El reputado biógrafo de Federico García
Lorca, Salvador Dalí y Antonio Machado ha hecho una pausa en sus
investigaciones sobre la segunda república y el siglo XX español para
mirar, esta vez, al siglo XIX. Lo ha hecho con La berlina de Prim (Planeta, 2012), una novela sobre el asesinato del general Juan Prim i Prats.
23-06-2012
Karina Sainz Borgo
Puede que Ian Gibson sea el irlandés más andaluz que
exista sobre la faz de la tierra. Su conversación, a veces coloquial y
sincera como una verdad o una imprudencia, se mueve ágil por la historia
española, el que ha sido su tema de estudio y su pasión desde que en
1971, en pleno franquismo, llegara a España para investigar el asesinato
de Federico García Lorca, el poeta sobre el que ha escrito una de las biografías más completas que se han hecho hasta el momento.
Por Lorca vino a España y por Lorca se quedó. Gibson, quien durante
muchos años ha vivido en Granada, se nacionalizó español en 1984. Ha
hecho de España su pasión hasta convertirse en uno de los hispanistas
más conocidos junto a autores como Paul Preston y Hugh Thomas.
Recientemente, ha hecho una pausa en sus investigaciones sobre la
Segunda República y el siglo XX español para mirar, esta vez, al siglo
XIX. Y lo he hecho con La berlina de Prim, una novela sobre el asesinato del general Juan Prim i Prats,
presidente del Poder Ejecutivo de España, asesinado el 27 de diciembre
de 1870 en la calle del Turco de Madrid, hoy marqués de Cubas, en las
cercanías del Congreso.
Gibson, reputado biógrafo también de Salvador Dalí y Antonio Machado,
traslada al lector en esta novela a la efímera Primera República de
1873 con una historia detectivesca en la que el encargado de dar con las
pistas del crimen será el joven periodista Patrick Boyd, hijo ilegítimo de una española y de Robert Boyd,
un irlandés que había apoyado y financiado a los liberales frente a
Fernando VII y que murió fusilado en Málaga, en 1831, junto a Torrijos.
La historia discurre así entre personajes reales como Antonio María Orleans, duque de Montpensier, rico hacendado francés aspirante al trono de España, a quien Prim desplaza en favor de Amadeo I de Saboya, electo por el Parlamento; José Paul Angulo, diputado republicano federalista revolucionario o el general Serrano, regente tras la caída de Isabel II, todos sospechosos del asesinato de Prim.
La berlina de Prim es una estampa de la España de finales del siglo XIX: aparecen en ella el Benito Pérez Galdós que comienza a escribir sus Episodios Nacionales o Antonio Machado Núñez, naturalista sevillano, abuelo de los poetas Antonio y Manuel Machado. Es la España de la constitución de 1869, aquella en la que se amplían las libertades de imprenta y se lee libremente a Voltaire
y circulan las ideas sobre el darwinismo y el liberalismo. Es sobre
esta historia, y sobre los errores de esa Primera República que se
repetirán más adelante en la segunda, el tema sobre el que Ian Gibson conversa en esta entrevista con Vozpópuli.
-El hispanista Gerald Brenan está enterrado en el cementerio
inglés de Málaga, casi al lado de la tumba de Robert Boyd, uno de los
protagonistas de esta novela; Brenan fue su maestro, uno de los primeros
en escribir sobre el siglo XIX español ¿Cuánto peso tiene Brenan en el
hecho de que usted haya escrito este libro?
-Probablemente mucho más de lo que yo pensaba. Fui su amigo. He leído el Laberinto español.
Hablamos mucho sobre España… De no haber sido por el cementerio
británico de Málaga, donde él está enterrado (por cierto uno de los más
bellos del mundo, es un jardín botánico increíble y a él le gustaba
mucho la botánica) no hubiera escrito esta novela.
-Fue una coincidencia
-Totalmente. El encontrar la tumba de un irlandés que dio su vida, su
dinero para ayudar a los españoles en su lucha contra un dictador, todo
esto me interesaba mucho porque este Boyd conoció en Londres a Byron y a
otros poetas y escritores liberales que querían ayudar a los españoles
en su lucha contra la dictadura y evidentemente es un antecedente, esta
España que se repite. Todo esto se juntó en mi mente y empecé a pensar
si podía escribir algo.
-¿Pensó inmediatamente en ficcionarlo?
-Fue un proceso largo. Yo estaba inmerso en otros trabajos. Me demoré
dos años de redacción, pero al comienzo fueron hilos sueltos, hasta que
un día me dije: ‘¿qué hago?’, ‘Podría inventarme a un hijo de Robert
Boyd que viniera a hacer una investigación acerca del asesinato de la
muerte de su padre’. Realmente sobre Boyd no había mucha documentación,
murió con 27 años, así que por qué no inventar a este joven periodista
que viene a investigar el asesinato de Prim, como no iba a poder
escribir una biografía sobre Prim. Además, en España no hay ni una sola
buena biografía de Prim...
-En España las biografías son complicadas, fíjese nada más
usted lo que pasó con la entrada de Franco en el diccionario biográfico
de la Real Academia.
-Aquí no hay biografías. Sin biografías no conocemos bien un pueblo y
es muy grave porque una biografía bien hecha permite conocer al
personaje interior, pero luego es también muy difícil porque en España
no hay el material.
-¿A qué se refiere?
-Las familias destruyen los papeles que consideran comprometedores,
no hay tanta correspondencia, tampoco existen los diarios privados… A
ver, ¿qué español lleva un diario, apuntando todo lo que hace, si está
en el bar hablando? El español está hablando siempre y no está
apuntando. En España, no hay costumbre de llevar un diario en el sentido
británico o alemán de la palabra, de modo que es difícil encontrar el
material para describir una vida.
-Usted hizo una pausa en la biografía que prepara sobre Luis
Buñuel para poder escribir este libro, en el que se desplaza hacia el
siglo XIX después de retratar buena parte del siglo XX con Lorca y
Dalí, y por supuesto Machado, ¿por qué aparcó su trilogía? ¿qué está
buscando en el siglo XIX? ¿Qué quiere encontrar en Prim?
-Mi intención, después de terminar la biografía de Dalí, era seguir
con Buñuel pero él no era conocido por las muchedumbres y no garantizaba
la inversión de los editores. Por esa razón, en ese momento, escribí
sobre Machado. Sigo escribiendo de Buñuel, claro está. Pero esto es algo
que quiero explicar, para que la gente sepa lo difícil que es la vida
de un escritor. Y sobre Prim, pues era un personaje que me llamaba mucho
la atención. La fascinación de este eterno conspirador, a la vez
español, catalán, europeo, con una visión de Europa que quiere el país
avance pero no quiere una revolución sangrienta. Quiere ir poco a poco
en un país que quiere ir siempre de prisa.
-¿No era Prim, hasta cierto punto, una excepción dentro de su tiempo?
-Es un español muy consciente de lo que pasa en Europa, completamente
consciente de la Revolución Francesa. No es republicano, es monárquico,
a pesar de que odia a Isabel II, para la que he trabajado, pero él ve
que hace falta una monarquía constitucional, elegida por un parlamento
democrático. Para ese momento eso es bastante revolucionario.
-Usted ha elegido al abuelo de los hermanos machado, Antonio
Machado Núñez para que sea él quien diga que en España es “imposible el
diálogo”, esto ocurre en contraposición al padre Francisco Mateo Gago
Fernández, un cura retrógrado…
-¡Ese cura es un personaje histórico! ¡Existe! Una calle de Sevilla
lleva su nombre. Es un antidarwinista feroz y furibundo y de hecho,
tiene su lugar en el panteón sevillano de hombres ilustres, mientras
Machado Núñez no tiene una calle con su nombre, esto en sí es
sintomático. Gago era un cura furibundo que arremetía contra los
protestantes por haber abierto templos en Sevilla. Cuando me di cuenta
de quién era dije: tengo que incluirlo. Y eso que yo había inventado el
cura retrógrado cuando tropecé con la referencia de este Gago. Aunque me
critiquen, dije, lo voy a poner.
-La novela está planteada como una trama detectivesca pero no
deja de ser en verdad un gran proceso de investigación. Allí narrador e
historiador de solapan, y parece totalmente aposta.
-Sí, es aposta. Ésta además es una novela didáctica en la que yo
pongo lo que pienso pero siempre teniendo en cuenta que, por ejemplo,
Machado Núñez pensaba así y si lo he colocado es porque me he leído toda
su obra… Pensando en la figura de Machado Núñez, es una figura heroica,
sin él no tendremos al Antonio Machado del siglo XX. Era un hombre del
renacimiento: botánico, ornitólogo, republicano, darwinista, no le
gustaban los curas y a los curas o les gustaba nada él.... Fue el
primero en España en ver un lince ibérico. Todo eso lo expreso ahí. Es
histórico.
-El ropaje histórico de la novela es riquísimo, pero no
perdamos de vista el asesinato. Revisó usted el sumario de la muerte de
Prim… 50 tomos, ¿no?
-Bueno, son ochenta, pero están ilegibles, podridos. Estamos hablando
de un magnicidio que cambió el rumbo de la historia del país. Esta es
una situación caótica, porque necesitamos saber quién tramó el atentado:
si fue el duque de Montpensier o el general Serrano. Si los documentos
no están abiertos a los investigadores en condiciones respetuosas para
poder investigar, ¿cómo hacemos? Eso demuestra amnesia, desinterés,
abandono, incultura.
-En España, en ese caso, ¿cuál es la diferencia entre ser amnésico y querer ser amnésico?
-Diría que es más querer no saber. Aquí hay un problema de identidad.
España no sabe quién es ni qué es; de lo contrario, ¿por qué hay tantos
hispanistas a los que nos hacen caso? ¿Por qué me hacen caso a mí o a
Paul Preston o Hugh Thomas como si por el hecho de ser de fuera
supiéramos más? Eso en Francia es impensable, en Inglaterra es
impensable.
-Sin embargo, España ha avanzado un camino muy largo en el
proceso de elaborar un discurso sobre sus propias heridas y conflictos.
No es igual que hace dos o tres décadas.
-Sí pero en ese sentido Preston tiene razón. Aquí hubo un Holocausto
premeditado y hay 130.000 fusilados en cunetas todavía y eso es una
vergüenza. Yo no sé cómo puede ir a Rajoy a Alemania a hablar con la
Merkel… Lo que ocurre es bochornoso. No se ha hecho bien, por ejemplo,
el tema de la memoria histórica.
- ¿Cuál fue el fallo, a su juicio, en el proyecto de la memoria histórica?
-Sin duda la derecha española porque ellos son muy difíciles. Siempre
han sido los dueños, tuvieron 40 años de dictadura y les ha ido bien
con la constitución, la izquierda sacrificó muchísimo más y ahora
resulta que la izquierda no puede ni rescatar los cadáveres y el Estado
no se lo permite.
-Pero, espere, el asunto de la memoria histórica llegó a ser, en un momento, hasta panfletario…
-Los socialistas han sido timoratos porque en ellos siempre ha habido
también un temor de no remover demasiado, justamente para no provocar
una reacción que ponga en peligro la democracia. Aquí se ha derramado
mucha sangre, pero a los matones hay que afrontarlos.
-¿Le preocupa que esté gobernando en este momento la derecha en España?
-Claro que me preocupa. Y me preocupa aún más su mayoría absoluta.
Eso es algo que los españoles no debieron de haber permitido. El debate
que están dando en el parlamento demuestra mucha mediocridad. La derecha
nunca admite ningún error. Es el monólogo español, la izquierda es más
capaz de admitir errores. ¿Dónde está la derecha dialogante y razonable?
No se le oye la voz. No existe una derecha normal.
Tomado de Vozpopuli
No hay comentarios:
Publicar un comentario