Estimados Amigos
Hoy compartimos con ustedes esta nota que muestra una iniciativa digna de imitar en nuestro país. Quizás llegue el día en donde Venezuela ademas de petroleo pueda exportar cultura y generar un flujo turístico donde la gente no solamente venga a nuestro país por las playas y la selvas, un patrimonio natural que poseemos por simple y llana casualidad, si no por la música, la comida, las artes plásticas, el teatro, la danza y por cuanta cosa buena hecha por venezolanos tengamos para darle al mundo.
Esa meta es más que posible de alcanzar siempre y cuando los venezolanos trabajemos en conjunto por un futuro mejor y el gobierno venezolano se dedique a ocupar los espacios que debe sin dejar de impulsar el talento nacional. El gobierno actual ha manejado una inmensa cantidad de recursos financieros por lo que si no nos convertimos en una potencia cultural habrá sido por erradas políticas culturales.
Solo el tiempo nos dirá si el gobierno tomó las decisiones correctas. Y la historia se encargará de endilgarle el epíteto más adecuado.
Deseamos disfruten de la entrada
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Esa meta es más que posible de alcanzar siempre y cuando los venezolanos trabajemos en conjunto por un futuro mejor y el gobierno venezolano se dedique a ocupar los espacios que debe sin dejar de impulsar el talento nacional. El gobierno actual ha manejado una inmensa cantidad de recursos financieros por lo que si no nos convertimos en una potencia cultural habrá sido por erradas políticas culturales.
Solo el tiempo nos dirá si el gobierno tomó las decisiones correctas. Y la historia se encargará de endilgarle el epíteto más adecuado.
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Richard Montenegro
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Un viaje al milagro cultural islandés
Jóhanna Sigurðardóttir |
La isla se apoya en la industria creativa para remontar el colapso vivido en 2008
El éxito contrasta con la oleada de recortes en las artes que vive el sur de Europa
Daniel Verdú
Reikiavik 3 MAR 2013
Katrin Jakobsdóttir
Si el colapso financiero que sufrió Islandia en 2008 suele interpretarse como un laboratorio de preguntas y respuestas sobre la crisis, convendría tomar nota de algunas de las soluciones.
A diferencia del sur de Europa, donde los recortes y las subidas de
impuestos se han cebado especialmente con la cultura, desde 2008 este
país de 320.000 habitantes y el tamaño de Portugal se ha volcado en el
sector de las industrias creativas. El impacto económico de esa
actividad (unos 1.000 millones de euros) dobla hoy al de la agricultura y
está solo por debajo de la legendaria máquina de exportar bacalao (y
otros productos del mar) al mundo continental, primera industria de la
isla. Todo ello gracias, en parte, a una mujer menuda de 37 años —su
ministra de Cultura— que se ha dejado los cuernos durante cuatro años
desde el Gobierno y no ha permitido que le dijeran eso de: “¿Para qué
vamos a darle dinero a los artistas?”. Al contrario, les ha convertido
en protagonistas del éxito económico reciente.
Hoy la tasa de paro es del 5,7% y el país crece a un ritmo del 3%. Es
cierto que se ha devaluado la moneda y evitado rescatar a los bancos
pagando su deuda externa (3.600 millones). Pero gran parte de la mejora
también es gracias a esta suerte de New Deal artístico. Y todo puede
cambiar el próximo 27 de abril, cuando Islandia afronta las primeras
elecciones después de que el país haya empezado a superar la crisis. La
memoria es corta. El partido conservador, al mando cuando todo su fue al
garete (la bolsa llegó a caer un 90% y el PIB perdió 7 puntos), es hoy
el favorito en las encuestas. La coalición formada por el Partido Verde y
los Socialdemócratas, a la que pertenece la primera ministra Jóhanna Sigurdardóttir (la primera mujer en ocupar ese puesto), lo tiene crudo. La titular de cultura, Katrín Jakobsdóttir,
su pieza más carismática, no lo oculta. Recibe a EL PAÍS y repasa su
mandato, simbólicamente desplegado alrededor de la construcción del
espectacular Harpa, un increíble auditorio en el puerto de Reikiavik que
se ve desde su despacho. Cuando llegó la crisis, quedó paralizado. Ella
se empeñó en convertirlo en una metáfora de lo que se traían entre
manos: crear riqueza a través del fomento de las artes.
“Vemos la cultura como la base de las industrias creativas, una parte
cada vez más importante de nuestra economía. Cuando me nombraron
ministra, lo afronté como una cuestión de supervivencia. Y eso es lo que
intento meter en la cabeza de la gente: la cultura es un factor
económico muy importante. El dinero que genera es el mismo que toda la
industria del aluminio. También lo puedes ver en el empleo que genera el
turismo cultural. Por eso decidimos terminar Harpa, aunque fue muy
controvertido. Pararlo hubiera sido una derrota psicológica, por no
decir lo importante que es la música en Islandia”.
Auditorio y Centro de Conferencias Harpa. Henning Larsen Architects, 2011. |
El Gobierno recortó partidas de estructura. Adelgazó ministerios y
gastos fijos. Pero aumentó las aportaciones a proyectos culturales
independientes. Una mezcla de tejido público/privado muy ágil pero que,
en ningún caso, supone la renuncia del Estado a la gestión de la cultura
y la educación. “La base tiene que venir del sector público. Como la
educación. Es parte de una comunidad gestionar las escuelas. Después de
la crisis, la asistencia a conciertos, exposiciones… subió. La gente
necesitaba desinhibirse, dejar volar su espíritu”.
Música sobraba. El 80% de los jóvenes (sobre todo en los pueblos)
estudia algún instrumento y solfeo. Y eso se traduce en decenas de
bandas con prestigio internacional. La naturaleza sigue siendo el primer
atractivo para los turistas. Pero un 70% de los jóvenes según una
encuesta reciente lo hace ya por la música.
Eso ya se sabía en 2006 cuando se creó la oficina de exportación
musical del país, dirigida por Sigtryggur Baldursson, exbatería de los
Sugar Cubes, la banda con la que Björk
comenzó y gracias a la cual se forjó la leyenda del sonido islandés.
Según este organismo, 43 bandas tocaron el año pasado fuera de Islandia.
Fachada plana. Auditorio y Centro de Conferencias Harpa. Henning Larsen Architects, 2011. |
En paralelo, la industria del software y los videojuegos crece
exponencialmente. “Está en los aledaños de la cultura y da mucho trabajo
a gente del sector, como ilustradores”, explica la ministra. Para el
cine, una nueva ley reembolsa el coste de cualquier película rodada en
Islandia a sus productores. Ridley Scott se fue ahí a rodar Prometheus, igual que Darren Aronofsky hizo con Noah. La mañana en la que se prepara este reportaje, todo el equipo de la serie de HBO Juego de Tronos desayuna en un hotel del centro de Reikiavik antes de partir hacia una jornada de rodaje.
Foyer. Auditorio y Centro de Conferencias Harpa. Henning Larsen Architects, 2011. |
Pero cuando todo era champán y barra libre de crédito, muchos ya
habían pronosticado que este era el único camino que podía seguir
Islandia. Andri Magnason escribió en 2006 Dreamland: A self-help manual for a frightened nation
(de próxima publicación en España por Aire). Un libro donde denunciaba
un modelo económico basado en el dinero fácil de la especulación.
“Durante los años del boom el gobierno concentró sus esfuerzos
en la expansión de los bancos, el aluminio y la energía hidráulica que
estaba destruyendo la naturaleza. Algunos queríamos ver una economía
basada en la creatividad, no en el dinero fácil”. Así que hubo una
extraña alianza entre los protectores de la naturaleza y “los empollones
de los ordenadores”, recuerda Magnason.
Interior del auditorio principal. Auditorio y Centro de Conferencias Harpa. Henning Larsen Architects, 2011. |
Björk y otras figuras clave de la isla le prestaron atención. “Así
que cuando llegó la crisis había un movimiento de raíz en el que estaban
metidos muchos jóvenes”. Se crearon grupos de trabajo en lo que dieron
en llamar el ministerio de las ideas, una antigua fábrica en las afueras
de Reikiavik. Pero Magnason reconoce el importante papel del gobierno.
“Han crecido los teatros, el mercado literario ha florecido (60
escritores tienen apoyo durante un año entero), la producción
cinematográfica ha aumentado, igual que la escena musical. Y todo este
apoyo se multiplica en la economía. Las artes no son un proyecto
paralelo a la buena economía, es la base de su salud”. ¿Y por qué la
gente piensa votar de nuevo al partido conservador? “Echan de menos sus
Range Rover”, resuelve el músico Ólafur Arnalds en un café de Reikiavik.
Vista interior de fachada plana. Auditorio y Centro de Conferencias Harpa. Henning Larsen Architects, 2011. |
Permanece también la duda de si este modelo sería exportable a países
como España o Italia, que multiplican por 150 su población. Donde los
problemas económicos también guardan esa proporción. Magnason opina que
sí. “Puede aplicarse a la mayoría de sitios. El problema en Europa,
especialmente en Italia y España, es toda esa gente joven que no hace
nada o que está en la extraña situación que ni el gobierno ni la
industria definen su papel. Así no usarán toda su creatividad”. Quizá
sea cuestión de tocar aún más fondo.
Escuchen a continuación un tema del grupo islandes
Para más detalles del Auditorio y Centro de Conferencias Harpa pulse el siguiente enlace:
Henning Larsen Architects, Auditorio y Centro de Conferencias Harpa en Reykjavik
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Richard Montenegro. Perteneció a la redacción de las revistas Nostromo y Ojos de perro azul; también fue parte de la plantilla de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/. Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, publicado por la editorial El Perro y la Rana en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en 2008 , en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica y en 2015 del ebook Tres años caminando juntos ambos libros editados por el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas tales como: el semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa del diario Notitarde, El Venezolano, Diario de Guayana y en el diario Ultimas Noticias Gran Valencia; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista de Creación Literaria y de Humanidades de la Universidad de Málaga y en portales o páginas web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la colombiana Cosmocápsula.
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