lunes, 14 de marzo de 2022

Thomas Jefferson: HE JURADO ANTE EL ALTAR DE DIOS HOSTILIDAD ETERNA A TODA FORMA DE TIRANÍA SOBRE LA MENTE DEL HOMBRE


Jefferson en 1800. Imagen tomada de Wikipedia.




Estimados Liponautas

Hoy compartimos algunos fragmentos de textos de Thomas Jefferson, personaje que fue el tercer presidente de los Estados Unidos y corredactor de la declaración de independencia, que contiene esta afirmación: «Todos los hombres fueron creados iguales, dotados por su Creador de derechos inalienables». lo irónico de esto es que Jefferson fue un hombre que hasta el final de sus días le saco provecho al trabajo realizado por personas esclavizadas y tuvo varios hijos con una mujer esclavizada llamada Sarah Hemmings...

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MIS OPINIONES SOBRE JESÚS Y EL CRISTIANISMO, por Thomas Jefferson




“Soy opuesto, ciertamente, a las corrupciones del cristianismo; pero no a los genuinos preceptos del propio Jesús. Soy cristiano, en el único sentido en que él deseaba que se fuera; tengo sincero apego a sus doctrinas, que prefiero a cualesquiera otras; le atribuyo todos los méritos humanos; y creo que nunca reclamó otros. La posibilidad de engañar al pueblo ha dado al clero la muy agradable esperanza de que llegue a establecerse una forma concreta de cristiandad en todos los Estados Unidos. El retorno del buen sentido en nuestro país amenaza con abortar sus esperanzas, y ellos creen que toda porción de poder que se me confiera se utilizará para oponerse a sus designios. Y no se equivocan: porque he jurado ante el altar de Dios hostilidad eterna a toda forma de tiranía sobre la mente del hombre”.

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Os prometí una carta sobre el cristianismo, y no lo he olvidado. Al contrario, precisamente porque he reflexionado sobre ello encuentro que necesito mucho más tiempo del que actualmente dispongo.

HE JURADO ANTE EL ALTAR DE DIOS HOSTILIDAD ETERNA A TODA FORMA DE TIRANÍA SOBRE LA MENTE DEL HOMBRE

Tengo sobre la cuestión una opinión que no debiera disgustar ni a los cristianos racionales ni a los deístas, y que reconciliaría a muchos con un personaje al que han rechazado demasiado apresuradamente. No creo que reconciliara a la irritable tribu de los sacerdotes, que se ha alzado en armas contra mí. Su hostilidad se yergue en un terreno demasiado interesado para que pueda dulcificarse.


La posibilidad de engañar al pueblo que se puso de manifiesto con la conspiración ; el experimento realizado con éxito, al amparo de ese engaño, sobre la cláusula de la Constitución que, al tiempo que garantizaba la libertad de prensa, abarcaba también la libertad de religión, ha dado al clero la muy agradable esperanza de que llegue a establecerse una forma concreta de cristiandad en todos los Estados Unidos; y, como todas las sectas creen que su forma es la verdadera, quizá todas confiaban en la suya, pero especialmente los episcopalianos y los congregacionistas.

El retorno del buen sentido en nuestro país amenaza con abortar sus esperanzas, y ellos creen que toda porción de poder que se me confiera se utilizará para oponerse a sus designios. Y no se equivocan: porque he jurado ante el altar de Dios hostilidad eterna a toda forma de tiranía sobre la mente del hombre. Pero eso es todo lo que tienen que temer de mí: y es bastante, en su opinión.

[Carta al Dr. Benjamin Rush, distinguido médico y filántropo americano, miembro, como Jefferson, de la Sociedad Filosófica Americana. Monticello, 23 de septiembre de 1800]

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En algunas de mis deliciosas conversaciones con vos en las noches de 1798-99, que sirvieron como bálsamo para las tribulaciones de las crisis que por entonces atravesaba nuestro país, algunas veces hablamos de la religión cristiana; y entonces os prometí que algún día os expondría mis opiniones sobre ella. Son éstas resultado de una vida de investigación y reflexión, y muy distintas de ese sistema anticristiano que me imputan quienes nada saben de mis opiniones.

SOY CRISTIANO EN EL ÚNICO SENTIDO EN QUE JESÚS QUISO QUE SE FUERA

Soy opuesto, ciertamente, a las corrupciones del cristianismo; pero no a los genuinos preceptos del propio Jesús. Soy cristiano, en el único sentido en que él deseaba que se fuera; tengo sincero apego a sus doctrinas, que prefiero a cualesquiera otras; le atribuyo todos los méritos humanos; y creo que nunca reclamó otros.

Desde aquellas conversaciones, cada vez que he tenido un intervalo que me permitiera justificadamente abstraer el pensamiento de los asuntos públicos, he ponderado la cuestión. Pero cuanto más la pensaba, más se expandía fuera del alcance de mi tiempo y de mi información. Hace poco, cuando me iba de Monticello, recibí del Dr. Priestley su pequeño tratado titulado “Sócrates y Jesús comparados”. Como ello era parte de mi opinión general sobre la materia, fue un objeto de reflexión durante el viaje, cuando no tenía otras ocupaciones.

Como resultado de ello, en mi mente tomó forma un esbozo de catálogo de esta estimación de los méritos comparativos del cristianismo, que me gustaría ver ampliado por alguien que tenga para ese trabajo más tiempo e información que yo. Es lo que ahora os envío, pues probablemente nunca tendré otra forma de cumplir mi promesa. Y al confiároslo sé que no será expuesto a las malignas perversiones de quienes hacen de cada palabra que pronuncio motivo de nuevas interpretaciones falsas y calumnias.

Por lo demás, soy contrario a la comunicación de mis principios religiosos al público, porque con ello favorecería la presunción de quienes han intentado llevarlos ante ese tribunal y seducir a la opinión pública para erigir esa inquisición, sobre los derechos de conciencia, que tan justamente prohibe las leyes.

Todo hombre que valora para sí la libertad de conciencia debe oponerse a la invasión de la de otros; o el caso de éstos podría, por un cambio de circunstancias, convertirse en el suyo. Tampoco debe, en su propio caso, dar ejemplo consintiéndolo, porque al responder a preguntas sobre cuestiones de fe, que las leyes han reservado para su propia relación con Dios, traicionaría el derecho de todos a tener una opinión independiente.

Aceptad mis afectuosos saludos.

ÉTICA COMPARADA DE LOS FILÓSOFOS, DE LOS JUDÍOS Y DE JESÚS

Catálogo de una Evaluación de los Méritos de las Doctrinas de Jesús, comparadas con las de otros.

En un estudio comparativo de la Ética de las naciones ilustradas de la antigüedad, de los judíos y de Jesús, no debe prestarse atención alguna a las corrupciones de la razón entre los antiguos, es decir, a la idolatría y superstición del vulgo o a las corrupciones del cristianismo por sus profesores más instruidos.

Fórmese una justa opinión de los principios morales inculcados por las sectas de filosofía más estimadas, o por sus miembros,: especialmente Pitágoras, Sócrates, Epicuro, Cicerón, Epicteto, Séneca, Antonino.

I. FILÓSOFOS

1. Sus preceptos se referían principalmente a nosotros mismos, y al gobierno de aquellas pasiones que, no refrenadas, perturbarían la tranquilidad de nuestra mente. En esta rama de la filosofía fueron realmente grandes.

2. Al exponer nuestros deberes para con el prójimo fueron insuficientes y defectuosos. Abarcaban ciertamente el círculos de los amigos y parientes, e inculcaban el patriotismo, o el amor a nuestro país en general, como obligación primaria; para con nuestros vecinos y conciudadanos enseñaban la justicia, pero apenas los veían incluidos en el círculo de la benevolencia. Aún menos inculcaron la paz, la caridad y el amor a los demás hombres, ni abarcaron en la benevolencia a toda la familia humana.

II. JUDÍOS

1. Su estima es el deísmo; es decir, la creencia en un solo Dios. Pero su idea de Él y de sus atributos es degradante y dañina.

2. Su Ética es no sólo imperfecta, sino a menudo irreconciliable con los sanos dictados de la razón y la moral en lo que toca a la religión con quienes nos rodean; y repulsiva y antisocial en lo que respecta a otras naciones. Están, por consiguiente, muy necesitados de reforma.


III. JESÚS

En este estado de cosas, apareció Jesús entre los judíos. Su ascendencia era oscura; su condición pobre; su educación nula; sus dotes naturales grandes; su vida correcta e inocente; era manso, benévolo, paciente, firme, desinteresado, y de una elocuencia sublime.

Las desventajas con que se presentan sus doctrinas son notables.

1. No escribió nada de su propia mano.

2. Pero no tuvo, como ellos, un Jenofonte o un Arrio que escribiera por él. No nombro a Platón, que sólo utilizó el nombre de Sócrates para cobijar las fantasías de su propio cerebro. Por el contrario, todas las personas cultas de su país, atrincheradas en su poder y sus riquezas, se le oponían, temerosos de que sus actos socavaran sus privilegios; y la exposición por escrito de sus vida y doctrina correspondió a hombres iletrados e ignorantes, que además escribían de memoria y mucho después de haber transcurrido los hechos.

3. Como de ordinario suele ocurrir a los que tratan de ilustrar y reformar a la humanidad, pronto fue víctima del recelo y la alianza del altar y el trono; a eso de los treinta y tres años, cuando su razón todavía no había alcanzado el máximo de energía y su período de predicación, que fue de unos tres años en el mejor de los casos, no le había dado ocasión de desarrollar un sistema moral completo.

4. De ahí que las doctrinas que realmente transmitió fueran insuficientes como conjunto, y que sólo nos hayan llegado de su mensaje fragmentos mutilados, mal citados y a menudo ininteligibles.

5. Han sido aún más desfiguradas por las corrupciones de seguidores cismáticos que han complicado y pervertido interesadamente las doctrinas sencillas que él enseñó, injertando en ellas el misticismo de un sofista griego, subdividiéndolas en sutilezas y oscureciéndolas con su jerga hasta el punto de que algunos hombres buenos han rechazado con aversión su conjunto y han tachado de impostor al mismo Jesús.

A pesar de estas desventajas, nos ha llegado un sistema moral que, completándose con el estilo y espíritu de los ricos fragmentos que nos dejó, sería el más perfecto y sublime jamás enseñado por el hombre.

La cuestión de su participación en la divinidad, o de su comunicación directa con ella, que algunos de sus seguidores le atribuyen y otros le niegan, es ajena al presente análisis, que constituye simplemente una evaluación del mérito intrínseco de sus doctrinas.

a. Corrigió el deísmo de los judíos, confirmándolos en su fe en un solo Dios y dándoles nociones más justas de sus atributos y gobierno.

b. Sus doctrinas morales relativas a los parientes y amigos fueron más puras y más perfectas que las del más correcto de los filósofos, y mucho más que las de los judíos; y superaron en mucho a ambas al inculcar una filantropía universal, no sólo para con los parientes y amigos, sino para con toda la humanidad, unida en una gran familia por el vínculo del amor, la caridad, la paz, las necesidades comunes y la ayuda común. Un desarrollo de este apartado pondrá de manifiesto la particular superioridad del sistema de Jesús sobre todos los demás.

c. Los preceptos de la filosofía, y los del código hebreo, se referían únicamente a los actos. Él llevó su escrutinio hasta el corazón del hombre; erigió su tribunal en la región de sus pensamientos y purificó las aguas en el manantial de donde brotan.

d. Enseñó, enfáticamente, las doctrinas de un estado futuro, del que los judíos dudaban, o en el que no creían; y lo utilizó eficazmente como un incentivo importante y complementario de los demás motivos de la conducta moral.

[Carta al Dr. Benjamin Rush. Washington, 21 de abril de 1803]

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THOMAS JEFFERSON, Autobiografía y otros escritos. Editorial Tecnos, 1987. Traducción de A. Escohotado y M. Sáenz de Heredia. FD, 17/12/2007.





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