lunes, 16 de julio de 2018

El arte entre la farsa y la inutilidad





Carlos Yusti

A manera de burla e ironía escribí un folleto-panfleto sobre arte conceptual y efímero. Era una especie de catálogo con obras artísticas ultracontemporáneas y allí estaba una obra conceptual-efímera a la que titulé desierto; consistente en algo así: Con arena bastante fina de playa o río haga varios montoncitos distribuidos en la sala. Luego con una pala y una brocha recolecte los montoncitos en una bolsa plástica con cierre hermético y obsequie a los espectadores. Incluso hice un boceto torpe de la obra.



Esto viene a cuento debido a que mirando The Square (el cuadrado): La farsa del arte, me encuentro con la obra en la una de las primeras escenas la película. La comedia dirigida y escrita por Ruben Östlund está basada en situaciones y hechos que vivió el director.


Hoy el arte actual parece responder a la impericia en el manejo de las técnicas artísticas más elementales, sin mencionar que un buen número de farsantes, que contratan a una tropa de terceros para hacer las obras, se ha instalado en las salas de museos (y galerías de arte) en el mundo para convertir la actividad artística en una farsa cómica, pero que se reviste de mucha seriedad y pompa para que el dinero no deje de marcar la pauta y la orientación estética.



Esta película The Square: La farsa del arte retoma una pregunta que ya es un cliché: ¿para qué sirve el arte? La respuesta se lee entre líneas en la cinta y para ello apela al absurdo cruel de la vida cotidiana y en la que el arte parece no tener sentido en una sociedad sin justicia social o cuando se esquiva la responsabilidad para alcanzarla. El personaje central Christian, que funge como curador de un museo de arte contemporáneo, se ve inmerso en un conjunto de situaciones burlescas.


Ivan da Silva. Pedantowski

La película es como un pequeño rompecabezas en donde las piezas van presentado momento cómicos e irónicos para desnudar no sólo ese mundo hipócrita, y a veces ignorante, del arte, sino de la condición humana atrapada en el absurdo con una realidad retorcida, en absoluto aséptica, compleja, plena de ajetreo y estrés tan alejada de la tranquilidad y la serenidad que se respira en cualquier museo.

Kader Attia, Halam Tawaaf, 2008


A Grosso modo la cinta narra las vicisitudes de Christian (Claes Bang) que es el curador de arte de un museo y cuya vida se ve alterada por el robo de su celular. El autor del robo vive en un edificio repleto de migrantes de medio oriente. Este suceso, su relación fugaz con una periodista y la susodicha nueva exhibición, denominada el cuadrado, que prepara el museo, para gastar un buen dinero donado por una fundación, cuya publicidad es una campaña viral ideada por dos alelados relacionistas públicos, se podrían considerar como los elementos centrales de este relato que busca hacernos ver, como lo dice el título en español, la farsa que puede ser el arte y las personas que viven alrededor de ese tinglado irrisorio que publicita obras de arte en realidad infames.

Hay dos secuencias de la película que se podrían tomar como metáforas puntillosas sobre la piratería pedante ( o ignorancia con ínfulas) del arte en la actualidad. En una escena se ve como unos obreros con una grúa remueven una estatua ecuestre, de seguro un personaje histórico, un tanto clásica de bronce. Por impericia la escultura se cae y el personaje pierde la cabeza. La pieza queda prácticamente destruida para dar paso a un cuadrado luminoso que se cincela en los adoquines donde antes estuvo la estatua. La nueva obra vanguardista, no ejecutada por la artista, sino por los mismos obreros que destrozaron la estatua. En la otra escena tenemos a una periodista que le pregunta al curador sobre algo que leyó en el sitio web del museo: “Sí. 30 y 31 de mayo. "Exhibición/No exhibición. Una conversación vespertina que explora la dinámica... de lo 'exhibible' y la construcción de lo público... según las nociones de 'sitio' y 'no sitio' de Ruben Smithson. Del no sitio al sitio, de la no exhibición a la exhibición, ¿Cuál es la temática de la exhibición/no exhibición... en los momentos atestados de mega exhibición". Por supuesto al curador todo ese galimatías lo toma desprevenido. Quizá el arte actual sea hoy sólo eso: una jerga pomposamente incomprensible que intenta dar sustento intelectual a obras de dudosa calidad, tanto imaginativa como creativa.

J. Munozesperando a Jerry

Se puede asegurar que el arte no es lo que está en crisis, sino la espiritualidad del hombre. El arte actual (una grieta en una sala de turbinas, un grupo de ladrillos en el piso, avisos luminosos adosados a los muros, una ratonera pintada en una pared, una montaña de basura en el piso, cajas de cartón en imperfecto equilibrio, etc.)  se cotiza hoy a buen precio, pero el monto no decide si una obra es trascendente o no. De seguro se le colocan precios estratosféricos a las obras de arte para darles alguna sustancia de peso, pero en un mundo donde todo se compra y donde todo se vende, como un gran perolero en un estacionamiento, ya se sabe.

Como no coincidir con el escritor Paul Auster que escribe sobre la inutilidad del arte: “En otras palabras, el arte es inútil, al menos comparado con, digamos, el trabajo de un fontanero, un médico o un maquinista. Pero ¿qué tiene de malo la inutilidad? ¿Acaso la falta de sentido práctico supone que los libros, los cuadros y los cuartetos de cuerda son una pura y simple pérdida de tiempo? Muchos lo creen. Pero yo sostengo que el valor del arte reside en su misma inutilidad; que la creación de una obra de arte es lo que nos distingue de las demás criaturas que pueblan este planeta, y lo que nos define, en lo esencial, como seres humanos. Hacer algo por puro placer, por la gracia de hacerlo.”

Rafael Bolívar Coronado

Hitler quiso ser pintor, pero fue rechazado por los académicos del arte, quizás si lo hubiesen admitido el mundo sólo se habría llenado de mamarrachos pintados por un tal artista llamado Hitler y evitado así una guerra y el horror de la campos de exterminio nazis. Ironías aparte en el arte actual hay mucho incompetente haciéndose pasar por artista, mucho todero con ínfulas tratando, como dijo Rafael Bolívar Coronado, sólo de quitarle la telaraña a las muelas. Vendo un van Gogh a buen precio.




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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.

Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal


 Tomado de Letralia





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