Siempre es un placer presentarle un texto de Armando Boix. Comparto
con Armando muchas características biográficas, casi todas, incluso Armando
emigró a Málaga, él se volvió a Sabadell, yo me quedé. Pero sólo es un casi,
pues yo no poseo su talento, ni su capacidad de trabajo y eso se apreciará tras
acabar de leer esta entradilla.
Hoy iniciamos la serie de varias entradas, con los cuatro
primeros libros que cambiaron la vida de Armando y sin duda la de muchos más.
De cuatro en cuarto irán apareciendo los libros que conforman su bibliografía vital.
Con pinceladas biográficas que contextualizan la breve reseña unas veces o
comentarios metaliterarios otras, teje el paño de la nostalgia. Así, sin
querer, sin pretenderlo, se refleja una sociedad triste como la de los
esténtores del franquismo, pero esperanzada. Una sociedad que creía que aquello
no iba a durar y con el mejor regalo que se puede dar a sus jóvenes: un futuro
esperanzador. Nuestro futuro estaba lleno de promesas de mejora, de liberación
y realización. Y el futuro llegó, fue un bonito presente, se progresó, se
mejoró y luego pasó, se fue, nos dejó huérfanos de futuro y ahítos de realidad.
Pero hoy no toca hablar de eso, retrocedamos 40 años, volvamos a un Sabadell
que crecía a ojos vista con la llegada de inmigrantes del resto de España y
quedémonos en aquellas eternas tardes de
verano.
by PacoMan
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Libros que cambiaron mi vida: LOS CINCO Y EL TESORO DE LA ISLA (1)
Desde hace algunas semanas el amigo Ignacio Carlos
Romeo Puolakka, autor de ensayos sobre rock e hijo de ese notable escritor
de ciencia ficción que fue Ignacio Romeo, viene publicando una serie de
comentarios sobre los álbumes de música que cambiaron su vida. En la mía la
música ha jugado un papel bastante más accesorio; en cambio, la literatura sí
ha sido muy importante, así que me permito robarle la idea y colgar aquí una
lista de obras que no pretenden ser una recomendación, solo un reconocimiento
hacia aquellos textos que jugaron un papel decisivo en mi formación o
deformación intelectual, y me proporcionaron placer como lector, encadenándome
a una pasión de la que no tengo interés en liberarme.
El primero de esos títulos es "LOS CINCO Y ELTESORO DE LA ISLA", de Enid Blyton. Mi gusto por leer novelas empezó muy
pronto y se debe a mi hermana mayor, Ana. Ella se había hecho el carnet de una
biblioteca pública de barrio y cada semana, sin falta, se traía a casa un par
de libros, primero de Enid Blyton, después, sobre todo, de Agatha Christie. Los
libros, por tanto, no entraron en mi vida como una obligación escolar (todavía
era un crío) sino como algo que servía para divertirse, en igualdad de
condiciones con los tebeos de "El Jabato" y "El Capitán
Trueno" que ya leía yo por aquel entonces. Ana era de "Lily", y
aunque a mí me interesaba menos, tampoco tenía ningún problema en leer sus
historietas femeninas. Por tanto, decidí darle una oportunidad a aquellos
libros de mi hermana con pocos dibujos y pronto me volví consumidor constante
de las novelas de aquella señora británica sobre los Siete Secretos, Torres de
Mallory (me habría encantado que me enviaran a un internado para chicas, y no
por los mismos motivos en los que pensaría cuando las hormonas se dispararan) y
sobre todo Los Cinco, mis preferidos. Me enamoré de la valiente e inconformista
Jorgina/Jorge, aunque se vistiera como un chico, y me habría encantado tener un
perro como Tim. Con aquellas novelas aprendí vocabulario, pues descubrí que los
personajes no solo decían las cosas, también "exclamaban", y mis
jugos gástricos se alborotaban con sus estupendas merendolas, tanto que siempre
deseé probar la cerveza de jengibre, hasta que descubrí, muy tarde, que era un
vulgar ginger ale. A su primera aventura, "El tesoro de la isla" no
se le podía pedir más: unas vacaciones en una localidad costera, liberados de
la vigilancia de sus padres; una isla a la que solo se podía llegar remando en
barca y con un castillo en ruinas; una poderosa tormenta que arrancaba del
lecho marino a un galeón hundido y se abría a la exploración... Misterio,
tesoros, villanos, y una camaradería incombustible entre los cuatro muchachos y
su fiel perro. Desde aquel momento, nunca he dejado de tener un libro a mano.
Libros que cambiaron mi vida: Narraciones extraordinarias (2).
Mis padres nunca
fueron aficionados a la lectura, más allá de la prensa diaria y alguna revista
del corazón. En casa había pocos libros, comprados por su encuadernación
vistosa para adornar la estantería del comedor: un volumen de las “Novelas
ejemplares”, de Cervantes, y tres entregas de los “Episodios nacionales”, de
Galdós. A ellos se sumaban un ensayo sobre historia local, un manual de
bricolage y otro de pediatría. Cada año se añadía alguna que otra novela, solo
porque la regalaba la Caixa de Sabadell con motivo de Sant Jordi, pero muy
pocos de esos títulos podían llegar a interesarme. Los libros solo abundaron en
mi casa cuando empecé a formar mi propia biblioteca.
Como amante del
papel impreso, lo primero que hacía cuando íbamos de visita a alguna casa ajena
era mirar qué libros tenían por allí. En una ocasión, mientras mis padres y sus
amigos charlaban, vislumbré un volumen titulado “Narraciones extraordinarias”,
de un tal Edgar Allan Poe. Era de la Biblioteca Básica Salvat y, pese a lo feo
de la edición, no pude resistirme a algo semejante. En el rato que duró aquel
encuentro dominical tuve tiempo de leerme “El gato negro” y me dejó tan
impresionado que, cuando unos días después la maestra nos pidió en clase que
para el día siguiente trajéramos una redacción de tema libre, escribí una
versión propia de aquella historia. A la profesora le extrañó lo truculento del
asunto y sospechó (solo lo sospechó, sin certeza absoluta: señal de que no
había leído nunca a Poe, grave pecado) que yo había copiado. Me molestó su duda
y su mirada acusadora, pues no tenía el libro en mi poder y solo utilicé la
memoria. Era cierto que me había apropiado del asunto, pero la redacción del
texto era por completo mía. ¿No se trataba de eso? Es una pena que ese
ejercicio de escuela se haya perdido y no pueda comprobar ahora en qué se
aproximaba al original y qué había aportado de mi excitada imaginación al
relato.
A partir de ese
instante y a falta de otros referentes, que me aguardaban en el futuro, para mí
Poe fue sinónimo del cuento de miedo. Pronto visitaría la biblioteca pública
para llevarme en préstamo una mejor edición de sus historias y poder leerlas a
placer. Incluso me empapé de alguna biografía del atormentado autor y no me perdía nunca,
cuando las pasaban por televisión, las adaptaciones que Corman dirigió con
guiones del gran Richard Matheson. Bastante años más
tarde, con la pequeña paga semanal de adolescente de diecisiete años que
prefería adquirir libros en lugar de ir a la discoteca, me compraría los dos
volúmenes de los cuentos completos en la edición de Alianza Editorial, con
traducción de Cortázar. ¿Cuántas veces los habré leído? Las piezas más famosas
muchas veces, y por bien que conozca el argumento, siempre hay un momento (lo
he encontrado hace poco) para volver a disfrutarlas. Cada lectura, con edades y
bagajes diferentes, me ha proporcionado experiencias distintas, captando
matices, admirando sutilezas, que en otro momento no advertí. Es lo que tienen
los verdaderos clásicos: que son inagotables.
Libros que cambiaron mi vida: Las Mil y una noches (3).
En casa de mi tía Homedes, en el pueblo,
no había más libros que en el hogar paterno: dos o tres volúmenes repartidos
entre estatuillas de bailarinas y alguna virgen cabizbaja. En una visita de
cumplido, durante las vacaciones, descubrí que uno de ellos era una versión,
imagino que no muy purista, de “Las mil y una noches”. La tía Homedes debió
sorprenderse de que a partir de ese día pasara a visitarla con bastante más
frecuencia. Unas frases, unos cuantos lugares comunes, unos dulces en un
platito devorados en tres bocados y me dirigía a la estantería para coger aquel
libro, como el hierro se siente atraído por el imán. ¿Qué mejor lugar para
recrear la imaginación que el antiguo Bagdad de prodigios infinitos, los
desiertos donde aguardan los genios, cuevas que se abren con una palabra
mágica, puertos de donde parten barcos hacia destinos ignotos? De todas
aquellas historias cautivadoras mis preferidas eran las de Simbad el Marino; su
encuentro con el ave Roc y otras amenazas sería mi primer experiencia con algo
que más tarde aprendería a llamar fantasía heroica, mucho antes de conocer a
Conan, a la Compañía del Anillo o a Elric de Melniboné.
Después han llevado a mi poder otras
versiones más completas y exactas de esa obra imprescindible, como la traducida
por el arabista Juan Vernet, y otras de poco rigor filológico pero de enorme
belleza literaria, como la que compuso Vicente Blasco Ibáñez a partir de la
traducción francesa de Mardrus. Los eruditos me han informado de que su origen
se remonta al siglo IX, aunque el texto más canónico se asentaría hacia el siglo XV. También que llegó a la Europa del Rey Sol por
primera vez de manos del francés Galland, logrando más tarde gran difusión
entre los lectores anglosajones gracias a la versión del explorador Richard Burton, capaz de fascinar y escandalizar a un tiempo a la sociedad victoriana
por sus aspectos picantes. Su influencia ha sido determinante, pues sin “Las
mil y una noches” no se habrían escrito nunca obras de tan alta categoría como
el “Vathek” de William Beckford, “El manuscrito encontrado en Zaragoza” de JanPotocki, “Nuevos cuentos árabes” de Robert Louis Stevenson, o los cuentos de
Clark Ashton Smith, por no hablar de las deliciosas fantasías acuñadas en
Hollywood.
Clark Ashton Smith |
Como lector no necesariamente atento a la
arqueología literaria, descubrí que entre los cuentos de “Las mil y una noche”,
además de narraciones fantásticas sobre hechicería, espíritus y objetos
encantados, había otras historias de muy diversa condición: humorísticas,
picarescas, hasta eróticas. También me admiró su original estructura, con
cuentos dentro de otros cuentos y narraciones de final quebrado que te impulsan
a seguir leyendo, identificándote con el Sultán que cada noche perdonará la
vida de Sherezade, deseoso de escuchar durante otra jornada, al menos. ¿Qué
lector apasionado no se siente como el Sultán ante un libro estimulante? ¿Qué
escritor no envidia la capacidad para fascinar de Sherezade?
Libros que cambiaron mi vida: El Corsario negro (4).
La biblioteca de
barrio periférico que frecuentaba de niño tenía sus fondos, casi en un
cincuenta por ciento, consagrados al público infantil y juvenil, sus mayores
usuarios. Como todos los chavales de la zona, ahí me empapé de Tintín y
Asterix, que hasta leí en alguna ocasión en francés. En mi ingenuidad me
parecía escrito en un catalán muy raro; pero hasta lo entendía un poco, pues
los niños son como esponjas y un “menhir” es un “menhir” en cualquier lengua.
Tenían también las colecciones completas de Enid Blyton, de los Hollister,
libros de viajes y divulgación de la Editorial Juventud... Y las novelas de
Verne y Salgari en su edición de Molino.
Kabir Bedi personificando a Sandokan |
Aunque la televisión devolvería en aquellos días la fama a su Sandokan,
con el rostro de Kabir Bedi, mi serie predilecta de Salgari sería la consagrada
a “EL CORSARIO NEGRO”, sobre todo por su primera novela. Pocos escenarios
pueden ser más receptivos a la aventura de fuerte colorido que el Caribe en los
días de la piratería. Para el escolar educado en un nacionalismo
tardofranquista de reconquistas e imperios donde no se ponía el sol, podía
suponer un obstáculo que los españoles fueran los enemigos; de todos modos,
Salgari siempre los describía como valientes y honorables, y en definitiva el
verdadero villano era un paliducho y pérfido holandés, el gobernador de
Maracaibo Wan Guld. Latino al fin y al cabo, Salgari siempre sintió más
simpatía por nosotros que por las gentes del norte: italianos, portugueses,
españoles, árabes y malayos, con toda la diversidad del mestizaje, son sus
protagonistas predilectos, mientras los británicos flemáticos o los arrogantes
yanquis engrosan las filas de los adversarios. Sus historias están construidas
para leerlas conteniendo el aliento, tan aceleradamente se suceden las
peripecias y los peligros en apariencia imposibles de superar. Además, la
historia de amor del Corsario Negro con Honorata, la hija de Wan Guld. teñía la
narración de un hálito trágico que la engrandecía. Sus últimas palabras siguen
pareciéndome de las más memorables de la novela de aventuras:
«—¡Mira, allá arriba: el Corsario Negro llora!»
Enlaces Relacionados:
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En 1968 nace. Reside en Málaga desde hace más de tres lustros.
Economista y de vocación docente. En la actualidad, trabaja de Director Técnico.
Aficionado a la Ciencia Ficción desde antes de nacer. Muy de vez en cuando, sube post a su maltratado blog.
Y colabora con el blog de Grupo Li Po
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Armando BOIX (1966). Formado en artes aplicadas, ha desarrollado una carrera profesional como dibujante técnico y diseñador, al tiempo que, desde 1994, empezaba a publicar sus primeros relatos y artículos en fanzines y revistas.Dirigió la revista especializada en cine fantástico Stalker y ha recibido diversos premios literarios, como el Gran Angular de novela juvenil por El Jardín de los Autómatas (1997), el Pablo Rido de relatos o el Gigamesh de ensayo.
Sus últimos libros publicados son la novela La joven a la que amaban las hadas(2012), la antología El noveno capítulo y otros relatos (2014) y el volumen contres novelas cortas En calles oscuras (2015).
EL LIBRO TRADICIONAL VS. EL LIBRO DIGITAL
Fernando Iwasaki: Mis éxitos literarios se los debo a mis fracasos amorosos. Entrevista. Parte I/III
Carlos Saiz Cidoncha: Creo que la ciencia-ficción española está mejorando mucho en los últimos tiempos
Libros que cambiaron mi vida. Parte V: A modo de Epílogo.
Libros que cambiaron mi vida. Parte IV: Del Aleph a King.
Libros que cambiaron mi vida. Parte III: De Cosecha Roja, pasando por El señor de los Anillos a LOS MITOS DE CTHULHU.
Libros que cambiaron mi vida: De Drácula a Tarzán. Parte II
Libros que cambiaron mi vida.Parte I: De Los Cinco al Corsario Negro.
Carpanta, Curtis Garland y sus amigos desembarcan en la Mercè.
Pregón de Javier Pérez Andújar
STAR WARS: UN AJUSTE DE CUENTAS DESDE LA VENERACIÓN
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Actualizada el 01/03/2024
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