El tema del negro en la poesía americana
La UNESCO declaró el año 2012 como Año de los afrodescendientes y esto ha
traído también un interés especial sobre la situación de los africanos de piel
negra fuera de África. Ya antes, la propia UNESCO, a través de su programa
de “La ruta del esclavo”, había venido trabajando el tema de la esclavitud
masiva de africanos de piel negra que se produjo a partir de la conquista y
colonización del continente americano por potencias colonialistas europeas,
principalmente España, Portugal, Francia e Inglaterra. Aunque la esclavitud es
una institución antigua y caracterizó el modo de producción que surgió a partir
de la comunidad primitiva y no tenia en cuenta etnias ni colores de la piel, su
reemplazo por los modos de producción feudal y burgués establecieron nuevas
formas de explotación de los trabajadores, haciendo de esta particularizada
esclavitud de los africanos de piel negra ―que se caracterizó por ser un
fenómeno transoceánico, diferenciado de la esclavitud habitual― un asunto de
repudio universal. Digamos que después hubo otra velada esclavización
transoceánica, en este caso de chinos, traídos como trabajadores
contratados en condiciones leoninas y con un tratamiento igual o peor que el que
se daba a los esclavos africanos. Antes, en Cuba, la esclavitud de la población
indígena se disfrazó bajo el eufemismo de “encomiendas” o asignaciones de
indígenas esclavos a los conquistadores españoles con el pretexto de
cristianizarlos, lo que diezmó a dicha población. El resto de la población
indígena de nuestra América, quedó también sometida a la
servidumbre.
Pero los programas de la UNESCO pueden servir también,
además de la denuncia del hecho nefasto de la esclavitud africana en América,
para profundizar sobre el impacto de esa población forzada a emigrar en las
nuevas tierras a las que fue conducida.
El mayor número de esclavos africanos fue traído a las zonas donde
faltaba fuerza de trabajo local para las colonias. En la América Latina
continental fue menor el tráfico de esclavos porque existía una masa de
poblaciones indígenas con culturas avanzadas, dígase mayas, aztecas,
incas, por mencionar solamente las culturas más conocidas, en tanto que en el
Caribe y en Brasil, donde no existieron esas grandes civilizaciones indígenas,
se hacía necesaria otra fuerza de trabajo para las construcciones y las
plantaciones. También en el norte de América, frente a la resistencia tenaz de
los pueblos indígenas, en su mayoría nómadas, se utilizaron los esclavos
africanos para las grandes plantaciones de las colonias del sur.
Así, la
presencia masiva de africanos de piel negra se concentró en el Caribe, el sur de
los Estados Unidos de Norteamérica y Brasil. Los esclavos africanos pertenecían
a decenas de etnias diferentes que se vieron luego mezcladas en las nuevas
tierras de residencia y obligadas a aprender la lengua de sus amos para
entenderse con ellos y entre sí mismos. Esa diversidad de etnias impactó
fuertemente el modo de ser de las colonias, pues a ellas trajeron sus
costumbres, su cultura, sus creencias y las preservaron, como elemento de
identidad propia, a pesar de los patrones dominantes.
Pero se produjo también un fenómeno nuevo: el mestizaje. En Cuba,
especialmente, la mezcla de españoles con indígenas y africanos hizo nacer una
población criolla que resumía sus diversos orígenes. Y de esa cultura criolla se
fue forjando la cubanía que, en nuestras guerras por la independencia, terminó
de fraguarse. Sin embargo, la intervención militar norteamericana en nuestra
última guerra de liberación anticolonial, desvió la natural evolución de la
sociedad cubana definida por José Martí: cubano es más que blanco, que negro y
que mulato. Toda la carga discriminatoria norteamericana se entronizó en el
poder político de los interventores y en la escuálida república neocolonial que
surgió de la intervención. Hubo que luchar muy duro dentro de esa mutilada
república para retomar el rumbo martiano y en ello hay mérito grande de nuestro
primer partido comunista, que pudo, con legítimo orgullo, lograr la fusión
martiana en la Dirección de ese partido, de intelectuales blancos como Juan Marinello y Carlos Rafael Rodríguez con líderes obreros
negros como Lázaro Peña y Jesús Menéndez, bajo la secretaría general del
mulato Blas Roca (y tener en sus filas a la más alta voz de la poesía cubana del
siglo XX, nuestro poeta nacional, el mulato Nicolás Guillen). Y esos hombres estaban en sus cargos,
no por el color de la piel, sino por sus dotes como dirigentes aceptados por la
militancia comunista y la clase obrera cubana sin distingo de colores. Ellos
fueron la avanzada de lo que se lograría después con el triunfo de la revolución
victoriosa el primero de enero de 1959, que con la unión de todas las fuerzas
revolucionarias quebró las bases económicas, políticas y jurídicas de la
discriminación, no sólo por el color de la piel, sino también por sexo o
creencias religiosas. Pero sabemos que los cambios en la ideología no marchan
tan rápido como se desearía y quedan prejuicios que combatir y desigualdades
económicas y sociales de origen que vencer. Mucho hemos hecho y mucho tenemos
por hacer.
Hay un libro de particular interés sobre el tema del negro en
América, por supuesto que Cuba incluida. Me refiero a la antología
Identidades. Poesía negra de América. Este libro fue preparado por la
escritora e investigadora mexicana Mónica Manssur y tuvo una primera edición en
México en 1976. En el 2005 fue publicado en Cuba por la Editorial Arte y
Literatura. Para esta edición la autora introdujo algunos cambios para su
actualización.
La antología recoge 313 poemas de 197 autores que se
expresan en cuatro lenguas principales: español, portugués, francés e inglés. En
español aparecen 130 poemas de 79 autores. En portugués treinta de 18 autores,
todos brasileños por supuesto. En francés se recogen 57 poemas de 37 autores, en
tanto que en inglés son 96 los poemas y 63 los autores.
El mayor número
de autores en lengua española le corresponde a Cuba con 26, seguida por
República Dominicana y Puerto Rico con nueve cada uno. De México hay seis y de
Colombia y Nicaragua cinco cada uno. Argentina y Venezuela cuentan con cuatro
autores cada uno, tres son ecuatorianos, peruanos y hondureños dos cada uno y
Costa Rica, Chile, Panamá y Uruguay, uno cada uno.
En francés son 27 los
haitianos, 5 los de Guadalupe, 3 de Martinica y 2 de la Guyana Francesa. En
inglés aparecen 37 estadounidenses y 12 jamaicanos. Trinidad-Tobago, Santa Lucía
y Barbados con dos cada país y Belice, Granada y Montserrat con uno cada uno. Se
mezclan autores blancos, negros y mestizos que se unen en el tratamiento de la
vida del negro en América.
El lector encontrará entre los autores figuras
muy establecidas en las historias de literatura: los argentinos José Hernández,
el autor de Martín Fierro y Jorge Luis Borges; el chileno Pablo Neruda;
los mexicanos Sor Juana Inés de la Cruz, José Vasconcelos, Alfonso Reyes, Efraín
Huerta; el nicaragüense Rubén Darío; los venezolanos Andrés Eloy Blanco y Miguel
Otero Silva; los brasileños Antonio de Castro Alves y Mario de Andrade; el
haitiano Jacques Roumain; el martiniquense Aimé Cesaire; los norteamericanos
Longfellow, Whitman y Langston Hughes por sólo citar algunos. Los autores
cubanos van desde el esclavo Francisco Manzano y su contemporáneo Plácido, a
José Manuel Poveda y José Z. Tallet, Alejo Carpentier y Emilio Ballagas, Regino Pedroso y Nicolás
Guillen, alcanzando hasta Pablo Armando Fernández, Miguel Barnet y Nancy Morejón, entre otros.
Una
ventaja que tiene esta antología es que todos los poemas aparecen en las lenguas
en las que fueron escritos, más una versión al español en los que fueron
escritos en otras lenguas. Pero, aparte de la rigurosa selección de autores y
poemas, el libro cuenta con un prólogo a la edición cubana y una Introducción,
ambos escritos por la autora de la antología. La Introducción es un sucinto
ensayo que incluye, desde las diferentes formas que revistió la esclavitud
africana en América, aspecto fundamental para entender las diferencias entre las
metrópolis ibéricas y la inglesa, hasta los temas de esta poesía y el trasfondo
histórico-social que los produce.
Creo que mucho hay que agradecer a
Mónica Manssur por la obra que nos entrega y a Abel Prieto e Iroel Sánchez, que
insistieron para que se hiciera esta edición cubana.
Sabemos, por la ciencia contemporánea ―aunque ya se afirmaba esto en el siglo
XIX y José Martí hace referencia a ello― que los seres humanos se
originaron en lo que hoy es África, de modo que, en última instancia, o en
primera, todos somos afro descendientes. Pero de esa unidad inicial surgió la
enorme diversidad de seres que hoy integramos los siete mil millones de
habitantes del planeta Tierra. Para gran suerte de los cubanos, nos sabemos y
nos sentimos fruto del más universal mestizaje de por lo menos cuatro
continentes. Como dice nuestro Guillén en su Son número 6: Estamos juntos
desde muy lejos,/ jóvenes, viejos,/ negros y blancos, todo
mezclado.
Y con Martí sabemos que la patria no es otra cosa que la
humanidad toda.
Fuente: CUBARTE
Actualizada el 29/01/2024
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