Carlo Maria Martini: El Papa que no pudo ser
El fallecido cardenal Martini representaba a una Iglesia moderna, llena de dudas y de empatía con el prójimo
Pablo Ordaz
Roma 7 SEP 2012
Tal vez presumiendo que, a su muerte, todos se iban a pelear por su túnica, el cardenal Martini eligió la manera de marcharse. Su cómplice fue el párkinson, el verdugo que desde hacía 16 años le venía quitando la vida poco a poco, el mismo que, allá por la primavera de 2005, segó de un tajo su única posibilidad de salir de un cónclave convertido en Papa. Un Papa moderno, dialogante, crítico, con dudas. Un Papa imposible. Así que, el pasado 8 de agosto, Carlo Maria Martini —cardenal de Milán desde 1979 a 2002— recibió al también jesuita Georg Sporschill y le concedió una entrevista. Después de revisarla, incapaz ya de comer, de beber y casi de hablar, llamó a su médico y le dio las instrucciones precisas para que lo dejara morir en paz, sedado, sin tratamiento terapéutico. Fue su último acto de rebeldía. Un día después de su muerte, acaecida el 31 de agosto en la residencia de los jesuitas en Gallarate (Varese), el diario italiano Corriere della Sera publicaba la entrevista. Su testamento vital. Su llamada de atención:
—La Iglesia está cansada, en Europa y en América. Nuestras iglesias
son grandes, nuestros conventos están vacíos y la burocracia de la
Iglesia aumenta. Nuestros rituales y nuestra ropa son pomposos.
¿Expresan estas cosas lo que somos hoy día?
Aquel 8 de agosto, el jesuita alemán Georg Sporschill acudió a la
residencia de Gallarate junto a Federica Radice Fossati Confalonieri,
laica, amiga de ambos, encargada de traducir preguntas y respuestas.
Sporschill hablaba en alemán. El cardenal Martini, en un italiano apenas
audible. “Creíamos”, contó después Federica, “que íbamos a estar allí
10 minutos, pero la conversación se prolongó por dos horas”. El día 23,
la traductora regresó a la residencia de los jesuitas y obtuvo de
Damiano Modena, el secretario del cardenal, el visto bueno a la
entrevista. Eso sí, con una petición: “El texto es estupendo, pero es
muy fuerte. Esperemos a hacerlo público después de la muerte”. Todos
tenían la seguridad entonces de que aquellas palabras estaban destinadas
a ser incluidas en el testamento del Carlo Maria Martini. Las palabras
del “cardenal del diálogo”, del “hombre que hablaba al corazón de todos”
—así lo ha calificado la prensa italiana—, reflejan, desde hace años,
su preocupación por el divorcio entre la Iglesia católica y el mundo que
la rodea.
—¿Qué herramientas recomienda usted para vencer la fatiga de la Iglesia?
—Yo recomiendo tres muy fuertes. La primera es la conversión: la
Iglesia debe reconocer sus errores y seguir un proceso de cambio
radical, empezando por el Papa y los obispos. Los escándalos de
pederastia nos empujan a emprender un camino de conversión. Las
preguntas acerca de la sexualidad y todos los temas relacionados con el
cuerpo son un ejemplo. Estos son importantes para todo el mundo y, en
ocasiones, tal vez son demasiado importantes. Debemos preguntarnos si la
gente sigue escuchando los consejos de la Iglesia en materia sexual.
¿En este campo la Iglesia sigue siendo una autoridad o solo es ya una
caricatura en los medios? La segunda es la palabra de Dios. El Concilio
Vaticano devolvió la Biblia para los católicos. Solo la persona que
percibe en su corazón esta palabra puede ser parte de los que ayudan a
la renovación de la Iglesia y responderán a las preguntas personales con
una elección acertada. La palabra de Dios es simple y busca como
compañero un corazón que escuche. Ni el clero ni el derecho canónico
pueden sustituir a la interioridad del hombre. Todas las reglas
externas, leyes, dogmas, son elementos para aclarar la voz interior y el
discernimiento de los espíritus. ¿Para qué están los sacramentos? Estos
son el tercer instrumento de sanación. Los sacramentos no son una
herramienta para la disciplina, sino una ayuda a los hombres para el
camino y las flaquezas de la vida. ¿Llevamos los sacramentos a las
personas que necesitan fuerzas renovadas? Pienso en todas las parejas
divorciadas y vueltas a casar, en las familias extendidas. Esta gente
necesita una protección especial. La actitud que tomemos hacia las
familias extendidas determinará la cercanía de la Iglesia a la
generación de los hijos. Una mujer que es abandonada por su marido y
tiene una nueva pareja que cuida de ella y sus tres hijos. Si esta
familia es objeto de discriminación, se corta su relación con la
Iglesia, no solo la relación de la madre, sino también la de sus hijos.
Si los padres están fuera o no sienten el apoyo de la Iglesia, esta
perderá la próxima generación…
El cardenal Carlo Maria Martini, en abril de 2005. / MARCO LONGARI (AFP) |
Después de leer las reflexiones del cardenal Martini —las que hizo
antes de morir y otras publicadas en libros o artículos de prensa—, no
deja de llamar la atención que su sentido común pudiese ser piedra de
escándalo en la Iglesia. Que hubiese quienes lo llegaran a considerar un
anti-Papa. El propio cardenal se cuidó muy bien de mantener su lucha
interior —entre la fe y la duda— dentro de la Iglesia. Su decisión de
ser enterrado en la catedral de Milán —tras un funeral al que asistieron
decenas de miles de personas— es el más claro ejemplo. Pero, por si
cabía alguna duda, el general de los jesuitas, el español Adolfo Nicolás
Pachón, quiso despejarla: “Era, ante todo, un hombre libre. Creo que
Carlo Maria Martini ha sido un hijo de san Ignacio hasta el final”.
Usó su libertad, por ejemplo, para discrepar de la Iglesia y admitir
con naturalidad las uniones civiles entre personas del mismo sexo: “Si
dos personas gais desean firmar un pacto para dar una cierta estabilidad
a su pareja, ¿por qué queremos que no sea así?”. O para condenar el
encarnizamiento terapéutico, o para criticar la pompa y la burocracia
del Vaticano:
—La Iglesia se ha quedado atrás 200 años. ¿Cómo no vamos a agitarnos?
¿Tenemos miedo? ¿Miedo en lugar de valor? La fe es el fundamento de la
Iglesia. La fe, la confianza y el valor. Yo soy ya viejo y enfermo y
dependo de otros. La buena gente a mi alrededor me hace sentir el amor.
Este amor es más fuerte que el sentimiento de desconfianza que a veces
se percibe hacia la Iglesia en Europa. Solo el amor vence a la fatiga.
Dios es amor…
El entierro del cardenal Martini constituyó un espectáculo difícil de
entender fuera de Italia. A la catedral de Milán acudió el jefe del
Gobierno, Mario Monti, pero también líderes de la izquierda,
representantes de otras confesiones religiosas y gente, mucha gente. Los
periódicos dedicaron multitud de páginas y durante días las tertulias
de la radio divagaron sobre una pregunta imposible: ¿qué sería de la
Iglesia si Martini hubiese sido Papa…?
Tomado de El país
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