lunes, 9 de julio de 2012

Un ratón y un vampiro en Caracas.

Reeditan cuentos para niños de Yolanda Pantin











17-Mar- 2012


Michelle Roche Rodríguez

Lugar Común reeditó los cuentos infantiles de Yolanda Pantin. Con las aventuras de los dos animales, la autora pasó de la poesía a la narrativa luminosa.

La noche en que Vampiro chocó con la puerta del cuarto donde dormía Ratón fue el inicio de la relación poco común entre los dos animalitos, una amistad tan sólida que ya cumple más de 20 años.

Sus aventuras son de tal ingenio que los libros donde se cuentan llevan ya dos ediciones. A la cooperativa editorial Lugar Común le corresponde la más reciente, que tiene la propiedad de haber convertido a los personajes creados por Yolanda Pantin en galanes de radio y actores de teatro, gracias a la edición hecha en el estudio de sonido AGPD Sound, que acompaña la publicación bellamente ilustrada por Jefferson Quintana y la obra de teatro producida por Palo de Agua.

Niños y adultos. El libro, que ya está a la venta, es una trilogía de cuentos integrada por Ratón y Vampiro se conocen (1991), Ratón y Vampiro en el castillo (1992) ­ambos editados como parte de la colección infantil de Monte Ávila que entonces dirigía María Elena Maggi­ y uno que se mantuvo inédito hasta ahora, El regreso de Ratón y Vampiro.

En el año 1993, el primer texto fue seleccionado entre los mejores libros para niños del Banco del Libro e incluido en la Lista de Honor de la IBBY, Organización Internacional del Libro Infantil.

Yolanda Pantin. Fotografia: Jonathan Manzano 


"Comencé a escribir estos libros con mis hijos, Efraín y Jimena, porque quería regalarles otra parte de mi poesía, que en aquel entonces era oscura y dolorosa", recuerda Pantin y agrega que su obra entonces, que ya contaba con dos poemarios publicados, estaba transitada por una gran cantidad de murciélagos. Uno se escapó para conocer la luz junto con Ratón.

El regreso de Ratón y Vampiro, escrito más de una década después de los dos primeros, fue un intento de Pantin para acercarse a sus sobrinos y coloca a los animalitos en las cotidianidades de los caraqueños, como montarse en el Metro, hacer una cola o sacarse la cédula.

Letras y tablas. "Lo que más nos gustó de la trilogía de cuentos es que sus personajes tenían potencial para convertirse en íconos de la literatura infantil venezolana", señala Garcilaso Pumar, que dirige la cooperativa editorial junto con Luis Yslas y Rodrigo Blanco.

Pantin considera que uno de los aspectos más interesantes de la reciente edición de sus textos es que, al llevarlos al teatro, tuvo la oportunidad de observar en vivo la reacción de los niños. "Es como un chorro de energía que me abrió las compuertas para las posibilidades creativas. Es muy raro para mí que trabajo con la poesía, porque en este género no esperamos a más de 500 lectores, mientras que en este caso los niños, que gritan, ríen y se acercan al escenario, son tan protagonistas de la obra como mis personajes".

Entre las claves del éxito de los cuentos se encuentran justamente los personajes que afrontan problemas cotidianos con humor y sin falsos moralismos. Desmitifican la idea de que la literatura para niños es simple.

"Acorde con las razones para el reconocimiento que tienen los libros infantiles venezolanos en el exterior, Ratón y Vampiro es una apuesta a las capacidades de los pequeños lectores. Pantin tiene una confianza muy grande en los niños que leen y por eso no tiene necesidad de explicarles sus historias. Esto es muy grato, porque la literatura infantil suele caer en la literalidad y la presunción de que debe haber una moraleja explícita.

Lo mismo pasa con Quintana, cuando hizo la interpretación gráfica de sus palabras", indica Pumar sobre el aporte del libro y agrega que la misma confianza en el interlocutor se mantiene en la obra de teatro.

Antes de que finalice el año, los editores de Lugar Común esperan tener dos títulos más en la colección de libros infantiles. Mientras tanto, Pantin termina de afinar una colección de relatos para niños sobre la mascota que acompañó a su familia durante 14 años.


 Tomado de El Nacional



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