En días pasado conversando con nuestro amigo Carlos Pacheco vimos como la gente repartía y compartía un enlace sobre palabras japonesas que no tenían traducción en español, realmente que no tenían una traducción exacta y compacta al español. Eso es algo que pasa no solo con el japones sino con todas las lenguas del mundo. Cada idioma es una forma de ver al mundo y refleja las peculiaridades de la cultura de cual ese lenguaje permite expresar. Lo curioso es que el enlace te vende la imagen de una profunda espiritualidad en el Japón quizá hasta haciéndonos sentir que nosotros seríamos incapaces de lograr esas cotas de espiritualidad extrema. El articulo nos traía entre otras palabras japonesas estas: Itadakimasu, un reflejo del respeto hacia los demás seres vivos; Komorebi, la luz que se filtra entre las ramas de los arboles y Kintsukuroi, el arte de remendar una pieza de cerámica rota uniendo los trozos con plata y oro (si usáramos cola blanca o crazyglue no sería arte ni hermoso).
Pero la palabra que motivó la conversación nuestro amigo Carlos fue Kogarashi, el viento frío que anuncia la llegada del invierno. Le dijimos :
- Carlos ¿Sabes como se dice Pacheco en en Japones?
- No (Acompañó el no con una expresión intraducible a la mayoría de los idiomas).
-Kogarashi, le dije.
-Ahora explícame porque dices que Pacheco en japones se dice Kogarashi.
Una vista del pueblo de Galipán |
Y procedimos a dar nuestra perorata navideña:
Obviamente Pacheco es una equivalente bastante cercano sino exacto de la palabra Kogarashi. Esta palabra japonesa define o nombra al viento frío que anuncia la llegada del invierno que coincide con los últimos meses del año. En Venezuela la palabra invierno designa a la estación lluviosa pero el viento frió llega en la misma época del año. Para nosotros ese viento frío anuncia la temporada navideña. Y tenemos que recordar esa vieja historia de Pacheco ese vendedor de Flores que bajaba en noviembre del pueblo de Galipán ubicado en el cerro el Ávila o Guarairarepano a vender flores en la ciudad de Caracas frente a la iglesia de La Pastora.
La periódica y puntual llegada de Pacheco el floricultor se convirtió en signo de la llegada del frio navideño en las bocas de la gente. Así que cuando la gente comenzaba a sentir el frío navideño decía: Llegó Pacheco. Pacheco se convirtió en sinónimo del viento frío que llegaba en noviembre anunciando la temporada navideña.
Aunque para mucha gente ahora Pacheco simplemente es frío si importar la época del año: ¡Que Pacheco esta haciendo! o ¡Que Pacheco tan fuerte! son otras formas de decir ¡Que frío está haciendo!
Nuestro amigo soltó una gran carcajada y nos dijo:
-Si, tiene mucho sentido
.
Estas son las razones por la que decimos que Kogarashi en español es Pacheco. Como curiosidad podemos decir que ahora quieren convertir a Pacheco en una especie de San Nicolas criollo.
Apamate |
Ahora buscaremos cual sería el equivalente en el español de Venezuela a la tradición del Hanami, la contemplación de los cerezos en flor aunque aquí serían los Apamates en flor.
Justo en este instante nos acaba de florecer una duda ¿Cómo se diría en japones naiboa? Ese dulce delicioso hecho con casabe (una torta delgada hecha de yuca amarga rayada a la que se le ha extraído el yare, el jugo venenoso), papelón y queso típico de Venezuela.
Naiboa con cafe |
Solo nos resta desearles felices fiestas a todos los lectores del blog y gracias por su apoyo.
Richard Montenegro
Escuchemos ahora un aguinaldo:
Ahora vean una representacion de la llegada de Pacheco a Caracas:
*******
Richard Montenegro. Perteneció a la redacción de las revistas Nostromo y Ojos de perro azul; también fue parte de la plantilla de la revista universitaria de cultura Zona Tórrida de la Universidad de Carabobo. Es colaborador del blog del Grupo Li Po: http://grupolipo.blogspot.com/. Es autor del libro 13 fábulas y otros relatos, publicado por la editorial El Perro y la Rana en 2007 y 2008; es coautor de Antología terrorista del Grupo Li Po publicada por la misma editorial en 2008 , en 2014 del ebook Mundos: Dos años de Ficción Científica y en 2015 del ebook Tres años caminando juntos ambos libros editados por el Portal Ficción Científica. Sus crónicas y relatos han aparecido en publicaciones periódicas venezolanas tales como: el semanario Tiempo Universitario de la Universidad de Carabobo, la revista Letra Inversa del diario Notitarde, El Venezolano, Diario de Guayana y en el diario Ultimas Noticias Gran Valencia; en las revistas electrónicas hispanas Alfa Eridiani, Valinor y Gibralfaro, Revista de Creación Literaria y de Humanidades de la Universidad de Málaga y en portales o páginas web como la española Ficción Científica, la venezolana-argentina Escribarte y la colombiana Cosmocápsula.
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Hermoso saber navideño. Enhorabuena desde Tenerife.
ResponderEliminar…un telescopio
ResponderEliminarTal vez la inocencia sea lo que más fácilmente se abre pasoa través del fárrago de este mundo.
Franz Kafka
Once hijos
Mientras le lanzaba piedras y palos al mango que estaba en el centro del oscuro solar, en medio de la noche fría y llena de punticos de luz como los del techo de su cuarto, se quedó contemplando las estrellas, y decidió qué le pediría al Niño Jesús ese año.
Llegó el 24. Y como todos los años, se dijo y se prometió, firmemente, que este año sí lo esperaría despierto para descubrir quién era realmente el Niño Jesús. Sin embargo, siempre se quedaba dormido en la salita y amanecía en su cuarto. E inmediatamente, se asomaba debajo de la cama y encontraba lo que le había pedido, que, invariablemente, era un carrito de madera con las ruedas de chapas.
Pero este diciembre, la pequeña radio que un día su papá le había traído a su mamá, único objeto de lujo en el miserable rancho, lo distrajo y le hizo cumplir su promesa.
La madre, que se había quedado dormida, rendida por el cansancio, se despertó sobresaltada por el llanto de su hijo. Se incorporó, se dirigió hasta el rincón donde estaba el niño chorreando lágrimas que se confundían con el jugo amarillo del mango, y le preguntó: “¿Qué te pasa? ¿Por qué lloras?” Y el muchacho, que con una mano se estrujaba un ojo, le señaló con la otra, donde tenía una fruta a medio comer, la radio. Y le dijo, llorando: “¡Que mataron al Niño Jesús!” En el momento en que el rostro de la mujer se iluminó, como la superficie de un pozo cuando la toca cualquier partícula, con una sonrisa que desapareció apenas esbozada, como las ondas del pozo al llegar a la orilla, el locutor dijo: “¡La hora en su emisora feliz: la una y treinta de la madrigada! Repetimos la información anterior: ¡Hace pocos momentos fue muerto a balazos un hombre en el interior de una tienda! El desconocido no portaba documentación alguna. Solamente se encontró, en uno de sus bolsillos, una carta donde se le pide al Niño Jesús un telescopio… ¡La hora en su emisora feliz: la una y…!”
Del pecho de la mujer brotó un quejido corto y frágil, como si fuera el último que le quedara dentro, y cayó. Produciendo ese ruido opaco y odioso, como el de las frutas maduras al estrellarse contra la tierra húmeda del solar.
Autor: Pedro Querales Del Libro "Fábulas urbanas"