Antonio Tabucchi, el heterónimo italiano de Pessoa
Muere en Lisboa a los 68 años el autor de Sostiene Pereira, traductor y experto en el la obra del escritor portugués
Alberto OJEDA | Publicado el 25/03/2012
El escritor italiano Antonio Tabucchi, considerado un referente literario en Europa, ha muerto a los 68 años de edad en Lisboa. El escritor se encontraba ingresado en el hospital de la Cruz Roja de Lisboa a consecuencia de las secuelas de una larga enfermedad. Los funerales se celebrarán el próximo jueves en la capital portuguesa, según explicó su viuda, Maria José Lancastre.
Sabía Antonio Tabucchi que los años se le iban echando encima con
intenciones muy sospechosas. Sabía que una enfermedad llamada cáncer lo
quería arrancar de entre los vivos hacia un destino incierto. Lo sabía y
le daba pena. No volver a caminar sobre las calles empedradas de
teselas de Lisboa era muy duro de asumir. Renunciar a los cigarros (los
fumaba con delectación), a los cafés humeantes, a las conversaciones, a
leer a Pessoa, a reunirse con sus alumnos en la Universidad de Siena...
Era una perspectiva que le dolía demasiado durante su convalecencia en
el Hospital Cruz Roja de Lisboa.
Ese momento ha llegado esta mañana. Había nacido en Pisa en 1943. Tenía sólo 68 años. El
escritor italiano ha muerto en su amada capital portuguesa, a la que
dedicó muchas de sus mejores páginas, y donde vivía la mitad del año
junto a su mujer, María Jose Lancastre, natural de la ciudad. El amor por Lisboa le vino por el amor a Pessoa. En
uno de sus viajes de juventud se encontró por casualidad en la parisina
Gare de Lyon un libro que aparecía firmado por Álvaro de Campos, uno de
los heterónimos del autor del Libro del desasosiego. Era el poema Tabacaria y yacía olvidado sobre un banco. Leerlo fue una revelación. Tabucchi se obsesionó con aquellos versos y decidió saberlo todo sobre aquel laberíntico autor. En la actualidad, era uno de los máximos expertos de su obra. A ella dedicó alguno de sus ensayos, como Un baúl lleno de gente, de 1990.
Pero la faceta que más popular le ha hecho ha sido la de novelista y cuentista. El primer libro de cuentos, Plaza de Italia,
lo publicó en 1973, en el que ya se vislumbraba el sustrato político de
su literatura. En la línea de autores como Di Lampedussa y Federico de
Roberto, intentaba contar la historia desde el punto de vista de los
derrotados. En este caso, un grupo de anarquistas toscanos. Sin embargo,
hasta 1984 no empezó a despertar el interés y del público. Fue con la novela Nocturno hindú, en
la que el protagonista, en búsqueda de un amigo desaparecido en la
India, va poco a poco configurando el puzle de su identidad.
Aunque el verdadero espaldarazo hacia la popularidad lo recibió en 1994, cuando publicó Sostiene Pereira.
La novela, ambientada en el Portugal fascista de Salazar, narra la
transformación ideológica de un apocado redactor jefe de una sección de
cultura de un diario lisboeta. A punto de jubilarse desarrolla su
trabajo sin complicarse la existencia ni meterse en jardines. Hasta que
un joven al que contrata como colaborador para escribir obituarios le
muestra la necesidad de implicarse en aquel sórdido periodo que les ha
tocado vivir (al otro lado de la frontera, en España, la guerra civil ha
estallado y una de sus primeras víctimas es ni más ni menos que el
poeta Federico García Lorca). La novela obtuvo diversos galardones de
prestigio (el Campiello y el Jean Monnet) y fue llevada al cine por Roberto Faenza, en la que sería la última aparición en la pantalla grande del gran Marcello Mastrogianni.
En 1997, dio a la imprenta otra de sus novelas más turbadoras, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro.
Tabucchi se había quedado con la mosca detrás de la oreja tras leer las
crónicas periodísticas sobre la aparición de un cadáver decapitado que
aparece en un parque de Oporto. Decidió investigarlo y comprobó que
detrás de aquel asesinato había una trama de narcotráfico en la que
miembros destacados de la Guardia Nacional tenían una participación
directa. La novela tuvo un carácter profético, ya que alguno de los
policías responsables del crimen (Damasceno fue asesinado en una
comisaría, después de ser torturado) acabaron confesando su implicación.
Aun así, Tabucchi siempre negaba que la literatura pudiera
tener incidencia alguna en el curso de la realidad. Se quitaba rápido
cualquier mérito que le pudieran atribuir. A él le bastó con dejar constancia de la dificultad de la justicia para alcanzar con sus sentencias a los poderosos.
Lucha contra el berlusconismo
Eso era algo que también sabía Tabucchi. Lo sabía muy bien. En los últimos años, libró una batalla intelectual contra Berlusconi. Fue uno de los opositores más destacados frente a Il Cavaliere y sus chuscos modales de gobernante. Esta actividad le procuró algunos sobresaltos, como la querella del presidente del Senado Renato Schifani, uno de los hombres de confianza de Berlusconi, en la que reclamaba al escritor más de un millón de euros por vulnerar presuntamente su derecho al honor. Tabucchi se había limitado a defender un artículo del periodista Marco Travaglio (fundador del diario Il Fatto Quotidiano,
uno de los arietes antiberlusconianos más persevarantes) en el que
ponía en evidencia los lazos del político siciliano con la mafia.
A Tabucchi le desesperaba desperdiciar su tiempo en los tribunales.
Sabía que no le quedaba mucho y que tenía todas las de perder. Se
enfrentaba a los mejores abogados de Italia. Y él era un simple escritor
y un profesor de universidad, con recursos económicos limitados. Su último libro de relatos editado en España por Anagrama (su editorial en nuestro país) El tiempo envejece deprisa no podía tener un título más revelador. En él, repasaba la ferocidad del siglo XX, marcado por guerras cruentas que desangraron a la humanidad.
Cada mes de octubre su nombre aparecía en las quinielas del Nobel de Literatura.
Sabía Tabucchi que andaba cerca de echarle el guante al codiciado
premio. Pero marcharse sin él no le daba pena. Lo que de verdad
entristecía a Tabucchi, mientras la vida se le escapaba en la cama del
hospital, era no poder patear de nuevo las teselas negras y blancas del
centro de Lisboa, sentarse en un café y encender un cigarro. Sabía que
no podría volver a hacerlo. Lo sabía y le daba pena.
Antonio Tabucchi Imagen tomada de Amberes. |
Tomado de El Cultural.
Portugal descubre cómo se enamoró del país Antonio Tabucchi. 1714 visualizaciones hasta la publicación de la entrada.
Antonio Tabucchi: Dreaming in Another Language (RAI Interview in ITA with ENG subtitles)
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