Al entrar en la concurrida librería, un
rápido vistazo te basta para localizar tu sección preferida. Las
coloridas portadas de los libros, sus llamativas ilustraciones (con
abundancia de buenos escotes) y el estilillo ‘Futura Bold’ de la
tipografía hace patente que has localizado lo que estabas buscando: los
bien repletos estantes de Fantasía, Ciencia ficción y Terror. (Mientras
te diriges a ellos pasas por delante de la sección Romántica, que
también tiene una buena dosis de portadas coloridas y abundantes escotes
pero con un estilo eróticofestivo completamente inconfundible.)
Al llegar a tu espacio natural en la
librería, dedicas un tiempo a escoger un nuevo título: valoras comprar
el nuevo libro de Zutano pero una reseña negativa que leíste en internet
te echa para atrás, dedicas un vistazo al nuevo título de la editorial
Mengano porque te fías de su criterio y descartas la reedición de tal
novela de Fulano porque la portada hace pensar que ha dejado la ciencia
ficción para pasarse a la fantasía épica. Así hasta que finalmente optas
por un libro; tal vez porque conoces al autor y sabes qué esperar de
él, tal vez porque va de un tema que siempre te ha interesado… A esos
saberes y expectativas que tienes antes de leer un libro se les suele
llamar “paratexto”, e influye crucialmente en cómo vas a interpretar el libro una vez lo leas. Por ejemplo, porque te permiten saber que debes interpretar ese libro como una novela de ciencia ficción y no como el prospecto de un medicamento.
Así dicho, esta capacidad para distinguir
la naturaleza y aplicaciones de un par de textos tan diferentes puede
parecer poca cosa. Sin embargo, hacen falta muchos conocimientos
culturales y contextuales para entender la diferencia entre una novela
histórica, una crónica histórica, un artículo de periódico o un
prospecto (para saber, por ejemplo, cuáles de esos géneros hablan de la
realidad y cuáles son imaginarios, o cuáles son opinión y cuáles
describen hechos).
Por eso, aun en el caso de que un día
decidas leer una novela de la que no sabes absolutamente nada, en
realidad ya sabes muchas cosas: sabes por ejemplo que es una obra de
ficción y que por tanto lo narrado no sucede en la realidad sino en un mundo posible,
que debes dejar un rato en suspenso tu incredulidad, que para descifrar
la trama debes poner en orden los hechos y distinguir las voces del
narrador y de los personajes, o que el mundo descrito en el libro puede
ser muy diferente al que conoces en la realidad.
Además de esto, cada género literario requiere activar unos procesos de lectura diferentes. En “The Macbeth Murder Case” de James Thurber, una lectora voraz de novelas de misterio lee por error Macbeth e
interpreta toda la trama como si fuera una obra detectivesca, de modo
que todo su afán se centra en elaborar una teoría rocambolesca sobre
quién es el asesino. De igual modo, tampoco tiene sentido leer una
novela épica como si fuera cómica, ni un cuento de hadas como si fuera
ciencia ficción dura. Cada género requiere acercarse a él con unas
expectativas diferentes.
La ciencia ficción también tiene sus convenciones, temas favoritos y especial modo de sacar partido al lenguaje. Estos “protocolos” fueron expuestos por Samuel R. Delany
en los setenta cuando habló de las diferencias de la ciencia ficción
frente a otras formas de literatura. Por ejemplo, en el caso de que la
novela que has escogido en la librería comience con una frase del tipo “Pusieron un sabueso explosivo para que lo siguiera en Nueva Delhi, programado con los feromonas y el color del pelo de Turner” o como “He
revisado mis notas y no me gustan. He pasado tres días en la U. S.
Robots y lo mismo habría podido pasarlos en casa con la Enciclopedia
Telúrica” es posible sospechar que se está ante un texto de ciencia
ficción. ¿Qué es un sabueso explosivo? ¿Qué es la Enciclopedia
Telúrica? La ciencia ficción tiende a arrojarnos a la cara este tipo de
conceptos inexistentes pero cognitivamente plausibles (“novum”) y pedir a
los lectores que hagamos el esfuerzo de completar el sentido de las
frases hasta que, en algún momento, se nos dé una explicación sobre su
significado.
Al haber sido escrita en un momento donde
el género todavía era mirado con supremo desprecio por muchos, la
teoría de Delany sigue siendo útil hoy en día (Jo Walton partió de ella para hablar sobre por qué mucha gente no entiende las novelas de ciencia ficción). Pero en líneas generales sus “protocolos” se han quedado desfasados en
el marco de la teoría literaria actual. Primero porque la postura de
Delany sugiere que, si se siguen al pie de la letra los protocolos, es
posible leer de unas maneras más correctas que otras. Segundo porque lo
que su teoría buscaba ante todo era separar la ciencia ficción de la
literatura “mundana”o “mainstream” por su especial uso del
lenguaje y por su querencia por temas antirrealistas. Sin embargo,
Bolaño, Pynchon, Auster y muchos otros escritores “mundanos” han
demostrado que es posible elaborar mundos ficticios profundamente
antirrealistas y con un lenguaje propio que requiere esfuerzos
especiales de los lectores.
La idea de los protocolos es interesante, sobre todo porque refleja que la lectura es un fenómeno cultural;
que antes de abrir un libro, ya tenemos ideas preconcebidas sobre cómo
hay que entenderlo y qué podemos esperar de él. Y esto es especialmente
cierto en la literatura de “género” (por ejemplo la novela negra), donde
hay un montón de cánones (el asesino es el mayordomo) y un montón de
posibilidades de sorprender a los lectores con nuevas interpretaciones
de esos temas (los asesinos fueron todos los presentes en el vagón de
tren).
Tomado de Fata libelli
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