Esta pequeña entrevista realizada en Octubre de 1943
reune a dos escritoras venezolanas con diferencias en el desarrollo de su
trabajo literario, Ida Gramcko quien precozmente ganó su primer premio
de poesía a los trece años y Antonia Palacios cuya primera novela "Ana
Isabel una niña decente" fue publicada en 1949, con el adelanto del
cual se habla en esta entrevista. Esperamos la disfruten en esta
reedicion del aniversario número 69 del diario El Nacional.
Jesús Sansonetti
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"Aquel que vivió intensamente su infancia tiene una riqueza que lo acompañará de por vida". Una entrevista a Antonia Palacios realizada por Ida Gramcko
ANTONIA PALACIOS | 24 DE OCTUBRE DE 1943
La personalidad literaria de Antonia Palacios
Si hay alguna verdad, honda y terrible, sostenida con el corazón y las
venas abiertas, es la verdad de un poeta. Nadie como él, cabal y entero,
sabe ahondar en las personas y en las cosas, encontrarles su más
encendida y clara sangre. Y por eso, la otra tarde fui a ver a la
escritora Antonia Palacios, a conversar con ella y a conocer toda su
esperanza verdecida.
Desde aquí, desde el lugar donde nos hallamos y que es el salón
particular de la novelista, calamos los poros del horizonte, los
cabellos de la arboleda, el perfil de las montañas. Conversamos en
sincera camaradería, contestándonos a una inquietud con otra. También
charlamos de la superficialidad, que es un buen motivo de prosa, aunque
no lo sea de arte. El paisaje de arte lo comentamos en el presente. Pero
es ella, Antonia Palacios, quien da su valioso pregón, la que enjuicia
panorámicamente y en conjunto el ensayo de la novela.
“La novela es mi género preferido. Porque la novela es vida, un hermoso
y palpitante trozo de vida. Los personajes se nos escapan, abandonan
nuestro pequeño y estrecho mundo donde queremos aprisionarlos y echan a
andar, seguros de sí mismos, forjando su propio destino”.
—¿Y no estima usted una buena hazaña eso de haber llevado el lirismo a la prosa?
—No creo que adrede pueda llevar el lirismo a la prosa. Es
indispensable poseer un temperamento lírico. Miramos y sentimos nuestra
realidad y la pasamos a través del tamiz de nuestra sensibilidad. En
resumen, eso viene a ser siempre el proceso de toda obra de arte, la
realidad filtrada a través de un temperamento.
—¿Con amor?
—Con amor, volviendo la vista hacia atrás, y si se quiere seguir
adelante. Extrayendo del pasado toda su riqueza vital y su experiencia
para proyectarla siempre hacia el futuro.
—El seguir adelante es la única forma de sostenerse. El saber
acerca del pasado no es ya una curiosidad lujosa, sino una urgentísima
necesidad.
Antonia Palacios tiene ocultas, en una caja de cartón que ha debido ser
de pañuelos o bombones, las cuartillas de una novela inédita.
“Ana Isabel, una niña decente” es vecina, hace varios años, de unas
cartas de amigos y unas postales de París, de Berlín, de Venecia… La
caja tiene para mí ese secreto de lo desconocido y esa ilusión que
inspiran las puertas cerradas y los cofres herméticos”.
Tuvo el valor de escribir su novela, pero no la quiere publicar. Hace
unas semanas cedió un capítulo para las páginas literarias dominicales
de El Nacional. Los otros los tiene en la caja, atados con una cinta
desvaída.
“El arte debe responder a su época. Pero espontáneamente, nunca de una
manera premeditada, dejaría de ser arte”, dice la escritora.
—El arte nace y no se hace. Y dígame, ¿de cuáles otras obras nos priva usted?
—Mi única obra, si quiere llamarla así, es la novela. Fue escrita como
si dijésemos, por casualidad. Ocurre que recordaba insistentemente mi
infancia. Un amigo, que aun cuando no es escritor ni se las da de
literato, posee una aguda y fina inteligencia, me insinuó la idea de
agrupar mis recuerdos en un libro. Después de dudas y vacilaciones me
senté en la máquina y comencé a recordar…
—¿Por qué se dedicó precisamente a escribir su infancia y no otra época de su vida?
—Porque creo que la infancia es la etapa más definitiva y la que marca
con más precisión el rumbo de nuestra vida. Aquel que vivió intensamente
su infancia tiene una riqueza que lo acompañará de por vida. En los
días de mayor desaliento cuando uno de esos estados depresivos por los
que atravesamos enturbie nuestras horas mejores no hay más que abrir el
maravilloso cofre donde duermen nuestros recuerdos de infancia.
Extraerlos delicadamente, ponerlos a vivir y echarlos a andar por el
país de nuestros sueños.
Enlaces relacionados:
Ida Gramcko, Stella Díaz Varín y Yolanda Westphalen: Tres Poetas silenciadas y convidadas invisibles
Es cierto; los recuerdos de la infancia son los mas nitidos porque la memoria remota se fija mas en las neuronas que la memoria reciente y con el tiempo la vamos adornandos con hechos que no vivimos
ResponderEliminarPreciosa entrevista de la poeta y filosofa Ida Gramco a nuestra escritora Antonia Palacios. Gracias por compartir.
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