martes, 28 de septiembre de 2021

Jorge Carrión, escritor español: Lo decisivo es el saber torcido





 Somos más dispersos que nunca

Antonio Guerrero Ruiz



Jorge Carrión (Tarragona, España, 1976) es un escritor de reconocido prestigio al que debo agradecer su presencia en este espacio de difusión cultural. De él se pueden decir muchas cosas: ha recibido el premio, del Festival de Chambéry (Francia), a la mejor primera novela publicada en castellano en el año 2010, por su libro Los muertos. También ha quedado finalista, con la misma obra, en el premio Celsios de novela en el 2010, de la Semana Negra de Gijón. Es doctor en Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra y da clases de literatura comparada y escritura creativa. Al mismo tiempo es crítico en publicaciones españolas e hispanoamericanas como Prodavinci, ABCD, Perfil, Letras Libres, Revista de Occidente, Quimera, etc. Y entre sus libros están Ene (Laila libros, 2001), La brújula (Berenice 2006), Gr-83 (Autoedición 2007), La piel de la boca (Libros del Zorzal, 2008), Australia: un viaje (Berenice, 2008), Viaje contra espacio: Juan Goytisolo y W. G. Sebald (Iberoamericana, 2009), Los muertos (Mondadori, 2010) y Teleshakespeare (Errata Naturae, 2011).

Con esta entrevista ha honrado a LaMiradaZurda y la ha convertido en otro lugar más de su camino. Como él mismo dijo, la literatura es un viaje de autoaprendizaje. Yo también deseo aprender algo de este encuentro.

—Todo el mundo sabe que Jorge Carrión tiene una trayectoria rica y dilatada. Sin embargo yo busco a otro Jorge Carrión, concretamente al que no conoce nadie: el de andar por casa. ¿Cuál es, a grandes rasgos, esa persona? ¿Qué aficiones y qué costumbres tiene?

—Me parece que no hay mucha diferencia entre la persona que en casa lee en su butaca blanca junto al ventanal, ve series en su ordenador portátil, cocina o escucha música, y la persona que da clases o conferencias o presenta sus libros. La ironía y la reflexión con que me enfrento a la vida cotidiana es la misma con que me enfrento a la escritura y a la docencia.

—Y sobre ese Jorge Carrión, ¿cuándo podríamos decir que nació la llama literaria y por qué?

—Me recuerdo leyendo y escribiendo desde siempre. Mi madre me daba papel y lápiz cuando aún no sabía hablar, y llenaba hojas y hojas, como más tarde llené de garabatos las paredes de mi casa. Durante la infancia iba cada día a la biblioteca municipal, a leer comics o a investigar en las enciclopedias. Era capaz de leer una novela por día. Y escribí una, de aventuras, a los diez años.


—En todo caso la literatura le ha conducido a un presente en el que disfruta de un buen momento personal. El premio en Chambéry y la mención en Celsios le van a dar una proyección internacional mayor de la que tenía. A mi juicio Los muertos es una obra maestra. Propone un mundo virtual y apocalíptico en el que se juega con muchas referencias, metas... y niveles. Es una advertencia en el fondo. Pero a mí me gustaría saber de dónde surgió la idea para el libro y cómo pensó en llevarla a la práctica.

—Los premios están ayudando, creo, a destacar la pertinencia de un proyecto, la trilogía sobre el conflicto entre memoria y ficción, en que estoy trabajando, y que seguirá próximamente con Los huérfanos. Los muertos y sus posibles continuaciones se me ocurrieron en Jordania, caminando por un parque nacional, como expansión o fuga de ciertas lecturas israelíes (como David Grossman o Yoram Kaniuk, que llegaron después de otras lecturas igual de poderosas, como Alan Moore o Walter Benjamin).




—Hay otro libro reciente: Teleshakespeare, un ensayo esta vez. Nuestra cultura da para eso y mucho más. La tesis de su nuevo trabajo editorial es: 1) Las series de éxito actual tienen elementos similares a la literatura. 2) Eso supone el triunfo de los guionistas... Han sido capaces de darle vida a los argumentos, en el tiempo, a través de los episodios y de los personajes. No obstante, y pensando que el motor de todo esto es la idea de producto de mercado, ¿es posible imaginar que estos formatos audiovisuales van a seguir evolucionando para conseguir sus objetivos? Y en ese caso, ¿hacia dónde?

—Me identifico con los personajes de los “adivinos” de Los muertos, que son capaces de leer el pasado, pero no el futuro. De igual modo, trato de leer los caminos que han llevado a la ficción cuántica actual, pero es imposible leer el futuro en nuestra época. No obstante, me atrevo con la distopía en Los huérfanos, porque la ciencia-ficción ya no tiene voluntad de predicción, sino que pretende cuestionar el presente mediante una estrategia de falsa anticipación.

—Siguiendo aún en el hilo de Teleshakespeare, como retrato del hombre de nuestro tiempo, yo siento mucha curiosidad por saber cómo describe Jorge Carrión a este individuo.

—Me parece que somos más dispersos, más múltiples que nunca. En nuestra vida cotidiana, constantemente adoptamos nombres, máscaras, identidades distintas. A Pirandello le hubiera fascinado el ser humano de hoy.

“De niño era capaz de leer una novela por día. Y escribí una, de aventuras, a los diez años”.

—Supongo que concebir obras como estas que comentamos es un ejercicio digno de admiración, al menos por mi parte. Y desde ese asombro/éxtasis le preguntaría lo justo: ¿cómo se produce día a día su actividad literaria? Es decir, ¿cómo es su plan de trabajo? ¿Cuáles son sus manías, si las hay? Y, ¿qué elementos hay en su espacio creativo?

—Escribo, leo y veo películas o series todos los días. En casa trabajo en artículos, ensayos, prólogos, es decir, en textos de no ficción y sin voluntad digamos artística. Cuando escribo una novela o un libro de viajes lo hago aislado, sin Internet, en un hotel o en una casa prestada.

—Cambiando de tema. Como sabe ha sido catalogado como miembro de la Generación Nocilla, aquella prole de la que casi ningún integrante se siente identificado con la nomenclatura. ¿Le suena mejor la etiqueta afterpop? Me gustaría saber qué tiene que decir al respecto.

—Desde principios de siglo hay una red abierta de creadores que están intentando investigar, conceptual y formalmente, en el mundo contemporáneo. Eloy Fernández Porta lo ha llamado “afterpop”, y ha definido lo que significa. Los periodistas que, en cambio, inventaron la enésima generación, lanzaron al mercado un concepto vacío. Por eso no me interesa.


—El libro de relatos, por ejemplo, ha mejorado la salud en los últimos años. ¿Su acogida va a ser mayor en lo venidero?

—No leo muchos libros de relatos, pero en efecto creo que últimamente se han publicado algunos muy buenos. Pero también se han publicado muchos libros que están entre la novela y el volumen de relatos. Y muchos libros de poemas que también son narrativos...

—Hay también un término que muchos pronuncian entre cábalas: el libro digital. Cuando desaparezcan las generaciones que hemos sido educadas en el misticismo por el formato tradicional: lectores, escritores, críticos... ¿se acabará la literatura de papel? ¿Dará eso el paso definitivo al formato digital? O, planteándolo desde otra perspectiva, ¿se trata de una cuestión económica? ¿Hablamos de estrategias y fenómenos industriales?

—Yo leo el pasado...

—Ya para terminar, y reiterando su amabilidad, ¿podría darnos una definición personal de la expresión: la mirada zurda?

—Durante muchos años estuve en el círculo de cómplices de la revista Lateral (se podría incluso hablar de una “generación Lateral” de Barcelona, si el concepto “generación” aún tuviera sentido), y en cada número se reproducía esta cita de Canetti: “A medida que crece, el saber cambia de forma. No hay uniformidad en el verdadero saber. Todos los auténticos saltos se realizan lateralmente, como los saltos del caballo en el ajedrez. Lo que se desarrolla en línea recta y es perceptible resulta irrelevante. Lo decisivo es el saber torcido, y sobre todo, lateral”. Escribiendo Los huérfanos, donde el ajedrez es muy importante, me he acordado de ella. Y de que a mi padre, que es zurdo, mi abuelo le obligaba a escribir con la mano derecha. Lo lateral, lo diagonal, la tensión con el “centro”: ahí existe una gran fuerza creativa y creadora.

Revista Lateral .imagen tomada de Iberlibro.




Tomado de Letralia



 

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