Thomas E. Lawrence vestido a la usanza árabe y Rafael de Nogales Mendez con el uniforme de oficial turco |
Estimados Amigos:
Hoy le hacemos entrega de este texto de Roberto Arlt sobre unos de los personajes venezolanos más interesantes del siglo XX
Al final de esta entrada están los enlaces para descargar algunas obras de Rafael de Nogales Méndez.
Deseamos disfruten de la entrada.
Richard Montenegro
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Vidas paralelas *
por Roberto Arlt
El avión cruza Nueva York hacia el noreste. Ruta Boston. Cuatro aviones armados de ametralladoras escoltan el pájaro de aluminio. En los asientos de los aviones hombres fríos, perfil de buldogs y colillas salivadas de nicotina en el vértice de los labios. A la cintura, pistolas automáticas. Hablan de cosas diferentes mientras custodian el avión que conduce el tesoro. El tesoro es el segundo ejemplar de un libro. El primer ejemplar se encuentra en un cofre de acero del Banco de Nueva York. El segundo ejemplar va aquí metido en una liviana caja de acero, sellada, destinada a la Exposición del Libro de Boston. Por eso la flotilla vuela en dirección al Noreste.
El libro se titula The Mint. Ha sido escrito por un hombre que formaba parte de un grupo de hombres del que ha dicho: “Teníamos siempre las manos manchadas de sangre. Eso nos estaba permitido”. Ese hombre se llamaba Tomás E. Lawrence.
Tomás E. Lawrence ha muerto misteriosamente. Estropeado por una motocicleta. Por disposiciones testamentarias su libro no podrá ser vendido al público hasta el año 1950. En tanto, el segundo ejemplar que la casa editorial Doubleday, Dorant y Compañía, envía a la Exposición del Libro de Boston, cuesta la suma de medio millón de dólares. O no puede ser vendido a menos que ese precio.
Se explican los cuatro aviones custodiados con su brigada de pistoleros legalizados. Y nuevamente se piensa en el hombre que tenía “siempre las manos manchadas de sangre”.
¡Qué historias terribles contendrá el nuevo libro del hombre que de sí mismo cuenta: “Me mandaron a Arabia con el propósito de fomentar cualquier movimiento de rebelión que fuera provechoso para Inglaterra en contra de los turcos”!
¡Oh, qué curioso, qué curioso!
En los mismos días que Lawrence sale para Egipto, un venezolano cara de mono tití, que habla sospechosamente el francés, el inglés, el alemán y el italiano, se pasea por las callejuelas de Sofía. Curiosea en las mezquitas y entra a la embajada alemana donde sostiene reiteradas conferencias con el mayor Von der Goltz, agregado militar, y el ministro turco Fethi Bey. Finalmente, después de tantas diligencias sale para Constantinopla, a luchar al servicio del gobierno turco y hacer todo el daño posible a Inglaterra.
¡Oh, qué curioso, qué curioso! El 15 de septiembre de 1918, los diarios de Berlín dirán, refiriéndose a este caballero llamado el general don Rafael de Nogales y Méndez:
“Para todos los latinoamericanos será una verdadera satisfacción el saber que el general Nogales, único oficial neutral que lucha como tal en las filas de las Potencias Centrales, ha logrado obtener durante los tres años y medio que se halla combatiendo bajo las banderas del Profeta, laureles que llenarán indudablemente de satisfacción y orgullo, no sólo a su patria venezolana, sino a las repúblicas latinoamericanas en general”.
Lawrence y Nogales.
¿Por qué se recuerda a Lawrence y se olvida a Nogales?
Los dos han sido temerariamente aventureros, los dos “han trabajado con las manos tintas en sangre” durante varios años en el desierto; los dos fueron escritores. Es decir, han dejado memorias. Memorias donde los hombres aparecen bocetados, no en el léxico oficial de los aduladores de la historia, sino en un idioma vigoroso y punitivo.
por Roberto Arlt
El avión cruza Nueva York hacia el noreste. Ruta Boston. Cuatro aviones armados de ametralladoras escoltan el pájaro de aluminio. En los asientos de los aviones hombres fríos, perfil de buldogs y colillas salivadas de nicotina en el vértice de los labios. A la cintura, pistolas automáticas. Hablan de cosas diferentes mientras custodian el avión que conduce el tesoro. El tesoro es el segundo ejemplar de un libro. El primer ejemplar se encuentra en un cofre de acero del Banco de Nueva York. El segundo ejemplar va aquí metido en una liviana caja de acero, sellada, destinada a la Exposición del Libro de Boston. Por eso la flotilla vuela en dirección al Noreste.
El libro se titula The Mint. Ha sido escrito por un hombre que formaba parte de un grupo de hombres del que ha dicho: “Teníamos siempre las manos manchadas de sangre. Eso nos estaba permitido”. Ese hombre se llamaba Tomás E. Lawrence.
Tomás E. Lawrence ha muerto misteriosamente. Estropeado por una motocicleta. Por disposiciones testamentarias su libro no podrá ser vendido al público hasta el año 1950. En tanto, el segundo ejemplar que la casa editorial Doubleday, Dorant y Compañía, envía a la Exposición del Libro de Boston, cuesta la suma de medio millón de dólares. O no puede ser vendido a menos que ese precio.
Se explican los cuatro aviones custodiados con su brigada de pistoleros legalizados. Y nuevamente se piensa en el hombre que tenía “siempre las manos manchadas de sangre”.
¡Qué historias terribles contendrá el nuevo libro del hombre que de sí mismo cuenta: “Me mandaron a Arabia con el propósito de fomentar cualquier movimiento de rebelión que fuera provechoso para Inglaterra en contra de los turcos”!
¡Oh, qué curioso, qué curioso!
En los mismos días que Lawrence sale para Egipto, un venezolano cara de mono tití, que habla sospechosamente el francés, el inglés, el alemán y el italiano, se pasea por las callejuelas de Sofía. Curiosea en las mezquitas y entra a la embajada alemana donde sostiene reiteradas conferencias con el mayor Von der Goltz, agregado militar, y el ministro turco Fethi Bey. Finalmente, después de tantas diligencias sale para Constantinopla, a luchar al servicio del gobierno turco y hacer todo el daño posible a Inglaterra.
¡Oh, qué curioso, qué curioso! El 15 de septiembre de 1918, los diarios de Berlín dirán, refiriéndose a este caballero llamado el general don Rafael de Nogales y Méndez:
“Para todos los latinoamericanos será una verdadera satisfacción el saber que el general Nogales, único oficial neutral que lucha como tal en las filas de las Potencias Centrales, ha logrado obtener durante los tres años y medio que se halla combatiendo bajo las banderas del Profeta, laureles que llenarán indudablemente de satisfacción y orgullo, no sólo a su patria venezolana, sino a las repúblicas latinoamericanas en general”.
Lawrence y Nogales.
¿Por qué se recuerda a Lawrence y se olvida a Nogales?
Los dos han sido temerariamente aventureros, los dos “han trabajado con las manos tintas en sangre” durante varios años en el desierto; los dos fueron escritores. Es decir, han dejado memorias. Memorias donde los hombres aparecen bocetados, no en el léxico oficial de los aduladores de la historia, sino en un idioma vigoroso y punitivo.
Lawrence y Nogales, ambos militares profesionales, desnudan tan despiadadamente a los militares profesionales, que éstos terminan causándonos horror. Escuchemos al general Nogales. Por sus memorias desfilan Dyemal Pacha, un “ladrón desvergonzado”; Andranik, “archiasesino y jefe de guerrilleros envalentonados”; Dyevded Bey, culto y cortés cual verdadero osmanlí, era en el fondo, sin embargo, “una pantera humana”; Ahmed Bey, “vestido con un correctísimo traje de sport inglés, era nada menos que bajo otro nombre el célebre bandido Tcherkess Admed, jefe de una cuadrilla de guerrilleros circasianos que mató después en la quebrada del Diablo y por orden del gobierno a los diputados armenios...”
Cuatro años bajo la Media Luna, el libro del general Nogales, o del aventurero Nogales (condecoración de la Cruz de Hierro, etc.), tiene la misma grandeza sombría que Los siete pilares de la sabiduría de Tomás E. Lawrence.
Lawrence os dice: “Algunas de las atrocidades que contiene mi libro se comprenderán al considerar las circunstancias en que vivíamos, una vida al azar en el desierto desnudo, bajo un cielo indiferente...”
Nogales, a su vez, os narra: “Y para ilustrar la indiferencia con que las autoridades civiles otomanas contemplaban el martirio y el suplicio de medio millón de cristianos, que pereció durante dichas matanzas, creo que basta recordar la siguiente frase que profirió el Gran Visir Talaaf Pachá durante cierta entrevista con el ministro americano Mr. Morgenthau:
-.¿Las matanzas?... qué va. Aquello sólo me divierte...”
¡Oh! Es sumamente curioso. Nogales y Lawrence. Merodeando por el desierto con las manos tintas en sangre, quizá baleándose mutuamente desde una duna, y los dos, al caer la noche, a la lumbre incierta de una tienda de campaña escribiendo las memorias del día, mientras los esclavos hierven en leche agria una pata de camello o se reparten un puñado de arroz.
Creo que era un deber de justicia evocar el libro del aventurero Nogales, agotado en castellano, mientras que en estos momentos se recuerda tan vivamente la obra de Lawrence.
Roberto Arlt |
* Publicada originalmente con el título “Lawrence: 500.000 dólares.- ¿Y Rafael de Nogales?”, El Nacional (México: 31 de diciembre de 1937), págs. 1 y 4, reproducción de El Mundo (Buenos Aires: 15 de noviembre de 1937).
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Para descargar en formato pdf el primer tomo de las Memorias de Nogales Méndez pulse aquí
Para descargar Cuatro años bajo la media luna pulse aquí
Para acceder a la página de donde se tomó el texto pulse aquí
Interesante las palabras de Roberto Arlt, quien es un escritor argentino. En literatura según tengo entendido tiene una reputación bien asegurada como capaz literato. Pero en el comentario de noticias como la que aquí reseña, creo que hay que tener reservas. Primero, se nota su superficialidad que raya en el desprecio al tratar a los personajes sobre los que habla (describe al General Nogales Méndez como un mono...). No cesa de asociarlos a un carácter sanguinario. Es dudosa la posible objetividad de un observador así. En segundo lugar, también hasta donde tengo entendido, Arlt sufría de inclinaciones comunistas bien acusadas, y es visible como esa condición le sesgaba sus juicios, contra los imperios y los nacionalismos.
ResponderEliminarGracias por tu lectura y comentario Luis Vivanco
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