Ilustración: Carlos YUSTI |
Estimados Amigos
El miércoles es el dia usual de los estrenos en este espacio digital; pero el inicio del viaje de estos dos escritores a los Puertos Grises hizo que cambiáramos la rutina usual de este blog:
El miércoles es el dia usual de los estrenos en este espacio digital; pero el inicio del viaje de estos dos escritores a los Puertos Grises hizo que cambiáramos la rutina usual de este blog:
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Grass y Galeano al oído
En
literatura los universos paralelos se tocan. Han muerto dos escritores
distintos en cuanto a su literatura, pero bastante similares en lo
referente al compromiso de la escritura; de esa escritura al servicios
de quienes son demolidos y humillados por esa maquinaria implacable de
la historia.
Leí
bastante joven Las venas abiertas de América Latina y aunque era un
ensayo de ajuste de cuenta contra el imperialismo estaba también narrado
que el libro se dejaba leer como una novela fragmentada. El libro era
un compendio mágico y extraordinario de la historia de Latinoamérica
siempre saqueada y vejada desde tiempo inmemoriales. El libro estaba
lejos de ser un panfleto y con el devenir de los años se convirtió en un
clásico con mucho veneno histórica y la mejor literatura. Escribió
otros muy buenos libros marcado con esa impronta política de
inteligencia, poesía y crítica en las que en ocasiones se asoma el
periodista y el buceador de historias, pero de esas historias tachada de
la memoria y de los libros de historia. Cualquier libro de Eduardo Galeano (Montevideo, Uruguay, 3 de septiembre de 1940 - ib., 13 de abril de 2015) posee el estilo de inigualable literatura.
Galeano
como pudo se aferró a un concejo de Juan Rulfo: “La brevedad la
aprendió de Juan Rulfo, que le dijo: "Se escribe por la otra punta del
lápiz, la que tiene la goma de borrar". Y sus libros son como un collage
de historias breves, de apuntes escritos en volandas con la precisión y
exactitud de esa metáfora oculta en la cotidianidad. De todas sus
historias y anécdotas hay una que el propio Galeano narra en una
entrevista: “A finales de septiembre, en Perú, una maga me leyó la
suerte. La maga me anunció: "Dentro de un mes recibirás una distinción".
Yo me reí. Me reí por la palabra distinción, que tiene no sé qué de
cómica, y porque me vino a la cabeza un viejo amigo del barrio, que era
muy bruto pero certero, y que solía decir, sentenciando, levantando el
dedito: "A la corta o a la larga, los escritores se hamburguesan".
Ilustración: Carlos YUSTI |
Si
Eduardo Galeano buscaba la síntesis Günter Grass (Ciudad libre de Dánzig, 16 de octubre de 1927-Lübeck, 13 de abril de 2015) era todo lo contrario.
Grass era un polígrafo y sus novelas son extensas como en el caso de
novelas como: El tambor de hojalata, El
rodaballo o Años de perro. Sus libros tomaban algo de los cuentos de
hadas tradicionales, pero luego el retorcía y amasaba todo aquello con
una verborrea galopante y fluida para hurgar sin miramientos en las
heridas; para volver sobre esa historia que Alemania sólo desea archivar
en el desván del olvido. Grass como fue un escritor que a su vez fue
testigo de los entuertos políticos de su época y en por ese razón fue el
secretario, en el sentido balzaciano, de un tiempo histórico polifónico
bastante tentador para un escritor con incontinencia literaria. Grass
al igual que Galiano quería disipar la niebla del olvido, quería echar
sal de la mejor literatura sobre las heridas, buscaba destronar las
mentiras en todos sus frentes e incluso ventiló sus trapos sucios sin el
menor recato. Grass siempre tuvo en cuenta que a veces los autores son
menores, e incluso en cuanto a calidad, a sus libros o como él mismo lo
escribió: “Los libros son más complejos y sin duda más ricos, cuando no
más listos, que el autor, que sin duda ha participado en su nacimiento
con perseverancia y a menudo gimiendo como un sometido a servidumbres
físicas, y que no obstante recuerda que el manuscrito, especialmente
cuando parece logrado, se cuenta a sí mismo y conoce impulsos más
fuertes que la ambición del autor, motor que sólo sirve para tramos
cortos. Por eso no diré nada muy profundo acerca de mis novelas, relatos
o incluso poemas, pero sí quiero desnudar por un instante el yo del
autor y su vulnerabilidad, esbozar sus movimientos evasivos, pero
también decir algunas cosas sobre las condiciones de la escritura: por
ejemplo, sobre un atril que va cambiando de lugar, y ello porque durante
más de veinte años he visto Dinamarca, o más exactamente la isla de
Mon, como un lugar maravillosamente hospitalario en cuya apartada
ubicación se ha instalado, al principio improvisado sobre cajas, pero
ahora ya de forma bastante estable, uno de mis tres atriles. Está en una
habitación más bien diminuta, con vistas a una amplia pradera que da
paso a las dunas de la playa, pradera sobre la que, aparte de un rebaño
de terneras que rumian la hierba y el tiempo, grandes y pequeñas
poblaciones de gansos salvajes ensayan su migración otoñal en
incansables maniobras de despegue y aterrizaje”.
En
la escritura de Grass y Galeano la historia se fue imponiendo a
regañadientes. Grass parece que siempre estuvo huyéndole, pero siempre
la historia volvía como una
pesadilla o como Grass escribe: “Desde que la escritura se convirtió
para mí en proceso consciente -entretanto han pasado ya cincuenta años-,
la Historia, sobre todo la alemana, se me ha interpuesto. No había
forma de esquivarla. Hasta las escapadas artísticas más audaces volvían a
llevarme, una y otra vez, a su transcurso meándrico. Desde mi primera
novela, El tambor de hojalata, hasta el último hijo de mi capricho, que
lleva el posesivo título de Mi siglo, yo he sido su rebelde servidor”.
La
literatura tiene su ritmo y creo en esa profecía de Grass: “En
definitiva, la novela de todos nosotros debe continuar. E incluso aunque
un día no se escriba o pueda escribirse o imprimirse ya, cuando no se
disponga ya de libros como medios de supervivencia, habrá narradores que
nos hablarán al oído,…” Narradores como Grass y Galeano que nos
hablaron a ese oído indispensable de la memoria.
Carlos Yusti
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Lea un relato del libro MUJERES de Eduardo Galeano a publicarse en España:
Por vengarse de una, que lo había traicionado, el rey degollaba a todas.
En el crepúsculo se sacaba y al amanecer enviudaba.
Una tras otra, las vírgenes perdían la virginidad y la cabeza.
Sherezade fue la única que sobrevivió a la primera noche, y después siguió cambiado un cuento por cada nuevo día de vida.
Esas
historias, por ella escuchadas, leídas o imaginadas, la salvaban de la
decapitación. Las decía en voz baja, en la penumbra del dormitorio, sin
más luz que la luna. Diciéndolas sentía placer, y lo daba, pero tenía
mucho cuidado. A veces, en pleno relato, sentía que el rey le estaba
estudiando el pescuezo.
Si el rey se aburría, estaba perdida.
Del miedo a morir nació la maestría de narrar.
Eduardo Galeano
FUENTE: Diario EL PAÍS, España.
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Carlos Yusti (Valencia,
1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su
mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991);
Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces
voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de
Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el
2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría
Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de
ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el
director editorial de las revistas impresas Fauna
Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaiones El correo del
Caroní en Guayana y el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia.
Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte literal.
Saludos. Gracias por estas historias.
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