domingo, 15 de septiembre de 2013

"Esa tristeza sobre la que trata el libro y por la que yo estaba pasando, era un verdadero tipo de tristeza americana".

Una entrevista al escritor estadounidense David Foster Wallace a 5 años de su partida




 

 

Estimados Amigos

 

Hoy compartimos con ustedes esta entrevista al escritor estadounidense David Foster Wallace (21 de febrero de 1962 - 12 de septiembre de 2008), como una manera de recordarlo a 5 años de su partida.

 

Esperamos la disfruten.

 

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traducido por Yomar González
tomado de www.salon.com


por laura miller 

ilustración: harry aung




La apariencia mesurada y de comelibros o nerd de David Foster Wallace contradice abiertamente la imagen –sin afeitar, pañuelo en la cabeza- de sus fotos publicitarias. Incluso un novelista hipster tendría que ser muy serio y disciplinado para producir un libro de 1.079 páginas en tres años. "La broma infinita," la gigante segunda novela de Wallace, yuxtapone la vida en una academia de tenis de élite con las luchas de los habitantes de un centro de rehabilitación, todo en un contexto futuro cercano en el que los EE.UU., Canadá y México se han fusionado, Nueva Inglaterra del Norte se ha convertido en un gran vertedero de residuos tóxicos; y todo, desde los automóviles privados hasta el nombre de los años están patrocinados por empresas. Ambiciosa, llena de jerga y en ocasiones excesivamente enamorada de la prodigiosa inteligencia de su autor, "La broma infinita", no obstante, tiene suficiente lastre emocional para evitar que zozobre. Siempre hay algo raro y estimulante en un autor contemporáneo que pretende capturar el espíritu de su época. (…)

¿Cuáles eran sus pretensiones cuando comenzó a escribir este libro? 

Quería hacer algo triste. Había hecho algunas cosas divertidas y otras algo más densas, intelectuales, pero nunca había hecho algo triste. Y quería que no hubiese protagonistas. La otra banalidad era que deseaba hacer algo realmente estadounidense, algo acerca de lo que es vivir en los Estados Unidos en este fin de milenio.


¿Y cómo es? 

Hay algo particularmente triste al respecto, algo que no tiene mucho que ver con las circunstancias físicas, o con la economía, o con cualquiera de las otras cosas de las que se habla en las noticias. Es más como una tristeza al nivel del estómago. Lo veo en mis amigos y en mí mismo. Una especie de perdición. No sé si es algo que le ocurre sólo a mi generación.

Parte de la prensa que ha escrito sobre La broma infinita aborda el papel que desempeña Alcohólicos Anónimos en la historia. ¿Cómo se conecta AA con el tema de la novela? 

Esa tristeza sobre la que trata el libro y por la que yo estaba pasando, era un verdadero tipo de tristeza americana. Yo soy blanco, de clase media-alta, obscenamente bien educado, he tenido mucho más éxito profesional de lo que legítimamente podía esperar y aún así andaba a la deriva. Muchos de mis amigos compartían todo lo anterior. Algunos estaban profundamente enganchados a las drogas, otros se habían convertido en adictos al trabajo de manera increíble. Iban a bares de solteros cada noche. Se puede representar de veinte maneras diferentes, pero es la misma cosa. 
 


Algunos de ellos terminaron yendo a AA. Yo no pretendía escribir mucho sobre lo de AA, pero sabía que quería tener drogadictos y sabía que debería haber un centro de rehabilitación. Fui a un par de reuniones con estos chicos y pensé que aquello era tremendamente poderoso. Esa parte del libro suponía fuera lo suficientemente vívida para que pareciera real, pero también suponía que encontraría una respuesta a la perdición y a por qué las cosas que haces para mejorar no son suficientes. Tocar fondo con las drogas y el trabajo de AA fue lo más crudo lo que pude encontrar para tratar esos asuntos.

Tengo la sensación de que muchos de nosotros, estadounidenses de grupos sociales privilegiados con poco más de 30 años, tenemos que encontrar una manera de deshacernos de chiquilladas y enfrentarnos a asuntos como la espiritualidad y los valores. Probablemente el modelo de AA no es la única manera de hacerlo, pero me parece uno de los más enérgicos. Los personajes tienen que luchar con el hecho de que el sistema de AA les enseña cosas bastante profundas a través de sus tópicos aparentemente simplistas.




Es un asunto delicado para quienes tienen cierta cultura, para quienes, para ser mercenario, está dirigido éste libro. Quiero decir que esto es caviar para el lector habitual de narrativa. Particularmente sentí rechazo al principio. ¡Algo como One Day at a Time!(*) ¡Del año 1977 y protagonizado por Bonnie Franklin! Pero al parecer, algo importante en lo que respecta a la adicción es que necesitan tanto la droga que cuando se la quitan desean morir. Y es tan horrible que la única manera de enfrentarlo sea construir un muro en medianoche y no mirar por encima de él. Algo tan banal y reductor como One Day at a Time permitió a estas personas caminar a través del infierno, que es en lo que consisten los seis primeros meses de desintoxicación. Fue algo verdaderamente sorprendente. 





La intelectualización y la estetización de los principios y valores en este país es una de las cosas que ha eviscerado a nuestra generación. Mis padres me enseñaron que era realmente muy importante no mentir. Ok, entendido. Digo que sí, pero realmente no lo siento. Así hasta que llego a tener 30 años y me doy cuenta de que cuando le mienta a una persona, a la vez dejaré de confiar en ella. Siento dolor, estoy nervioso, me siento solo y no logro responder por qué. Entonces me doy cuenta: “Tal vez la manera de hacer frente a esta realidad sea no mentir". La idea de que algo tan sencillo y, en realidad, tan poco interesante desde el punto de vista estético -que pasa por encima a criterios interesantes y complejos- pudiera en realidad alimentar y nutrir mucho más que otras cosas, me parece que es algo que nuestra generación tendría que tomar en cuenta.


¿Está tratando de encontrar significados similares en la cultura pop que suele abordar? Ese tipo de cosas puede ser visto como salidas simplemente ingeniosas, o superficiales.
 
Siempre me he visto como una persona realista. Recuerdo que me peleaba con mis profesores sobre este asunto. El mundo en que yo vivo consta de 250 anuncios al día y un número incalculable de opciones de entretenimiento, la mayoría de los cuales están subvencionados por empresas que quieren vender productos. La manera en que el mundo interactúa con mis terminaciones nerviosas está ligada a cosas que unos tíos con parches de cuero en los codos considera pop o triviales o efímeras. Yo uso una buena cantidad de “material pop” en mi ficción, pero lo que quiero decir no es nada diferente a lo que la gente quiere decir cuando escribe sobre los árboles y los parques y la necesidad que tenían hace 100 años de andar hasta el río para conseguir agua. Es sólo la textura del mundo en que vivimos.

¿Cómo es ser un narrador joven hoy en día? ¿Cómo empezar, cómo lograr construirse una carrera, etc.?

Personalmente, creo que es un momento realmente fantástico. Tengo amigos que no coinciden. La ficción literaria y la poesía están realmente marginadas hoy en día. Pero hay una falacia en la que caen algunos, el viejo tópico de que el público es tonto; el público prefiere mantenerse en ese nivel de profundidad; pobres de nosotros, estamos marginados a causa de la TV, la gran hipnosis, bla, bla. Pueden sentarse y organizar esas orgías de lástima, pero por supuesto que es una sandez. Si una forma de arte es marginada es porque no se está comunicando con la gente. Lo más fácil es llegar a considerar que la gente a las que te diriges es demasiado estúpida para entenderlo, pero esa me parece la salida más simple. 



Si el escritor sucumbe a la idea de que el público es demasiado estúpido, entonces hay dos resultados posibles. El número uno es el vanguardismo, donde se tiene la idea de que se está escribiendo para otros escritores y por tanto no se preocupan de hacerlo de manera más accesible o relevante. Se preocupan por que sea estructural y técnicamente innovador, apropiadas referencias intertextuales, que parezca inteligente. En realidad, no se le presta atención a si comunica o no con un lector a quien sí le importa esa sensación en el estómago, que es la razón por la cual leemos. Está también el otro extremo, los retazos de ficción groseros, cínicos y comerciales hechos de manera superficial -esencialmente televisión en páginas de libro- que manipulan al lector y disponen asuntos grotescos de manera puerilmente fascinante. 

Lo raro es que estos dos bandos luchan entre sí cuando en realidad ambos provienen de lo mismo, del desprecio por el lector, de la idea de que la marginación de la literatura actual es culpa del lector. Vale la pena intentar hacer cosas que tengan algo de la riqueza, el desafío, la emoción y la dificultad intelectual de las vanguardias, cosas que permiten que el lector se enfrente a los asuntos planteados en lugar de ignorarlos, y que a la vez sean agradables de leer. El lector nota que alguien le está hablando en vez de estar ensayando varias poses.

Parte de ello tiene que ver con vivir en una época en la que hay muchísimas formas de ocio disponible, ocio real, y en averiguar cómo la ficción va a marcar su territorio en una época así. Se puede intentar encontrar qué produce la magia de la ficción, esa magia que no está en otros tipos de arte y entretenimiento. Se puede intentar averiguar cómo la narración puede conectar con el lector, gran parte de cuya sensibilidad se ha formado con la cultura pop, sin que simplemente se convierta en un poco más de basura en la máquina de la cultura pop. Es increíblemente difícil y confuso y asusta, pero es efectivo. Ninguna otra generación ha enfrentado un ocio comercial tan amplio y tan hábil. Eso es lo que significa ser un escritor hoy en día. Creo que es con mucho el mejor momento para vivir, y probablemente también sea el mejor momento para ser escritor. Esto no quiere decir que sea el más fácil.


¿Qué cree que sea lo especialmente mágico de la ficción? 

¡Oh, señor, esto podría ocuparnos un día entero! Bueno, la primera línea de ataque para contestarle es la soledad existencial en el mundo real. No sé lo que estás pensando, no se cómo es estar dentro de ti ni tú sabes lo que es estar dentro de mí. En la ficción creo que de cierta manera podemos saltar por encima de ese muro. Pero eso es sólo el primer nivel, porque la idea de intimidad emocional o mental con un personaje es una ilusión o artificio creado por el escritor. Hay otro nivel: una obra narrativa es también una conversación; se establece una relación entre el lector y el escritor que es muy extraña, muy complicada y muy difícil de explicar. Una obra narrativa puede o no transportarte y hacerte olvidar que estás sentado en una silla. Hay libros del tipo estrictamente comercial y hay tramas fascinantes que también pueden hacer eso; pero no logran hacerte sentir menos solo.

Hay una especie de despertar, de sorpresa. Alguien, al menos por un momento, tiene el mismo sentimiento o ve algo de la misma manera que tú. No sucede todo el tiempo. Pueden ser breves destellos o llamas, pero se siente de vez en vez. Te sientes acompañado -intelectual, emocional y espiritualmente. Te sientes humano y acompañado, como si estuviera tomando parte de una conversación profunda y trascendente. Y esto sólo ocurre con la ficción y la poesía.

¿Para usted qué escritores logran estas sensaciones?

De los clásicos, hay varios que siempre retornan: "La oración fúnebre" de Sócrates; la poesía de John Donne; la poesía de Richard Crashaw; algunas cosas de Shakespeare; las cosas más breves de Kyats; Schopenhauer; "Las meditaciones metafísicas" y "El discurso del método" de Descartes; "Prolegómenos a toda metafísica futura" de Kant; "Las variedades de la experiencia religiosa" de William James; "Tractatus" de Wittgenstein; "Retrato del artista adolescente" de Joyce; Hemingway -en particular las cosas de Italia de "En nuestro tiempo"; Flannery O'Connor; Cormac McCarthy; Don DeLillo; AS Byatt; Cynthia Ozick –sus cuentos, especialmente uno llamado "Levitación"-; cerca del 25 por ciento de Pynchon; Donald Barthelme, sobre todo una historia llamada "El globo", que fue la primera historia que leí que me hizo querer ser escritor; Tobias Wolf; las mejores cosas de Raymond Carver -la más conocidas-; Steinbeck, cuando no está golpeando su tambor; el 35 por ciento de Stephen Crane; "Moby Dick"; "El Gran Gatsby".

Y, Dios mío, no hay poesía: Phillip Larkin, probablemente más que nadie, Louise Glück, Auden.

¿Y entre sus colegas? 

Está el asunto del "gran hombre blanco”. Hay por lo menos cinco de nosotros que están por debajo de los 40 años, son de raza blanca, miden más de seis pies y usan gafas. Está Richard Powers, que vive sólo a unos 45 minutos de mí y a quien he conocido recientemente. William Vollman, Jonathan Franzen, Donald Antrim, Jeffrey Eugenides, Rick Moody. La persona que más atención me despierta ahora mismo es George Saunders, cuyo libro "Guerracivilandia en ruinas" acaba de salir. A.M. Homes: no creo que sus historias largas sean perfectas, pero cada par de páginas hay algo que acaba por emocionarte. Kathryn Harrison, Mary Karr, a quien se conoce por "El club del mentiroso" (The Liar's Club), pero es también poeta y creo que la mejor poeta entre las menores de 50 años. Una mujer llamada Cris Mazza. Rikki Ducornet, Carole Maso. "Ava", de Carole Masó -un amigo mío lo leyó y dijo que le dio una erección del corazón.


Hábleme de su experiencia en la enseñanza. 

Me contrataron para enseñar escritura creativa, cosa que no me agrada. 

Hay material para emplear dos semanas en personas que no hayan escrito más de 50 cosas aún y siguen estando en fase de aprendizaje. Después de ese tiempo se vuelve más una cuestión de gestionar las impresiones subjetivas de varias personas sobre cómo decir la verdad sin tirar abajo el ego de alguien. 

Disfruto enseñando a nuevos estudiantes, se reciben una gran cantidad de estudiantes de zonas rurales que no están ligados a la cultura y a quienes no les agrada leer. Han crecido considerando la literatura algo seco, irrelevante, sin gracia, como el aceite de hígado de bacalao. Se logra mostrarles cosas algo más contemporáneas –hay uno con el que habitualmente trabajamos en la segunda semana, un cuento llamado "Una muñeca real", de A.M. Homes, del libro "La seguridad de los objetos", y que narra la relación de un niño con una muñeca Barbie. Es brillante, y en una mirada superficial de la historia, resulta demasiado retorcido, enfermo, fascinante y, por tanto, realmente interesante para personas de 18 que cinco o seis años atrás estuvieron jugando con muñecas o fueron sádicos con sus hermanas. Es muy reconfortante ver a estos chicos despertar, darse cuenta que leer literatura es a veces difícil, pero que merece la pena y les puede dar cosas que no podrían conseguir en ninguna otra parte.


¿Cómo ve las reacciones sobre la extensión de su libro? ¿Es la extensión algún tipo de provocación o buscaba un efecto o conclusión en particular? 

Sé que es arriesgado porque forma parte de la cuestión de exigir al lector –exigencias que comienzan desde el aspecto monetario. Otra parte es que las editoriales odian los libros de muchas páginas porque les dejan menos ganancias. El papel es muy caro. Si la extensión parece gratuita, como le pareció a la encantadora señora japonesa del New York Times, entonces a alguna gente se le despierta la ira. Y soy consciente de todo ello. El manuscrito que entregué tenía 1.700 páginas, de estas se eliminaron alrededor de 500. O sea, la editorial no se limitó a comprar el libro y distribuirlo sino que fue editado concienzudamente. Fui hasta Nueva York y todo. Si parece una novela caótica, me parece bien, pero todo lo que hay en ella está puesto a propósito. Estoy en una excelente posición emocional para aceptar todas las críticas respecto a la extensión y si la gente cree que esa extensión es gratuita, es porque el libro falla. En todo caso la gratuidad no es porque no tuviera deseos de trabajar o de hacer los cortes necesarios.

Es un libro raro. No se mueve de la forma en que se suelen mover los libros. Tiene muchísimos personajes. Creo que tiene al menos la intención de ser divertido y fascinante, lo suficiente al menos para ir pasando una página tras la otra. Así que no considero que esté haciendo sufrir al lector, ya sabes, “Aquí tienes esta cosa super difícil y de una inteligencia imposible. Jódete. A ver si es verdad que lo puedes leer”. Sé que hay libros de ese tipo y son libros que me cabrean mucho.

¿Qué le hizo elegir una academia de tenis para contraponerlo al centro de rehabilitación?

Yo quería hacer algo relacionado con el deporte, con la idea de la obtención de una meta que en algo se asemeja a una adicción.


Hay personajes que se preguntan si la obsesión por la competencia vale la pena.

Probablemente ocurre en casi todos los ambientes. Me doy cuenta en algunos de mis alumnos. Eres un joven escritor, admiras a un escritor mayor y deseas llegar a esa posición. Imaginas que toda la energía que ha dejado tu envidia, de alguna manera ha sido trasladada, y queda una sensación de que ser envidiado es una buena sensación si se parte de la base que la envidia es un sentimiento muy fuerte. 

Puedes creer que escribiendo lograrás una imaginaria meta relacionada con el prestigio más que con la escritura en sí. Esa idea de dar todo de ti para alcanzar una especie de anillo de bronce suele ser una típica enfermedad americana, así como creer que ese anillo hará que la gente sienta algo por ti. ¿Y la gente se pregunta por qué se siente alienado, solitario y estresado? 

El tenis es un deporte del que conozco lo suficiente como para encontrarlo hermoso y poder encontrarle algún significado. Lo bueno de esto es que la revista Tennis quiere hacer algo sobre mí. A lo mejor algún día pueda jugar con los profesionales.

8 de marzo, 1996


(*) Serie de TV (1975-1984). 209 episodios. Popular serie norteamericana de los años setenta que trataba de una madre soltera que intentaba sacar adelante a sus hijas y progresar en su carrera profesional.



 Tomado de Nada del mundo real



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