viernes, 7 de octubre de 2022

Bård Borch Michalsen: El español tiene una forma especial de usar los signos de exclamación e interrogación. Creo que es una forma muy efectiva

 


Entrevista con Bård Borch Michalsen


  Bård Borch Michalsen exhibiendo una piedra en forma de coma.Imagen tomada de Vol.No.



La puntuación, software indispensable

El profesor y divulgador noruego repasa el fascinante recorrido de puntos, comas y demás signos de civilización en Cómo la puntuación cambió la historia.


Alejandra Rodriguez Ballester



11/03/2022 

Clarín.com Revista Ñ Literatura


Actualizado al 11/03/2022 15:15


Con el fin de rastrear el origen del punto, la coma, los dos puntos, y el resto de los signos de puntuación, el noruego Bård Borch Michalsen se remonta veintidós siglos hasta ese momento fundacional que no se recuerda en las efemérides pero que, a partir de su libro, Cómo la puntuación cambió la historia, debería encontrar un lugar en el calendario.


Desde la ciudad de Tromsø, más allá del Círculo Polar Ártico, donde las auroras boreales, en invierno, y los soles de medianoche, en verano, permiten ver el mundo bajo luces casi psicodélicas, este académico que fue vicerrector de la Universidad Ártica de Noruega (UIT) se embarcó en la pesquisa de esas pequeñas marcas a las que reivindica y valora en su libro como “signos de civilización”.


En nuestro mundo digitalizado, en el que asistimos a la fusión del lenguaje oral y escrito en el chat, y a la emergencia de formas prealfabéticas de escritura como los emojis –similares a los ideogramas de los antiguos semitas–, la puntuación pareciera estar cayendo en desuso.


En este contexto, es muy oportuno el libro de Michalsen, que indaga en el pasado y en el valor de la puntuación, a la que llama “la frutilla del postre en el lenguaje escrito”. Su mirada retrospectiva nos lleva a un tiempo sin puntos ni comas, de scriptio continua, en el que las palabras se escribían sin separación, en mayúsculas, como en las antiguas Grecia y Roma, con la consecuente dificultad para la lectura.


Los primeros signos de puntuación, creados en la biblioteca de Alejandría, buscaron facilitar la lectura en voz alta, marcando pausas breves (coma) o largas (punto). Pero llevó más de mil años consolidar un sistema de puntuación que aportara claridad y agilidad a la lectura; nació ligado a las necesidades retóricas de la antigüedad y se perfeccionó una vez creada la imprenta, junto al avance de las artes de la edición.


Para Michalsen, “la tarea más importante de la puntuación es contribuir a la comunicación”, a la comprensión del mensaje “de la misma manera en que el escritor lo creó”. Reducir las ambigüedades, facilitar la coherencia y la continuidad en la lectura, dotar de un ritmo y una cadencia al texto, son algunos de los méritos que trae aparejado el buen uso de la puntuación. Pero Michalsen va más allá: “La puntuación es una parte avanzada del software tecnológico del pensamiento”, afirma, una herramienta de precisión que no sólo permite expresarse adecuadamente sino pensar mejor.


Siguiendo las huellas de autores conocidos en estas latitudes, desde Walter Ong a Manuel Castells, Bård Borch Michalsen incorpora los aportes de autores nórdicos que no están traducidos, entre ellos Alva Dahl y Anders Johansen, en una reflexión amena e inspirada, accesible a lectores no especializados.


Desde su universidad polar, accedió amablemente a responder a las preguntas de Ñ, que llegaron por mail, igual que su foto que lo muestra en medio de la nieve, exhibiendo una piedra en forma de coma.


–Su libro se inicia con la historia del sistema de puntuación, cuyo desarrollo no fue simultáneo con el de la escritura. Hoy en día nos cuesta imaginar un texto sin puntuación, sin espacios entre las palabras ni signos que indiquen pausas, como en Grecia, Roma, e incluso en la Edad Media. ¿Con qué dificultades se encontraban los lectores de esos textos? Esa dificultad para la lectura de la scriptio continua, ¿reducía el número de “usuarios”? ¿La lectura quedaba en poder de una elite?


–La escritura y la lectura eran una actividad exclusivamente en manos de una elite, y especialmente de aquellos que tenían poder dentro de la iglesia. Los religiosos eran conscientes del poder del lenguaje, de manera que querían conservar su monopolio. ¿Qué podía suceder si alguien interpretaba las palabras de Dios de una manera diferente? ¡Les parecía muy peligroso!


–En el ensayo menciona que los primeros signos de puntuación remiten a 2200 años atrás, en Alejandría, capital intelectual de la antigüedad. ¿Cuál fue el objetivo de la creación de ese primer sistema de puntuación? ¿En qué se parecía o se diferenciaba del actual?


–Creo que Aristófanes de Bizancio, director de la biblioteca de Alejandría, fue un auténtico innovador. Él reparó que el lenguaje escrito necesitaba mejoras. Su idea básica fue dotar a los textos de “distinctiones”, signos circulares que debían ubicarse a distintas alturas. ¡Dos de los tres signos que él introdujo son todavía los más importantes: la coma y el punto!




–La puntuación está atravesando un momento de cambios: la coma y el punto parecen estar fuera de moda en las redes sociales. ¿Deberíamos preocuparnos?


–Como usted sabe, el lenguaje es un organismo vivo. No le temo a la influencia de las redes sociales ni del textismo. Creo que en la escritura profesional (en las escuelas y universidades, en los negocios y en el sector público) usaremos la puntuación casi como hasta ahora por muchos (¡muchos!) años.


–Los signos de puntuación, creados para favorecer la lectura en voz alta, ¿fueron útiles en la lectura silenciosa? ¿Qué cambios vinieron aparejados con ella?


–Fue el clérigo y estudioso español Isidoro de Sevilla el hombre que merece que estemos eternamente agradecidos por haber introducido la lectura silenciosa hace 1500 años. Él pensó que era un método mucho más eficiente, que permitía facilitar la comprensión y la memorización. Los signos de puntuación fueron de gran ayuda para el desarrollo de esta práctica.


–La puntuación llegó de la mano de otras innovaciones en el texto, como la diferenciación entre mayúsculas y minúsculas. Usted llama a Alcuino de York y Carlomagno responsables de la invención de la minúscula carolingia, “los hombres que crearon la cultura escrita en Europa”. ¿Cuál fue el alcance de su obra?


Alcuino de York fue, de hecho, el ministro de educación del imperio carolingio, comparable a la Unión Europea de aquellos tiempos. Él escribió libros sobre la escritura y manuales de gramática e inspiró a Carlomagno a dedicar mucho dinero para la escuela en Aquisgrán –la ciudad donde había instalado su corte– y también en otros lugares de su imperio. Sin embargo, Carlomagno no era capaz leer, aunque Alcuino intentó ayudarlo en sus intentos de aprendizaje. Hay una pintura que encontré en el Centro Carlomagno de Aquisgrán, que muestra a ambos en esas tareas; es un cuadro de Otto Rethel, de 1847.


–Su libro hace un homenaje entusiasta a Aldo Manuzio, editor veneciano del Renacimiento, creador, entre otras cosas, del libro de bolsillo y la tipografía Times New Roman.


Aldo Manuzio es mi hombre. Lo que él hizo por la escritura es comparable con lo que Steve Jobs y otros innovadores hicieron por la industria de la computación. Sin el software y las artes de la edición, la imprenta de Gutenberg y las computadoras hubieran valido mucho menos.


–La puntuación es, en gran medida, una cuestión de estilo. La escritora sueca Alva Dahl diferencia entre puntuación densa –la que utiliza muchos signos– y escasa, pesada –con muchos puntos– y ligera –la que recurre a otros signos. ¿Cómo fueron cambiando estas tendencias con el tiempo? ¿Cuáles serían los patrones de puntuación preferidos en la actualidad?


–Lo que yo sé es que la puntuación solía ser mucho más densa y pesada hace cien o doscientos años. En nuestros días solemos usar menos signos de puntuación cuando escribimos. Lo que yo supongo es que este desarrollo –hacia el uso de menos signos de puntuación– es probable que continúe.


–Aunque escribe sobre temas académicos y se basa en fuentes de ese origen, lo hace en un estilo cálido, cercano a la divulgación, con anécdotas curiosas y muchos ejemplos. ¿Es esto frecuente en la academia noruega? ¿A qué tipo de lectores intenta dirigirse?


–Creo que sí y que no. Muchos académicos noruegos escriben como los académicos en todas partes pero, de alguna manera, creo que noruegos y escandinavos en general son un poco más informales, más directos y relajados que la gente en Alemania, Francia y Gran Bretaña. Cuando escribo un libro como este, veo a este lector: una persona interesada en la cultura, en la historia y en el lenguaje, que quiere leer para estar informada y entretenerse. Trato de hacer caso a este proverbio: no sobreestimes el conocimiento de tus lectores pero tampoco subestimes su inteligencia.


–¿Por qué me comentó en uno de sus mensajes que envidiaba nuestro sistema de puntuación español?


El español tiene una forma especial de usar los signos de exclamación e interrogación. Creo que es una forma muy efectiva. Me parece que para el lector el hecho de saber de manera temprana que lo que sigue es una pregunta o una exclamación, facilita la comprensión de la oración. ¿Podrían intentar exportar esta modalidad de puntuación al resto del mundo?


Cómo la puntuación cambió la historia, Bård Borch Michalsen. Trad. Christian Kupchik. Ediciones Godot, 176 págs


Tomado de Revista Ñ.



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