jueves, 22 de abril de 2021

"No hay más salvación que la escritura". ENTREVISTA AL ESCRITOR MEMPO GIARDINELLI.



El escritor argentino es uno de los invitados del II Encuentro Internacional de Narradores que organiza Monte Ávila Editores NICOLA ROCCO/ARCHIVO

"Para mí la única evolución de un escritor consiste en seguir leyendo y escribiendo"

 

 

DUBRASKA FALCÓN , MEMPO GIARDINELLI , ESCRITOR |  EL UNIVERSAL 


 
jueves 8 de noviembre de 2012



No puede imaginar su vida haciendo otra cosa. Lo supo desde su primera novela, La revolución en bicicleta (1980). Entonces, sólo él pensaba que podría ser escritor. Y estaba en lo cierto. Con las novelas El cielo con las manos (1981) y Luna caliente (1983) conquistó, desde el exilio en México, el mercado internacional. Mempo Giardinelli es, de oficio y alma, escritor.

Hoy, el ganador del Premio Rómulo Gallegos 1993, dará dos muestras de su profesión de vida en el II Encuentro Internacional de Narradores que organiza Monte Ávila Editores. El argentino será la voz del seminario Narrativa y memoria histórica, en la sala Aquiles Nazoa de Unearte, a las 10:00 am.

"Intentaré reflexionar acerca de cómo la narrativa indaga y refleja la memoria de los pueblos. Pertenezco a una sociedad que fue brutalmente sometida, y de ese trauma sólo se sale con memoria, verdad y justicia. En toda mi obra, creo yo, el ejercicio de la memoria es eje fundamental de las tramas. Y como soy miembro de la Comisión por la Memoria, que es un organismo de alta respetabilidad en mi país, también mencionaré eso", dice vía correo electrónico acerca del seminario.

Luego, a las 6:00 pm, estará en el foro Narrativa policial, con Pedro Rangel Mora, Pedro Querales, Inés Muñoz Aguirre y Eloi Yagüe en la Biblioteca Isaac J. Pardo del Celarg.

-Dijo: "Uno es lo que ha leído y es de donde viene". ¿Esa sería la mejor definición de quién es Mempo, el escritor?

-La frase que usted cita es de mi libro Volver a leer. Propuestas para una nación de lectores y dice así: "Uno es lo que ha leído, pero es también lo que no leyó". Y eso, por supuesto, se aplica también a los pueblos. Por eso es importante trabajar por el fomento de la lectura. No sé si me define, pero no me desvela. Lo importante es establecer caminos hacia el conocimiento y el saber, y eso sólo se alcanza leyendo.

-Pertenece a una generación que nació bajo las sombras del boom literario. ¿Cómo fue su evolución de escritor en este contexto, sobre todo porque con sus tres primeros libros alcanzó reconocimiento internacional?

-Yo no diría bajo las sombras sino bajo las luces del boom, que fue un movimiento extraordinario y al que debemos una personalidad narrativa mundialmente reconocida. De todos modos, para mí la única evolución de un escritor consiste en seguir leyendo y escribiendo. Al menos, es la única que me interesa. Es el único camino que importa y es un camino de ida, hasta que se acaba todo. Y después, quién sabe...

-La magia de mezclar la realidad con la imaginación lo denominó "cóctel medio bastardo" del que sale literatura. ¿Por qué bastardo?

-La imaginación operando sobre la realidad siempre da frutos maravillosos. Por ende, algo bastardos pues carecen de pureza. Es la literatura la que requiere pureza.

-Declaró: "Fui misógino y acabé teniéndole miedo a las mujeres". ¿Por qué cambió? El trato en sus obras a la mujer es muy cuidadoso.

-Celebro que se note ese cambio, que fue muy lento y trabajoso. Y beneficioso, sobre todo literariamente, porque todo punto de vista, masculino o femenino, te hace perder la otra mitad del mundo... Además, indagar, descubrir y conocer el universo femenino es mucho más fascinante, para mí, que trajinar el ultraconocido mundo masculino. Mi última novela, Visitas después de hora, es un ejercicio en este sentido.

-Con Santo oficio de la memoria pasó de una escritura anecdótica a la complejidad histórica. ¿Esto cambió su escritura? ¿Fue consciente? ¿Evolucionó?

-Desde luego que sí, todo cambia y ni se diga la literatura que uno escribe, si es consciente de lo que está haciendo, o pretende serlo. No sé si al escribir SOM yo era tan consciente como ahora, pero en todo momento sospeché que ése era el camino. Ahora, claro, con algunos años más, sé lo que antes solamente intuía. Y eso, en sí, es una evolución, humana y literaria. Creo, y lo digo con temor y modestia, que hoy acaso sea yo una mejor persona y un mejor escritor. Al menos, eso quisiera...

-Luna caliente la escribió en 23 días, y dijo que fue una especie de locura. La escritura siempre ha sido su escape. ¿La escritura salva? ¿De qué lo ha salvado?

-De la oscuridad, de la sombra, del silencio, de la ignorancia, de la certeza absoluta... Para mí, y para otros animales literarios como yo, no hay más salvación que la escritura. Porque ella conlleva e impone trabajar por la curiosidad y la imaginación, la ética y la estética, la filosofía y el humanismo en el más amplio de los sentidos. Ahora, claro, yo no sé si eso es salvación o condena, no estoy seguro de nada... Lo que sí sé es que no puedo imaginar mi vida haciendo otra cosa.

-¿Cuáles son los resultados del plan de lectura que realiza con la Fundación Mempo Giardinelli? ¿Venezuela podría copiar ese modelo?

-Nuestra fundación se especializa en fomento de la lectura desde hace años, en forma independiente. Por supuesto, colaboramos con el Plan Nacional de Lectura cuando nos requieren. Puede decirse que los resultados en todo el país han sido muy buenos y que la tarea continúa. Y nosotros con la nuestra. En cuanto a copiar, no creo; cada país tiene características propias. Lo que sí es posible, y conveniente, es la asistencia y el intercambio de experiencias. Nosotros, como fundación, estamos dispuestos a ayudar como lo hacemos en Chile y en Colombia.

¿Quién es para usted Alfredo Bryce Echenique? ¿Qué opina de la polémica generada por el premio de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara?

-Alfredo es un grande de la literatura latinoamericana y a mí me cuesta creer que sean ciertas las acusaciones que se le hacen.

¿El miedo trasciende a la literatura?

-No lo sé, yo convivo con mis miedos. Como ciudadano, sólo temo a los violentos y un poco menos a los antidemocráticos. Y en la literatura, bueno, el único miedo es a escribir mal y no darse cuenta, ¿no?

Tomado de El Universal

 

 

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