltación a la ciencia, como puede verse, lo impregnaba todo.



Pero habíamos comenzado hablando de la estética. ¿Qué aspecto tenían aquellas máquinas e inventos? Gracias a las fotografías antiguas, o a las recreaciones del cine, todos hemos podido ver esas majestuosas máquinas de aspecto complicado, rebosantes de engranajes, bielas, remaches de acero y tuberías cromadas con medidores de presión, siempre movidas por el omnipresente y poderoso motor a vapor, que en aquella época creía que conquistaría el mundo. Hoy, rodeados de automóviles, aviones, ordenadores, módems, satélites y cohetes espaciales, sabemos que la máquina de vapor pereció en la selección natural, sin tener tiempo de dibujar el futuro a su imagen y semejanza. Pero, ¿y si hoy viviésemos en un mundo donde los robots, las máquinas voladoras y las armas funcionaran a vapor? ¿Y si viviésemos en ese abigarrado futuro que retrataron los ilustradores de la época victoriana?



Nadie puede negar que aquel futuro resultaba tan entrañable como visualmente hermoso. No en vano ha generado toda una corriente artística, el steampunk, a la que este libro pretende rendir homenaje. Se trata de un subgénero larvado dentro de la ciencia ficción que salió a la luz en los años ochenta, consistente en historias que muestran un futuro alternativo presidido por esa extinta ciencia a vapor. Dicha estética se puede encontrar en libros como Las puertas de Anubis, de Tim Powers, o Homónculo de James P. Blaylock, y en películas como Wild Wild West, El castillo ambulante, Steamboy, La Liga de los caballeros extraordinarios, o en la serie británica Dr. Who. También muchos videojuegos se han apoderado de su estética, como Timeshift o Thief. Todos estos títulos demuestran que la ficción ha encontrado un filón estético en esas máquinas adorables, cuyo mecanismo se nos antoja incomprensible, pero cuyo funcionamiento resulta más agradable de observar que el de nuestro ronroneante ordenador. Pero el steampunk también ha logrado calar en la realidad. En los últimos años, la fiebre del steampunk se ha extendido por el mundo. En España existen numeroso grupos, comunidades, clubs y foros sobre dicha estética, también llamada retrofuturismo, cuyos miembros establecen sus propias normas de vestuario para no ser confundidos con los adeptos al dieselpunk o al medievalpunk, realizan quedadas, juegos de rol o espectáculos de danza, y los más manitas incluso rebozan en esa estética nuestros inventos e ingenios actuales, como los ordenadores, robots o vehículos. Por último, muchos de ellos también disponen de un rincón literario en el que dan cobijo a historias que se desarrollan en esa fascinante realidad en la que los combustibles fósiles han sido sustituidos por el carbón y sus gentes rinden culto al progreso mientras siguen encorsetados en un arcaico puritanismo e incluso sueñan con un mundo lejos del que rige la razón, como demostraba el auge del espiritismo o la proliferación de sectas esotéricas.




 Félix J. Palma



Biografía del seleccionador:


(Sanlúcar de Barrameda, 1968) ha sido unánimemente reconocido por la crítica como uno de los escritores de relatos más brillantes y originales de la actualidad. Su dedicación al género del cuento la ha reportado los más prestigiosos galardones en dicha modalidad, como el Gabriel Aresti, Alberto Lista, Miguel de Unamuno o el Premio Tiflos de Libro de Cuento. Su novela El mapa del tiempo, galardonada con el XL Premio Ateneo de Sevilla 2008, supuso su consagración definitiva como narrador, traduciéndose a más de 25 países, entre ellos Estados Unidos, Australia, Reino Unido, Japón, Alemania, Brasil, Dinamarca, Holanda, Portugal, Noruega, Hungría, Italia o Francia. La novela se enmarca en una trilogía de la que también se ha publicado la segunda y exitosa parte, El mapa del cielo.




Steampunk: Antología retrofuturista (2012) Félix J. Palma, ed. Fábula de Albión.


ISBN : 978-84-939379-3-5

Puedes comprarla aquí

Agradecemos a nuestro amigo PacoMan por habernos facilitado este material. Pueden visitar su blog pulsando aquí


Aquí le dejamos trailer de la Liga de los caballeros extraordinarios








1 comentario:

  1. Buenas... me encanto ese collar, el del corazon mecanico con alas, quisiera saber donde comprarlo!!! Por favor!! Espero me respondan

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