Somos más dispersos que nunca
Antonio Guerrero Ruiz
Jorge Carrión (Tarragona, España, 1976) es un escritor de reconocido
prestigio al que debo agradecer su presencia en este espacio de
difusión cultural. De él se pueden decir muchas cosas: ha recibido el
premio, del Festival de Chambéry (Francia), a la mejor primera novela
publicada en castellano en el año 2010, por su libro Los muertos.
También ha quedado finalista, con la misma obra, en el premio Celsios
de novela en el 2010, de la Semana Negra de Gijón. Es doctor en
Humanidades por la Universidad Pompeu Fabra y da clases de literatura
comparada y escritura creativa. Al mismo tiempo es crítico en
publicaciones españolas e hispanoamericanas como Prodavinci, ABCD, Perfil, Letras Libres, Revista de Occidente, Quimera, etc. Y entre sus libros están Ene (Laila libros, 2001), La brújula (Berenice 2006), Gr-83 (Autoedición 2007), La piel de la boca (Libros del Zorzal, 2008), Australia: un viaje (Berenice, 2008), Viaje contra espacio: Juan Goytisolo y W. G. Sebald (Iberoamericana, 2009), Los muertos (Mondadori, 2010) y Teleshakespeare (Errata Naturae, 2011).
Con esta entrevista ha honrado a LaMiradaZurda y
la ha convertido en otro lugar más de su camino. Como él mismo dijo,
la literatura es un viaje de autoaprendizaje. Yo también deseo aprender
algo de este encuentro.
—Todo el mundo sabe que Jorge Carrión tiene una trayectoria
rica y dilatada. Sin embargo yo busco a otro Jorge Carrión,
concretamente al que no conoce nadie: el de andar por casa. ¿Cuál es, a
grandes rasgos, esa persona? ¿Qué aficiones y qué costumbres tiene?
—Me parece que no hay mucha diferencia entre la persona que en
casa lee en su butaca blanca junto al ventanal, ve series en su
ordenador portátil, cocina o escucha música, y la persona que da clases o
conferencias o presenta sus libros. La ironía y la reflexión con que
me enfrento a la vida cotidiana es la misma con que me enfrento a la
escritura y a la docencia.
—Y sobre ese Jorge Carrión, ¿cuándo podríamos decir que nació la llama literaria y por qué?
—Me recuerdo leyendo y escribiendo desde siempre. Mi madre me daba
papel y lápiz cuando aún no sabía hablar, y llenaba hojas y hojas,
como más tarde llené de garabatos las paredes de mi casa. Durante la
infancia iba cada día a la biblioteca municipal, a leer comics o a
investigar en las enciclopedias. Era capaz de leer una novela por día. Y
escribí una, de aventuras, a los diez años.
—En todo caso la literatura le ha conducido a un presente en
el que disfruta de un buen momento personal. El premio en Chambéry y la
mención en Celsios le van a dar una proyección internacional mayor de
la que tenía. A mi juicio Los muertos es una obra maestra.
Propone un mundo virtual y apocalíptico en el que se juega con muchas
referencias, metas... y niveles. Es una advertencia en el fondo. Pero a
mí me gustaría saber de dónde surgió la idea para el libro y cómo
pensó en llevarla a la práctica.
—Los premios están ayudando, creo, a destacar la pertinencia de un
proyecto, la trilogía sobre el conflicto entre memoria y ficción, en
que estoy trabajando, y que seguirá próximamente con Los huérfanos. Los muertos y
sus posibles continuaciones se me ocurrieron en Jordania, caminando
por un parque nacional, como expansión o fuga de ciertas lecturas
israelíes (como David Grossman o Yoram Kaniuk, que llegaron después de
otras lecturas igual de poderosas, como Alan Moore o Walter Benjamin).
—Hay otro libro reciente: Teleshakespeare, un ensayo
esta vez. Nuestra cultura da para eso y mucho más. La tesis de su nuevo
trabajo editorial es: 1) Las series de éxito actual tienen elementos
similares a la literatura. 2) Eso supone el triunfo de los
guionistas... Han sido capaces de darle vida a los argumentos, en el
tiempo, a través de los episodios y de los personajes. No obstante, y
pensando que el motor de todo esto es la idea de producto de mercado,
¿es posible imaginar que estos formatos audiovisuales van a seguir
evolucionando para conseguir sus objetivos? Y en ese caso, ¿hacia
dónde?
—Me identifico con los personajes de los “adivinos” de Los muertos,
que son capaces de leer el pasado, pero no el futuro. De igual modo,
trato de leer los caminos que han llevado a la ficción cuántica actual,
pero es imposible leer el futuro en nuestra época. No obstante, me
atrevo con la distopía en Los huérfanos, porque la
ciencia-ficción ya no tiene voluntad de predicción, sino que pretende
cuestionar el presente mediante una estrategia de falsa anticipación.
—Siguiendo aún en el hilo de Teleshakespeare, como retrato del hombre de nuestro tiempo, yo siento mucha curiosidad por saber cómo describe Jorge Carrión a este individuo.
—Me parece que somos más dispersos, más múltiples que nunca. En
nuestra vida cotidiana, constantemente adoptamos nombres, máscaras,
identidades distintas. A Pirandello le hubiera fascinado el ser humano
de hoy.
“De niño era capaz de leer una novela por día. Y escribí una, de aventuras, a los diez años”.
—Supongo que concebir obras como estas que comentamos es un
ejercicio digno de admiración, al menos por mi parte. Y desde ese
asombro/éxtasis le preguntaría lo justo: ¿cómo se produce día a día su
actividad literaria? Es decir, ¿cómo es su plan de trabajo? ¿Cuáles
son sus manías, si las hay? Y, ¿qué elementos hay en su espacio
creativo?
—Escribo, leo y veo películas o series todos los días. En casa
trabajo en artículos, ensayos, prólogos, es decir, en textos de no
ficción y sin voluntad digamos artística. Cuando escribo una novela o
un libro de viajes lo hago aislado, sin Internet, en un hotel o en una
casa prestada.
—Cambiando de tema. Como sabe ha sido catalogado como miembro
de la Generación Nocilla, aquella prole de la que casi ningún
integrante se siente identificado con la nomenclatura. ¿Le suena mejor
la etiqueta afterpop? Me gustaría saber qué tiene que decir al respecto.
—Desde principios de siglo hay una red abierta de creadores que
están intentando investigar, conceptual y formalmente, en el mundo
contemporáneo. Eloy Fernández Porta lo ha llamado “afterpop”, y ha
definido lo que significa. Los periodistas que, en cambio, inventaron la
enésima generación, lanzaron al mercado un concepto vacío. Por eso no
me interesa.
Eloy Fernández Porta.Imagen tomada de El Nuevo Diario. |
—El libro de relatos, por ejemplo, ha mejorado la salud en los últimos años. ¿Su acogida va a ser mayor en lo venidero?
—No leo muchos libros de relatos, pero en efecto creo que
últimamente se han publicado algunos muy buenos. Pero también se han
publicado muchos libros que están entre la novela y el volumen de
relatos. Y muchos libros de poemas que también son narrativos...
—Hay también un término que muchos pronuncian entre cábalas:
el libro digital. Cuando desaparezcan las generaciones que hemos sido
educadas en el misticismo por el formato tradicional: lectores,
escritores, críticos... ¿se acabará la literatura de papel? ¿Dará eso
el paso definitivo al formato digital? O, planteándolo desde otra
perspectiva, ¿se trata de una cuestión económica? ¿Hablamos de
estrategias y fenómenos industriales?
—Yo leo el pasado...
—Ya para terminar, y reiterando su amabilidad, ¿podría darnos una definición personal de la expresión: la mirada zurda?
—Durante muchos años estuve en el círculo de cómplices de la revista Lateral
(se podría incluso hablar de una “generación Lateral” de Barcelona, si
el concepto “generación” aún tuviera sentido), y en cada número se
reproducía esta cita de Canetti: “A medida que crece, el saber cambia
de forma. No hay uniformidad en el verdadero saber. Todos los
auténticos saltos se realizan lateralmente, como los saltos del caballo
en el ajedrez. Lo que se desarrolla en línea recta y es perceptible
resulta irrelevante. Lo decisivo es el saber torcido, y sobre todo,
lateral”. Escribiendo Los huérfanos, donde el ajedrez es muy
importante, me he acordado de ella. Y de que a mi padre, que es zurdo,
mi abuelo le obligaba a escribir con la mano derecha. Lo lateral, lo
diagonal, la tensión con el “centro”: ahí existe una gran fuerza
creativa y creadora.
Revista Lateral .imagen tomada de Iberlibro. |
Tomado de Letralia
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