Manuel Scorza con Agapito Robles. (Foto de Américo Cerna/Caretas, n.º 480, 6 de julio de 1973). Imagen tomada de Casa de la literatura. |
ESTOY CANSADO
José Pulido
- Estoy cansado porque anteayer terminé mi nueva novela
–explica el escritor peruano Manuel Scorza, cara de indio nuevo, lentes de
escritor antiguo, conversar futurista.
Su reloj marca un cuarto para las once.
"La Danza inmóvil" es el título de la novela.
"Es una novela de amor cuya acción transcurre la mitad en París y la otra
en una selva latinoamericana", dice. "La narrativa plantea un
conflicto moral entre dos hombres que deben elegir amor y revolución y mueren
envidiando el destino del otro". Explica.
Señala que en la obra hay una metáfora, que no devela,
porque espera que los lectores la perciban. Comenta que se encuentra en una
nueva etapa como escritor.
Es un hombre humilde y respetuoso, que de pronto se inclina
para confesar un disgusto que le incomoda: "He sido estafado
sistemáticamente por la editorial Monte Avila, que faltó a su compromiso
conmigo: no cumplieron el contrato, se niegan a pagarme mi derecho de autor y
continúan vendiendo impunemente mis libros".
Explica que esto no tiene nada que ver con su amistad por
Venezuela y los escritores venezolanos y que es un problema del cual está al
margen el Estado venezolano.
-Se niegan a pagarme mi derecho de autor y se trata de un
acto público de menosprecio hacia el escritor, por parte de una editorial que
no necesita maltratar a un escritor para ganar dinero- dice.
Entre otros libros publicados por Monte Avila, de Manuel
Scorza, están "Redoble por Rancas", "Garabombo el
invisible", y "Canto de Agapito Robles".
-Juan Liscano me escribió diciéndome que se han vendido
muchos; más que otros libros de autores famosos. El contrato se ha rescindido
pero continúan vendiendo mis libros y no me pagan- apunta Scorza.
"Vamos a dejar eso de lado", exige, después de
pedir que le entregue al ministro Pastori una carta donde explica el caso.
- ¿Qué etapa vive la literatura latinoamericana? –le
preguntamos.
-Una etapa de poderosísima expansión, que obedece a varios
hechos, entre otros, a una enorme energía
de nuestras vidas que necesita fantasía, porque es imposible vivir como uno
quisiera... por esa razón es que uno vive imaginariamente las cosas- responde.
Para Scorza la literatura latinoamericana es nuestra
filosofía: es la única zona del pensamiento que ha logrado liberarse de la
imitación de modelos exteriores. "La literatura nuestra es una visión de
América más real que la de las ciencias sociales y la del mismo
periodismo", opina.
-Nuestra literatura –acentúa- es una descripción empírica de
la realidad y por eso es más exacta.
Scorza dice que la literatura es el tribunal supremo de
apelación histórica, donde se juzgan las causas perdidas en la opinión pública
nacional: "Cuando un caso se cierra en un país, se reabre en la literatura
y es incallable porque se repite en 32 idiomas".
En Perú hay silencio sobre su obra, cuando el mundo entero
se hace eco de lo que hoy es una novelística con personalidad propia.
-Estoy condenado a un silencio total desde la izquierda y la
derecha porque he reivindicando mi derecho a pensar independientemente y a no
pensar por la cabeza de otro- expresa.
De pronto da la impresión de que se siente como Garabombo el
invisible: camina en silencio, escribe en silencio, saluda si lo saludan y se
le nota lo indio en la digna humildad que lleva a cuestas.
Es famoso pero nadie lo conoce: todos piensan que Manuel
Scorza vive en primera plana, posee casa en París y tiene un Rolex. La realidad
es que vive en Lima, no lo entrevistan y su reloj es muy barato: todavía tiene
un cuarto para las once.
El Nacional, 19 de octubre de 1981
(En la
madrugada del 27 de noviembre de 1983, el vuelo 011 de Avianca que había salido
de París hacia Bogotá, hacia escala en Madrid. Era la una de la mañana y el
Boeing 747 de Avianca estaba bajando pero una de las alas del avión tocó la pista y la
nave se estrelló quedando boca arriba. Se
salvaron once pasajeros -sí, como el número del vuelo- y fallecieron 181 personas, entre las
cuales estaban Marta Traba, Angel Rama y Manuel Scorza).
José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne |
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