domingo, 1 de septiembre de 2013

“Saludo a Nikos Kazantzakis”,

un poema de Angelos Sikelianos


Nikos Kazantzakis con Angelos Sikelianos. 10 de octubre de 1921


“Saludo a Nikos Kazantzakis



Mi amigo y yo en la santa montaña, por las laderas eternas
solos al amanecer
mientras se deshacian por la primera luz los hechizos
que esparcio la lluvia,

respirando profundamente veiamos hasta alla abajo
donde brillaba oculto
palido el ancho mar, y nuestra mente, como del abeto,
la poderosa copa,

se regocijaba en la completa calma, en la bendita
fragancia del monte,
y por el frescor sentiamos hasta adentro resucitado
nuestro corazón joven…

En las frentes, en las manos, sobre todos nuestros miembros,
brillaba serenamente
la sosegada fuerza que conoció la miel de la creación,
y volviendo de nuevo

a pasar por donde libó o se amamantó en el todo
la alegría mística,
nos hacia elevar los brazos hacia un inefable culto,
como si fuesen alas…

Magna gracia sobre él iba derramando el fornido
e irrigador manantial
de la soledad, e insomne en sus ojos negros
un alma pensante

se alegraba amplia, y sagradamente, de abrazar de día
los cielos ocultos,
y como una fuente en su hondura de abrazar en secreto
la hermosa madurez de la mente…


Alto silencio nos rodeaba como un ciclópeo muro;
Y de repente, sosegada,
Cual agua fluyente cuando sin cesar llega un susurro,
La voz de mi amigo

Sonó en mis oídos: “Hermano, bendita sea la hora
en que cogí la senda,
la odorífica senda que de la población se aleja,
y te hallé tal asceta

debajo de aquel abeto, gozando en el místico
festín de la mente,
y allí, ya juntos, nos repartimos como un pan la dicha
del cielo lleno de estrellas…”




Angelos Sikelianos (1884–1951). Afrodita Urania. Prólogo, traducción y notas de Pedro Mateo.



  


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