Aquí un reto para nuestros lectores: Identifiquen a las autoras. Imagen tomada de The Dailycav. |
Leer una buena historia es una
experiencia que como lectores nos impronta de agradecimiento. Sin embargo, no
siempre estamos conscientes del difícil camino que tuvo que recorrer el libro para
llegar finalmente a nuestras manos.
Me resulta casi imposible
imaginar mi biblioteca sin libros de escritoras. Mujeres que además de
enseñarnos su manera de entender al mundo y relacionarse con él, nos han inspirado
con esa gracia que les otorga un lugar unique en la literatura. Mujeres
cuya dedicación fue más allá del propio oficio de escribir y emprendieron, con
un esfuerzo titánico, su propia pugna contra los prejuicios machistas en el
mundo literario.
Las voces femeninas en la
escritura tuvieron que aprender a romper olas para salir a la superficie y
lograr el reconocimiento de editoriales, aspirar a premios e incluso su
presencia en instituciones académicas tan definitivas como, por ejemplo, La
Real Academia Española. (RAE).
Para la mayor parte de la
historia, Anónimo era una mujer, decía Virginia Woolf.
Y no le faltó razón porque existe
una creencia, que se convirtió en cultura, que dicta que la mujer debe
permanecer a la sombra de los escritores, como si el talento fuera un don que
solo les pertenece a los hombres. Sin embargo, también hay que aplaudir la
infinita tenacidad de la mujer al crear una suerte de urdimbre que va hilando
las plumas femeninas para que salgan a la luz sin que se vean obligadas a
recurrir al uso de seudónimos, con nombres masculinos, como muchas escritoras lo
hicieron en el pasado con la intención de que sus manuscritos despertaran el
interés de las casas editoriales.
La imaginación, que es el gran
artífice en el arte de contar, es una palabra femenina. Pareciera una paradoja,
pero nada es gratuito porque parte fundamental de la esencia femenina es dar a
luz y es la mujer la que decide a la orden de qué pone su condición creadora.
En la historia quedó el
testimonio de muchas mujeres que se sirvieron del arte de crear relatos para
transmitir sabiduría, tradiciones y cultura a su clan.
Es un desiderátum que la
presencia literaria de la mujer no se convierta en otra ficción, todo lo
contrario, que siga ensanchando espacios con su fuerza creativa, las casas editoriales
se nutran más y más del talento femenino, y los lectores tengan mayores
libertades de elegir sus lecturas.
Sandy Juhasz
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