El encuentro se acordó en un restaurante
parisino. Entonces el poeta Gustavo Pereira estaba becado por la Universidad de
Oriente en la capital francesa. Miyó Vestrini lo abordó para hablar de muchos
asuntos.
Al filo de la medianoche, aunque no fue a
esas horas cuando se realizó la entrevista. Ambos personajes, periodista y
entrevistado, pidieron un café, un vino o un helado, y comenzaron a destejer la
historia del autor de Preparativos de
viaje.
Miyó Vestrini por Vasco Szinetar |
Salieron a relucir temas que hoy son muy
conocidos. Pequeños detalles que forman parte de leyendas urbanas y rurales,
pero que han adquirido un carácter colectivo en esta hora menguada, toda vez
que quien contó sigue contando su vida a través de acciones públicas harto
conocidas.
Gustavo Pereira, celebrado poeta venezolano
tanto en el pasado como en el presente, corrió el velo de su vocación
stalinista y favoreció a quien ha sido considerado uno de los protagonistas más
terribles de la política mundial.
Drummond de Andrade |
En su recorrido se inclinó por la poesía de
Drummond de Andrade y dejó en un segundo plano la de Neruda. Aunque después
dijo que de estar vivos ambos serían los mejores poetas de América Latina.
Vallejo quedó desechado.
César Vallejo |
Las preguntas y repreguntas de Miyó
Vestrini, veterana reportera cultural y política de aquellos años del
bipartidismo y de una república en la que era posible desarrollar disentimientos,
dejaron ver el carácter de un hombre que si bien sostiene un carácter apacible
es capaz de apoyar políticas como la soviética y como la actual que agita a una
Venezuela estremecida por tantos desmanes de un poder omnímodo, calificado de
humanista y justiciero.
La lectura de este documento deja ver en
consecuencia la vida de uno de los protagonistas intelectuales de este estado
de cosas que agobia a un país que no termina de encontrar una salida
democrática.
La poesía, mientras tanto, sigue su curso.
Y Gustavo Pereira en sus cuarteles de verano oriental.
*******
La becas adecas o una Cena en París
Una entrevista de Miyó Vestrini a Gustavo Pereira
UNA
FICHA EN UN GRAN DAMERO
18 de enero de 1981
(Miyó
Vestrini en entrevista con Gustavo Pereira)
A la
espera de dos nuevos libros del poeta Gustavo Pereira: -una antología de los
Somaris (Fundarte) y Tiempos oscuros, tiempos de sol (Universidad de Oriente) –
este filo de la medianoche, dedicado a él, se había detenido. Hace pocos días,
entraron en circulación y la noche se puso en movimiento: regresó a París,
donde el poeta vive desde hace varios meses, atento siempre al rumor del mar,
que va y viene, bajo el balcón de su casa, en Puerto La Cruz.
Ser
amigo de Gustavo Pereira, saborear su humor, compartir su entereza, contagiarse
con sus irresistibles carcajadas, respetar sus posiciones más duras, es fácil y
gozoso. Pero entrevistarlo, resulta arduo, porque significa violentar puertas,
que el poeta prefiere mantener cerradas.
Todo
transcurrió en una tarde y un pedazo de noche. Un grabador a cuestas, un
restaurante acogedor, un tránsito por casas y calles, varios amigos cercanos y
un perro peludo y simpático, Olafo, que no llegó nunca a entenderse bien con el
poeta.
Quien
no conoce a Gustavo Pereira, debe imaginarlo como un niño crecido a duras
penas, cuya capacidad para movilizarse ante todo, está aún intacta. Fascinado
por la sabiduría y la filosofía oriental (entre muchas frases, me citó esta:
“Interrumpe tu canción te lo ruego, y escucha la mía”, de Han Yu, Dinastía
Tang) esto no le impide profesar una devoradora pasión, por las cosas elementales
de la tierra, el amor y la gente.
El
poeta siente a París como una ciudad hostigante. Su esposa Maureen, y los
hijos, Maurita, Gustavo y David, aminoran su ira contra franceses malhumorados,
que no entienden de niños ruidosos y alegres, y aplacan su desasosiego, cuando
el cielo se pone muy gris.
En
realidad, la nota triste la pongo yo. Gustavo es un marino y los marinos no son
iracundos, ni nostálgicos. De vez en cuando, escudriñan el cielo para ver si
Orión está en su lugar, hueles a ojos cerrados aromas de algas y ballenatos,
sienten el calor devorante de los mediodías, buen bagaje para recorrer el mundo
y hacer, sin dificultad, lo que hay que hacer. La conversación fue larga y
colectiva. Intervinieron poetas, amigos, y esto parecía una tapia.
Gustavo,
¿es verdad que tú sabes quién inventó la cerveza?
-Fue una monjita, mitad francesa, mitad
alemana, llamada Hildegarde, a quien con justa razón, canonizaron. Ella inventó
echarle el lupo a la cerveza. Tenía fama de mujer con muchas iluminaciones y es
histórico, absolutamente, que los jefes de Estado iban a visitarla en su
abadía. En sus grandes rascas de cervezas, se le ocurrían genialidades. Pero
cuando le conté eso a un cura amigo mío, me dijo que Hildegarde tomaba cerveza
sin alcohol…
¿Siempre
tomas cerveza?
-Mira, yo tengo más bien fama de zanahoria.
Nunca he sido borracho. La cerveza es una bebida de adolescente, y yo todavía
estoy en la adolescencia. Creo que lo primero que tomé fue sangría Chamberry y
no me morí de vaina. Pero me gustaba tomarla, porque me ponía a recitar La
Leyenda del Horcón.
¿Es
cierto que tú eres de los que creen en las premoniciones mortales de la poesía?
-Muchos poetas creen en los muertos y dicen
que jalan por los pies. Luis Alberto Crespo, Luis Camilo Guevara, el Chino Valera…Yo
no creo en los muertos, pero sí en las premoniciones poéticas. Antes, escribía
todos los días. Era como un oficio. Y cada año, revisaba y seleccionaba lo
menos bueno. Mi cuñado murió en 1972, de una caída por las escaleras de
cemento, que hay en mi casa de la playa. Y al revisar los poemas de 1971,
descubrí uno que hablaba de esa muerte y hablaba incluso de las escaleras.
Había escrito su muerte, un año antes. A partir de allí, reivindiqué a nuestro
amigo Jonathan Swift: puro humor, pero no tan negro.
Premoniciones
poéticas…es extraño…
-Algo en el cerebro regula esas funciones
que uno llama mágicas. ¿Por qué unos las tienen tan desarrolladas y otros no?
¿Sabías que los zurdos piensan al revés?
¿Tú
eres zurdo?
-Soy zurdo, pero algunas cosas las hago con
la derecha. Y creo que los poetas que escriben con la derecha son poetas
líricos. Los que escriben con la izquierda, son épicos. Caupolicán Ovalles, por
ejemplo, es zurdo.
Caupolicán Ovalles |
¿Zurdo,
Caupolicán? Digamos más bien que usa ambas manos.
-Oye, Miyó, ese señor que está sentado
allí, comiéndose un helado, ¿no es Ionesco?
No
sé. ¿Por qué no vas y se lo preguntas?
Lo que era simple reto afectuoso, se
convirtió en algo singular: el poeta tímido y retraído, se levantó y fue hacia
la mesa. El señor dejó a un lado su crema helada, para darle la mano, muy
sonriente.
¿Qué
le dijiste?
-Monsieur,
¿Vous etes Ionesco? Me dijo oui y
me dio la mano…
Así de sencillo…Al rato, Ionesco se marchó
y nos saludó amistosamente. Creo que Gustavo debe reír aún, al recordar su
hazaña de tímido.
Ionesco |
¿Has
estado en la Unión Soviética?
-Sí. Estuve en un viaje de escritores con
José Balza y Luis Britto. Y fíjate la contradicción; allá, los stalinistas eran
bellos. ¡Estaban encantados! Y yo en cambio protesté. Muchos Cadillacs, muchos
privilegios, películas para ser vistas solamente por escritores y periodistas.
¿Quién determina esos niveles? Protesté contra eso,. Pero no contra lo demás,
por supuesto. Dirás que hablo mucho de los rusos, pero en realidad, le tengo
una profunda admiración a la Unión Soviética como pueblo, como gente.
¿Y
puede protestar en la URSS un stalinista como tú?
-Lo que pasa es en que en la Unión
Soviética hay leninismo, y Lenin era como fastidioso, ¿no crees?
¡Qué
afirmación insólita! ¿No será que tu rollo es porque Lenin no quería a
Mayakovsky, tu pasión como poeta?
-Lenin no quería a Mayakovsky y Trotsky odiaba a Mayakosvky. En cambio, el poeta favorito de Stalin era Mayakovsky. Tenía gustos más avanzados que todos ellos.
Pero
en general, se piensa en Lenin como un hombre más refinado, más culto. Recuerda
su trabajo sobre Tolstoi…
-No olvides que Tolstoi era un escrito muy
político. Un escritor de masas, profundamente ruso. Mayakovsky era un escritor
de masas, pero no profundamente ruso.
Trotsky |
Y un
solitario. Y un rebelde.
-Claro. El último poema que escribió fue
una especie de extracto de una gran carta de amor a su mujer. Un poema de gran
tristeza, de gran melancolía. Tú sabes, aquello de la barca del amor se ha estrellado
contra la corriente de la vida.
¿Por
qué no volvemos a la poesía latinoamericana?
-Para mí, Drummond es el más grande poeta
latinoamericano vivo.
¿Y
Neruda?
-Vivo, te digo, vivo.
Perdón,
siempre pienso que Neruda aún está vivo.
-Yo me atrevería a decir que Drummond y
Neruda son los más grandes poetas latinoamericanos de este siglo. Y mira que
uno conoce…y mira que no estoy incluyendo a Vallejo.
¿Y
la poesía venezolana?
-Se puede hablar de una gran poesía
venezolana y no de un gran poeta venezolano. Cada quien es una ficha en un gran
damero. Cada quien cumple simplemente con su deber. La poesía colectiva es una
gran poesía, en la que el vedetismo publicitario pasa a segundo plano.
Sí,
pero desaparece el poeta como individuo.
-¡Al contrario! El poeta se afirma como
individuo. Tanto y más, cuando sabe que pertenece a un grupo de hombres que
están haciendo lo mismo que él. Lo que hay entonces es una competencia
afectiva, de ser un buen poeta. No importa la gran cumbre o no sé qué cosa. Lo
que se puede hablar, es de una gran poesía venezolana. Por eso creo que el
socialismo en este país va a ser algo formidable…
La
tesis en la que trabajas actualmente no es sobre poesía. Sino sobre narrativa
del caribe, ¿verdad?
-No precisamente. Es más bien sobre eso que
se ha dado en llamar realismo mágico. No creo que ese sea el término apropiado.
Prefiero hablar sobre cotidianidad latinoamericana desenterrada. El poeta Pepe Barroeta le puso el título a mi tesis: Diario
de la memoria perdida. Y justamente, la narrativa latinoamericana del
Caribe, no es sino la memoria enterrada, perdida. Las historias maravillosas de
Carpentier, son la cotidianidad en el tiempo. La gesta maya de Asturias, es una
gesta absolutamente histórica. Enrique Bernardo Núñez con Cubagua, no hace sino desenterrar lo que ha podido ser un prodigio.
Y García Márquez, en sus Cien años de
soledad y en la mayor parte de su obra, desentierra también un pasado
virginal, que ahora es presente y que uno ve como mágico.
¿Por
qué, dentro de este presente, odias tanto la ciudad y la atacas tanto en tu
poesía?
-Tú sabes que yo compartía la tesis de los
chinos, una tesis contra la ciudad, sostenida por el mismo Partido Comunista
Chino. La ciudad envilece al ser humano, decían. Yo no sé hasta qué punto lo
envilece o lo desnaturaliza o lo entristece o lo descompone o lo melancoliza o
lo nostalgia…pero hay algo de todo eso. Te confieso que adoro Caracas. Pero
Caracas es como París. Vives en un apartamento, cualquier ruido que haces te lo
reclaman. Vas por la calle, te atropella un carro y nadie te auxilia.
Y de
Caracas, decidiste irte un día al interior…
-Desde el primer momento, llegué a Caracas
como transeúnte.
Bueno,
pero tomaste la decisión. Y justamente ahora, cuando vives en una hermosa casa
cerca de la playa y llevas una vida apacible, lejos de la ruidosa ciudad,
escoges París. ¿Por qué?
-Eso que te voy a decir es una petulancia,
pero en fin…Una vez escribí algo que se llamaba Somaris del comportamiento del perro. Y era un perro que decía, sí
está aquí, quiere estar allá, si está allá, quiere estar más allá. Si le ponen
música, quiere que le hagan silencio. Y si usted tiene una mujer y dice ¡ay,
Dios mío, qué pesada carga tengo arriba!, cuando no la tiene, dice ¡ay, Dios
mío, por qué ni vendrá mi mujer…! ¿Qué quiere que te diga?
Eso:
¿por qué viniste a París?
-Huyéndole a los adecos.
¿No
será a los copeyanos que están en el poder?
-Fíjate, hay muchos tipos de adecos. Los de
la Universidad de Oriente, allá en Puerto La Cruz, hacen salir a cualquiera.
Eso lo puedes poner literalmente. Es más, dudo que me acepten cuando regrese, y
hasta me pueden quitar la beca. Entre ellos mismos, hay problemas severos. Me
pude venir, porque inclusive, un adeco distinto a esos, dijo: “Aquí se está
cometiendo una injusticia” y otorgó la beca. Hay gente racional y gente
irracional. Yo nunca he tenido altercados con los copeyanos, porque siempre
cuando están mandando, uno está alejado del país, de alguna manera. Durante el
gobierno de Caldera, yo estaba en la mesa de Guanipa.
¿Es
cierto que tú dijiste a tus amigos, que después de los cuarenta años no se
puede ser poeta?
-Es cierto, y desde que los cumplí dejé de
escribir. Pero volveré a hacerlo, porque me di cuenta que era una estupidez.
-Mira, antes de los cuarenta años, uno
tiene mucho que decir, pero no tiene técnica. Y después que se adquiere la
técnica, ya no se tiene nada que decir. Y si tienes técnica y nada que decir,
¿para qué vas a escribir?
En Preparativos de viaje, un libro de joven,
hay técnica…
-Pero copiada. Uno se la pasa copiando. Lo
que pasa es que en Venezuela son tan ignorantes que no saben de quién se copia
uno…
La
solución es copiar con lucidez…
-Claro, copiarse de quien valga la pena. Es
un signo de lucidez, copiarse de la gente lúcida.
Bueno, pero tomaste la decisión. Y
justamente ahora, cuando vives en una hermosa casa cerca de la playa y llevas
una vida apacible, lejos de la ruidosa ciudad, escoges París. ¿Por qué?
-Sí, es una bodega en pleno centro de
Puerto La Cruz. Y es de un primo mío. Una muy bella bodega, típica de pueblo.
Allí escribió el Chino Valera los Setenta
poemas stalinistas esos…
Lo que pasa es que ese bandido no lo quiere
reconocer.
Alberto Hernández
Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua.
Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.
Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999). Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».
Enlaces Relacionados:
Diosss... Gustavo Pereira me caía mal, pero luego de leer esta entrevista, me cae peor. Un pobre diablo en toda regla.
ResponderEliminarGracias César Nuñez por tu visita
Eliminar