domingo, 23 de junio de 2013

Alina Fernández, la hija del dictador cubano: "Castro es una persona que sabe manipular y reprimir... ":






"Castro es una persona que sabe manipular y reprimir... ": Una  entrevista a Alina Fernández, la hija de Fidel Castro



 11 Nov 2012


Durante su primera niñez, la figura de Fidel Castro tuvo para Alina Fernández (La Habana, 1957) una entidad doble y despareja. De un lado, como para la mayoría de los cubanos, el comandante era el líder persuasivo y magnético que acostumbraba arengar al pueblo desde la pantalla de la TV. De otro, y al mismo tiempo, Castro era un señor de una amabilidad un poco distante que con cierta frecuencia solía visitar a Alma y a su madre, la bellísima Nati Revuelta, en su domicilio familiar. Ambos personajes convivieron sin mayor conflicto en la vida de la pequeña hasta que un día, cuando ya hacía algunos años que se habían terminado aquellos encuentros, Alina se enteró de lo que hasta entonces nadie había estimado conveniente que supiera: que su nacimiento había sido, en realidad, fruto de la relación entre su mamá y Fidel Castro. Han pasado más de cuatro décadas desde aquella revelación, y en la severa semblanza que Alina Fernández hace de su padre biológico —“un hombre enamorado del poder”, dice— sólo parecen pesar sus vivencias políticas. 





Si alguna cuenta personal tenía pendiente esta mujer, exiliada desde 1993, la debió de resolver en sus Memorias de la hija rebelde de Fidel Castro; porque, ahora, todas sus críticas y sus recelos se refieren únicamente a la trayectoria de un hombre al que censura por el triste presente al que, según ella, ha conducido a su país. “Cuba es un país que está reducido a sí mismo y a su propio ejemplo. Muy desinformado, muy aislado... Y, sobre todo, muy politizado de acuerdo al interés del Partido Comunista...”, comentó Alina Fernández desde Miami, en una charla telefónica propiciada a cuento del estreno mundial, esta noche, de una biografía exhaustiva sobre el mandatario cubano que emite el canal de cable National Geographic






La figura de Castro cunde para retratos absolutamente dispares. Dos ejemplos: de él, el cineasta norteamericano Oliver Stone ha dicho que es “uno de los hombres más sabios” que ha conocido. Y, también, que es “un superviviente y un Quijote”. Vargas Llosa lo ha calificado, por su parte, de “paranoico megalómano”.

-¿Cuál es el perfil que mejor re-trata a Castro?

—Yo no creo que una persona que llega al poder y que lo mantiene durante cerca de mecho siglo sea un Quijote. Sabio sí es; pero no ningún anacoreta de las Tebaidas. Castro es una persona que sabe manipular y reprimir... Y eso no es un acto quijotesco. 


—Para usted, ¿es un revolucionado o un dictador?

—Las dos cosas: fue un revolucionario y ahora es un dictador. Hay cosas que no se pueden negar de él: en los años en los que inició la revolución fue una voz muy importante en Latinoamérica. Promovió un sueño universal de justicia social y tuvo un momento de liderazgo en los países no alineados... Pero se enamoró del poder. Y eso es más importante que todo aquello que ofreció y prometió... El ha sabido usar muy bien el sentimiento antinorteamericano, que no sólo existe en Latinoamérica, sino en el mundo entero.., En cambio, con el pretexto de liberación y justicia ha metido su ideología en todas partes del mundo; probablemente en más lugares que aquellos en los que han puesto los pies los norteamericanos. Y así vemos hoy el ejemplo de Venezuela, que no es nada feliz. 






-¿Qué cosas buenas trajo la revolución?

—Fue una especie de faro para el continente...

-Pero según usted, se malogró


—Se malogró en el momento en que comenzaron a fusilar gente, que fue al principio... Yo creo que él supo vender un sueño; de lo que no estoy convencida es de que él también lo soñara. Creo que supo vender muy bien esa idea de la justicia social, pero después utilizó ostensiblemente métodos dictatoriales. El régimen de terror empezó desde el mismo inicio de la revolución, desde 1959. Enseguida la gente supo que no se podía disentir porque se jugaba la vida...


-Llegaría a decir que Fidel engañó a la gente con un sueño en el que él no creía?

—Yo no sé si él creía o no; no quiero ponerle calificativos de mentiroso porque no creo que sea mi rol... Su sueño revolucionario de justicia prendió no sólo en América latina, sino también en otros lugares, como en Africa... Además, fue una persona que se supo asociar muy bien a la leyenda del Che Guevara —de hecho, él la creó...—, y que supo jugar muy bien la carta del antiyanquismo...

—Qué lugar le dará la historia?

—La historia es la que va a tener que juzgarlo... Cuba, 45 años después, está en la miseria más absoluta...

—¿Diría que el sueño no se ha cumplido en nada?

—Cuba es una lección que nos deja el siglo XX: los pueblos deben aprender que sus líderes pueden traicionarlos... 






—¿Cuántos Fídeles existen en Cuba?

—Ninguna dictadura existe sin apoyo. En Cuba estuvieron con Fidel los que hicieron la revolución con él, y muchos de ellos siguen en actividad... Y hay que pensar que Cuba es un país en el que la información ha estado limitada hasta hace muy poco...

—Qué hubiera sido de Cuba sin Fidel?

—Creo que hubiéramos corrido el destino más o menos triste que han corrido otros países en Latinoamérica, Recuerdo que en el año ‘59 la Argentina era el primer país de Latinoamérica y Cuba, el segundo. Y hay que ver dónde estamos los dos ahora...

—Y qué hubiera sido de Cuba sin Estados Unidos?

—Creo que la influencia de EE.UU. forma parte de la propaganda. Se considera que la isla es como el pequeño David ante Goliat, y eso no es tan cierto... Toda la historia del embargo resulta muy conveniente. Por decir algo: el mayor vendedor de alimentos a Cuba es Estados Unidos. Se están haciendo ventas por una cantidad desorbitante...

—¿Cómo puede ayudar a Cuba la comunidad internacional?

—Es un país tan hermético que la comunidad internacional tiene muy poca injerencia. Aunque también creo que ahora la situación está en un punto muy álgido con nuestros presos políticos, que se están muriendo en la cárcel... Creo que la comunidad internacional ha ensayado todo tipo de método con el régimen de La Habana: de la cordialidad al diálogo pasando por el hermetismo. Y ninguno da resultado: Cuba es como una finca dominada por una sola persona... 





—Se acostumbra decir que los países tienen los gobiernos que se merecen. ¿Vale para el caso cubano?

—La revolución tuvo el apoyo popular, pero también es cierto que hubo sublevaciones e intentos de derribar al gobierno que fueron arrasados a fuego... No todo el mundo ha oído hablar de los pueblos fantasmas, que fueron pueblos que, cuando se sublevaron los campesinos en las villas, los arrasaron, y donde mandaron a las familias presas, para reubicarlas después en otras provincias. Eso fue al principio de la revolución... Entonces tampoco se puede decir que la revolución ocurrió sin que la gente reaccionara desde un principio. El triunfo de la revolución y los vivas duraron unos días, pero enseguida se comenzaron a televisar los fusilamientos... Hubo verdaderos focos de resistencia, pero la gente comenzó a atemorizarse.

—¿Cómo describiría la evolución del castrismo?

—El problema es ése: que no ha habido evolución. Ha sido un inmovilismo político y económico respecto del movimiento del resto del mundo de casi medio siglo.

Creo que al final a Castro lo mueve el afán por promover su ideología o su figura, sacrificando al país entero...

—¿Por qué insiste en no ceder el poder?

—El poder es casi un afrodisíaco. Está demostrado que los hombres, se enamoran del poder. 

Y en el caso de Castro, también es un modo de supervivencia... 


—¿Cómo explica la fascinación que ejerce la figura de Castro? 

—La explica el hecho de que Castro es un gran político, una figura con mucho carisma; una persona astuta... Un animal político. 

–Cuando triunfó la revolución usted tenía unos tres años... 

–Yo era muy pequeñita… Fidel hizo una marcha hacia La Habana que duró muchos días. Entonces quitaron los cartoons de la TV y pusieron a los barbudos avanzando. Aquello fue una entrada triunfal: se veía la alegría del pueblo... A partir de ahí las cosas empezaron a ir a un ritmo muy desordenado. Recuerdo que nosotros teníamos hábitos de vida de familiar; poco menos de un año después ya nada de eso quedaba. No había familia, no había nada… 

–Y usted, ¿cuándo se desencantó de la revolución? 

–Yo me sentía muy incómoda desde pequeña, porque me obligaban a ir a los llamados trabajos voluntarios. Una de las características de Cuba es que todo tiene una doble lectura: el trabajo voluntario es obligatorio; entonces, con 11 años, te separaban de la familia y te obligaban a ir al campo a trabajar en unas condiciones terribles… Siempre me molestó esa forma de engaño. Y me molestaba el no poder tener iniciativa ni poder desarrollar una identidad propia… 

–¿Está preparada Cuba para sobrevivir a Fidel? 

–Creo que sí. Hay gente que ha recibido una buena educación. Y somos tres millones de personas fuera de Cuba que también nos hemos educado y que estamos dispuestos a ayudar… 

–¿Piensa en volver? 

–Sí, en la medida en que pueda ser útil a mi país, sí. 


Por Sergio Sotelo

Alina Fernández, nacida en La Habana en 1957, es hija de Fidel Castro y de Nati Revuelta. Su apellido lo tomó del esposo de su madre, el doctor Orlando Fernández. Antes de iniciar la carrera diplomática cursó estudios en la Escuela de Medicina de La Habana. Durante tres años fue modelo de La Maison, una empresa cubana dedicada a la moda. Se exilió en 1993. Vivió en Nueva York, Atlanta y Madrid. Actualmente reside en Miami, donde trabaja en radio y tv.

Tomada de La nación


12/08/2024

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