Mark Strand. Imagen tomada de aquí |
Entrevista a Mark Strand
La Pareja.
La escena es una estación del centro de la ciudad.
Son las 3 de la madrugada.
Jane está sola en el andén,
tarareando un réquiem.
Se apoya en los azulejos.
Rebusca algo en su bolso,
algo para aliviar el dolor de cabeza
que cada vez se pone peor.
Ella fue a una fiesta aburrida,
y se largó sin su cita,
ahora está sola en la plataforma,
y el tren se retrasa.
La estación de metro está vacía,
sórdida, siniestra, gris.
Entra un hombre bien vestido,
dirigiéndose lentamente hacia Jane.
El hombre se coloca junto a ella:
“Perdone, mi nombre es John,
espero no haberla molestado.
Si es así, me iré “
“Tuve un sueño anoche
en el que iba a conocer a alguien nuevo.
Después de veinticuatro horas de espera,
me alegro de que ese nuevo se haya convertido en usted.”
Oh, ¿dónde están los vientos de la mañana?
Oh, ¿dónde está el amor a primera vista?
Un hombre sale de la nada.
Tal vez él sea el hombre correcto.
¿Cómo una encontrar la respuesta,
si se ha esperado tanto tiempo?
Un hombre sale de la nada,
probablemente él sea el hombre equivocado.
Jane se imagina el futuro,
y casi pierde el corazón.
Se ve como Europa
y a John lo ve como Napoleón.
Caminan hacia el final del andén.
Tropiezan y caen a las vías.
Se ponen de pie entre envolturas
y cajetillas de tabaco vacías.
El viento sopla a través del túnel.
Escuchan el sonido.
La forma en que gruñe,
les mantiene hechizados el silbido.
Jane mira fijamente en la oscuridad:
“Es una maravilla, el sexo puede ser bueno
cuando la mayoría de las veces se reduce a
si uno debería o no debería”.
John mira su reloj:
“No podría estar más de acuerdo contigo,
y a menudo uno se hace la pregunta:
-¿para qué planteárselo? “
Se arrodillan uno junto al otro
como se estuvieran en trance,
entonces Jane se sube la falda
y John se desabrochay se baja el pantalón
Todo el mundo sabe lo que pasa,
o lo que dos personas hacen
cuando uno está en la parte superior de la otra
haciendo lo que hay que hacer.
El viento sopla a través del túnel
tratando de encontrar el cielo.
Jane respira cada vez más fuerte
y John comienza a suspirar:
“Soy un profesor de Princeton
Dios sabe que me ha conducido a ésto.
Tengo esposa y una familia;
he conocido la bendición del matrimonio.
Pero las cosas se estaban volviendo monótonas
y sentía que estaba siendo falso.
Todas las noches en nuestra habitación
deseaba estar en cualquier otra parte”
¿Qué tiempo hace fuera?
¿Qué tiempo hace dentro
que les conduce al exceso
y a caer en los brazos del pecado?
Son los hijos de Eros.
Se mueven, pero no demasiado rápido.
Quieren extender su placer,
quieren que el momento dure eternamente
Qué mal que no puedan escucharnos.
Qué mal que no podamos aconsejarles.
El destino que les ha unido
tiene aún otra sorpresa.
Justo cuando llegan
a la más alta cumbre de su empresa,
un tren local vacío
los separa para siempre.
Un tren local vacío
grita a través del aire sucio
una pareja muere en el metro;
Parejas mueren en todas partes
Versión al español
Fotografía: Ezequiel Zaidenwerg |
texto tomado de A Thousand Words of Deep
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Un viejo se va de la fiesta:Una entrevista al poeta Mark Strand
Un viejo se va de la fiesta
Por Ezequiel Zaidenwerg
Enero 2013
A poco de mudarme a Nueva York,
me enteré de una extraña coincidencia: Mark Strand ofrecería una lectura en la
famosa librería homónima. Terminado el evento, me acerqué con timidez a él para
pedirle una entrevista. Viéndose obligado, o tal vez conmovido por mi inglés,
que había retrocedido por los nervios a un balbuceo primitivo, Strand me dio su
e-mail. Luego de un intercambio epistolar algo enigmático, en el que confirmaba
la entrevista, pero no fijaba la fecha, conseguí acordar un encuentro, que
sería en un parque infantil, en Chelsea, el viernes anterior a la cólera de
Sandy: un clima de catástrofe inminente, pero lejana aún, en consonancia con el
mundo poético de Strand.
La charla, que duró una hora y media, tuvo
lugar en un pequeño playground: cuando llegamos, no había nadie allí, pero
pronto empezaron a llegar los niños, que corrían y chillaban a nuestro
alrededor; y para proteger la voz de Strand, serena y reflexiva, nos teníamos
que trasladar de un banco a otro. Esta entrevista repasa su carrera, desde su
iniciación como pintor y sus comienzos en la poesía, hasta su libro más
reciente, Casi invisible, que anuncia su retiro.
...
¿Cómo empezó a leer poesía? ¿Fue un descubrimiento o un gusto
adquirido?
Fue un gusto adquirido. No era
lector de niño; de hecho, me gustaban los juegos y después me dediqué a los
deportes. Fantaseaba con ser un gran jugador de básquet o de beisbol, y
practicaba todo tipo de deportes. La escuela no me interesaba, y no era un
alumno competitivo. Empecé a leer tarde, cuando mis padres se mudaron a América
Latina y yo pasé con ellos algunas temporadas. Empecé lento, pero a los
dieciséis o diecisiete ya leía mucho: a Hemingway, a Faulkner, a Thomas Wolfe.
Ficción. No leía poesía. Recién empecé a leer poesía en la universidad.
Ernest Hemingway |
¿Fue una revelación, o le fue tomando el gusto?
Le fui tomando el gusto. En
realidad, yo quería ser pintor. Pero cuando finalmente anuncié que quería ser
poeta, más o menos a los veinticuatro años, mis padres se sorprendieron mucho,
y creo que se desilusionaron. Me parece que la pesadilla de todo padre es tener
un hijo que decida ser poeta a los veinticuatro años. Cuando empecé a leer, una
de las cosas más importantes que me pasaron fue descubrir, en México, a los
diecinueve años, Veinte poemas de amor y una canción desesperada, de Neruda.
¿Entonces diría que el primer libro de poemas que le llamó la atención
fue Veinte poemas de amor y una canción desesperada?
Sí, sí. En el último año de la
secundaria, había leído algunos poemas de Paul Éluard, Louis Aragon, y “Trece
maneras de mirar un mirlo”, el famoso poema de Wallace Stevens. Eso me había
llamado la atención. La poesía me interesaba, pero no era un interés
pronunciado. Empecé a escribir poesía cuando fui a estudiar pintura con Josef Albers [en Yale]. Tenía veintidós. Empecé a escribir algunos poemas, pero no
eran buenos. Algunos profesores empezaron a verme como alguien que, además de
pintar, era capaz de escribir.
Josef Albers. Fotografía de Henri Cartier Bresson |
¿Los profesores lo respetaban como pintor?
Sí. Pero yo no me respetaba a mí
mismo. Buscaba una salida, y la poesía parecía ofrecérmela, aunque mis poemas
eran pésimos. Aun así, publiqué algunos poemas en la Yale Literary Magazine y
en 1958 publiqué uno en The Yale Review. Así que seguí escribiendo y obtuve una
beca Fulbright para irme a Italia, supuestamente para estudiar poesía italiana
del siglo xix. Al final, en vez de eso, me dediqué a escribir poesía.
Recién mencionaba la importancia de Neruda. ¿Cómo llegó a su vida?
En el estudio de mis padres, en
México. Ya no leo a Neruda. Reseñé un libro de Neruda para The New Yorker hace
unos años. Creo que era un genio, en términos poéticos, pero intelectualmente
era bastante normal.
¿Diría que el aspecto intelectual de la poesía es muy importante para
usted?
No. Algunos poemas de Neruda me
conmueven, pero sus ideas me parecen muy limitadas. Me parece que tiene una
serie de procedimientos que repite una y otra vez, al menos en las Odas
elementales. Es el gran igualador, el gran demócrata de la poesía: rebaja lo
elevado y eleva lo bajo. Eso es parte de su encanto.
Emily Dickinson |
Un poeta cuya obra me conmueve,
que creo que es uno de los hombres de letras más inteligentes del siglo xx, fue
Octavio Paz. Sus escritos sobre poesía, sus escritos sobre cultura indígena,
sus escritos políticos, son todos absolutamente brillantes. Y fue uno de los
más grandes prosistas.
Libros como Los hijos del limo,
El arco y la lira, son fantásticos. Pero el libro sobre México y el carácter
mexicano, El laberinto de la soledad, es sencillamente el mejor libro jamás
escrito sobre el carácter nacional. Es mejor que Walter Benjamin, es mejor que
cualquiera.
¿Quiénes fueron sus poetas formativos?
Elizabeth Bishop y Robert Lowell,
W. H. Auden, Louis MacNeice, Dylan Thomas, cuando tenía veintitantos años. Esas
fueron mis primeras influencias. Y luego, poco después, cuando empecé a
escribir poesía, comencé a leer y a traducir a Alberti, como ejercicio para
mejorar mi propia poesía.
¿Y quiénes son los escritores a los que siempre vuelve, los poetas que
relee?
Walt Whitman. Ahora estoy
enseñando a Emily Dickinson. Ya no leo mucha poesía, pero trato de releer a
Homero, de releer La Eneida de Virgilio, y me veo obligado a leer la obra de
muchos poetas contemporáneos.
Lo intento, pero también leo
muchas novelas, leo ensayos, leo The New York Review of Books. Leí un libro que
es uno de los más increíbles que haya leído en muchos años, la autora es una
poeta, se llama Sarah Arvio. Estuvo en México, es traductora de la onu, habla
perfectamente el español, hizo una excelente traducción del Romancero gitano, y
escribió un libro que se llama Night thoughts, que mezcla poemas y prosa, y que
es uno de los más originales que leí en mi vida. Pero tiene cincuenta y tantos
años.
Joanna Klink, una poeta joven, me
parece muy buena, y acabo de leer un libro de D. A. Powell. No lo conozco, pero
sus poemas me parecieron estupendos.
Entonces no sería exacto decir que ya no lee poesía.
No, porque al menos leo un poco.
No quiero rechazar la poesía, no quiero expulsarla de mi vida solo porque dejé
de escribirla.
Cuando leo sus poemas, me da la sensación de que Wallace Stevens fue
una presencia fundamental.
Primero fue T. S. Eliot y después
lo sustituyó Wallace Stevens. Wallace Stevens es mi principal influencia, y
entre los prosistas, Kafka: creo que soy un hijo literario de Kafka y Wallace
Stevens.
Wallace Stevens |
¿Por qué le resultaba tan atractivo el estilo de Stevens?
Por sus descripciones tan
hermosas. Después de todo, yo había empezado como pintor, y sus poemas me
interpelaban desde el interés por lo visual. Además, a medida que fui
envejeciendo, los poemas que escribió hacia el final de su vida son hermosas
evocaciones de la vejez, así que tocan una fibra sensible. Además, es un poeta
del clima...
“Clima” es una palabra que se repite mucho en su poesía...
Sí. Eso viene de Stevens. Él crea
el clima y yo...
¿Y usted lo pronostica?
Lo pronostico y vivo en él.
¿Cuáles son –o cuáles eran, dado que ya no escribe más poesía– sus
hábitos de escritura?
Cuando era joven, escribía todos
los días. Me levantaba en la mañana y me ponía a escribir.
¿Y eso le funciona? ¿Puede escribir poesía todos los días como si fuera
un trabajo?
No, pero me obligaba a sentarme
en mi escritorio, y a veces escribía cartas, pero con mucha frecuencia
trabajaba en un poema, o empezaba un poema nuevo, siempre tenía algún poema en
el que trabajar, pero después se empezó a volver cada vez más difícil sentarme
en mi escritorio si no estaba escribiendo nada, o si no me salía nada, así que
empecé a escribir cada vez que tenía tiempo o ganas, y estos periodos empezaron
a espaciarse cada vez más, y a veces hubo periodos de silencio de dos o tres
años. Primero era una semana o dos, después un año o dos, pero cuando escribía
terminaba un libro bastante rápido. Bueno, a veces no tan rápido, pero ya no
tengo paciencia. De cualquier manera, ya nadie lee poesía. Los poetas sí, pero
el lector común ha sido abandonado por la poesía.
¿Y no es al revés? ¿La poesía ha abandonado al lector común?
Eso creo. Y el lector común
sencillamente ha perdido interés. La poesía se ha convertido en el terreno de
los departamentos de inglés de las universidades estadounidenses, se ha
convertido en algo de lo que les resulta interesante hablar a los académicos,
especialmente si es difícil.
Pero usted acaba de decir que Stevens fue una de sus influencias
fundamentales y, sin embargo, es un poeta retórico y difícil...
Sí, pero se lo puede desentrañar.
Cuando uno lo lee, hay algo que resulta atractivo enseguida. Tiene una belleza inmediata
que es muy seductora, mientras que muchos poemas que leo últimamente no tienen
nada que valga la pena. Son sordos y fragmentarios. La gente que escribe en la
computadora se olvida de escuchar el poema, creo que establecen un contrato
visual con la computadora. En primer lugar, los poemas llegan tan rápido a
imprenta que parecen mucho más terminados de lo que realmente están, mientras
que cuando se escribe a mano hay un ritmo que se traslada al poema.
¿Tiene alguna superstición o ritual?
Escribo en una hoja de papel, con
un bolígrafo. Por lo general no escribo con lápiz porque no es lo
suficientemente oscuro para verlo, así que uso un bolígrafo azul o negro, y
papel amarillo o a veces blanco. Eso es todo.
¿Corrige sus poemas?
Reescribo. Los fragmentos en
prosa, no tanto. Pero cuando escribía poemas, tenía muchísimos borradores, a
veces cinco, a veces veinte, a veces treinta, a veces cuarenta. Escribo a mano,
varias versiones, y después los paso a la computadora para ver cómo se ven.
Trato de postergar el momento de pasarlos lo más que puedo. Más que leer mis
poemas me interesa escucharlos, y cuando están escritos a mano me parece que
los estoy escuchando. Así que finalmente los paso en limpio, y empiezo a
escribir a mano en los márgenes, y después los vuelvo a pasar para ver lo que
hice. Por supuesto, trabajar en la computadora es mucho más rápido. Todavía
tengo máquinas de escribir, pero ya no las uso. Me acostumbré a la computadora,
pero me resistí durante mucho tiempo.
Las máquinas de escribir tienen una dimensión más rítmica...
Sí, es mucho más físico, el
golpeteo de las teclas, clic, clic, es más lento. Las computadoras son
demasiado rápidas. Yo pienso lentamente, y la escritura a mano parece amoldarse
al ritmo de mi pensamiento.
Ya que hablamos de ritmo, leí en alguna parte que las primeras
versiones de los poemas de La vida continua estaban en verso blanco, y algunos
de ellos rimados.
En verso blanco, sí. A veces
rimado, pero por lo general en pentámetros yámbicos.
¿Cómo aprendió la técnica? ¿Le parece importante?
No me enseñó nadie. Creo que si
uno quiere ser poeta, tiene que aprender a escribir en metro. Es una de las
cosas que distinguen la poesía de la prosa, el hecho de tener al menos una
cadencia. Y si uno quiere una cadencia más regular, puede adoptar el metro.
Cuando uno es joven y lee a otros poetas, todo el tiempo trata de ver por qué
hicieron tal cosa o tal otra, y por qué el poema suena como suena. Yo estudiaba
los poemas de mis poetas preferidos, examinaba verso por verso, analizaba el
metro y esas cosas. Todo eso es parte del oficio de la poesía, que los poetas
aprenden solos, de leer a otros poetas.
¿Cómo debería formarse un poeta?
Leyendo los clásicos.
También ha dicho que el verdadero alimento para un poeta son otros
poemas.
Sí, creo que es así. Creo que uno
no se hace poeta sin saber lo que es un poema, o sin haber tenido algún
contacto con la poesía. A uno lo inspiran otros poemas y luego escribe. Cuando
hablé de mis comienzos como poeta, mencioné mi fascinación por Veinte poemas de
amor y una canción desesperada, y ese libro en cierta medida me hizo querer
escribir mis propios poemas de amor y mi canción desesperada. Creo que si algo
te conmueve, quieres reproducir eso que te conmovió, pero en tus propios
términos, para ver si puedes generar algo parecido a lo que hizo el poeta que
te precedió.
There is no happiness like mine.
I have been eating poetry.
The librarian doesn’t believe what she sees.
Her eyes are sad
and she walks with her hands in her dress.
The poems are gone.
The light is dim.
The dogs are on the basement stairs and coming up.
Their eyeballs roll,
their blond legs burn like brush.
The poor librarian begins to stamp her feet and weep.
She does not understand.
When I get on my knees and lick her hand,
she screams.
I am a new man.
I snarl at her and bark.
I romp with joy in the bookish dark.
No hay felicidad como la mía.
He estado comiendo poesía.
La bibliotecaria no lo puede creer.
Sus ojos están tristes
y camina con las manos pegadas a su vestido.
Los poemas se fueron.
La luz es débil.
Los perros subiendo por las escaleras del sótano.
Sus ojos dan vueltas,
sus patas rubias arden como rastrojos.
La pobre bibliotecaria comienza a patear y solloza.
No entiende.
Cuando me arrodillo y lamo su mano,
grita.
Soy un hombre nuevo.
Le gruño y le ladro.
Retozo con alegría en la oscuridad libresca.
Eating Poetry
Ink runs from the corners of my mouth.There is no happiness like mine.
I have been eating poetry.
The librarian doesn’t believe what she sees.
Her eyes are sad
and she walks with her hands in her dress.
The poems are gone.
The light is dim.
The dogs are on the basement stairs and coming up.
Their eyeballs roll,
their blond legs burn like brush.
The poor librarian begins to stamp her feet and weep.
She does not understand.
When I get on my knees and lick her hand,
she screams.
I am a new man.
I snarl at her and bark.
I romp with joy in the bookish dark.
Comiendo poesía
Tinta por las comisuras de mis labios.No hay felicidad como la mía.
He estado comiendo poesía.
La bibliotecaria no lo puede creer.
Sus ojos están tristes
y camina con las manos pegadas a su vestido.
Los poemas se fueron.
La luz es débil.
Los perros subiendo por las escaleras del sótano.
Sus ojos dan vueltas,
sus patas rubias arden como rastrojos.
La pobre bibliotecaria comienza a patear y solloza.
No entiende.
Cuando me arrodillo y lamo su mano,
grita.
Soy un hombre nuevo.
Le gruño y le ladro.
Retozo con alegría en la oscuridad libresca.
¿Sería entonces una especie de traducción, traducir del vocabulario
poético de otro poeta al propio?
Creo que uno ingiere otro poema,
que toca cierta fibra en uno, despierta algo en uno, y uno siente la necesidad
de capturar aquello que se ha despertado y ponerlo por escrito.
Al leer sus poemas, tengo la sensación de que crea un mundo
alternativo. ¿De dónde surge eso?
Es un mundo verbal que he creado
a partir de mi mundo, a partir de mi experiencia. Pero las palabras crean
ideas, crean sentimientos, y he creado un mundo en el que ciertas ideas,
ciertos estados de ánimo, se han vuelto característicos, y cuando alguien lee
mis poemas, se siente transportado –o eso espero– al mundo de Strand, por las
palabras que uso y lo que ellas sugieren.
¿Cuáles son sus palabras preferidas?
Me gustaría que fueran más, pero
por bastante tiempo fueron “piedra”, “vidrio”, “cielo”, “mar”, palabras muy
genéricas... Las imágenes de mis poemas no son necesariamente imágenes
visuales, muchas de ellas son acciones, mis poemas describen actividades, a
veces de carácter nervioso o absurdo, a veces muy pacífico, pero eso es lo que
les da vida. No soy un poeta de la naturaleza, no ahondo en el aspecto de las
cosas, sino más bien en su comportamiento. Para mí, el paisaje es un mero
decorado, las montañas de Utah eran un decorado, el mar del Atlántico Norte
cerca de Nueva Escocia es un decorado, lo que me interesa es lo que se
desarrolla frente al telón de fondo de las montañas o del mar.
The scene is a midtown station.
The time is 3 a.m.
Jane is alone on the platform,
Humming a requiem.
She leans against the tiles.
She rummages in her purse
For something to ease a headache
That just keeps getting worse.
She went to a boring party,
And left without her date,
Now she’s alone on the platform,
And the train is running late.
The subway station is empty,
Seedy, sinister, gray.
Enter a well-dressed man
Slowly heading Jane’s way.
The man comes up beside her:
“Excuse me, my name is John,
I hope I haven’t disturbed you.
If I have, I’ll be gone.
“I had a dream last night
That I would meet somebody new.
After twenty-four hours of waiting,
I’m glad she turned out to be you.”
Oh where are the winds of morning?
Oh where is love at first sight?
A man comes out of nowhere.
Maybe he’s Mr. Right.
How does one find the answer,
If one has waited so long?
A man comes out of nowhere,
He’s probably Mr. Wrong.
Jane imagines the future,
And almost loses heart.
She sees herself as Europe
And John as Bonaparte.
They walk to the end of the platform.
They stumble down to the tracks.
They stand among the wrappers
And empty cigarette packs.
The wind blows through the tunnel.
They listen to the sound.
The way it growls and whistles
Holds them both spellbound.
Jane stares into the dark:
“It’s a wonder sex can be good
When most of the time it comes down to
Whether one shouldn’t or should.”
John looks down at his watch:
“I couldn’t agree with you more,
And often it raises the question —
‘What are you saying it for?’”
They kneel beside each other
As if they were in a trance,
Then Jane lifts up her dress
And John pulls down his pants.
Everyone knows what happens,
Or what two people do
When one is on top of the other
Making a great to-do.
The wind blows through the tunnel
Trying to find the sky.
Jane is breathing her hardest,
And John begins to sigh:
“I’m a Princeton professor
God knows what drove me to this.
I have a wife and family;
I’ve known marital bliss.
“But things were turning humdrum,
And I felt I was being false.
Every night in our bedroom
I wished I were someplace else.”
What is the weather outside?
What is the weather within
That drives these two to excess
And into the arms of sin?
They are the children of Eros.
They move, but not too fast.
They want to extend their pleasure,
They want the moment to last.
Too bad they cannot hear us.
too bad we can’t advise.
Fate that brought them together
Has yet another surprise.
Just as they reach the utmost
Peak of their endeavor,
An empty downtown local
Separates them forever.
An empty downtown local
Screams through the grimy air
A couple dies in the subway;
Couples die everywhere.
El humor es un elemento importantísimo de su poesía.
Creo que se piensa, erróneamente
a mi entender, que la poesía es algo serio y oscuro... Hay muchas cosas
perturbadoras en el mundo, y hay tantas cosas absurdas y tanta locura en el
mundo que me parece que sería un error ignorarlas. Cuando leo los diarios, me
río y me angustio en igual medida.
Una de las cosas que hace tan atractiva su poesía para mí es cómo logra
mezclar comedia y elegía con gran elegancia, de forma que lo cómico nunca se
vuelve frívolo ni burdo, y lo elegíaco no llega a volverse dramático, sino que
es apenas una nota lánguida de fondo...
Creo que lo has expresado muy bien, eso es
exactamente lo que intento hacer. Alguna vez lo describí como una mezcla de
melancolía y humor, pero creo que el elemento elegíaco es muy característico de
mis poemas, y trato de incluir ambos elementos en el mismo poema, intentando
que la transición sea casi invisible, para que los lectores no sepan muy bien
cómo sucedió...
“Casi invisible”...
Sí, Casi invisible.
¿Qué piensa de los poetas que, como procedimiento, se basan en la
experiencia cotidiana para hacer algún tipo de afirmación?
Hay poetas metonímicos, que toman
un trozo de vida para representar la totalidad de la vida, y que por lo general
tienen una moraleja, explícita o implícita. Yo me considero más bien un poeta
metafórico, creo un mundo alternativo que tiene sus propias reglas y
regulaciones, en el cual tal vez se puedan percibir algunos elementos de
nuestro mundo, y que por eso no resulta totalmente ajeno. El poeta metonímico
debe asegurarse de que ese mundo reducido que está representando sea fiel al
mundo verdadero de la experiencia. Yo no siento para nada esa obligación. Solo
quiero ser fiel a mis propias ideas respecto de lo que funciona en un poema, y
no a lo que el mundo consideraría realista o correcto. Lo que me importa es la
integridad del mundo que creo, y no lo que estoy revelando sobre el mundo en el
que viven los demás.
¿Por qué usa tan pocas palabras?
¿Es algo deliberado?
Porque sé lo que significan y
tengo control sobre ellas. Son las palabras que pueblan y dan vida al mundo que
creo.
Fue una decisión consciente limitarse a un repertorio de palabras tan
reducido?
No. Siempre he creído en la
sencillez, en lo tocante al lenguaje creo en el principio de economía, hablar
de manera sencilla y directa es mejor que decir lo mismo con perífrasis o de
forma complicada. Pero debo decir que mis oraciones se han vuelto mucho más
complejas, el lenguaje es muy sencillo pero la sintaxis a veces se vuelve muy
complicada, y prefiero tener una sintaxis compleja y un vocabulario sencillo
que un vocabulario muy difícil y una sintaxis ingenua.
También ha dicho que en la poesía buscamos un misterio...
Creo que así es. No buscamos la
solución del misterio, creo que nos gusta que se nos ofrezca un misterio, nos
gusta acercarnos al misterio. Quiero decir: si un misterio es un misterio, no
lo va a resolver o descubrir un poema. Creo que lo maravilloso que tiene la
poesía es esa intimidad con el misterio, porque, una vez que se resuelve, el
hechizo se rompe y el misterio desaparece. Queremos perpetuar el misterio, y
para eso debemos acercarnos pero sin violarlo.
El misterio está presente en muchísimos de sus poemas...
Son misteriosos, pero no por
decisión consciente. Creo que mi cerebro funciona así. La vida me parece
misteriosa, mi presencia en la Tierra me parece misteriosa. Muchas veces,
cuando termino un poema, no estoy muy seguro, aunque generalmente estoy seguro
de lo que he dicho, siempre hay un elemento inexplicable. Creo que los poemas
de otros poetas que me atraen tienen algún elemento inexplicable. Siento al
mismo tiempo familiaridad con el poema y perplejidad. Creo que la presencia de
esos dos elementos es esencial para la poesía.
Charles Dickens |
¿Relee sus libros preferidos?
Trato de hacerlo. Hace dos años,
volví a leer varias novelas de Dickens que hacía años que no leía; releí Don
Quijote. Ahora que vivo en España, estoy empezando a leer más literatura
española: leí una novela extraordinaria de Antonio Muñoz Molina que se llama
Sefarad, y leí una novela de Javier Marías que me gustó mucho, Corazón tan
blanco.
Hace un rato mencionó a Octavio Paz. ¿Cómo lo conoció?
Lo conocí porque me pidieron que
preparara una antología de poesía mexicana, New poetry of Mexico, y él era el
editor de la edición mexicana. Así que me reuní con Octavio, elegimos los
poetas que íbamos a traducir, y yo elegí a los poetas estadounidenses que los
traducirían, y nos hicimos amigos. Nos caíamos bien, y Marie-Jo me caía muy
bien, y la pasábamos muy bien juntos, aunque no estábamos de acuerdo en materia
de poesía.
Él no entendía mi fascinación por
Wallace Stevens, y yo no entendía la suya por T. S. Eliot. Ahora entiendo su
insistencia, a él lo había influido mucho Eliot, y he llegado a compartir su
valoración de la poesía de Eliot. Traduje algunos poemas suyos, bastante mal,
creo, y él hizo unas traducciones excelentes de algunos poemas míos. Ahora está
muerto, pero sus poemas siguen siendo muy hermosos, y su prosa no tiene
parangón. Era una persona muy generosa, muy elegante y educada; irradiaba
educación. Solo bajaba la guardia cuando discutíamos de política.
¿Tenían muchas discusiones al respecto?
No estaba preparado para discutir
con Octavio Paz, porque él era cien veces más inteligente que yo. Pero, por
ejemplo, él culpaba de algo a los Estados Unidos, y me apuntaba con el dedo y
me decía: “Tú, tú, tú”, y yo le decía: “Yo no fui, yo no fui.” Pero creo que yo
era mucho más de izquierda que Octavio.
¿Lo sigue siendo?
Ahora soy más de izquierda que
nunca. Pero no creo en el socialismo ni en el comunismo.
¿Por qué es más de izquierda que nunca?
Porque el capitalismo ya no
funciona más. Estamos asistiendo al amargo final, la desigualdad entre los
ricos y los pobres es tremenda, hay gente en todo el mundo que se muere de
hambre, parece que nuestros republicanos de derecha y nuestras empresas
multinacionales no se dan cuenta o que no les importa. Hay una increíble falta de
decencia en el mundo.
Creo que, si nace pobre, lo más
probable es que uno siga siendo pobre. Si uno nace negro en los Estados Unidos,
con poquísimas excepciones, está destinado a formar parte de la clase baja. Lo
mismo vale para los latinos. Si uno es parte de una minoría, no tiene las
mismas oportunidades que un varón estadounidense blanco y con estudios
universitarios.
¿Es uno de los motivos por los que ahora vive en España?
La única ciudad en la que podría
vivir de los Estados Unidos es Nueva York, que es una ciudad maravillosa en
muchos sentidos, pero es muy cara, el ruido me molesta, la agresividad de la
gente y el grado de violencia que uno encuentra a diario en la calle me
resultan enervantes. A veces salgo a caminar y cuando vuelvo a mi departamento
me siento exhausto por lo que acabo de ver y escuchar, y tardo demasiado en
recuperarme. Me gusta la sencillez de mi vida en Madrid, lo único que quiero es
trabajar, y Madrid me permite hacerlo, ya sea escribir una conferencia, un
ensayo, o las memorias sobre mis padres que estoy escribiendo ahora, o mis
collages.
¿Volvió a pintar, entonces?
No, no volví a pintar. Hago
collages, porque me permiten escaparme del sentido. No tengo que lidiar con el
lenguaje. No tengo que preocuparme por intentar decir algo y no poder. Corto y
pego papelitos, y me resulta muy placentero.
Hablemos de Casi invisible. ¿Por qué el título?
Porque me siento casi invisible.
Soy un viejo. Me siento un poco irrelevante. Y me pareció que era un buen
título.
¿Y por qué en prosa?
Para mí es más fácil de escribir
que la poesía, pero si eres un prosista de verdad, escribir en prosa es sin
duda alguna muy difícil. Los fragmentos en prosa me salían con facilidad y
rápido. Además, escribía de manera humorística, algo que me parece muy difícil
de hacer en un poema.
Creo que este libro tiene el sabor característico de su poesía, pero
destilada a su forma más simple. Muchos de los poemas parecen el argumento o el
contenido de sus poemas en verso, puestos en una prosa muy sencilla y elegante.
¿Fue algo consciente?
Soy una sola persona, y tengo un
número limitado de ideas, y creo que esas ideas pasan de poema en poema y de la
poesía a la prosa, y se visten con ropas ligeramente diferentes.
¿Se siente cien por ciento estadounidense, a pesar de haber nacido en
Canadá?
No me siento canadiense. Me
siento estadounidense, pero no siento apego. Mi mundo es un mundo de cuadros,
libros, fotos; mi nación es la nación del idioma inglés. No creo que las
condiciones geográficas que se me impusieron –por haber nacido en Canadá y
vivido en los Estados Unidos– me definan en absoluto. Creo que me define de
manera más elocuente lo que leo, lo que miro, la gente que conozco, y lo que
escribo. No sé si habría escrito los mismos poemas de haberme criado en Praga o
en Milán. Imposible saberlo.
Mark Strand. Imagen tomada de Guernica |
El libro termina con un poema que se llama “Cuando cumplí cien años”. Y
el último verso dice: “Y desaparecí.” ¿Por qué puso ese poema al final del
libro?
Mi traductor al holandés me dijo:
“Es demasiado obvio que lo pongas al final, deberías ponerlo en otra parte.” Me
parecía una buena manera de terminar el libro.
Parece una despedida, pero, como ahora tiene solo 78, también parece
una advertencia de que tal vez siga escribiendo.
Sí. Tal vez aparezca en otra
parte.
Ha dicho que quería retirarse de la escritura. ¿Ha logrado hacerlo?
Bueno, no estoy escribiendo
poesía.
Pero ya ha pasado anteriormente largos periodos sin escribir poemas...
Sí, es verdad. La gente siempre
me recuerda que no es la primera vez que digo que voy a dejar de escribir
poesía, y siempre termino escribiendo más poemas, y no solo poemas, sino más
libros. Así que supongo que, psicológicamente, me funciona decir que nunca más
voy a escribir poesía. A la vez, sé que es muy probable que vuelva a escribir
poemas.
También leí una entrevista suya en la que declara: “Quiero vivir como
un ser humano, quiero ser libre”, respecto de su jubilación como poeta. ¿Cree
que la poesía es una forma de esclavitud?
Bueno, no. Creo que exageraba. No sé qué habré
querido decir con eso de que quería vivir como un ser humano. También era un
ser humano cuando escribí esos poemas. Creo que la obligación de seguir siendo
poeta es una especie de esclavitud, porque tu identidad, si uno ha escrito
tanto como yo, acaba encadenada a tu producción, a tus poemas. Quería que mi
identidad encontrara otro punto de apoyo, o que se viera obligada a
modificarse. Quería dejar de ser Mark Strand el poeta, quería ser Mark Strand
el que hace collages o Mark Strand el que prepara ricas cenas en Madrid. ~
Un viejo se va de la fiesta
Cuando dejé la fiesta quedó claro
que si bien yo pasaba los
ochenta, todavía tenía
un cuerpo hermoso. La luna
relumbraba como acostumbra
en tiempos de profunda
introspección. El viento contenía
el aliento. Y, mira, alguien dejó
un espejo apoyado en un árbol.
Después de asegurarme de que
estaba solo, me saqué la
camisa.
Las flores de la yuca bajaron sus
cabezas bañadas por la luna.
Yo me saqué los pantalones, y
volaron en círculos las urracas
por sobre las secuoyas.
Allá abajo, en el valle, el río
seguía su curso.
Qué raro estar en medio de la
nada, yo solo con mi cuerpo.
Sé lo que estás pensando. Yo
alguna vez fui como tú.
Pero ahora, que tengo ante mí
tantas cosas, tantos árboles
de color esmeralda, estos campos
blanqueados de maleza,
y montañas y lagos, ¿cómo no ser
yo mismo y nada más,
este sueño de carne, de a un instante
por vez? ~
Versión de Ezequiel Zaidenwerg
Tomado de Letras Libres
Actualizada el 25/06/2024
Actualizada el 25/06/2024
03/02/2023
Bonita entrevista y gran personaje Mark Strand deduzco que tiene espiritu creador y conoce bien la materia. Le mando un saludo y le animo a seguir Tensy.
ResponderEliminarNos contenta saber que disfrutaste de la entrada Hortensia. Muchas gracias por comentar y por los buenos deseos.
EliminarNos contenta saber que disfrutaste de la entrada Hortensia. Muchas gracias por comentar y por los buenos deseos.
ResponderEliminarEs de las mejores entrevistas a un poeta que he leído en mi vida. Es como encontrarse con uno mismo. Al poeta lo leí por primera vez en un cuadrnillo que publicó Fundarte a mediados o finales del setenta. Gracias Richar Montenegro y a tu grupo Li Po por colocarla también el el grupo Poesía.
ResponderEliminarGracias Luis Alberto por tu visita y comentario
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