El primer muerto marcó el fin del régimen en Nicaragua
- Ortega hizo un mal cálculo con el uso de las fuerzas represivas
- “Estaba en España, en lo del Premio Cervantes, cuando vi a un muchacho que enarbolaba una pancarta que decía: ‘nos han quitado tanto, que nos quitaron hasta el miedo’. Yo dije en ese momento que todo cambió en el país; cuando se pierde el miedo no hay nada ya que hacer”
De que cae, cae, dice el escritor Sergio Ramírez, en referencia a Daniel Ortega, su ex compañero de ruta, hoy presidente de Nicaragua, en un momento de la entrevista con La Jornada. Foto J. Zaldua |
Josetxo Zaldua
Enviado
Periódico La Jornada
Martes 26 de junio de 2018, p. 23
Managua
Sergio Ramírez Mercado es un hombre que las ha visto de todos los colores. Escritor desde que nació, recientemente galardonado con el Premio Cervantes, Ramírez fue pieza angular al momento del triunfo de la revolución, el 19 de julio de 1979, y durante los 11 años que duraron los sandinistas en el poder, ya como vicepresidente.
Sergio Ramírez junto a Fidel castro y Daniel Ortega. |
Nunca se alejó de la política y se distanció rápidamente del neosandinismo implantado por su ex compañero de ruta Daniel Ortega, hoy presidente de Nicaragua. Pero se reivindica sandinista y no deja de lamentar que en la Nicaragua de hoy la figura del general Augusto C. Sandino no sea reconocida por la mayoría de opositores a Ortega.
Hombre tranquilo, reflexivo, Sergio Ramírez (Masatepe, 1942) mira con no poca preocupación la profunda crisis que atraviesa su país desde el 18 de abril pasado. Son más de 200 muertos, más heridos y detenidos. Nada ni nadie parece capaz de detener a su ex amigo Ortega en su deriva destructora. Pero no pierde el ánimo ni la esperanza. Sostiene que de que cae, cae. Lo que presentamos a continuación es una apretada síntesis de una extensa plática con este hombre que, además de multipremiado por su obra literaria, es amigo y colaborador asiduo de La Jornada desde hace muchos años.
–¿Qué está pasando en Nicaragua?
–Estamos viviendo dolores de parto, del nacimiento de un nuevo país, de una nueva realidad política que está emergiendo. El tiempo de Daniel Ortega se agotó. Mirando hacia el futuro no te podría decir cuánto tiempo dura más, pero mirando hacia el pasado te podría sí asegurar que no hay pasado, no hay retroceso al pasado. Es decir, reconstruir la situación en que estábamos antes de abril es imposible. Esa convivencia más o menos silenciosa, forzada, o medio a gusto, o gente que estaba a gusto, ya no existe más. Eso se rompió totalmente. Nosotros somos un país de apenas 6 millones de habitantes, aquí en dos meses se han matado 250 personas. Eso equivaldría en México, que tiene 120 millones de habitantes, a 30 mil, 40 mil muertos.
–¿Qué factores provocaron llegar a este punto?
–Yo creo que el mal cálculo que hizo Daniel Ortega con el uso que siempre acostumbró de las fuerzas represivas. Bajo la tesis absolutista de que las calles son del pueblo y cuando dice el pueblo quiere decir sus partidarios. Nadie podría aquí hacer una manifestación en una rotonda, desfilar por la calle por ninguna causa. Cualquier pequeña demostración, y eran pequeñas las demostraciones aquí, 20-30 personas que se ponían a protestar por el fraude, por ejemplo, en las elecciones municipales. Sus huestes paramilitares llegaban a golpear a la gente, a dispersarla a cadenazos, a garrotazos, con la policía siempre que se paraba ahí a contemplar nada más el trabajo sucio que hacían estas fuerzas y así hicieron famoso al movimiento Ocupa Inns que salió a defender a los viejitos que les quitaban las pensiones y llegaron las mismas turbas una noche, se llevaron, golpearon a los muchachos, tuvieron que ir a refugiarse en la Catedral, les robaron las computadoras, los celulares, estas mismas turbas lumpen. Disfrazadas de fuerzas paramilitares o vestidas como fuerzas paramilitares. Entonces, yo creo que cuando se producen estos hechos del 18 de abril, que sin consultar con nadie el gobierno decreta un 5 por ciento de gravamen a las pensiones de la gente mayor y sube las cuotas patronales y las cuotas laborales, salen los muchachos después de que en la ciudad de León golpearon a un señor mayor
Ese video de este hombre ya viejo, garroteado, ensangrentado en el suelo, se vuelve viral. Salen los muchachos de la Universidad de Managua. Vuelven estas turbas. Los golpean, pero ya no se retiran. Llegan más, se arma la trifulca. Y entonces la protesta comienza a crecer y a crecer y comienzan a matar. El momento en que se produce el primer muerto es el fin de este régimen.
–¿Por qué un hombre como Daniel Ortega decide tomar esa deriva?
–Por la absoluta confianza que tiene en él mismo, en su poder. Ponte en la posición de alguien que controla el Poder Judicial, que se supone que controla el ejército, controla la policía, las fuerzas paramilitares, controla al fiscal del Estado, al procurador del Estado, a la Contraloría de Cuentas, controla la Asamblea Nacional y entonces empiezan las represiones. Es un acto natural del poder absoluto y la bola de nieve comienza a crecer y él no se detiene. No sé si por soberbia, por mal entendimiento de lo que está ocurriendo, pero ya no comienzas a entender cuando hay 30 muertos en tres días. Y entonces sigue la represión y la gente sigue saliendo a las calles y yo creo que hay una cosa que él no percibe, que son unos carteles que a mí mucho me llaman la atención. Yo estaba en España en lo del Premio Cervantes y veo a un muchacho que enarbolaba una pancarta que decía: nos han quitado tanto, que nos quitaron hasta el miedo. Yo dije en ese momento que todo cambió en Nicaragua, y cuando se pierde el miedo no hay ya nada que hacer.
–¿Qué tan importante es el rol que juega Rosario Murillo?
–Yo creo que desde que llegó al poder Daniel Ortega se complacía mucho en decir: yo tengo el 50 por ciento del poder y las mujeres tienen el otro 50. Mi mujer tiene el 50 por ciento del poder. Entonces, pues ella era jefa de comunicación. Después se pasó al gabinete de gobierno, a manejar el partido, él le entregó también el riel del partido. Destruyó el partido tal como había sido heredado, el partido que tenía órganos de gobierno, eso se acabó. Se volvió un partido clientelista, sin estructuras, hecho a la medida de lo que ella pensaba, que era la forma de administrar el poder. Echaron a mucha gente de los cuadros históricos tradicionales. Era un manera de demostrar yo estoy aquí.
–La OEA se pronunció sobre la crisis en Nicaragua y primero conocimos el informe de la CIDH. Eso, ¿en qué perjudica o beneficia a Daniel Ortega?
–Yo veo a Daniel como un jugador en una mesa de póker que en la mano no le ha tocado un solo as ni una sola reina. Entonces está jugando con cartas de muy baja denominación, está jugando con muy pocas oportunidades. La correlación de fuerzas, como nos gustaba decir antes, se volteó en contra suya. Tenía un pacto con una empresa privada muy fructífero para él y para la empresa privada por supuesto también. Controlaba férreamente las universidades, al punto que a mí no me dejaban entrar en una. La universidad donde yo me gradué estaba vedada para mí porque estaba bajo un férreo control político. Controlaba las universidades, los poderes públicos, el ejército, la policía, el pacto con la empresa privada, la sociedad civil pasiva. Y hoy de todas esas cartas no le queda ninguna. ¿Qué le queda? La policía y los paramilitares, porque con el ejército yo no creo que cuente.
–¿La ayuda de Venezuela era tan vital?
–Bueno, eso también es un antecedente que no hay que perder de vista. Él recibía de Venezuela unos 600 millones de dólares al año libres de polvo y paja, porque tenía el yunque de crédito a largo a plazo y la cuenta petrolera se pagaba la mitad al contado y la mitad con un crédito a 50 años. Ahora Nicaragua tiene que comprar el petróleo al precio de mercado, y es un drenaje constante de las reservas que están cayendo, porque además los retiros bancarios se están multiplicando. El más reciente informe revela que hay 10 u 11 por ciento de retiros bancarios que están sobre todos los depósitos en dólares. Entonces la gente está quedándose con liquidez, es decir, con el dinero en el colchón o sacándolo. Eso provoca que los bancos estén comenzando a entrar en crisis, ¿por qué?, porque no van a tener capacidad crediticia y el Banco Central va a tener cada vez más reservas. El desempleo está creciendo de manera brutal, la pequeña y mediana empresa está cerrando, están cerrando hoteles, hostales, restaurantes, bares, toda la industria turística se fue al carajo. Y la pequeña y mediana empresa textil, todo lo que significa la actividad económica está totalmente en el desastre más grande.
–Mañana se va Daniel Ortega, ¿qué pasa el día después?
–Pues mira, aquí se juega mucho con la idea de la inestabilidad, del vacío de poder, de la anarquía, y eso es un uy uy uy para asustar a la gente, me parece. Yo creo que aquí la política tradicional de Estados Unidos, que es un jugador en este tablero, ellos a lo largo del siglo XX si tú revisas la historia, siempre han estado aquí, metidos en la situación política interna, hay una frase que lo define: la búsqueda de la estabilidad, y yo he dicho no, hay que hacer una transición suave, porque si no viene la anarquía. Si Ortega reconoce: bueno, yo me voy el año que viene en marzo, yo voy a ser candidato olvídate que ese círculo que está alrededor de él comienza a correr por su vida
“Porque toda esta gente que viene aquí quiere buscar culpables, y yo no quiero ser culpable, yo no quiero que me juzguen, ¿no? Entonces, ¿cuándo va a anunciar él realmente que tiene este compromiso? Pues todo te hace ver que ese compromiso ya fue establecido.
“La otra cosa que creo es que Estados Unidos pretende que Ortega se quede, que en marzo se haga la transición ordenada de poder. Y entonces Ortega le traspase la banda presidencial al que gane en elecciones libres, limpias y justas. Eso está muy bien como teoría. Yo tengo esa experiencia porque a mí me tocó negociar personalmente con el embajador estadounidense, enviado especial del presidente Carter, la salida suave de Somoza. Cuántas veces no me senté con el embajador, a solas, los dos, y él me decía: es que tiene que ser transición pacífica, nosotros vamos a reconocer a la Junta de Gobierno de la que usted es parte, pero queremos que el presidente Somoza renuncie formalmente, le traspase la banda presidencial al vicepresidente Urcuyo, el vicepresidente se la entrega a monseñor Obando y Bravo, y él se las entrega a ustedes. Está bien, le digo, pero lo importante es que nos van a entregar la banda presidencial a la Junta de Gobierno, es decir, ahí va a haber una transición de poder. Cualquiera que sea la ideología del presidente que se va, ahora es la primera vez que vamos a ver en la historia que Estados Unidos es parte de la transición de un presidente que se dice revolucionario. Eso es una novedad.
–Usted conoce a Daniel muy bien: ¿lo cree capaz de llegar eventualmente a marzo, o lo cree más capaz de inmolarse?
–Yo creo que Daniel Ortega va a hacer lo que las circunstancias y las presiones determinen. Si no es lo que él quiera, es decir, si él pudiera se queda hasta 2021. Pero no, es que las circunstancias son las que están mandando ahorita.
–Hablando de elecciones, no son pocos en este país los que apuntan a Sergio Ramírez como un eventual candidato presidencial.
–Eso es una broma, ¿no? Mirá yo creo que en este país tiene que haber un relevo generacional. El relevo generacional está atrasado. Estamos gobernados por un hombre de 73 años, eso no puede ser. Aquí hay generaciones que se han quemado solas sin tener esa oportunidad del relevo natural que debe haber en la vida. Entonces allí, en esa mesa del diálogo, hay gente súper capaz, joven. Por eso lo que yo te decía antes, un gobierno provisional aquí no es posible organizarlo y para que no haya anarquía, para que no haya vacío, claro que se puede. El gobierno ahí está. Yo te podría mencionar 10 o 15 nombres que te formarían un gobierno de lujo, que le daría estabilidad al país, con inteligencia política, con capacidad técnica para manejar la economía y los asuntos sociales. Es decir, existe ese relevo de manera que es a lo que yo aspiro, es mi consejo. Si me lo piden, yo lo daré con mucho gusto, pero desde la luneta.
Tomado de La Jornada.
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