18 de Noviembre de 2010
Por Arturo Avellaneda*
Por Arturo Avellaneda*
Con la reciente efervescencia de la problemática ambiental numerosos
personajes concurren a poner de manifiesto su aporte a un conflicto que
dejó de ser "marketing" y comenzó a comprometer nuestra estabilidad
poblacional a lo largo de todo el orbe.
El equilibrio del que una población biológica emerge, es simétrico y
ordenado a la disponibilidad de los recursos que la envuelven.
Pero tan elemental observación, no ha sido un tema fácil de resolver
para muchos de los actuales voceros de la "Ecología" mediatizada. Las
ballenitas del Japón, los combustibles ecológicos de Green Peace y la
impertinente manía de situar los problemas en el país de al lado, son
todas tareas que revelan que muchos carecen de un enfoque sensible a
todos los elemento involucrados en la actual emergencia poblacional,
alimentaria y energética que anticipadamente anunciáramos en este medio:
http://permahabitante.blogspot.com/
Cuatro boxeadores en un mismo ring
Revisando los clásicos contenidos en materia de Economía Política,
podemos constatar que desde ninguno de los cuatro actores clásicos se
proyecta un vector viable de fuga del umbral de conflicto que ahora se
avecina. El Estado vs. El Despotismo, y el Capital vs. El Trabajo; han
definido tironeando su participación en el reparto de todos los recursos
naturales existentes, sin que siquiera hayan definido su costo de
reposición dentro de un "sistema económico" dado.
La emergencia fue económica y ahora es real, tan real como para
imponer en muchos países el abandono del término "desarrollo" y sugerir
reemplazarlo por un eufemismo como "transición", "suave aterrizaje" u
"ordenado decrecimiento".
Ningún programa civilizatorio ha partido de un inventario basal al
que podamos denominar como escenario silvestre. Por el contrario, la
regla ha sido la brutalidad y el arrebato como metodología de anexión de
territorios y recursos vacantes a los que históricamente la Iglesia
romana denominaba "res nullius", las cosas de nadie de estas tierras
americanas.
Pero la primitiva condición natural del planeta es y seguirá siendo
el terreno desde donde alguna vez emergió este bello animal que somos. Y
de alguna manera a esa condición fundamental o hábitat, habrá que
asignarle algún valor para que en adelante podamos estimar nuestra
presencia colectiva sin injusticias distributivas o mayores sobresaltos.
Hoy en torno a nuestra región, un coro de economistas se felicita
estimando en cifras electrónicas el crecimiento de una economía formal,
mientras se ignora deliberadamente el costo de reposición de los
recursos agotados o insustituiblemente consumidos.
Un inventario natural que estime no sólo el stock de combustibles
fósiles, sino que incluya también a la mismísima biodiversidad de la que
alguna vez emergimos victoriosos. Y además estime el balance de
nutrientes del suelo y hasta la disponibilidad de agua potable. Todos
fenómenos que de sólo ser estimado monetariamente su perjuicio, dejarían
al actual sistema de explotación económica en total obsolescencia ante
los azorados ojos de la consabida civilización moderna.
Armónico y holístico colectivismo
El sentido colectivo de la respuesta es inexorable, una condición
silvestre, basal o natural es causa concurrente de la presencia
biológica de todos por igual. En tanto que la apropiación personal como
matriz impulsora del desarrollo capitalista, está permanentemente
involucrada a la extracción de renta y a la exclusión de los
competidores más próximos. Así nuestro territorio perdió primero su
frondosa espesura, luego su fauna y hasta su infinita pastura y ahora
expone a la miseria y al éxodo a la población remanente. Durante dos
siglos hemos observado el retiro de cuanta forma de vida albergaran
nuestras aguas y nuestro suelo, sin poder más que resarcir semejante
saqueo con una nominalidad bancaria hoy más que nunca ficticia e
inexistente.
Verdadero epílogo
Dar por finalizado el proceso evolutivo alcanzado por el humano
actual, despojado ya de todo mundanal atavío, no es más que un demente
salto al vacío. Sin la enorme colección de fenómenos naturales de la que
en definitiva somos el exponente más acabado, sólo hallaremos más
pobreza y ataduras.
Suponer la existencia de una benéfica red que detenga por sí sola las
contingencias que se avecinan en aras de un mercado mundial
espontáneamente conciliador de toda contradicción humana, parece la más
desatinada de las respuestas factibles.
Hemos de trazar sin demora un horizonte de viabilidad para una nueva
manera de coexistencia con todas las formas de vida silvestre, o
resignarnos a ver declinar el honroso camino evolutivo recorrido por
nuestras comunidades a escala planetaria.
Es hora de regresar, disfrutar y habitar nuestro paraíso en su mejor
estado posible. Y dejar ir la irracional codicia de transformar toda
invaluable forma silvestre de vida en un pedazo roto de naturaleza
alambrada y apropiada. Nada más próspero ha habido ni lo habrá que la
vida en irrestricta libertad, ni felicidad más perfecta que interactuar
en ella partiendo de todos y cada uno de nuestros apetitos posibles.
Hemos alcanzado la amortización de un período económico largo y resta
entonces consensuar el siguiente paso; si es que hemos de dejar
medianamente ordenada esta tan grata porción de nuestro planeta para las
generaciones venideras.
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