Son el regalo preferido de los alemanes en Navidad. Compran en promedio
diez al año. Acá consejos para optimizar el espacio y opciones para
deshacerse de los sobrantes.
Esta Navidad –como ya es costumbre– hasta el 44 por ciento de los
alemanes pretendía obsequiar literatura a sus seres queridos, calculó
recientemente la Sociedad de Investigación del Consumo (GfK, por sus
siglas en alemán). Es un siete por ciento más que en 2011. Este año,
como promedio, los alemanes se gastaron 41 euros en libros para colocar a
los pies del árbol navideño, dos euros más que el año anterior. En
total: 1.140 millones de euros en ventas.
A más ingresos, más libros
Tras la fiesta, se impone la pregunta: ¿dónde guardar los nuevos
libros? El estante se desborda con otros ejemplares: cada alemán mayor
de 10 años de edad compra como promedio 10,7 libros al año, reporta la
GfK. Los más vendidos son, sobre todo, los libros de ficción, infantiles
y juveniles, literatura de viaje y didáctica, así como de divulgación
científica. Y ello incluye a los formatos de audiolibros y libros
electrónicos.
Alemania representa, tras Estados Unidos, el segundo mayor mercado para
la literatura en el mundo. Aquí, como en la mayor parte del globo, son
también los lectores de mayores ingresos los que más libros compran.
Tener los libreros desbordados es, así visto, un problema derivado de la
situación de bienestar económico. Para resolverlo, los alemanes cuentan
con algunas viejas y nuevas soluciones.
La decisión fundamental es, por supuesto, si uno realmente necesita
conservar todo ese material. Si así es, habrá que adquirir más estantes y
buscarles sitio en casa. Diseñadores extranjeros y del patio idean para
ello soluciones inteligentes, que aprovechen el espacio al máximo: una
butaca-librero, por ejemplo, o un librero integrado entre las huellas de
la escalera. El británico Alex Johnson recoge muchas de estas
originales ideas en su reciente título: “Librero” (aparecido como
“Bookshelf”, en inglés, o como “Bücher-Möbel”, en alemán).
Bibliotecas públicas
Quien, por el contrario, quiera parar la avalancha de libros, puede
empezar renunciando a comprar nuevos ejemplares y dándose un salto a la
biblioteca. Esa costumbre, ampliamente practicada durante la vida
escolar y estudiantil, empieza a olvidarse cuando mejoran los ingresos.
En Alemania, las bibliotecas públicas son generalmente administradas por
las ciudades y comunas, así como, en algunos casos, por iglesias u
otras organizaciones de la sociedad civil. Cualquiera puede tomar libros
en préstamo de estas usualmente bien surtidas y actualizadas
colecciones, la mayor parte de las veces con un costo mínimo. Así se
ahorra dinero y espacio. Eso sí, hay que devolver los libros, algo
difícil para muchos amantes de la literatura. La mayoría quiere
conservar los textos como recuerdo, para mostrarlos, para documentar su
formación académica o –con un guiño a Flaubert– para el recuento de su
“educación sentimental”.
Como sea, cuando el espacio falta, hay que decidir: ¿regalamos o vendemos nuestros viejos tesoros? A la mano están los anticuarios o los mercadillos de segunda mano. En Alemania, sin embargo, es difícil deshacerse de los libros por esta vía: si uno logra “salir de ellos”, apenas obtendrá dinero a cambio.
Internet y donaciones
Para la venta de libros de segunda mano, los alemanes usan también la Internet. Además del gigante Amazon, la plataforma de la alemana booklooker.de
se ha erigido en mercadillo virtual, donde cualquiera puede colocar sus
libros a la venta. Desde 2006, también la empresa berlinesa momox GmbH
adquiere libros y otros medios ofrecidos por vendedores privados en
línea. La firma publica una lista de precios a la que deberán acogerse
quienes le ofrecen sus libros, revendidos luego en la propia web.
A quien no le apetezca la reventa, le queda la opción de donar sus
libros a organizaciones de ayuda, que a su vez los donan o venden a
bajos precios a los necesitados. Otra costumbre visible en Alemania es
la de juntar los libros en una caja y ponerlos ante la puerta de la casa
con un carte en el que se lee: “para llevar”. Con este principio
funcionan también numerosos estantes abiertos, esparcidos por diversas
ciudades alemanas desde la década de 1990. Cualquiera puede toparse con
ellos en parques y plazas, a veces en cafés. Y cualquiera puede poner
allí un libro o llevárselo, sin costo alguno.
Ediciones digitales
La solución radical para ganar espacio ha sido para muchos la
adquisición de un lector digital. En él se puede guardar toda una
biblioteca digital. A la idea se resisten todavía muchos amantes de la
literatura. No son pocos quienes prefieren combinar la opción impresa y
digital.
Como sea, la venta de libros electrónicos apenas representa hasta ahora el uno por ciento del total de ventas de las librerías en Alemania. Pero eso puede cambiar. En Estados Unidos esa cifra se eleva ya al 15 por ciento. En Alemania, además, según la GfK, los juguetes y la ropa fueron, después de los libros, los siguientes regalos de Navidad preferidos por los consumidores. Y para estos regalos también se necesita espacio.
Autor: Klaudia Prevezanos / RML
Editor: Diego Zúñiga
Editor: Diego Zúñiga
Tomado de Deustche Welle
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