viernes, 5 de agosto de 2016

El recuerdo como un destello




Recuerdos. La memoria es traicionera. Ya en el primer instante, cuando vamos a crear el recuerdo, ya nos engañamos. Tendemos a interpretar la realidad de la que estamos creando el recuerdo; unas veces llenando huecos y otras veces sustituyendo directamente parte de realidad, por la creada por nuestra razón para memorizar más fácilmente, más cómodamente. Luego llega el olvido, brutal al principio arrasándolo todo como un tsunami, para después convertirse lentamente en agente erosionador de la montaña de nuestra memoria. Débil pero persistente el olvido actúa inexorablemente. Borrando pequeños aspectos de un recuerdo o directamente eliminándolo de nuestro acervo. Por último y más cruel: el reciclado de recuerdos. Nuestro cerebro es un superviviente nato, tiende a encajar y pasar página rápidamente. Para ello no le importa reinterpretar nuestra biografía al calor de un nuevo evento, un suceso con traumático impacto en nuestro presente: un nuevo amor, un nuevo desamor, un nuevo trabajo, un gran éxito… un gran fracaso. Casi cualquier cosa puede disparar el proceso de reinterpretación de nuestra propia biografía. Analizar nuestro pasado desde el prisma del acontecimiento desencadenante con el objetivo de darle acomodo, de crear la sensación de inevitabilidad: visto lo vivido era imposible que no acabase ocurriéndonos.

La memoria de los muertos (The final cut, 2004) 

¿Y de qué está construida nuestra biografía? De recuerdos. Los reinterpretamos constantemente, lo que no puede por menos que alterarlos. Alteración y borrado ese es el futuro de nuestro pasado, el porvenir de nuestros recuerdos.

Blade Runner

Afortunadamente nuestra ciencia está lejos de permitirnos grabar todos nuestros recuerdos en un chip de memoria que nos implanten al nacer. Es ciencia ficción el puesto de trabajo de Alan Hakman (interpretado por Robin Williams) consistente en crear un video laudatorio con los mejores momentos de los recién finados, para solaz y descargo de sus deudos. No, la realidad que el director Omar Naïm nos cuenta en La memoria de los muertos (The final cut, 2004) es ficción. Gracias a Dios, porque al igual que el protagonista, descubriríamos que los recuerdos que tan preciosamente almacenamos no son reales: están desgastados y alterados. Solo sería necesario revisar la memoria del chip de un fallecido que compartiese algún recuerdo con nosotros. 


La gran mayoría de los humanos no soportaremos con facilidad semejante golpe a nuestra identidad. Somos nuestros recuerdos, eso nos hace humanos.
Leon Kowalski, Zhora, Pris, Roy Batty y Rachael lo sabía bien. Los Nexus 6 de Blade Runner (El cazador implacable dirigida por Ridley Scott en 1982) buscaban su breve humanidad en los recuerdos implantados de fábrica. 


Procuren no olvidar, ejerciten su mente, preste atención a los consejos que Carlos Yusti les va a dar ahora mismo. Pero sobre todo vigilen que recuerdan, pues esos recuerdos los hace humanos.



by PacoMan

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Carlos Yusti

El pintor y escritor Joe Brainard publicó un libro titulado Me acuerdo. Libro fronterizo por excelencia (denomino fronterizo a esos libros que bordean esos limites punteados de varios géneros literarios sin pertenecer de manera especifica a ninguno de ellos). Este libro de Brainard zigzaguea el género de memorias, pero no lo es, sino que va más allá. De igual modo hace equilibrios en las márgenes del cuento hiperbreve, sin amoldarse del todo a ese género en el que Augusto Monterroso destiló una innegable maestría. Se le podría incluir en ese renglón del aforismo por la brevedad de los textos y por el fogonazo de lucidez que encandila, pero los recuerdos de Brainard muerden un horizonte más modesto, pero cercano a ese hecho particular recuperado como un recuerdo-flash y que se atrapa en una frase inexacta y a veces poética.


Augusto Monterroso


El libro de Brainard es una joya rara y como tal ha tenido sus continuadores/seguidores de rigor. George Perec escribió Je me souviens. El escritor Juan Bonilla incluso abrió una web para que cada quien fuera sumando sus recuerdos. En la Internet cualquiera puede consultar una curiosa web en la que varios escritores/escritoras registran sus me acuerdo: http://www.mastraviesa.com/


George Perec


Tengo un amigo que en ocasiones me dice: “en mi otra vida me encantaban los burdeles” o “en mi otra vida escribía poemas desgarradores de amor”. Lo dice así ya que ahora no está como apartado de todo y ni se va juerga prostibularia ni escribe poemas, es como si fuese ese yo es otro patentado por Rimbaud que al final dejó de ser ese poeta deslumbrante para terminar en Abisinia, convertido en empresario y traficante de armas. Es que como si la existencia fuese un gran pastel que consume en pedazos. Trozos que se han consumido/engullido con intensidad y que con el correr de los años se diluyen, se vuelven borrosos y por alguna circunstancia externa la memoria los recupera de tal manera que esa vida que ahora se percibe como extraña vuelve como un impreciso y volátil recuerdo.

El hallazgo genial de Brainard fue recuperar todas esas muchas vidas que uno va utilizando como si de trajes se tratara, especie de vestuario teatral que uno guarda en ese armario oscuro de la memoria; mientras el escenario reclama de nosotros nueva vestimenta y una renovada actuación en ese gran escenario que es vivir. Brainard recupera todas esas vidas a través de frases e imágenes que su memoria despliega como una baraja de cartas. No es un libro con principio, ni con final y existe cierto mecanismo aleatorio. Comentando el libro Mauricio Molina acota: “El lector se enfrenta a Me acuerdo como un interlocutor que se asoma a una serie de imágenes, frases y pensamientos sin final ni principio, de modo que el libro puede leerse a partir de cualquier página”.

La vida de un hombre ordinario, sin ínfulas de nada ni protagonismos subrayados, es a fin de cuenta una sucesión de hechos y frases irrelevantes, de asuntos menudos y domésticos que convierten a cada quien en lo que es por dentro y por fuera. Buscar una definición a este ejercicio de memoria y escritura breve de Brainard es pisar terreno resbaladizo. No obstante Perec (citado en un artículo sobre el mismo tema por GuillermoAltares) sobre los suyos anotó: "Los Me acuerdo son pequeños pedazos de cotidianidad que fueron vividos y compartidos y luego olvidados. Sin embargo, de repente regresan, por azar o porque han sido buscados entre amigos una noche: es algo que aprendimos en el colegio, un campeón, una canción, un cantante, un escándalo, un slogan, un traje o una costumbre, totalmente banal, que por un milagro es arrancada a su insignificancia y es reencontrada por unos instantes, provocando unos segundos de una impalpable y pequeña nostalgia". Con respecto al libro de Perec escribe Altares lo siguiente: “Algunos Me acuerdo son pedazos inocentes de memoria, otros escarban en las partes ocultas de nuestras vidas, algunos tienen sabor, olor, luz, algunos son crepúsculos dorados y otros amaneceres tristes, muchos ni siquiera sabemos dónde han estado escondidos, los hay que son como las magdalenas proustianas y aparecen a borbotones”.

Entrelazar los recuerdos a través de la escritura es un buen ejercicio para hacer repaso de nuestros deseos y vivencias, de esas impresiones que hicieron mella en la interioridad de nuestra infancia, juventud y madurez. Y en eso llega la melancolía. A veces un recuerdo en un perro nostálgico que se echa a tus pies, un pájaro que deja su jaula o una mariposa que se traspapela con las flores. Brainard no intenta recuperar la nostalgia a través de su libro y busca sí que el recuerdo opere como un engranaje que también atrape al lector  y lo impulse a buscar en la trastienda de su memoria sus recuerdos perdidos, que reconozca ese yo que se ha ido despaginando varias veces en la existencia y  que tratado de no naufragar del todo en la menudencia del día a día, en la intrascendencia de lo cotidiano. Ver todo desde el recuerdo y con la distancia necesaria permite descubrir a cualquiera chispazos de belleza, dulzura y amabilidad de esos instantes que en su momento resultaron banales, vacíos y hasta carentes de ese golpe de efecto que sólo aparece en ese recuerdo aislado, especie de poema que se escribe en nuestra memoria con la levedad aleatoria de una hoja seca que cae del árbol y el viento arrastra.

Lo de Joe Brainard más que un libro de recuerdos es un ejercicio de intimidad, de esa intimidad agazapada en un rincón del alma. Anotó enseguida algunos de esos me acuerdo que acompañan en silencio, pero que están ahí como una sombra alargada sobre mi espíritu:


Me acuerdo de mamá sacando de la bolsa de los víveres un libro con el cual iniciaría mi primera biblioteca.


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Me acuerdo que con mi amigo Toño, en el Barrio Bello Monte 2, escuchaba por la radio las aventuras de Martín Valiente, el ahijado de la muerte.



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Me acuerdo de las emisiones televisas de la lucha libre (“Catch as catch can”)y de luchadores como Basil Battah, El Dragón Chino, Kamba, el Salvaje y el Dr. Nelsón.




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Me acuerdo de las fotonovelas.



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Me acuerdo que mi primera máquina de escribir me la regaló mi hermana mayor Miriam.

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Me acuerdo del negrito bembón Memín Pinguín al que le pegaban con una tabla atravesada con un clavo.

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Me acuerdo de la bellas piernas de la Teniente Uhura, de la serie “Viaje a las estrellas”.

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Me acuerdo de esa vez que me trague una locha, tendría seis años.

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Me acuerdo que en vacaciones me iba con mi padrastro (Álvarez Domínguez) a trabajar como carpintero de la construcción y para mi era la felicidad suprema.

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Me acuerdo de Iris Chacón.



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Me acuerdo de las peleas de Gallo junto a mis hermanas y con mi tío Antonio Yusti, albañil y gallero.

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Me acuerdo de mi tía Juana que era flojísima.

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Me acuerdo que repetí el cuarto grado.

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Revista Zikeh de Los Animales Krakers

Me acuerdo que en el grupo literario “Los Animales Krakers” bebíamos mucho y escribíamos poco.

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Alfredo Maneiro

Me acuerdo el día en que murió Alfredo Maneiro.

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Obelisco de Barquisimeto


Me acuerdo con gratitud de las prostitutas del 7 Rojo en Barquisimeto.

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Yuri Valecillo


Me acuerdo que una mañana mi amigo Yuri (fotógrafo) y yo fuimos a buscar al poeta Teófilo Tortolero en un bar del poético pueblo de Nirgua.


Teófilo Tortolero. Fotografía de Yuri Valecillo


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Me acuerdo de los senos de Afrodita A, la novia de Mazinger Z, que eran mortales proyectiles.



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Me acuerdo que mi mamá Carmen Elina Cedeño, usaba pelucas.

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Me acuerdo de mi maestra Berta de sexto grado.

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Francisco Arévalo. Imagen tomada de Crónicas del olvido


Me acuerdo de las borracheras insublimes con el poeta Francisco Arévalo.

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Yuri Valecillo y Pedro Tellez

Me acuerdo que Yuri Valecillo y yo estábamos deslumbrados con la biblioteca de los Téllez.


Pedro Tellez y Carlos Yusti. Fotografía de Yuri Valecillo


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Marina Baura y Raul Amundaray


Me acuerdo que también he llorado con el poemas angelitos negros, recitado por Raúl Amundaray.

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Me acuerdo de la Manteca los tres cochinitos.




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Me acuerdo de los Chuchurumbeles de España y de Los Bocheros.



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Viñetas del juego del truco en la legendaria historieta argentina El Eternauta

Me acuerdo de esa expresión del juego de truco: “ven a mí, que tengo flor”.

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Me acuerdo de esa especial música de la lluvia sonando en el techo de zinc.

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Ana María Marín

Me acuerdo del día, el momento, el lugar y la hora en que por primera vez vi a mi esposa Ana María Marín.



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Me cuerdo que Mariana y Daniela (de 6 y 7 años respectivamente) me regalaron en uno de mis cumpleaños una pequeña bolsa de caramelos y golosinas.


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Me acuerdo del fragmento de un poema de Carlos Oquendo de Amat:
POR QUE MIS OJOS ERAN NIÑOS/ Y mi corazón/ un botón/ más/ de/ mi camisa de fuerza.



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by PacoMan 

En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.

Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.


Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.

Y colabora con el blog de Grupo Li Po

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Carlos Yusti en Barcelona, con la estatua de Colon al fondo, al final de la Rambla donde desemboca en el puerto.



Carlos Yusti (Valencia, 1959). Es pintor y escritor. Ha publicado los libros Pocaterra y su mundo (Ediciones de la Secretaría de Cultura de Carabobo, 1991); Vírgenes necias (Fondo Editorial Predios, 1994) y De ciertos peces voladores (1997). En 1996 obtuvo el Premio de Ensayo de la Casa de Cultura “Miguel Ramón Utrera” con el libro Cuaderno de Argonauta. En el 2006 ganó la IV Bienal de Literatura “Antonio Arráiz”, en la categoría Crónica, por su libro Los sapos son príncipes y otras crónicas de ocasión. Como pintor ha realizado 40 exposiciones individuales. Fue el director editorial de las revistas impresas Fauna Urbana y Fauna Nocturna. Colabora con las publicaciones  El correo del Caroní en Guayana y  el Notitarde en Valencia y la revista Rasmia. Coordina la página web de arte y literatura Códice y Arte Literal


 Tomado de Letralia


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