"Termespheres".Brain Strain. Dick Termes |
Todas las pinturas esfericas son "Termespheres" y su autor es Dick Termes
“La Comunidad de la Esfera”:
muros, Corea del Norte y Borges
Leo este relato del escritor venezolano Javier Domínguez y me vienen a
la cabeza Borges y Corea del Norte. ¿Extraña combinación, no os parece? Empecemos
por lo segundo, que es menos obvio. Los muros son esas construcciones que
levanta el ser humano fundamentalmente para separar. Un muro implica:
1) que hay alguien que lo ha construido
2) que tiene materiales con qué hacerlo y que sabe cómo levantarlo
3) que existe la necesidad de dividir el espacio en, al menos, dos
partes
4) que el constructor elige un lado que representa su aquí, su mundo,
sus circunstancias, y lo demás es lo otro:
la exclusión se hace presente.
“Todo lo que importa se encuentra dentro de los muros”, dice Domínguez
en la historia, y yo pienso en que esa frase pudiera ser una consigna de Kim Jong-il a los coreanos del norte y que estos, a falta de otra realidad más
disponible, lo creen con seguridad. Quizás no todos, dejemos la puerta abierta
a un mínimo nivel de optimismo.
La exclusión, por su parte, entraña la creencia de que quienes estén
de aquel lado, los otros, son
distintos a los de éste. Lo que empieza siendo una mero asunto geográfico se
convierte en una cuestión de identidad. Me imagino a los habitantes del norte del
paralelo 38 de la península de Corea pensando que más allá del muro ideológico levantado
por sus gobernantes existe un mundo aterrador que busca su aniquilación. El
otro lado es la nada, la negación del mundo interior protegido por el muro, que
es la verdad. Ya pasó con el Telón de Acero, esa expresión tan dramática y
metalúrgica que señalaba las fronteras entre los bloques opuestos durante la
Guerra Fría.
Kim Jong-il |
Cierto es que hay muros “acercadores”, como el de Facebook, que remeda aquellas paredes divididas en secciones de la antigua Roma -los “graffiti”- en la que los ciudadanos de las metrópolis escribían mensajes dirigidos a sus compatriotas, o los muros de las redes sociales donde abrimos nuestras vidas en canal a la vista de quién desee verlas. También están los muros audiovisuales en los que se ha convertido la televisión que, de una caja “tonta”, ha pasado a adquirir las hechuras de una pared interactiva con pantallas cada vez más grandes. Ya no abrimos una ventana a los contenidos de entretenimiento: hemos forrado las paredes de nuestros salones con dispositivos gigantescos que invaden nuestro espacio. No sé si esos muros acercan o separan, la verdad.
Todo muro comporta una dosis de violencia, pues quienes se sienten
excluidos –los de un lado- suelen siempre querer pasar al otro, bien sea porque
las condiciones de vida sean mejores, porque codicien algo de lo que carezcan…
esa es la base de la retórica mural. Otredad = exclusión = violencia. Solo hace
falta pensar en esos muros tan famosos como infames situados en Berlín, Melilla
o Palestina.
En “La Comunidad de la Esfera” además retumban los ecos de Borges
(¿hay algún autor de fantasía actual en español que no haya sentido la
influencia del argentino?) Desde “El libro de arena”, pasando por “La biblioteca de Babel” o “La casa de Asterión”, la arquitectura siempre ha
ofrecido a Borges los elementos necesarios para hablar sobre la naturaleza más
íntima del hombre desde su identidad, sus miedos y deseos más profundos, hasta
sus obsesiones y su visión de la realidad en su conjunto. El laberinto de
Asterión es el mundo, con toda su complejidad reflejada en los infinitos
pasillos; la biblioteca de Babel es infinita, lo mismo que sus libros, que
representan las combinaciones posibles del saber humano; el Libro de Arena es
uno y muchos, pues su naturaleza mutante lo hace eterno y siempre diferente.
El muro de Javier Domínguez gobierna los destinos de la Comunidad que
acoge, que se denomina a sí mismo de la Esfera, pues cree en un muro curvado en
toda su longitud como frontera espacial con la otredad, que es el exterior. Se
habla de la esfera como forma perfecta, como ya decían los sabios griegos, y de
alguna manera la sección esférica que es el muro implica la perfección de
aquellos a los que cobija.
Borges |
Una cosa debe quedar clara, para terminar. Ningún muro protege de
nada. Quizás evite lo inevitable durante un cierto tiempo, o lo obstaculice,
pero nunca puede detener el fin lógico que esa construcción implica: su caída.
“La Comunidad de la Esfera” es un relato fantástico que habla de
muchas cosas más, claro está. Los míos son solo unos apuntes peregrinos sobre una
historia en la que albañilería ideológica consigue destruir vidas, por lo que
os animo a leerla para sacar vuestras propias conclusiones.
Cristina Jurado Marcos
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¿Los muros siempre habrán sido tan altos? Nunca
he escuchado a nadie discutir sobre eso. Las preguntas siempre se han hecho
sobre su longitud. Pero jamás he escuchado a alguien elaborar alguna tesis
sobre la altura de los muros. Debe haber algún detalle ofensivamente obvio
sobre ese tema y por ello se descarta cualquier discusión acerca del mismo.
Tampoco he oído hablar sobre sus materiales. Su color gris, su tamaño y su textura lisa inmediatamente delatan su origen
artificial. Y obviamente tienen la misión – o la tuvieron en algún momento – de protegernos.
Tal vez resguardaron a la Comunidad de una época bárbara y violenta.
A pesar de su altura los muros
pueden saltarse, pero detrás de ellos sólo se ve una llanura ocre con la tierra
cuarteada, algunos matorrales y xerófitas. Recuerdo cuando los Mayores
decidieron colocar un puesto de vigilancia en lo alto de un muro, yo tendría
unos diez años. Durante meses los observadores dejaron la vista en el desierto
vecino. No había nada excepto algunas bolas de paja corriendo por las colinas
agrestes. Eso llevó a la siguiente conclusión: fuera de los muros no existe nada
importante. Y por supuesto al corolario: todo lo que importa se encuentra
dentro de los muros.
Aquí tenemos bosques, agua
suficiente, animales salvajes y domésticos. Además todos descendemos de una
familia común. Desconocemos su tamaño, nos hemos dispersado a lo largo de los
muros y tampoco sabemos cuál fue el núcleo original de la Comunidad. Debido a
la pobreza de los archivos históricos dependemos de la memoria colectiva y
oral. Los Mayores tienen a su cargo el deber de propagarla. Ellos se ocupan de asimilar
los recuerdos de cada individuo y los convierten en patrimonio de la Comunidad.
Esta práctica hace de nuestra memoria un ente dinámico y cambiante.
He escuchado que provenimos de la Comunidad originaria, pero
mi recuerdo más antiguo me habla vagamente de nosotros como el núcleo de todas
las Comunidades. Pero la versión más reciente dice que nos asentamos
temporalmente en este sitio como un grupo satélite con la misión de contactar a
los Errantes, persuadirlos de desistir de sus tesis sobre la finitud de los
muros y ayudarlos a crear una Comunidad en un sitio indeterminado ya que
cualquier punto en el que se establecieran vendría a ser lo mismo.
"Termespheres" .Brass Bed. Dick Termes |
Ese mensaje se ha trasladado de boca en boca gracias a los Mayores y pronto las otras versiones del pasado quedarán reducidas a rumores. Eso me hace pensar si mi existencia ha devenido sólo como el resultado del tejido colectivo de nuestra memoria. Quizás tengamos infinitos pasados solapándose uno con el otro de acuerdo al parecer de los Mayores. Lo cual me causa un desasosiego que sólo puedo calmar tomando la esfera de mi padre, la que talló con tanta paciencia desde antes que yo naciera. Me la dejó un día al lado de mi cama, luego no volví a verlo. Aunque me basta tocarla para sentirlo cerca.
La costumbre de la esfera parece
el único hábito coherente y enlazado con nuestra memoria móvil, tal vez de ahí
nacen todos los pasados posibles que luego se superponen. Los habitantes de la
Comunidad debemos, en algún momento, tallar una esfera perfectamente lisa y
balanceada. Toma años desarrollar la técnica y dicen los Mayores que una vez
dominado el oficio se está más cerca de descifrar el secreto de los muros.
Eso no lo entiendo, pero imagino que está relacionado con los motivos de nuestro asentamiento: en este instante puedo afirmar que somos una Comunidad de la Esfera, creemos que los muros forman una circunferencia perfecta. Como afuera de ellos sólo existe un desierto, entonces debemos aprovechar el tiempo vital dentro de las paredes para nacer, vivir, procrear, tallar una esfera perfecta durante ese lapso y transferir ese mensaje de padres a hijos. ¿Qué otra opción queda? ¿Recorrer los muros? eso sólo nos llevará, en el mejor de los casos, al punto de partida, con lo cual quedaría demostrado el primer punto y por lo tanto una pérdida del tiempo vital. Así nos han dicho los Mayores desde que puedo recordarlo, simple lógica.
Eso no lo entiendo, pero imagino que está relacionado con los motivos de nuestro asentamiento: en este instante puedo afirmar que somos una Comunidad de la Esfera, creemos que los muros forman una circunferencia perfecta. Como afuera de ellos sólo existe un desierto, entonces debemos aprovechar el tiempo vital dentro de las paredes para nacer, vivir, procrear, tallar una esfera perfecta durante ese lapso y transferir ese mensaje de padres a hijos. ¿Qué otra opción queda? ¿Recorrer los muros? eso sólo nos llevará, en el mejor de los casos, al punto de partida, con lo cual quedaría demostrado el primer punto y por lo tanto una pérdida del tiempo vital. Así nos han dicho los Mayores desde que puedo recordarlo, simple lógica.
Los Mayores nos han enseñado la
esfera representa la expresión perfecta de la circularidad, ya que ésta puede
construirse apilando una serie infinita de circunferencias concéntricas de
diámetros decrecientes, y por lo tanto, al tener una esfera en la mano comprimimos
una fracción del universo pero al mismo tiempo capturamos al infinito, quizás
de esa idea nacen todos los pasados posibles que se superponen. Y si eso acaba
por entenderse del todo, lleva a cada persona a dejar de hacerse preguntas
sobre los muros y otras cosas sin importancia, y le permite concentrarse en
aprovechar su tiempo vital, además de cultivar la disciplina y la constancia. Así
lo dicen los Mayores.
"Termespheres".Fuller Space.Dick Termes |
Sin embargo, hubo personas que cuestionaron las certezas. Mi padre fue uno de ellos. Él estuvo con los observadores que otearon el desierto durante semanas. Cuando regresó afirmó a viva voz que fuera de los muros no había nada. Y luego se volvió taciturno. Poco a poco fue enroscándose en una espiral silenciosa. Cada día al ver los muros se adentraba más profundamente en ella. Le pregunté varias qué le sucedía y finalmente lo confesó: cuando bajaron del muro pudieron afirmar, más allá de toda duda, la existencia del desierto. Pero del muro sólo pudieron distinguir un arco inmenso que podía formar (o no) una circunferencia, y no había nada concluyente al respecto. Todos los observadores hicieron un pacto tácito de silencio al respecto para no inquietar a la Comunidad.
Pero esa duda causó una grieta en
las certezas de mi padre. Las afirmaciones aparentemente tan lógicas de los
Mayores empezaron a perder peso dentro
de él. Una mañana cuando marchábamos a los campos a trabajar me dijo que las
supuestas deducciones le parecían un tinglado mal armado, incapaz de resistir
al menor aguacero. Me dijo: nos han enseñado a permanecer quietos, no vale la
pena seguir a los muros ya que,
eventualmente, volveríamos al mismo punto. Pero esta afirmación engañosa asume
como cierto que los muros forman una circunferencia, ¿y si nunca se encuentran?
¿Y si en algún punto termina el desierto? ¿En verdad los Errantes pierden su
tiempo caminando como desquiciados? ¿Y si esas paredes no tienen ningún
propósito? ¿No tiene sentido aventurarse a lo desconocido movido sólo por esa
duda?
Terminó con esa pregunta y se
quedó mirando al suelo, cuando llegamos a nuestra área de trabajo sólo levantó
los ojos para ver a los muros con un gesto nebuloso.
Ahora lo recuerdo y pienso que
sus diques internos colapsaron, y una ola de preguntas lo inundó. Cada noche
debió dar pancadas en esas aguas y empezó a ahogarse. Se dedicó a tallar su
esfera con ahínco, tenía la esperanza de calmarse; creo que no deseaba
cuestionar a la Comunidad,
buscaba una tregua con el mundo, un punto de reconciliación.
"Termespheres".BLIND FAITH.Dick Termes |
Cuando terminó su esfera y comprobó
que los muros seguían despertando en él las mismas inquietudes, decidió
marcharse. Varias personas lo siguieron.
Los Mayores han manejado
versiones diversas y contradictorias para justificar su partida. Una de ellas
cuenta que mi padre huyó después de un amorío con una mujer casada el cual terminó
en un embarazo y prefirió escapar antes de confrontar al marido celoso. Aunque propagaron
la historia rápidamente, nunca se supo quién era la mujer ni el cornudo.
Además, mi padre no se marchó solo. Por lo tanto ¿por qué un cobarde huyendo de
un esposo enfurecido iba a escaparse con un grupo de personas?
Este recuerdo no pudo anclarse
exitosamente en la Comunidad
debido a los parientes de los acompañantes de mi padre. Ellos sostenían que las
personas le siguieron porque profetizó que al final de los muros había otro
mundo, uno lleno de abundancia, sin las labores agotadoras de los campos de la Comunidad, un paraíso al
que todos tendrían acceso, solamente se debía seguir a los muros, el viaje tendría
desconocidas y numerosas dificultades, pero la recompensa valía la pena.
Los más osados afirmaban que
había desarrollado toda una tesis sobre los muros y demostró que no formaban
una circunferencia. Mientras tanto, los Mayores estudiaban sesudamente sus
escritos para hallar un fallo lógico, una inconsistencia. Si alguna vez lo
encontraban divulgarían los documentos
con el fin de mostrar el error y así reforzar la idea oficial de los muros.
Pero el rumor de los documentos
secretos empezó a tomar fuerza en la Comunidad, tan sólo la idea de que existiera un
material escrito, una prueba que no podía ser cambiada, atentaba contra el
equilibrio de los Mayores. Porque entonces las personas podrían construir un
pasado inalterable, inmortal y al sentirse desorientados les bastaría con mirar
la evidencia escrita para usarla como una migaja de pan que podía indicar una
vía de retorno. Entonces con esa memoria escrita se podría volver sobre los
pasos, llegar a hasta una antigua bifurcación o desvío y corregir el rumbo de
la vida, ya fuera por necesidad, para enmendar un error o un pecado, inclusive
sólo por curiosidad, para calmar el gusano de las opciones no tomadas.
Los Mayores estaban conscientes
de ello, y del peligro que suponía para la Comunidad que esa idea prosperara en las mentes
de los habitantes. Bajo esa premisa muchas personas podrían abandonar los campos, incluso convertirse en Errantes,
seguirían los muros o peor aún, los saltarían y se enfrentarían al desierto. La Comunidad se desharía,
luego el caos, la disolución, la nada.
"Termespheres".Stonehenge.Dick Termes |
Como evidencia de su profunda
creencia, talló una esfera perfecta y la dejó conmigo justo antes de partir y
así yo recordaría siempre su profunda fe en que somos una Comunidad de la Esfera y creemos que los
muros forman una circunferencia; la esfera representa la expresión perfecta de
la circularidad, por ello todos debemos tallar una en el transcurso de nuestras
vidas, además de trabajar y formar una familia.
Sin embargo, los Mayores no saben
que el regalo contiene una trampa. Lo supe después de tallar mi esfera tal y
como se espera de todos nosotros, pero después de fracasar varias veces, decidí
observar cuidadosamente la de mi padre y confirmé su perfecta redondez, balanceada,
el acabado liso, brillante, por lo tanto cualquier propósito que ocultara el
tallado ya lo incluía esa.
Me dediqué a llevar notas de mis
observaciones. Así obtuve páginas sobre mis impresiones al recorrer la esfera
con un dedo o con la mirada; hice un inventario de sus defectos, luego anulé
esa lista haciendo otra de sus virtudes y desechando las irregularidades que
podían ser un error de percepción. Calculé su volumen, estimé su peso, luego dividí ambos valores y obtuve una
razón exacta.
M.C. Escher. Hand with Reflecting Sphere.1935 |
Llené hojas de notas como esa,
esperando hallar una clave, una señal, un secreto. Eso me alejó del trabajo en
los campos, algunas personas comentaron mi ausencia, otros notaron que no
trabajaba en mi esfera sino en notas, se regó la voz de que rehacía los
cálculos de mi padre. Para evitar distracciones de mi labor, busqué un
escondite. Lo hallé a plena vista entre un grupo de personas que se reunían al
final de la tarde a hacer sus tallados. Apenas se saludaban y no notaban mi
presencia ni lo que hacía, mirando mi esfera y haciendo anotaciones.
En el laborioso silencio de los talladores, apenas rasgado por el leve
crujir de la madera, dejé de hacerme preguntas sobre mi padre y su paradero,
tampoco me molestaron las variaciones, a veces sutiles, de las historias que
los Mayores hacían sobre su partida, los muros dejaron de inquietarme también.
Una noche salimos extenuados del taller
con las esferas siempre imperfectas, nos quedamos absortos mirando las paredes y
alguien preguntó: ¿Los muros siempre
habrán sido tan altos? Nos quedamos callados un rato. Mientras tanto yo pensaba
que nunca he escuchado a nadie discutir sobre eso. Las preguntas siempre se han
hecho sobre su longitud. Pero jamás he escuchado a alguien elaborar alguna
tesis sobre la altura de los muros. Debe haber algún detalle ofensivamente
obvio sobre ese tema y por ello se descarta cualquier discusión acerca del
mismo.
El grupo comenzó a disgregarse,
aparentemente hartos del silencio. No me moví, a medida que se marcharon los
escuché hablar sobre las novedades del día y los vi integrarse al flujo de las
voces líquidas y maleables como un dedo deslizándose sobre una esfera.
Javier Domínguez
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Cristina Jurado Marcos escribe Más ficción que ciencia, un blog
sobre ciencia ficción y fantasía. Licenciada en Publicidad y Relaciones
Públicas por la Universidad de Sevilla, y con un Máster en Retórica de
Northwestern University, actualmente cursa estudios de Filosofía por la UNED.
Se considera una viajera incansable después de haber vivido en Edimburgo,
Chicago, París y Dubai, donde tiene su residencia actual. Sus relatos han
aparecido en revistas digitales de sci-fi y en diversas antologías del género y
su primera novela Del
Naranja al Azul fue publicada en 2012.
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Javier Domínguez, Valencia, Venezuela. Narrador. Ha participado en
diversos talleres literarios. Entre sus obras publicadas tiene el libro
de cuentos El camino de los hilos, además de haber colaborado en varias
antologías nacionales e internacionales, en la revista Tlön, en las
publicaciones del Celarg y en los medios digitales Letralia.com y
panfletonegro.com. Participó en la III Semana de la narrativa urbana en
Caracas, Vezuela. Actualmente trabaja en su primera novela y una nueva
colección de cuentos.
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