Gracias a la traducción de la novela de Emily Brontë que se titula Cumbres borrascosas, hecha por la escritora española Carmen Martín Gaite, en sucesión de imágenes vienen a mi mente obras de la literatura universal que he podido conocer por sus traducciones.
Carmen Martín Gaite. Imagen tomada de Biografías y vidas. |
No soy poliglota y para no privarme de los clásicos
debo recurrir a los titanes de la cultura que tienen la ardua tarea de llevar
al castellano obras admirables. Tal como el caso del poeta venezolano José Antonio Pérez-Bonalde, quien tuvo a bien traducir el célebre poema de Edgar Allan Poe
que se titula El Cuervo.
José Antonio Pérez-Bonalde. Imagen tomada de Wikipedia. |
También he de mencionar al escritor Rafael Cansinos Assens, a quien debemos una de las traducciones más célebres de Las mil y una noches y la traducción del
Corán, este último considerado la
obra cumbre de la literatura árabe.
Rafael Cansinos Assens en 1961. Fotografía Rau Galán. EFE. Imagen tomada de La Razón. |
Siguiendo esta tónica no puedo dejar a un lado a León Felipe, por quien conocí Las hojas de
hierba de Walt Whitman, el hijo de Manhattan, o al dramaturgo Ramón de la Cruz,
quien es conocido por ser uno de los primeros en traducir a nuestro idioma la
tragedia del príncipe Hamlet escrita
por el inglés William Shakespeare.
León Felipe. Imagen tomada de Biografías y vidas. |
Para ellos e innumerables más va el mayor de los
elogios, pues bien es sabido que los lectores – por regla general – no reparan de
quién es la traducción, como me ha pasado muchas veces y eso que soy un lector
avezado. Recuerdo haber leído Los
Miserables de Víctor Hugo y pese a la emoción que me produjo, tanto que
lamenté que la novela no tuviera cien mil páginas en vez de mil quinientas, no
reparé en quién fue el traductor o traductora. ¡Oh ingratitud!
Ramón de la Cruz. Imagen tomada de Wikipedia. |
En fin, los traductores (conociéndolos o no) me han acompañado en mi largo peregrinar y debo decir que celebré cuando tuve conocimiento, en 2017, que la editorial nipona Gendaikikakushitsu publicaría Doña Bárbara de Rómulo Gallegos, traducida por Ryukichi Terao, en su colección de clásicos. Como podemos apreciar las traducciones son préstamos.
Edición japonesa de Doña Bárbara. |
A veces prestamos obras como las de Don Rómulo para
que en otras latitudes la conozcan, o recibimos las traducciones de los
novelistas rusos, o de los textos sagrados de la India como el Bhagavad-gita, o de la cultura Maya como
el Popol Vuh, o de textos hebreos
inmersos en la Biblia o de la antigua
Grecia, rica por su teatro y su filosofía.
Lo cierto es que los traductores existen para que no
nos privemos, mejor dicho, no nos autoexcluyamos de las joyas literarias
existentes.
Francisco Aguiar
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