Mar López, profesora, y Andreu Arnavat, estudiante: dos 'nimileuristas' de Girona. / PERE DURÁN |
Vivir con menos de mil euros
Los jóvenes 'nimileuristas' se ven forzados a practicar el funambulismo presupuestario cada mes
Para no renunciar a un mínimo bienestar recurren a todo tipo de descuentos y trueques
Carmen Mañana.
Madrid. 9 MAR 2012
Madrid. 9 MAR 2012
Compartir coche y casa, realquilar habitaciones, acumular cupones de
descuento, recorrerse varios centros comerciales para hacer la compra
semanal... todo vale para salir adelante cuando el sueldo no alcanza los
cuatro dígitos. Los nimileuristas
se ven forzados a hacer un auténtico ejercicio de funambulismo
presupuestario cada mes para poder pagar sus facturas. Muchos de estos
jóvenes han crecido considerándose clase media, o incluso clase media
acomodada. Algunos llegaron a comprar una vivienda en los tiempos de
bonanza, y ahora ven cómo la hipoteca se come prácticamente todo el
sueldo. Una situación que les obliga a aguzar el ingenio y a convertirse en auténticos cazadores de gangas.
“Han vivido el espejismo del estado de consumo y lo han perdido",
señala Juan Carlos Monedero, profesor de Ciencias Políticas de la
Universidad Complutense de Madrid. "Es una generación que ha leído los
niveles de bienestar como un derecho y no una dádiva, pero que es
consciente de que no alcanzará jamás el nivel de vida de sus padres",
apunta.
Mar López, licenciada en fisioterapia y magisterio de 31 años,
pertenece a dicha generación. Gana poco más de 900 euros como sustituta a
tiempo parcial en una escuela de Girona y tiene el puesto asegurado
hasta agosto, "que ya es mucho", señala. Su novio, Andreu Arnavat, de 33
años y oficial de primera en la construcción, ha empezado a cobrar este
mes la prestación por desempleo. Entre los dos no llegan a los 2.000
euros, una cifra que muchos considerarían envidiable pero que a ellos
apenas les llega. Para poder cuadrar su presupuesto han realquilado, por
200 euros, una de las habitaciones de su piso.
Buscar "formas de convivencia más barata" es, junto a la ampliación
de los estudios, la principal herramienta de la que se valen los jóvenes
españoles para "adaptarse y conseguir vivir mejor estando peor",
explica el catedrático de Sociología de la UNED Luis Garrido. "Lo más
común es quedarse en casa de los padres, pero los índices de
emancipación ya eran bajos antes de la crisis", sostiene.
López asegura que ahorra “en todo lo ahorrable”. Antes gastaba 120
euros en gasolina al mes en ir al trabajo. Ahora ha reclutado a otras
tres profesoras para compartir coche y minimizar costes (y emisiones
contaminantes). Un práctica muy extendida, en torno a la que han surgido
páginas como www.blablacar.es o www.comparteviaje.es. Porque la Red acumula miles de espacios con información para ayudar a exprimir cada euro.
"Desde que la crisis estalló en 2008 se nota que la gente se ha
espabilado y busca alternativas para no pagar dos cuando pueden pagar
uno o cero", reconoce Juanma Sánchez, autor de Sindinero.org,
uno de los sitios de Internet pioneros en difundir datos, consejos y
direcciones para ahorrar. Con 10.000 visitas diarias, una de sus
secciones más populares es la de ocio. "Llega el fin de semana y la
gente no tiene un duro, así que busca conciertos gratuitos o
exposiciones con entrada libre. Es cierto que hay un mercado cultural
que deja fuera de juego a la gente que no maneja mucho dinero. Pero te
puedes apañar una agenda de ocio gratuito que no tenga nada que envidiar
a la mercantil, gracias a los proyectos de fundaciones, cajas de
ahorro…"
El afán de los jóvenes por seguir teniendo acceso al ocio y la
cultura a pesar de la precariedad de sus ingresos ha hecho que triunfen
iniciativas como Microteatro por dinero,
que ofrece al público la posibilidad de ver una obra de 15 minutos por
cuatro euros o cinco micropiezas seguidas por 20. El secreto del éxito
de este formato "es que acerca a gente a la que le disuade el
planteamiento de tener que pagar una entrada de 30 euros y luego la
cena", explica Verónica Larios, una de la artífices de este proyecto.
María Concheiro asegura que hace años que renunció a ir al cine por razones económicas. La entrada ha subido un 36% en los últimos siete años,
casi 17 puntos por encima del IPC, según un informe de la asociación de
consumidores Facua. En este tiempo, el sueldo de Concheiro de se ha
reducido en más de la mitad.
Cuando trabajaba como vendedora de pisos llegó a ingresar 2.500 al
mes gracias a las comisiones. Después estalló la crisis inmobiliaria y
tuvo que buscarse la vida. Ahora gana "unos 800 euros" en una cadena de
muebles y artículos para el hogar.
A Coruña, ciudad en la que reside, es, junto a Oviedo y Albacete, la
ciudad con la entrada de cine más cara: 7,50 euros de media. "Hay que
recortar y hemos elegido. Preferimos ver pelis por Internet", señala la
joven. Sin embargo, las opciones de ver cine gratis en la red se han
reducido bastante tras el cierre de servicios como Megaupload.
Otra partida de presupuestos que ha sido recortada en todos los hogares, y probablemente de manera especial en los de los nimileuristas, es la destinada a beber y comer fuera. "A mí prácticamente no me sacan de casa si no es con un Groupon o un Groupalia",
explica de manera gráfica Rosalía Sáinz, de 28 años. Se refiere a dos
de las páginas web que venden cupones canjeables por productos y
servicios, como restaurantes o centros de belleza, y cuyo precio varía
según el número de personas que los compren. "El fin de semana pasado
nos juntamos con otra pareja y cogimos una promoción para cenar cuatro
personas por el precio de dos. La alternativa es ir a casas de amigos",
asegura. Según la Organización de Consumidores y Usuario (OCU), la
industria de las páginas de descuentos comenzó a despuntar en 2008,
cuando empezó a agravarse la crisis, y el año pasado generó más de 600
millones de euros de beneficios, un 19% más que en 2010.
Rosalía no compra nada sin antes comparar todos los outlets, webs de
segunda mano y páginas de trueque. Es una profesional del chollo. Un
perfil de consumidor que florece en los últimos años y que ha impulsado a
su vez la industria del outlet. Comprar barato no solo no avergüenza,
sino que se presume de ello. "Siempre estoy a la caza de la ganga. La
última ha sido un columpio y un tobogán para mi hijo. Nuevos costaban
300 euros y los he conseguido usados pero en perfecto estado por 80",
presume. Es profesora de Infantil, gana 916 euros al mes y paga una
hipoteca de 900 por la casa que se ha comprado en el pueblo de Campo
Real (Madrid). Las cuentas le salen, aunque asegura que con esfuerzo,
gracias a que a su sueldo se une el de su marido, que es policía.
Pero no siempre existe una pareja con ingresos o una familia con
capacidad para ayudar. María Fernández nunca llegó a los mil euros
cuando trabajaba de limpiadora en un clínica sevillana. Ahora, con 31
años, solo dispone de los 426 de la ayuda familiar que concede el
Gobierno. Su marido no trabaja y no cobra el paro. Ella se sabe de
memoria las cuentas. Paga 56 euros de alquiler; 118 de la letra de unos
muebles que compró "cuando las cosas marchaban", 113 de una multa de
tráfico; 40 del móvil y las facturas. Su madre, también limpiadora, le
paga "la comida, el tabaco, la gasolina y los imprevistos". Y así va
tirando. Hace dos años que no se compra nada para ella. "Tengo dos
pantalones: uno vaquero y otro de vestir", explica.
Puede que Ana esté en paro, pero no parada. Acaba de sacarse el
graduado escolar y ha hecho un curso de primeros auxilios, y otro de
auxiliar de transporte sanitario. "Mi sueño es trabajar en una
ambulancia".
"Los trabajadores no cualificados están en la miseria más profunda de
los últimos 30 años", apunta el catedrático Garrido. Los profesionales
más cualificados desplazan a las personas menos formadas en casi todos
los ámbitos laborales. Y por eso, según sus estudios, ha aumentado
considerablemente el número de jóvenes que han optado por retomar los
estudios. "Muchos trabajaban en la construcción, pagaban un coche e iban
de discotecas. Ahora se están formando y, en vez de salir, hacen
botellón. Pero en cuanto a calidad de vida están casi igual. Y de cara
al futuro, mejor, porque les conviene estudiar", explica el catedrático.
Andreu Arnavat, el novio de Mar López, es de los que se ha puesto a
hincar los codos. Estudia Ingeniería de edificación porque le gusta y
porque cree que así tendrá acceso a un trabajo mejor remunerado. Cada
mes paga 100 euros de la matrícula en la universidad pública "más 80 de
profesores particulares, que son indispensables". Nuevos gastos que
suponen nuevos recortes en otras partidas de su presupuesto.
Andreu, como María o Rosalía y su familia, están abonados a las
marcas blancas y llenan el carrito hasta en tres supermercados distintos
para aprovechar las mejores ofertas de cada uno. Rascar unos euros en
este apartado se nota, porque es el segundo en el que más dinero se
gastan las familias españolas. Según los datos del INE, la compra se
lleva el 14,4% del presupuesto, unos 4.279 euros de media al año. Solo
le supera el capítulo de vivienda, que incluye alquiler, agua,
electricidad, gas, comunidad y reparaciones y al que se destina un 30%
de los fondos de los hogares. Según un cálculos de la OCU, entre hacer
la compra en el supermercado más barato -que en 2011 resultó ser
Alcampo- y el más caro -Ercoreca- hay mucha diferencia: 76 puntos. Y cada punto de diferencia puede significar hasta 68 euros de ahorro al final del año.
Cuando el presupuesto es cero, todavía quedan opciones. Las páginas de trueque como www.truequi.com se ha multiplicado, y se han creado redes como nolotires.org, donde la gente regala lo que ya no necesita .
Intercambiar servicios además de productos está en auge. La red CouchSurfing
aglutina a personas de todo el mundo que ofrecen gratis su sofá a
viajeros. Otros optan por los bancos de tiempo, en los que la unidad de
transacción no es el dinero sino los minutos. Entre los servicios que
más se ofertan están los formativos: tú me das una hora de clase de
alemán y yo a ti una de fotografía.
Pero al final, como argumenta Sánchez, el dinero, cuando es limitado, limita: "No puedes hacer trueque con Endesa".
Concheiro cree que una menor capacidad de consumo no tiene por qué
ser sinónimo de una calidad de vida inferior. Pero reconoce que la falta
de ahorros genera inseguridad y congela los planes de futuro. "Si un
mes consigo juntar algo, al siguiente viene el seguro del coche o tienes
que arreglarte una muela". Andreu y Mar tiene un colchón justo de mil
euros. Mar dice que no mira más allá del día a día. Andreu, sí. "Me
gustaría poder comprarme una casa, para llegar a la jubilación sin tener
que pagar ningún alquiler y que lo poco que cobre entonces sea para
comer".
Tomado de El País
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