El sociólogo,
primatólogo y antropólogo Pablo Herreros Ubalde
nos intenta explicar en el artículo que sigue a esta entradilla, el origen del
comportamiento violento en los campos de fútbol y aledaños. Ha sido publicado el
18 de Junio de 2016 en el periódico EL MUNDO, en su habitual columna Yo, mono, que sin duda aprovecha el rebufo del gran antropólogo
Desmond Morris y su
determinante obra: El Mono desnudo.
Herreros nos
prepara con una nociones antropológicas de como el juego de los humanos es la preparación para
la pelea como último (o a veces no) recurso para la resolución de conflictos. Para
finalmente concluir, que una vez que los humanos nos organizamos en sociedades,
los jóvenes adultos practicaban/practican deporte como preparación a la guerra.
Sin embargo, bajo ese prisma no encuentra justificación
para la violencia que los seguidores de los equipos de fútbol realizan dentro y
fuera de los estadios. Y que lastimosamente se está adueñando de la presente edición de la Eurocopa. El autor de este artículo, recordemos que es sociólogo,
lo justifica con esta lapidaria frase:
"... Los anhelos
de algunos movimientos independentistas, grupos ultra-nacionalistas e incluso
reivindicaciones históricas se imponen en los partidos y son su escenario
ideal. ..."
Y remata la explicación con:
“…Como ocurría
en Grecia, los equipos de fútbol nos representan ante otras "tribus".
Son nuestra élite guerrera. Una selección de los mejores hombres, los cuales
enviamos a la competición entre naciones o ciudades. Nuestra necesidad bipolar
como especie, tanto de unión como de enfrentamiento, queda satisfecha en estos
encuentros. …”
Curioso.
La primera aparición de la violencia de los aficionados en los estadios se remonta a 1912 cuando consiguieron suspender el partido entre el Liverpool y el Manchester United. Aunque es un fenómeno que se concreta en los años sesenta en Reino Unido, pero su mayoría de edad la consigue el 29 de mayo de 1985 cuando los aficionados del Liverpool atacan a los aficionados de la Juventus de Turín, la huida desesperada de estos originó la muerte de 39 aficionados dentro del estadio. Lo que se conoce como la Tragedia de Heysel.
Hooligan es el
término inglés que describe el comportamiento violento de un aficionado dentro
y fuera del estadio. Originariamente nació en el Reino Unido donde sigue igual
de vigente, pero por desgracia se ha
extendido a gran parte de Europa y Sudamérica.
Por más que me
planteo las posibles reivindicaciones independentistas de los hooligans ingleses
no se me acude ninguna: ¡Si han sido el imperio más grande e importante de la
historia! Ni tampoco los veo bajo el epígrafe de grupos ultra-nacionalistas
cuando los hooligans del Liverpool (padres honoríficos de la criatura) atacaban
a los aficionados de la Juve, ni
detecto reivindicaciones históricas cuando en 1912 se enfrentaron a los del Manchester
United. No, la verdad es que no. El hooliganismo debe responder a otras claves
menos “oportunas” que las descritas por Herreros en su artículo para describir
la violencia en esta Eurocopa.
No negaré que
cuando leí por primera vez el artículo de opinión firmado por Pablo Herreros,
pensé en lo ridículo y torticero del ataque al nacionalismo catalán y vasco. No
olvidemos que en España estamos en plenas elecciones y el periódico EL MUNDO se
presta gustoso a este tipo de demagogias para incentivar “el voto del miedo” que beneficia al Partido
Popular. Como segundo pensamiento deslegitimador de esta pobre teoría, se me
ocurrió ¿Dónde están los hooligans del País Vasco? (Y eso que voy a graciosamente
conceder que llevar una bandera democrática como “la Estelada” es considerado por la UEFA y los medios de comunicación
ultraconservadores (EL MUNDO entre ellos) como un hooligan made in Catalonia). ¿O dónde están los hooligans canadienses del
Quebec? ¿Por qué los aficionados irlandeses no tienen comportamientos violentos?
Como bien explica
Wikipedia el fenómeno hooligan es más fácil de explicar si lo enfocamos como un
problema de integración. Integración de una parte importante de los jóvenes de
los estratos sociales más marginados en las grandes urbes del Reino Unido
primero, y luego del resto de Europa y Latinoamérica. Dentro de las necesidades
humanas, la necesidad de pertenencia, de afiliación, aparece en el tercer
escalón (una vez cubiertas las necesidades físicas y las de seguridad) de la Pirámide de Maslow. Jóvenes desintegrados, sin sentimiento de pertenencia,
ni empleo y sin futuro buscan como realizarse. Algunos lo consiguen
radicalizando su afición al fútbol: hooligan o Barras Bravas, otros
radicalizando su religiosidad (como por ejemplo integrismo islámico, pero no es
el único, tradicionalmente la iglesia se ha nutrido de este tipo de jóvenes),
otros radicalizando su marcialidad (alistándose a la Legión Extranjero u otros
cuerpos de élite militares… vía muy importante en la antigüedad y que va
perdiendo importancia actualmente), otros ingresando en bandas criminales: Maras, mafias o pandillas,
otros entrado en tribus urbanas más o menos radicalizadas ideológicamente como los skinheads (tanto de
ultraderecha como de ultraizquierda) y afortunadamente algunos profundizando en
manifestaciones artísticas, culturales, sociales y deportivas (donde destaca el
fútbol, (en este caso su práctica no su seguimiento)). Obviamente estas
alternativas son vasos comunicantes y también existe transversalidad social:
jóvenes de otros estratos sociales más integrados pueden acabar en una de estas alternativas, buscando durante su
adolescencia su propia vía de realización, alejada de las de sus padres.
Peleas entre grupos
de jóvenes reivindicando su filiación han existido y seguirán existiendo en el
futuro, tomemos tres ejemplos, los narrados por los directores de cine: Martin
Scorsese en Pandillas de Nueva York (Gangs
of New York, 2002) o Dennis Hopper en Colores de Guerra (Colors,
1988) o Franc Roldan en su Quadrophenia (Quadrophenia,
1979). Nihil novum sub sole. Ahora nos enfrentamos a una alianza temporal
de hooligans de determinados equipos de una misma nación que unen sus fuerzas
para enfrentarse a otro conglomerados de hooligans de distintos equipos de un
mismo país que van a Francia a mantener sus peleas internacionales… ¿una nueva
competición europea? Sería cuestión de reglamentármelas mínimamente, ubicarlas en
circos romanos y sacar entradas: un próspero negocio.
No es la primera
vez (ni será la última) que el blog se acerca al deporte y sus implicaciones sociológicas y políticas. Les dejo ya con el artículo
que nos ocupa: El origen de la violencia
tribal entre los ‘hooligans’ del fútbol de Pablo Herreros.
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PacoMan
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Hinchas ingleses lanzan botellas durante una pelea con sus rivales rusos durante la Eurocopa en Marsella. EFE |
Existe una evidente continuidad entre el juego y el deporte, ya que tienen muchos elementos en común. Pero, ¿cómo hemos llegado a esta situación en la que millones de personas están pendientes de su equipo? O lo peor, ¿por qué hinchas de Europa se enfrentan entre sí llegando a matarse?
El origen y difusión mundial de los deportes de equipo, como son el baloncesto o el fútbol, sucedió a mediados del siglo XIX para sustituir las cacerías. Otras posibilidad compatible con la anterior es que los deportes han servido para entrenar y evaluar al enemigo en épocas de paz o durante las treguas. No es algo nuevo. Hay constancia de que los juegos olímpicos originales de Grecia cumplían esta misma función. Pero detrás de estas propuestas existen dos objetivos comunes: canalizar algunos de nuestros impulsos más ancestrales y la creación de normas para que ninguna de las partes acabe muerta o herida de gravedad.
El sociólogo alemán Norbert Elias definió los deportes como prácticas corporales competitivas, inventadas por los británicos con el fin de reconfigurar los juegos, las peleas y otras prácticas locales vistas por los hombres de la época victoriana como bárbaras, como por ejemplo el boxeo. Este deporte se practicó sin guantes, a puño limpio, hasta el año 1867, momento en el que se introducen varias reglas con el fin de evitar lesiones graves y muertes, algo frecuente hasta entonces.
Pero el espíritu de arbitraje, de juego limpio a pesar de la rivalidad, creado para reducir la violencia mediante reglas que imponen límites se traiciona cuando las peleas que se evitan sobre el césped se trasladan a las calles, como está ocurriendo en varias ciudades de Francia durante la celebración de la actual Eurocopa de fútbol.
Pero, ¿por qué se producen estos actos violentos fuera de la arena de juego? La sociedad se ha ido haciendo más compleja y hemos añadido significados a las competiciones que no tienen nada que ver con la práctica del deporte en sí.
Los anhelos de algunos movimientos independentistas, grupos ultra-nacionalistas e incluso reivindicaciones históricas se imponen en los partidos y son su escenario ideal. Estos grupos encuentran en ellos la posibilidad de venganza y aniquilación del "enemigo". Los rivales no son personas sino cosas. Símbolos y representantes de lo que odian. Se trata de un proceso de deshumanización previo y necesario para ser capaz de asesinar a otro ser humano.
Como ocurría en Grecia, los equipos de fútbol nos representan ante otras "tribus". Son nuestra élite guerrera. Una selección de los mejores hombres, los cuales enviamos a la competición entre naciones o ciudades. Nuestra necesidad bipolar como especie, tanto de unión como de enfrentamiento, queda satisfecha en estos encuentros.
La mayoría nos conformamos con el sofá y un par de frases xenófobas irracionales que no osaríamos a hacer públicas. Pero estos aficionados ultras van más allá y también aprovechan los partidos para dirimir y vengarse de odios históricos, como es el caso de los ingleses y los rusos, por poner solo un ejemplo.
Desde el punto de vista psicológico, la personalidad de estos individuos les impide cualquier tipo de análisis racional y hallan en la violencia de grupo una salida a su frustración, ya que suelen ser personas con problemas de integración y vidas vacías. En el seno de estos grupos desarrollan su identidad porque pueden ser alguien, a diferencia de lo que les ocurre en su vida diaria. Son temidos, respetados u odiados, lo que les permite sentirse importantes por una vez en su vida. De esta manera dotan de sentido y significado su miserable existencia.
En conclusión, cuanto más veo para qué usan el fútbol algunos hinchas enfermos, más ganas me dan de hacer como Charles Darwin. Cada vez que era invitado por los niños para jugar al fútbol, él prefería ir a explorar por su cuenta al bosque.
Tomado de El Mundo
by PacoMan
En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.
Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.
Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.
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