jueves, 29 de septiembre de 2016

FICCIÓN CIENTÍFICA, VIAJE VOLITIVO EN UN TUBO DE ENSAYO




Estimados Amigos

Hoy compartimos con ustedes el acercamiento que el poeta Alberto Hernández nos hace a la más reciente antología realizada por el portal Ficción Científica.

Deseamos disfruten de la entrada y de la antología.


Atentamente



La Gerencia.

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Crónicas del Olvido

FICCIÓN CIENTÍFICA, VIAJE VOLITIVO EN UN TUBO DE ENSAYO

**Alberto Hernández**

1.-

Se me ocurre pensar en un laboratorio de química, puesto que leo desde un experimento lo que tendría que ser creíble. No se trata de una distopía. No se trata de volver a la utopía. No se trata de resquebrajar el tiempo real y convertirlo en una madeja de significados. No; se trata de creer en lo que leemos. Es decir, quien escribe ciencia ficción está en el deber de hacérsenos creer en lo que es inexistente. Y vivirlo. Regresarnos a la inocencia o favorecer la idea de que estamos en la búsqueda de lo imposible a través de fórmulas, pruebas de ensayo y errores, combinaciones de sustancias delicadas, de vapores y hasta de voces que esgrimen su defensa desde el misterio o desde el fondo más lejano del Universo.

La ciencia ficción, ese género que atañe a lo inconquistable en la realidad, es posible en el imaginario de quien se atreve a crear, inventar, con la intención de que el lector se lo crea. De esta manera, tanto escritor como lector pasan a ser cómplices de una “culpa” que no desdeña lo insondable: el misterio, la eternidad, los huecos negros de las distintas galaxias, muertos vivientes, seres vivos creados por la mano humana, máquinas del tiempo, viajes interminables a través de diversos colores donde no existe el horizonte, experimentos que facilitan la vida más allá de lo creíble, oscuridades luminosas, cuerpos que flotan: una larga lista de imposibles que se constituyen antología en manos de José Antonio Cordobés Montés, quien lleva el castrense título de “Comandante de la Nave de Propulsión Volitiva Ficción Científica”, y que no deja pasar el apelativo puesto que le sirve para transitar por los lugares más increíbles a través de una también larga lista de cotejo en la que se entretejen todos los temas relacionados con este género.


Adivinen quien es José Antonio Cordobés Montés


2.-

Juan González Mesa, quien escribe el prólogo de esta antología, afirma que se trata de “Contar historias acerca de lo que es imposible”, pero “que las hacemos verosímiles”. De modo que quien habla en este segmento inicial del libro nos invita a viajar por sitios inexistentes, inimaginables, presentes en este extenso mosaico de nombres tanto de autores como de relatos, que nos hacen ver, oír, oler, tocar y saborear lo que no existe.


Juan González Mesa

El libro muestra los títulos en orden alfabético y las identificaciones de los autores como si se tratara de alumnos que atienden al llamado del maestro a la hora de iniciar la clase: primero el o los apellidos y luego el o los nombres de pila.

En esta aventura están los relatos Baile con la negra madre, de Manuel Moledo; China, de José Cascales; Cuestión de supervivencia y Demasiado viejo para esto, de Dolo Espinosa; Deseo, de Teresa P. Mira de Echeverría; El día del padre, de Carlos J. Eguren; El exterminador, de Manuel Moledo; El final, de Guillermo Echeverría; El límite del universo, de Juan Manuel Sánchez; El otro, de Roxana Lozano; El pequeño dios, de Dolo Espinosa; El príncipe azul se cortó las venas, de Carlos J. Eguren; El quejica, de Dolo Espinosa; El subsuelo, de Guillermo Echeverría; El zombi, de Dolo Espinosa; Escombros, de Federico Carivano; Homo economicus, by Pacoman; Índigo y argento, de Dani Durán; La cuarta ley, de Nieves Delgado; La habitación de pensar, de Alicia Pérez Gil; La justicia del rey, de Manuel Moledo; Melodía en verde, de Alicia Pérez Gil; Pluriempleo, de Ricardo Manzanaro; Principito, de José Cascales Vázquez; Sidfrid, de Laura Ponce; Soledad, de Dolo Espinosa; Solenopsis invicta, de Carmen Rosa Signes Urrea; Sólo sabemos que estamos aquí, de Carlos J. Eguren, y Sunit, de Dolo Espinosa

3.-

Se me ocurre retornar al tubo de ensayo y mezclar todos los temas, los personajes, los paisajes. Se me ocurre hacer el experimento y leer desde el comienzo hasta el final las historias increíbles que Cordobés Montés recogió entre los nombres provenientes de España y de algunos países latinoamericanos. Se me ocurre combinar todo eso y fijar la mirada en una sola historia en la que todos esos nombres y apellidos se muevan y hablen en voz alta. Circulen por las diversas corrientes del espacio y no se detengan ante el ojo inmenso de un agujero negro sometido a los saltos de una vieja nave espacial, volitivamente ficcional.

La tradición narrativa dedicada a este género no tiene final, como el mismo universo donde se mueve. Personajes extrovertidos, silenciosos, invisibles, monstruosamente bondadosos o brujeadores, alambiques para filtrar estrellas y hacerlas polvo luminoso.

Y se me ocurre exagerar, porque la misma lectura me conduce a eso, a magnificar, a hiperbolizar la lectura para no olvidar los pasos y las huellas dejadas por los personajes que habitan estos cuentos.

Me queda pensar qué sustancias combinar para definir el asombro que esta larga antología provoca en el lector. Un ensayo científico. Un relato que se traslada en los sueños, en la imaginación interminable de sus autores.  

CODA:

Como lector he quedado atrapado en mi propia fórmula: en el poco espacio de este tubo de ensayo veo a través del cristal el movimiento y los gestos del paisaje espacial, de los rastros que dejan los personajes al pasar, de las sombras que se ciñen al cuerpo de sujetos que se ambulan por el silencio mundo de la imaginación.

Al final, me convierto en un viajero impenitente.


Descarga la antología pulsando aquí




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Alberto Hernández

Nació en Calabozo, estado Guárico, el 25 de octubre de 1952. Poeta, narrador y periodista. Se desempeña como secretario de redacción del diario “El Periodiquito” de la ciudad de Maracay, estado Aragua. 

Fundador de la revista literaria Umbra, es miembro del consejo editorial de la revista Poesía de la Universidad de Carabobo y colaborador de publicaciones locales y  extranjeras. Su obra literaria ha sido reconocida en importantes concursos nacionales. En el año 2000 recibió el Premio “Juan Beroes” por toda su obra literaria.

Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999).  Recientemente ha publicado «Poética del desatino» y «El sollozo absurdo».



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