Una vieja nota que es interesante leer y contrastar con la realidad actual en este momento de crisis económica y del auge aparentemente indetenible del lector de libros electrónicos.
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La matemática de las letras
Feria
de Libros
Itzíar DE
FRANCISCO | Publicado el
23/05/2001
¿Cómo se distribuye el dinero que se paga por un libro? ¿Cuánto se lleva el editor? ¿Y el agente? ¿Cuánto cobra el librero? ¿Qué porcentaje recibe el distribuidor? ¿Qué le queda al autor? Todos los lectores nos hemos preguntado alguna vez a dónde va a parar la cifra impresa en el ticket de compra. Éstas son las cifras que se esconden tras las letras.
Seis pesetas por un comienzo histórico: “Muchos años después, frente el pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía...”. El precio a pagar por entrar en Macondo, Barataria, Comala o Región es inferior al de una bolsa de pipas, al de un paquete de chicles. De seis a siete pesetas le cuesta al lector español una página de un libro, un peaje pequeño si se quiere viajar por tierra de letras. Dinero a cambio de cultura, de distracción. Pero detrás del valor que marca el código de barras de un libro y que sitúa su precio medio entre las 2.000 y las 3.500 pesetas hay todo un camino de números.
El reparto del dinero
Autores, agentes literarios, editores, distribuidores y libreros se reparten una tarta que deja buen sabor de boca pero que no llena demasiado el estómago. Para empezar, el autor -principal atracción a la hora de comprar un libro- se lleva un 10 por ciento sobre el precio de venta al público. Ese es el porcentaje que le destina el editor salvo en el caso de autores superventas, que puede ascender hasta el 12 por ciento. “De hecho sería más justo que el autor percibiera el 12, como hacen algunos. Pero mientras tanto, el diez por ciento está bien”, opina el escritor Luis Carandell. Aunque para las ediciones de bolsillo generalmente “el porcentaje de derechos de autor suele ser del 5 por ciento”, explica la autora Mercedes Abad. El escritor, además, suele contar con el asesoramiento de un agente literario. “La política de nuestra empresa -comenta el director financiero de la agencia literaria de Carmen Balcells, Javier Martín- no influye en el reparto de los rendimientos de un libro, sólo acuerda con el editor un porcentaje de royalty para el autor”.
Si el escritor se queda con un 10 por ciento, ¿a dónde va a parar el resto del dinero? El editor administra la mitad del precio del libro, del que destina un 20 por ciento a la producción del libro, de 5 a 10 por ciento a gastos generales de empresa -aproximadamente- y el mencionado 10 por ciento para el autor. Con lo que al final se lleva un beneficio neto de otro 10 por ciento. El otro 50 por ciento del precio final (que fija el editor) lo administra el distribuidor, que concede un 30-40 por ciento al punto de venta (grandes superficies, librerías, quioscos), quedándose la empresa distribuidora del orden del 10 al 20 por ciento.
Sería ideal que los autores se llevasen un porcentaje decente por su trabajo |
Unos porcentajes bajos
Este es el reparto que ha fijado el uso y costumbre -los porcentajes pueden variar mínimamente según las empresas-, y que todos los sectores en general califican de justo, ya que “no penaliza a ninguno de los factores que intervienen en el proceso”, comenta Carlos Revés, director editorial de Planeta.
Aún así, distribuidores como Miguel García -propietario de la distribuidora Visor y de la librería Antonio Machado de Madrid- creen que “los porcentajes son muy bajos”. A pesar de que el beneficio que reportan los libros dista mucho de ser el botín que se reparten los piratas de las novelas de aventuras, “cada parte sabe a qué atenerse cuando se embarca voluntariamente en la actividad”, comenta Valeriano García-Barredo, propietario de las librerías Stvdio, en Santander. Sin embargo, hay factores que pueden hacer aumentar o disminuir el reparto. Desde el nombre del autor hasta las segundas tiradas “que abaratan la producción del libro”, -explica Sergio Gaspar, propietario de la editorial DVD, quien asegura que “lo más caro es hacer pocos libros”-.
La devolución de libros es uno de los factores que disminuyen la retribución final de los porcentajes: “Las distribuidoras asumimos un índice de devolución de más del 30 por ciento”, asegura Margarita Lümker, co-propietaria de la distribuidora Les Punxes. Para los pequeños y medianos editores, “muchos libros no cubren casi costes”, asegura el editor Mario Möchnik.
¿Es caro el libro?
Y es que cuando se habla de libros, se habla de cultura y del precio de la cultura. ¿Es el libro un bien caro? Sergio Gaspar: “Se dice que es caro, pero la verdad es que el sistema de porcentajes no podría ser más barato. Aquí nadie hace el agosto. No hay forma de escapar a estos precios, gran parte de editores y distribuidores estamos al límite de nuestras fuerzas”.
Tanto Lümker como Mario Möchnik también creen que el precio del libro es barato “teniendo en cuenta que es un bien cultural que dura toda la vida” -comenta Lümker-. “¿No se gasta la gente muchísimo dinero en un cuadro de Arroyo? Pues la literatura también es arte”, dice Möchnik. Liberalización frente al precio fijo. éste es el caballo de batalla que pone en liza a gran parte del sector del libro frente al Estado, las grandes superficies y, por supuesto, al comprador. Desde Planeta, Revés asegura que es “difícil articular un planteamiento global en torno a la cultura, los libros el precio y la libertad. La cuestión que se plantea es si la cultura es un bien que se merezca un intervencionismo más allá del que se admite en otros ámbitos. El mantenimiento de un precio único no justifica lo que debería ser desde ámbitos institucionales, una decidida política de fomento cultural”.
En este punto se unen tanto distribuidores como libreros y editores ante lo que podría ser un efecto dominó que empieza en las librerías. García-Barredo: “Es la única fórmula para defender el libro de las inexorables leyes del comercio. Si el precio fuera libre la batalla se provocaría desde las grandes superficies. Acarrearía de forma inmediata la desaparición del mercado de todos los libros de fondo ya que a las grandes superficies no les interesan ni como negocio ni como reclamo y ello supondría una gran pérdida para la edición y para la sociedad”. Lümker apunta que “el gobierno perjudicaría así la diversidad de la oferta cultural”. “Cuando alguien busque un libro que no esté entre los más vendidos en las grandes superficies -explica García- tendrá un precio muy superior al de ahora, y eso si lo consigue”. De la misma opinión es Antonio Rubiños, propietario de la madrileña librería Rubiños, quien asegura que el precio libre sería “un desmadre que haría desaparecer los pequeños puntos de venta”.
Debate social
No hay que olvidar que las pequeñas o medianas librerías dan salida a libros “poco comerciales”, alejados del patrón de superventas. Y que son los que suelen publicar a su vez las pequeñas y medianas editoriales. ¿Tratar al libro como un producto cultural o “como si fuera un chorizo o un tarro de mantequilla?”, compara Möchnik? La respuesta forma parte del debate político y social. Mientras, las pequeñas librerías luchan por no ser devoradas por las grandes. Por su parte, los editores que no pertenecen a ningún gran grupo mantienen su ritmo y calidad de publicación, “en mi caso, de ocho a diez obras anuales, cada una irrepetible”, dice Muchnik. Frente a esta cifra de artesano se imponen los 160 libros por media anual que publica una gran editorial como Planeta, según datos de Revés.
En España, y según datos facilitados por José María Barandiarán, asesor de la Confederación Española de Gremios y de la Asociación de Libreros Españoles, en nuestro país hay cerca de 700 empresas editoriales, de las cuales “un 29 por ciento son grandes grupos y el resto pequeñas o medianas editoriales”. Anualmente se cierran en España alrededor de 100 editoriales y se abren otras 100, con lo cual “se mantiene un equilibrio”.
El caso de las librerías es “más preocupante”, comenta Antonio María de Ávila, director ejecutivo de la Federación Española de Editores, quien asegura que de las 3.300 librerías que hay en España -más de 50 son grandes superficies-, han cerrado un 10 por ciento”. Estos son los datos y números que describen mejor que cualquier adjetivo la situación del libro en nuestro país.
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