Entrevista a Miguelanxo Prado
Por Yexus.
Miguelanxo Prado es uno de los autores más valorados de nuestra historieta, tanto a nivel nacional como internacional. Aquí, y desde que publicara sus 48 paginasen el libro de Laura Esquivel La ley del amor (sí, no penséis que la colaboración se limitó a unas cuantas ilustraciones, 48 páginas nada menos), permanece atrincherado, tal vez fraguando el que será su próximo trabajo. Sin embargo, Norma Editorial, ante este período de inactividad (si podemos llamarlo así) del autor ha tenido la feliz idea de continuar con su colección de Miguelanxo Prado reeditando obras que prácticamente eran inencontrables, como son Stratos y Fragmentos de la enciclopedia délfica (ambas publicadas en su día por Toutain). Ante este casual protagonismo os ofrecemos una entrevista realizada por Yexus, en la que Miguelanxo nos habla de estos y otros trabajos.
Recordemos los comienzos con Toutain. La ciencia-fícción era obligada ¿no?
Sí, no había opción. Yo le llevé, recuerdo, tres propuestas y salió la de La Enciclopedia Delfica.
Y, sin embargo, tu no te adaptabas a ningún estilo de moda. Incluso lo variabas de una obra para la siguiente...
Fue determinante el hecho de que yo no llegué al mundo de la historieta a través de la propia historieta. Yo descubrí muy tarde este medio, tenia 22 años, llegué al comic a través de dos caminos muy diferenciados, la pintura y la literatura, para mí dos cosas separadas y sin ninguna relación... Y de pronto descubro (redescubro) los tebeos: aquel Tótem mítico con Moebius, Bilal, Toppi y todos aquellos autores... y me entra realmente una curiosidad por experimentar, por combinar las dos cosas que me interesaban. Claro, no tengo influencias directas, comienzo a realizar comics desde cero. Mis influencias eran a muchos otros niveles: cinematográficas, pictóricas, literarias...
¿Asimov, por ejemplo?
Bueno, sí, por eso en aquel momento no me produjo mayor conflicto el hacer ciencia-fícción. Había leído mucha ciencia-fícción, mucho Asimov, y hay una referencia clara en la Enciclopedia Pero me gustaba más Arthur C. Clarke. Y creo que esta obra se acerca mucho más al concepto europeo de un Clarke o un Stanislav Lem que de un Asimov.
¿Tampoco te ocasionó problemas el planteamiento de estas primeras obras?. Porque no eran precisamente comerciales...
Hombre, problemas tuve en tanto que hago la Enciclopedia Délfica y Toutain me dice que tenga más acción o más sexo. Pero soy cabezota y, como por otro lado, no tenia una actitud reverente hacia el medio... Si de repente Toutain me hubiera dicho "no te publico más" no me hubiera traumatizado en absoluto; yo estaba pintando, exponía y vivía de eso. Si nunca tuve mayores problemas con los editores es porque lo que hice, en la medida de lo posible, fue porque me daba la gana. La única limitación fue el tema, la ciencia-ficción, pero en cuanto pude hice Stratos, a medio camino entre la ficción y la crónica social, y luego las Crónicas Incongruentes en el Comix Internacional.
¿Es verdad entonces que Toutain publicaba lo más comercial para poder editar otros productos de más calidad que le gustaban realmente? ¿o simplemente es que era un buen empresario?
Yo creo que Toutain fue un hombre identificado claramente con un tipo de comic, cosa por otra parte lógica. Vivió aquella época dorada de la Warren y aquella generación de españoles que retrataba Giménez en Los Profesionales, aquella vida entre el cutrerío y la bohemia... Y ese es el tipo de historia que realmente le gustaba, pero se encontró con una serie de autores que no era Maroto, ni Sió, ni Giménez, ni Beá... Yo creo que nunca estuvo entusiasmado con mis historias. De hecho, de las Crónicas Incongruentes me dijo que no le gustaban nada, que lo iba a publicar porque me apreciaba y era un autor de la casa pero que me estaba equivocando de medio a medio. En ese sentido, creo que fue siempre fiel a sí mismo. Aunque tampoco había demasiadas opciones, claro; esos eran los autores y esas las revistas que había. Toutain fue una referencia obligada del comic español pero nunca se sintió entusiasmado con los autores posteriores a toda aquella gente. Y me parece más que respetable el hecho de que con esas ideas publicara a autores como Das Pastoras o como yo.
Una vez afianzado, efectivamente, realizas una obra más personal: Crónicas Incongruentes, Manuel Montano, y Quotídianía Delirante. Y aquí surge, en mi opinión, una especie de paradoja; en esta etapa adoptas un realismo formal y sin embargo tienen un tono irreal y fantástico mientras que la ciencia-ficción anterior tenía un trasfondo más bien realista o sociológico.
Sí. No sé, es un análisis que para mi resulta difícil. Esas tres obras, después de las dos de ciencia-ficción, responden a una necesidad de participar en el análisis de la realidad social, del momento en que vivíamos. Me planteo entonces una finalidad bastante concreta: hablar de un tipo de violencia que no es la del terrorismo, ni la del narcotráfico, ni la de las grandes guerras, sino una violencia mucho más cutre, más "en zapatillas", como es la del vecino, los parientes, las instituciones o un permanente problema en la comunicación, en la compresión y en la intolerancia. Y después del ensayo de Stratos, que tenía limitaciones a la hora de llegar al público (yo aposté ahí por una estética más bien feista), me planteé un poco la puñalada trapera, "engañar" un poco al lector, plantearle una historieta aparentemente de humor pero sembrar en él cierta duda. Que cuando acabara se identificase con la víctima pero también un poco con el verdugo. Opté por un juego de contrapunto y utilicé, sobre todo en las Crónicas Incongruentes, colores suaves, con una estética aparentemente moderna y refinada. Pero, en definitiva, es un juego de paradojas porque la historia no tiene nada que ver con ese tono.
En Manuel Montano ¿por qué trabajas por primera vez con un guionista?
Yo llevaba tres libros seguidos, sin parar. Por un lado, arrastraba un cierto agotamiento y por otro me empecé a plantear la duda metódica de si yo creaba mis propios guiones por convicción o como forma de disfrazar mi incapacidad de contar historias ajenas. Combiné, pues, las dos razones y como hacía años que yo escuchaba el "Tris Tras Tres" en Radio 3 mientras trabajaba y Manuel Montano era para mí un personaje absolutamente próximo, pues me pareció evidente. Llamé a Nano y le propuse trasladar el personaje al comic; le encantó la idea y nos pusimos a ello. La experiencia no pudo ser más positiva. Y yo me aclaré: vi que podía trabajar con otros guionistas pero que mientras hacía esta serie sentía la necesidad de contar mis propias historias.
Para Quotidíanía Delirante ¿por qué un autor de carácter más bien minoritario como tú, elige una publicación como El Jueves?
No lo elegí. Jamás se me hubiera pasado por la cabeza. De hecho, se lo insinué cuando me llamaron. Pero ellos dijeron que lo tenían muy claro, que estaban intentando renovar la revista y dar paso a otro tipo de humor...Y bueno, decidí probar. Encontré un montón de cosas positivas. El llegar a un público que nunca tuve, que no le interesa nada el comic y al que no llegaría jamás por ninguno de los otros medios. También, una necesidad de concrección en la estructura narrativa: tres páginas con planteamiento clásico, todo muy diafano, con contundencia. Y además, encontré que me funcionaba genialmente como válvula de descompresión; hacía un dibujo suelto, mucho más visceral, era como una especie de terapia. Y me permitía echar fuera algunos fantasmas cotidianos. Por otra parte, a nivel humano es una gente con la que jamás he tenido ningún problema.
Llegamos a Trazo de Tiza. Es un ejercicio metalingüístico, un relato sobre un relato ¿no?
Yo me planteé esta obra como un regalo a mí mismo y fui el primer sorprendido al ver la respuesta de critica y público. Porque, hablando honestamente, me aproveché un poco de mi posición; sabia que mantenía una relación cómoda con los editores, que podía forzar un poco la máquina, y me planteé una historia para mi propio gusto. Y hay incluso gente del medio a los que, aunque les haya gustado, les parecía irreal, con esos personajes de diálogos tan poco naturales... Pero es que eso es lo que yo quise hacer. Está claro que el arte -y lo digo con minúsculas, sin intentar sacralizar nada-, no es esclavo de la realidad. Yo puedo disfrutar igual del rock más cañero que de una ópera o de una pieza sinfónica. Trazo de Tiza es una propuesta ilusoria desde el primer momento. Yo le propongo al lector un universo alternativo en el que no hay elefantes que vuelan ni naves espaciales pero donde tampoco hay ningún nexo con la realidad. Y el lector que quiera lo acepta y el que no, no. Yo no engaño a nadie, desde el primer momento lo advierto en las citas del principio. También pasa otra cosa. Hay una parte del mundillo de la historieta para la que este tipo de obra es pedante y pretenciosa. Yo no pretendo demostrar nada; yo sé bien cual es mi bagaje cultural y mis limitaciones, pero tampoco tengo que ocultar mis referentes. No tengo problemas de etiquetas; lo que tenía claro es que no quería hacer lo que hacia en El Jueves, quería hacer una historia especial. No me esperaba que la gente conectara como conectó ni que la obra fuese entendida como, aparentemente, se entendió.
Porque tu no suavizaste lo más mínimo el necesario esfuerzo del lector para abordar esta obra. Y así y todo, conectaste con el público...
A mi me sorprendió. Hay muchos lectores que se corresponden con ese primer tipo que ya menciono en el epílogo: interpreta la historia de una manera y si hay algún elemento que no le encaja bien simplemente lo interpreta como alguna rara salida mía; y luego hay otro tipo de lector que se ha extrañado pero ha hecho una segunda lectura y ha llegado a unas conclusiones diferentes. Pero a mi lo que me ha satisfecho es que los dos tipos se han quedado contentos.
E incluso los de el resto de Europa ¿no?
Sí, sí. Con diferencia ha sido mi obra más premiada y que ha tenido una publicación más inmediata. Los otros libros han ido apareciendo en otros países, aunque más lentamente, pero Trazo de Tiza se publicó en casi todos prácticamente en dos años, y se ha vendido bien. Yo, lo cierto es que no sé la razón. Cuando las Crónicas Incongruentes empezaron a funcionar bien lo encontré razonable. Era humor, eran anécdotas que te podían suceder igual en París, Frankfurt o La Coruña. Pero con Trazo de Tiza no me imaginaba que ni siquiera en España pudiera funcionar como funcionó. Mi conclusión es que en realidad sabemos muy poco de los gustos del público. Así que, si antes no pensaba demasiado en ello, ahora si que no voy a pensar nada.
¿No deberían tener esta actitud todos los autores?
Yo creo que cada uno tiene que funcionar en base a sus propias capacidades, y yo no podría funcionar de otra manera. De lo que sí me siento tranquilo y orgulloso es de haber sido en todo momento honesto: yo nunca engañé a los editores ni al público. Desde que empecé dije que para mi cada libro era para hacer una historia diferente y que yo estaba en esto para hacer lo que me gustaba. Tampoco renuncio a tener lectores, claro, No pretendo hacer algo muy raro para que nadie lo entienda; yo leo, veo cine, pintura, escucho música, y, todo éso, finalmente, revierte de alguna forma en las historias que hago. Supongo que ahí habrá un código y una gente que lo pueda compartir y otra que no.
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Texto de Yexus, cedido para Guía del cómic. Publicado originalmente en el fanzine Comic Independiente en los años 90 (la publicación no estaba fechada, pero debía ser alrededor de 1996, año en que Norma reeditó Stratos y Fragmentos de la enciclopedia délfica). Página creada en mayo de 2010.
Tomado de Guía del Comic.
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