Noche estrellada (1889). Vincent Van Gogh. Imagen tomada de HA! |
HIMNOS A LA NOCHEHYMNEN AN DIE NACHT
FRAGMENTOS
1
¿Qué
ser vivo, dotado de sentidos, no ama por encima de todas las maravillas
del espacio circundante, a la luz jubilosa – con sus colores, sus rayos
y sus ondas, dulce omnipresencia al despuntar el alba? Como alma íntima
y vital la respira el mundo gigantesco de los astros que flotan, en
incesante danza, por su fluido azul – la respira la piedra, centelleante
y en eterno reposo, la respira la planta, meditativa, que sorbe la
savia de la tierra, y el salvaje animal, ardiente y multiforme – pero
antes que todos ellos, la respira el egregio extranjero, de ojos
pensativos y labios suavemente cerrados y llenos de sonidos. Como un rey
de la naturaleza terrestre, la luz convoca todas las fuerzas a cambios
innúmeros, crea y destruye infinitas ataduras, envuelve a todos los
seres de la tierra en su aureola celestial – con su sola presencia
revela el esplendor de los reinos de este mundo.
Dejándola atrás
me dirijo hacia la sagrada, inefable y misteriosa noche. Lejos yace el
mundo – sumido en honda cripta – desierto y solitario es el lugar. Una
profunda melancolía vibra por las cuerdas del pecho. Quiero descender en
gotas de rocío y mezclarme con la ceniza. –Lejanías del recuerdo,
deseos de juventud, sueños de la infancia, breves alegrías y vanas
esperanzas de una larga vida acuden cubiertas de grises ropajes, como
niebla del ocaso a la puesta del sol. En otros espacios ha levantado la
luz sus alegres tiendas. ¿No regresará al lado de sus hijos que esperan
su retorno con la fe de la inocencia?
¿Qué es lo que de forma
repentina surge del fondo del corazón y sorbe el aire suave de la
melancolía? ¿Te complaces también en nosotros, noche oscura? ¿Qué es lo
que ocultas bajo tu manto, que con fuerza invisible me penetra el alma?
Un preciado bálsamo destila de tu mano, como si fuera un atado de
amapolas. Tú haces que se levanten las pesadas alas del desánimo. Una
oscura e inefable emoción nos invade – alegre y asustado, veo ante mí un
rostro grave, un rostro que dulce y reverente se inclina hacia mí, y
entre la interminable maraña de sus rizos, aparece la amorosa juventud
de la madre. ¡Qué pobre y pueril aparece ahora la luz! – ¡Qué alegre y
bendita la despedida del día! Sólo porque la noche aleja de tí a tus
servidores, sembraste en las inmensidades del espacio las esferas
luminosas que pregonan tu omnipotencia – tu retorno – mientras dure tu
alejamiento. Más celestiales que aquellas brillantes estrellas nos
parecen los ojos infinitos que la noche abrió en nosotros. Más lejos ven
ellos que los pálidos ojos de aquellas incontables legiones – sin
necesitar la luz, sus ojos atraviesan la profundidad del alma enamorada –
llenando de indecible deleite un espacio más alto. Gloria a la reina
del mundo, la gran mensajera de universos sagrados, la protectora del
amor dichoso – ella te envía hasta mí – mi tierna amada – adorado sol de
la noche – ahora permanezco despierto – porque soy tuyo y soy mío a la
vez – tú me has anunciado que la noche es vida: tú me has hecho hombre –
mi cuerpo se consume en ardor espiritual, y convertido en aire, que a
ti me una y que íntimamente me disuelva, y eterna será nuestra noche de
bodas.
3
Antaño, cuando derramaba amargas lágrimas, cuando
disuelta en dolor mi esperanza se desvanecía, estando en la estéril
colina que en estrecho y oscuro lugar albergaba la imagen de mi vida –
solo, como jamás estuvo nunca un solitario, hostigado vivía por un miedo
indecible – sin apenas fuerzas, sólo un reflejo de la miseria. – Cuando
buscaba auxilio a mi alrededor – avanzar no podía, retroceder tampoco –
y un anhelo infinito me aferraba a la vida fugaz, apagada – entonces,
desde la distancia azul – desde la altura de mi antigua dicha descendió
un estertor de desfallecimiento – y de repente se rompió el vínculo del
nacimiento – las ataduras de la luz. Se desvaneció la gloria terrenal y
con ella mi tristeza – la melancolía se fundió en un mundo insondable y
nuevo – y tú, entusiasmo de la noche, sueño del cielo, viniste sobre mí –
el entorno se fue levantando lentamente; sobre el paisaje, suspendido
flotaba mi espíritu, libre, vuelto a nacer. La colina se convirtió en
una nube de polvo – a través de la nube vi los rasgos transfigurados de
la amada. En sus ojos descansaba la eternidad – cogí sus manos, y las
lágrimas se convirtieron en vínculo centelleante, inquebrantable.
Pasaron milenios huyendo hacia la lejanía, como tempestades. Abrazado a
su cuello lloré lágrimas extasiadas por la nueva vida. – Fue el primero,
el único sueño – y desde entonces sólo vivo una fe eterna e inalterable
en el cielo de la noche y en su luz, la amada.
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