Estimados Liponautas
Hoy tenemos el agrado de compartir un texto de nuestro amigo Héctor Seijas hace un acercamiento a la ciudad de Caracas en su día, el 25 de julio. Es un inédito en la red.
Deseamos disfruten de esta propuesta literaria.
Atentamente
La Gerencia.
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Por Héctor Seijas
¡Ciudad monstruosa,
noche sin fin! Ésta terrible exclamación, desasosegada, la profiere Arthur
Rimbaud y aparece en las Iluminaciones.
El monstruo va por
dentro. Nos habita –en este momento lo escucho rumiar desde la prehistoria–. Es
un reptil. Sí, estoy seguro de que es un réptil. Y, repito, está adentro de
cada uno de nosotros, nos habita. Y algo más –esto lo sostengo sin ser darwinista–:
la edad del monstruo se remonta a los orígenes de nuestra especie.
Recorre nuestra espina
dorsal y su corazón late como si durmiera un sueño de milenios. Millones de
años traslucidos en escamas y garras y colmillos. Y unos ojos amarillos que nos
miran desde los confines; desde cada abismo en particular.
Sus pupilas son
verticales y posee un doble párpado que lo mantiene en permanente vigilia;
desde la noche sin fin.
La temperatura de su
sangre es fría. Misma de los glaciares y de las aguas primigenias.
Reposa con las
mandíbulas abiertas, a la espera de algún bocado y su lengua es anaranjada,
tirando al amarillo; siempre el color amarillo que refulge (como un sol).
El hambre del monstruo
es un hambre ancestral, hambre de hambres.
Es capaz de devorar el
universo entero.
Aunque puede soportarla
sin morir, pues, el hambre es la esencia de su ser.
Y sin embargo palpita,
su corazón palpita y palpita y no existe un reloj que pueda medir el tic tac de
sus latidos.
Eso que llamamos
Historia no le incumbe, dado que no contiene mitologías ni piensa ni manifiesta
sentimientos similares al amor o el odio.
No llora, ni ríe.
La soledad del monstruo
es inmensa, inabarcable. Lo colma todo a su alrededor y por las noches, que se
confunden con los días y que forman una misma sustancia cenagosa, se mueve con
sigilo. Se desplaza por el cauce de las venas.
Está allí, siempre ha
estado allí. Antes y después del Diluvio.
No posee un nombre que
sea único; pero hay emblemas, símbolos que lo identifican. Innumerables representaciones
que nos previenen acerca de su poder, semejante a la Bestia del Apocalipsis.
No es comparable a
ningún otro animal, porque la zoología no es capaz de clasificarlo, ni la
Razón.
Palpita en cada célula
y su respiración es tan profunda como un volcán.
Nada, a
contracorriente, como un espermatozoide y está facultado para devorar a su
presa sin que ésta se dé cuenta.
Tampoco hay un
microscopio, por potente que sea, que pueda aislarlo con el ojo del científico
y predecir su comportamiento.
Aunque no posee un
tamaño específico, puede ser tan minúsculo y ser tan enorme que su presencia se
confunde en una sola y única presencia inabarcable: la ciudad monstruosa.
Ah, y se multiplica, el
monstruo se multiplica hasta formar una multitud, una legión, un ejército, una
horda. Una muchedumbre devoradora cuyo refugio son las cloacas y las esclusas y
los albañales y las alcantarillas y las avenidas atapuzadas de basura.
Y puesto que el
monstruo es la encarnación masiva de la esfinge. Está en mí y está en ti y está
en aquél y en aquél otro. Y es el punto, el vértice, el principio sin final.
Uno de los rostros
multiplicados se refleja en las escamas de la cola retorcida. Es una joven
madre que ha bajado desde los cerros de Catia a vender y a comprar basura. Como
ella, deambula una legión de madres apostadas a la entrada del metro, por la
esquina de Capitolio. Y más abajo, hacia el sur de la miseria. Estas madres son
jóvenes y flácidas, muy delgadas, y las hay viejas, o que han envejecido
prematuramente, que calman el hambre de las criaturas sacándose una teta seca
que es chupada por chupar.
Grafitis alusivos
reproducen un lema dibujado con plantillas: “El horizonte es de los pobres”. No
“el esplendor de la pobreza”; sino la opacidad de la pobreza, la enfermedad de
la pobreza, enfermedad de enfermedades.
Una mujer en cuclillas
ofrece al menudeo espirales Plagatox, para espantar los zancudos, que rivalizan
con otros insectos, como cucarachas, piojos y alacranes, por las escamas del
monstruo que dormita: antes del Diluvio, mucho antes.
La noche del monstruo
engendra más noche. Comprende el horizonte de los pobres: una selva, impregnada
de malos alientos, donde los vientos se han paralizado. Olores fétidos
provenientes de las entrañas podridas por la difteria, el paludismo, la
tuberculosis. No hay ojos sino membranas que acechan desde cualquier ángulo. Y
navajas oxidadas para despellejar perros y gatos que luego son digeridos. Medio
hervidos, medio muertos.
Sobre la piel de la
ciudad monstruosa, una costra impredecible, cubre de escoriaciones los
edificios, los árboles y hasta los espejos, donde nadie se mira, tal como
es. Por los albañales se cuela una
espuma sin líquidos. Una espuma seca; tan seca como la teta chupada por chupar,
por hacer amagos, por calmar el hambre. Que no perdona. Que no permite pensar.
Ojos como membranas
secas. Cerebros sin glucosa. Arterias de cloacas. Alcantarillas colapsadas. A
la hora de la hora.
Raudas motos sin placa
recorren las avenidas en busca de alguien que está en todas partes y a quien se
debe perseguir para cumplir las órdenes dictadas por el hombre gordo, cuyos
bigotes ocultan un labio leporino. El mismo que baila acompañado del grupo
musical Madera junto con su esposa cuello de tortuga.
Por los lados de Quinta
Crespo los hombres sin valor comercian con los huesos robados del cementerio.
Éstos serán utilizados para los ritos de la palería. En la India serían los
hijos de Kali, la Negra. Diosa-reina de las inmundicias, con sus collares de
calaveras y sus muñones rotos. Dueña y señora de los cadáveres que andan por la
ciudad monstruosa, pidiendo, gimiendo y escarbando la basura, donde procuran
los restos de pellejos, los cartílagos grasientos y las verduras podridas que
luego revenderán a otros cadáveres que integran una casta, una prole lumpen,
una masa que no duerme ni despierta, únicamente anda, como Lázaro después de la
muerte. Y este horizonte de los pobres, donde chapotean las aguas cenagosas de
una maldición, ha sido arbitrariamente concebido y propiciado por el hombre
gordo que baila el areito de los zamuros. Y por los funcionarios de la muerte.
Por la burocracia de la muerte. Que tiene miles de cabezas y un solo estómago
que no se sacia.
Los collares de Kali,
la Negra, retienen el opaco brillo del cobre, el aluminio y el plomo;
aleaciones sustraídas de los aparatos de aire acondicionado que gotean, desde
lo alto de las oficinas, segregando las aguas residuales que impregnan las
Torres del Silencio, olorosas a sobacos, a orines amanecidos, a locos sin
bañar. Estas aguas riegan con su paso subrepticio, lento y persistente, breves
matorrales, menudos arbustos, microscópicos líquenes, diminutos hongos y
pequeños cactus que avanzan como los peones de un bosque en formación, sobre
los muros, sobre los quicios, sobre los cimientos y sobre las vallas oxidadas,
en cada entrada y en cada salida de la ciudad monstruosa.
El horizonte de los
pobres muestra (en primer plano) una secuencia
de imágenes vinculadas a la corrupción que se cierne sobre la ciudad.
Semejantes a las que muestra en su película Pier Paolo Pasolini: Edipo Rey. Después que Edipo lo ha
transgredido todo, siendo como es, criminal incestuoso y parricida. Tanto las
leyes de la sociedad como las leyes de la naturaleza. Caracas es como la ciudad
de Tebas, invadida por enjambres de moscas. Mientras el gordo de labio leporino
baila el areito de los zamuros, junto a
su esposa cuello de tortuga, acompañado de militares y paramilitares (tontons
macoutes), armados con fusiles Kaláshnikov.
Una señora, que ha
buscado refugio en la Biblia, ante tanto absurdo cuajado de miseria, previene,
arengando a la multitud, con el recitado del profeta Jeremías:
Y
si te preguntan: ¿Adónde hemos de ir?, les responderás: Así dice Yavé: El que a
la muerte, a la muerte; / el que a la espada, a la espada; / el que al hambre,
al hambre; / el que al cautiverio, al cautiverio.
Y prosigue: Yo les daré por regidores cuatro deudos,
oráculo de Yavé: la espada para matar, los perros para arrastrarlos, las aves
del cielo y las fieras del campo para
devorarlos y consumirlos. Y los haré el terror de todos los reinos de la tierra
a causa de Manasés, hijo de Ezequías, rey de Judá, por cuanto hizo en
Jerusalén. (15-2)
La señora distribuye
revistas Atalaya, en compañía de un
grupo de “testigos” vestidos con trajes flux y corbatas oscuras. Siente
desprecio por la Babilonia que contiene el horizonte de los pobres. Para ellos
las leyendas bíblicas se reiteran (literalmente) en el tiempo de los tiempos.
Principalmente la idolatría y el fetichismo: dinero, oro, estatuillas de barro,
propaganda, marcas de mercancías y más basura. Cualquier versículo, salmo o
línea escogida al azar, lo reitera. Y así lo proclaman, por boca de la señora
que, esta vez, vocifera unos versículos de La
Biblia, tomados del libro Sabiduría:
Ellos,
en medio de una noche realmente impenetrable, / salían del fondo del insondable
hades, / durmiendo el mismo sueño. Unos, agitados por prodigiosos fantasmas; /
otros, desfallecidos por el abatimiento del ánimo, / sorprendidos por un
repentino e inesperado terror. (17-13/14)
Y: visiones de sueño / terriblemente los turbaron, / cayendo sobre ellos
temores inesperados. (18-17)
Plegaria
de Los Sepulcros Blanqueados
Banco Central de
Venezuela $ Ruego por mí. / Comités
Locales de Abastecimiento y Producción (CLAP) $ Ruego por mí. / Carnet de La Patria $ Ruego por mí. / Ley Contra el Odio $ Ruego por mí. / Loto Activo $ Ruego
por mí. / Operación de Liberación del Pueblo (OLP) $ Ruego por mí. / Guerra Económica $ Ruego por mí. / Asamblea Nacional Constituyente $ Ruego por mí. / Lotería de Animales $ Ruego por mí. / Ministerio para
Servicios Penitenciarios $ Ruego por mí.
/ Red de Escritores Socialistas de Venezuela $ Ruego por mí. / Guardia Nacional Bolivariana $ Ruego por mí. / Instituto de Altos Estudios del Pensamiento del
Comandante Supremo Hugo Rafael Chávez Frías $ Ruego por mí. / Colectivos Paramilitares para la Defensa de la
Revolución $ Ruego por mí. / Sistema
Masivo de Publicaciones $ Ruego por mí.
/ Plan Zamora 200 $ Ruego por mí. /
Arco Minero del Orinoco $ Ruego por mí.
/ Ley que Regula el Bono de Alimentación $ Ruego
por mí. / Salario Mínimo Mensual $ Ruego
por mí. / Casas de Cambio que operan desde Cúcuta $ Ruego por mí. / Ajuste de los precios de la gasolina $ Ruego por mí. / El Mono, la Culebra y el
Gato $ Ruego por mí. / Transferencia
Bancaria $ Ruego por mí. / Cajeros
Automáticos $ Ruego por mí. / Bonos
de PDVSA $ Ruego por mí. / Dólar
Today $ Ruego por mí. / Pensión del
Seguro Social $ Ruego por mí. / Hampa
24 x 24 $ Ruego por mí. / Policía
Nacional Bolivariana $ Ruego por mí.
/ Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) $ Ruego
por mí. / Sistema de Control Bancario y Financiero $ Ruego por mí. / Canasta Básica Alimentaria $ Ruego por mí. / La Paloma, la Iguana y la Gallina $ Ruego por mí. / Mijail Kaláshnikov $ Ruego por mí. / Depósito del Bono de la
Guerra Económica $ Ruego por mí. /
Mercado Negro de Divisas $ Ruego por mí.
/ Carro de Drácula $ Ruego por mí. /
Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (SEBIN) $ Ruego por mí. / Punto de Cuenta $ Ruego por mí. / Tarjeta de Débito $ Ruego por mí. / Súper Intendencia de Precios Justos $ Ruego por mí. / Tarjeta de Crédito $ Ruego por mí. / Estado Mayor de la
Alimentación $ Ruego por mí. / El
Águila, el Mono y el Delfín $ Ruego por
mí. / El Gallo, la Cabra y el Chivo $ Ruego
por mí $ Ruego por mí $ Ruego por mí. A la Hora de la Hora.
Héctor Seijas
Ha publicado: La posibilidad infinita (1989); La flor imaginaria (1990); Cuadernos de pensión (1994); Cruz del Sur, una revista, una librería, una causa (2002); Comprensión de nuestras ciudades (2005); Siete poetas rumanos (2009); Caracas revisited. Una poética de la nocturnidad (2010); Amada Caracas. Antología esencial de la ciudad contemporánea (2014) y El spleen de Caracas. Crónicas en el bajo mundo (2015). Ha colaborado en publicaciones periódicas de larga enumeración. Fue jefe de redacción de la revista A Plena Voz y durante la cuarta república trabajó como docente en barrios de pobreza crítica para el ministerio de la Cultura, la Biblioteca Nacional, el Ministerio de la Familia y otras instituciones. Hasta el año pasado (2015) se desempeñó como cronista en El Correo del Orinoco, pero fue desalojado de allí por una junta interventora. En la actualidad, integra el Ejército de Reserva del Proletariado, a causa del desempleo inducido por el macartismo y la lumpen burocracia que prevalece. Por ahora.
P.D.: En busca de editor: Los asesinos del zen. Crónica de los hombres infames (2016).
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