Baba Pascal Camara custodió el Fondo de la destrucción yihadista
José Naranjo
Tombuctú 3 FEB 2013
El 6 de abril de 2012, seis días después de la caída de Tombuctú en
manos yihadistas, Ismael Diadié y su familia abandonaron la ciudad. El responsable de la Biblioteca Andalusí o Fondo Kati,
que alberga miles de manuscritos —muchos de ellos vinculados a la
historia de Al Andalus—, se llevaba consigo una parte de este importante
legado y el resto lo dispersaba de manera discreta.
Unos pocos papeles se quedaron en Tombuctú
al cuidado de Baba Pascal Camara, chófer y amigo de Ismael, que recibió
la visita de los radicales hasta en cuatro ocasiones. En diez meses no
se movió de allí ni de día ni de noche, protegió las instalaciones, que
han recibido la financiación de la Junta de Andalucía, y guardó
celosamente su secreto
La primera vez que los yihadistas se acercaron al Fondo Kati fue el
mismo mes de abril, al poco de su llegada a la ciudad. Se presentaron en
tres 4x4 unas doce personas. “Esta es una biblioteca judía”, le dijeron
a Camara. Parte de los documentos que se conservan en la Biblioteca Andalusí
hablan del comercio judío e incluso algunos están escritos en hebreo,
tal y como recoge el libro escrito por el propio Ismael Diadié Los judíos de Tombuctú. No cabe duda de que los yihadistas querían destruir los manuscritos.
Sin embargo, encontraron poca cosa. “Rompieron los papeles de la
administración y algunas fotos. Estuvieron aquí mismo, dentro de la
biblioteca y subieron a la casa de Ismael. Yo no estuve arriba porque
permanecí en todo momento junto a los documentos que quedaban”, asegura
Camara.
En junio volvieron otra vez. Baba Pascal Camara se había llevado a
casa de un vecino la fotocopiadora y había escondido las fotos y
carteles que colgaban de las paredes. “No les gusta que se represente el
rostro humano”, asegura. No sabe a qué grupo pertenecían, si AQMI o Ansar Dine,
pero entre ellos “había argelinos, malienses y hasta un blanco”.
Probablemente Baba Pascal Camara se refiera al ciudadano francés
identificado como miembro de Ansar Dine y que grabó un vídeo amenazante
contra Francia.
Los yihadistas regresaron hasta dos veces más. La familia de Camara
se había ido también de la ciudad junto a Ismael Diadié, así que estaba
solo. El despacho donde se gestiona el centro fue saqueado y estuvieron a
punto de llevarse un ordenador, pero finalmente lo dejaron allí. “Todo
el barrio los vio venir varias veces, pero la biblioteca ha logrado
salvarse”, añade.
Salvo varios cientos que fueron quemados por los yihadistas antes de
irse, el resto de los 100.000 manuscritos que se reparten en una
treintena de bibliotecas por toda la ciudad y algunos pueblos de
alrededor están también a salvo. “El centro Ahmed Baba
alberga unos 40.000 manuscritos, pero casi todos están en Bamako porque
su director se los llevó de manera discreta. Lo que quemaron los
radicales fueron varios cientos de manuscritos que se encontraban en las
nuevas instalaciones construidas por el Gobierno sudafricano y que ya
habían sido digitalizados, así que su contenido no se ha perdido”,
asegura Sane Chirfi Alpha, director regional de Turismo de Tombuctú e
historiador.
A juicio del historiador Sane Chirfi Alpha, lo que buscaban los radicales era “generar un impacto,
llamar la atención de todo el mundo. El ejemplo lo tuvimos con los
mausoleos. Una vez entraron en el cementerio y rompieron varias puertas.
Nada más. Sin embargo, días después de que la Unesco declarara que el
patrimonio histórico de Tombuctú estaba en peligro fue cuando empezaron a
destrozar los mausoleos. Fue como decir ‘aquí estamos y podemos hacer
lo que queramos”.
Al igual que ocurriera otras veces en el pasado, el importante
patrimonio documental de Tombuctú ha logrado salvarse frente a
circunstancias adversas. Papeles de hace cinco o diez siglos o incluso
más, de cuando Tombuctú se convirtió en el gran centro intelectual
islámico de África, que hablan del Corán y de actos jurídicos, pero
también de medicina, farmacopea, matemáticas o poesía. Muchas familias
conservan antiguos manuscritos porque, según un viejo dicho de Tombuctú,
“hay que dejar que la historia se cubra de polvo”.
Tomado de El país
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