martes, 2 de agosto de 2022

Esther Tusquets: Hacerse viejo es una catástrofe



Imagen tomada de Círculo de bellas Artes de Madrid.


23 julio, 2012  


Vida y muerte de Esther Tusquets, la vieja dama indigna
 

Curro Cañete




-“Hacerse viejo es una catástrofe”, decía Esther Tusquets. 

-La escritora, que dirigió la editorial Lumen durante casi 40 años, ha muerto en Barcelona por una pulmonía a los 75 años. 

-Inmensamente culta, incorrecta y amante de los animales, Esther Tusquets nunca se atuvo a convenciones ni a normas preestrablecidas. 



Imagen tomada de Heroínas



Conocí a Esther Tusquets de forma muy rara. Yo, que creo ciegamente que ‘El mismo mar de todos los veranos’ es una de las mejores novelas escritas en España desde la llegada de la democracia, la admiraba mucho y por eso le propuse una entrevista. Ella me devolvió el correo electrónico diciéndome que se encontraba mal, recién salida del hospital por no sé qué dolencias, pero –añadió- mi carta le había parecido cariñosa y no iba a decirme que no. “Si te parece bien te espero el domingo a las doce en mi nuevo piso de la calle Muntaner n. ***. Lo que no podrás es hacerme ni media foto. Me caí, ando coja, magullada, estoy hecha un espanto. Un cariñoso saludo”, me dijo, sin conocerme de nada, y en su casa de Barcelona me planté yo ese domingo por la mañana de marzo de 2010, sin saber que sería una de las entrevistas más impactantes de mi vida.

Me recibieron dos perros enormes dando lametazos. Su asistenta me indicó dónde me esperaba la escritora. Y yo abrí la puerta de su dormitorio y me encontré metida en una cama enorme, en pijama, a una mujer sin maquillaje, más estropeada  de lo que había visto en las fotos. Extremadamente seria, lo primero que me dijo fue que la vejez era una mierda, que no me creyera nunca otra cosa. 

“Hacerse viejo es una catástrofe. Si alguna pequeñísima ventaja tiene hacerse mayor es que muchas cosas que antes me preocupaban ahora me importan un bledo. Porque yo, que he pasado miedo siempre, ya no tengo miedo a casi nada. Ha sido un proceso largo que me ha llevado toda la vida. Ahora mi único miedo sería que mis hijos o mi nieto tuvieran un accidente. De todas formas, hay gente que se muere y sigue creyendo que es muy importante comprarse un coche de determinada marca…”, me contó esta mujer heterodoxa que nunca, jamás, se atuvo a convenciones, y continuó: “A mí dejó de interesarme la filosofía cuando descubrí que las grandes verdades nunca me las descubrirían. Ahora creo firmemente en algo así como ‘vamos a disfrutar de la vida sin plantearnos las cosas que no tienen respuesta. Y lo único que tiene sentido es ser lo más feliz posible, vivir lo más intensamente posible y que sean lo más felices posibles la gente que te rodean. Todo lo que no se trate de esto no me interesa”.





Luego estuvimos hablando, entre otras cosas, de su primera infancia, que fue muy infeliz pese a las comodidades de pertenecer a la burguesía catalana (“era muy, muy tímida y retraída, y tenía miedo a casi todo”), de su segunda infancia algo más feliz (“a los diez años fui lista y decidí cambiar y dejar de ser tan tímida y empecé a pasarlo muy bien. Con conflictos, con broncas con la familia, con disgustos, con dramas de amor, pero lo he pasado bien”), de sus matrimonios (“he sido feliz muchas veces, he disfrutado mucho pero la felicidad como estado casi permanente, sólo la he conocido con Esteban, el padre de mis hijos. Me sentía completamente aceptada por él”), de su relación con su madre (“yo tuve una madre en muchos aspectos extraordinaria, a la que adoré de niña, y de la que aprendí a amar las cosas que han llenado mi vida, pero que no me quiso, o no me quiso lo bastante, o no supo demostrar que me quería”), de qué rasgos de sí misma le gustaban (“creo que soy coherente”) y cuáles no (“no soy nada simpática. Me hubiera gustado ser simpática en esta vida”), de dinero (“ahora sólo hablamos de dinero. Y a mí a los treinta años no se me ocurría hablar de dinero. No teníamos un duro pero no se nos ocurría.”) y, claro, de literatura.

Durante casi cuarenta años estuvo al frente de Lumen como prestigiosísima directora editorial y su primer libro fue ‘El mismo mar de todos los veranos’, maravillosa novela que la reveló como una de las grandes escritoras de nuestra literatura. “La escribí tarde, casi a los cuarenta, pues nunca hubiera podido escribir esa novela a los veinte. Gustó mucho, se vendió mucho y el éxito me ayudó a seguir. El éxito siempre te anima. Luego escribí cinco libros en seis años. Y luego he tenido etapas de escribir más, y otras de escribir menos. Es curioso: nunca se sabe si un libro va a vender o no. El que decide, siempre, es el público. Un editor puede crear un premio, hacer que lo gane un libro, gastarse millones en promoción y no vender nada. Y otras veces no se gastan nada en promocionar un libro y va y vende muchísimo. En mi caso, por ejemplo, se vendió muy mal ‘Correspondencia privada’, un libro mío que me gusta mucho. Y se vendió bien ‘Miel en los labios’, que no me gusta nada”.


Esther Tusquets, con algunos de los perros que han pasado por su vida




El cargo en Lumen le llegó casi por azar, sin esperarlo, pues ella quería ser actriz o escritora, pero dirigiendo la editorial estuvo casi cuarenta gloridosos años. Un trabajo que le gustó, pero que también provocó que los libros y la lectura, que tan importantes fueron para ella desde niña, pasaran a un segundo plano en los últimos tiempos de su vida. “No siento nostalgia de aquella época de editora, aunque considero que hice bien mi trabajo. Todo el mundo está de acuerdo en que Lumen fue una buena editorial. Y sí, leer me ha gustado mucho, pero ahora no leo tanto. La pasión por la lectura la perdí hace dos o tres años. No del todo, pero sí en gran medida. He leído mucho y supongo que como editora he tenido que leer libros muy malos y eso ha hecho que ahora no me guste tanto leer…. El mar, el arte y los animales son las cosas que más me han gustado. Donde haya agua estoy bien y donde pueda embarcar, yo embarco; el teatro, la danza y la pintura me interesan más que los libros. Y defiendo los derechos de los animales ferozmente. Es de las pocas cosas por las que estoy dispuesta a mover un dedo. Amo los perros. Los perros tienen dos cosas: son incondicionales, puedes hacer una barbaridad delante de ellos que te van a seguir queriendo. Otra es que es relativamente fácil hacerles felices. Hacer feliz al ser humano es complicadísimo

Esther Tusquets, con pelo corto, con su marido y Pablo Neruda.
Imagen tomada de El País.



-Y tú, ¿has sido feliz?

-Los hombres mueren y no son felices. Esto ya lo sabemos desde Calígula. Yo creo que en general no somos felices, pero que yo he tenido bastante suerte. He sido mucho más feliz que lo reflejan mis libros, por ejemplo.

No sabemos si Esther Tusquets ha muerto siendo consciente de que moría o no, pero sí lo que lo hubiera gustado. Me lo contó ella, metida en su cama, al final de esa extraña entrevista en su dormitorio que tan generosamente me concedió. 


Imagen tomada de El País.



“Si soy consciente en el momento de mi muerte de que me estoy muriendo, me reconfortará pensar que nada me he perdido por prudencia o pereza, que le he arrancado a bocados a la vida cuanto ha puesto a mi alcance.”


Tomada de Vanity Fair.



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