Estimados Liponautas
Hoy compartimos un texto que le dedicó el escritor Eziongeber Chino Álvarez al poeta José Pulido, el primero de noviembre, cumpleaños del poeta.
Esperamos disfruten de la entrada.
Atentamente
La Gerencia.
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Los días en Venezuela, no tienen recreo. No son gratis. A cada uno hay que buscarle la vuelta de manera un tanto obsesiva. No da tiempo para muchas cosas, pero si para celebrar la vida de José Pulido. Que Dios te ampare y te favorezca, querido amigo mío. Con este texto, que ya conoces, brindo por ti. Con José Pulido .
PULIDO Y LA VELOCIDAD INVISIBLE.
"Estoy pensando sin orden ni concierto en todo lo que ocurre dentro de las paredes de nosotros, seres hechos de baño, de espejos, de camas, de cocina invadidos por jarrones y portarretratos que se ocupan de una sola cosa: de amores encerrados, de música represada y de todo lo mustio hemos sabido que los niños dormían en su cuarto cuando Sylvia Plath llevó pan, mantequilla y leche y después de hacer esa tarea encendió el horno por última vez"
Escribir es un oficio demandante. Extenuante a más no poder. Obsesivo o compulsivo, no sé. Hasta la coma más apartada cuenta y a medida que te adentras en el texto, pareciera que vas entendiendo menos. Eso puede ser un gran problema. Una vez, José Pulido, amigo y hermano, me preguntó que cómo es la cosa mía con la letra. Le respondí con una frase de las tantas. Ojalá le hubiera dicho algo bonito como:
-Mira, Pulido, te cuento. Yo sentí un fuerte llamado vocacional y puse cara de santo dolido como en los cuadros de El Greco. Me pasó igual a Saulo, camino de Damasco. Tú sabes, una luz extremadamente refulgente me encegueció de repente y del tiro me caí del caballo.
Pero, qué va. Así no fue. De paso, la Biblia en toda su extensión, no señala que existiera algún caballo del cual se cayera el pana. Tampoco garrapatear dos o tres cositas te convierte en escritor o algo parecido. La verdad -le respondí a José- no tuve, no tengo y creo que nunca tendré puta idea de lo que me impulse a escribir. Lo mío es una urgencia como de tripas hambrientas. Simplemente, hay que hacerlo. Sin musas que muestren caminos, lo que sí hay es estrategia: no verme tanto el ombligo. A partir de aquí, se va entendiendo que a lo más, llegaré a ser una especie de esclavo mesopotámico de la literatura. Chico, alguien como yo no busca salidas mágico-pendejas. No entiende cómo funcionan. Por tanto, a leer. Porque escribir sin leer, es como aquella recordada rima de pestíferos baños escolares que comenzaba con "Amar sin ser amado...". Y porái te vas. Tampoco puedo escribir decentemente y con orden de 9:00 AM a 4:00 PM, brunch mediante. Ni tomarme un jugo de mango al borde de la piscina, justo a las 11 de la mañana. Hablo de la atención desprendida que me obsequiase mi gentil e imaginaria esposa, ahí, embutida en su vestido de flores violetas, que tan bien le queda:
-Venéame el carato, mija.
Tengo añales que no sé de zumos tan particulares. Tampoco de esposas. Lo que sí te digo es que comienzo a ponerle ganas tipo tres de la mañana. Ahí si, mi compa. Soy como el campesino que pespunta en la noche sus preliminares labores de ordeño escritural. Que recoge agua clara, como quien dice. Es que procuro hacer mis cosas en un horario que no colide con el del gallo de al lado y su parafernalia matutina. Fíjate tú, que el poeta Efrén Barazarte sostiene que el gallo es el único ser sobre la Tierra que primero se aplaude, luego piérdese en su lirismo. El puto jefe. Yo la tengo un poquito más difícil. Supongamos que quiera abordar cualquier asunto y termine hablando de otro muy diferente, al menos en apariencia. Por ejemplo, escribir unas notas sobre la gran cárcel que acaban de inaugurar en El Salvador. O acerca la incipiente desgracia que se cierne sobre Argentina. Y dónde me dejas al Perú, hermano querido. Y a Petro. Y a Boric. Y a Ortega:
-¿Por dónde empiezo, Pulido? Dame luces. Esta situación me pone triste.
-Yo creo que Bukele está obligado a defender a su pueblo. Si hicieran eso en Venezuela, tendrían que apresar a millones. A mí también me entristece, hermano. A mí también. He estado pensando que la tristeza no tiene dueño propiamente dicho, pero cada quién le agrega su experiencia. Échale bolas y más nada.
- Gracias, José. Mira, el maní es así. ¿Qué tal si damos una vuelta por ahí? Emprendamos un breve periplo. Adueñémonos de la maquinita del Túnel del Tiempo y dele que son pasteles. ¿Recuerdas esa serie televisiva? Con Doug y el otro bróder. Es de la época en que pasaban en la tele a Batman y tal...
- Claro. Emprimera, pues. Con tal de que regresemos temprano... ya sabes, Petra se preocupa. Por cierto mi único amigo es Batman, con él me escondo y hablo. Quisiera tener un padre como tú, le dije. Y Batman, con las manos en la cintura, me respondió: lo que no se puede, no se puede.
- Bueno, bueno, Pulido. No es para tanto. Nos fuímonos. Cuéntame lo de los tragos con Paco Camino, el torero. O de la entrevista aquella que le hiciste a Daniel Santos. Qué vida, manito.
- A mí me ha gustado mucho vivir. No me quejo. Es lo mejor. Una vez entrevisté a una actriz completamente desnuda. He ayudado a unas cuantas personas cuando morían y atendí en el parto a una mujer en el campo. Lo raro es que tenía dieciocho años y de repente tengo muchos y estoy tratando de explicarme la velocidad invisible.
- La velocidad invisible... eso nos servirá. Eso, y los rayos catódicos, un prodigio de la ciencia ficción de aquellos años. Y como el pensamiento es más rápido que la luz, hénos aquí en la estancia de la esposa de Potifar que tiene una actitud seductora como de tigra. O tigresa. Y allá está el otro José, el profeta. Pulido, dime qué piensas...
- La señora no es como la imaginaba. Se parece a Iris Chacón. Espera, que estoy escribiendo mentalmente este asunto: Día y noche y madrugada, cama, almohadas y penumbra se anegaron de caricias y descubrieron un pozo desde el fondo de las cosas.
- O sea, que no fue como dice la Biblia, que a José lo denunciaron y luego apresaron...
- Eso sería más tarde. Yo no pelaría ese boche querido amigo. Si su boquita fuera de mayonesa, yo me la pasaría besa que besa.
- Claro, tienes razón. Sigamos. Visitemos al rey David, mas no al de la guerra con Saúl, sino al buzo, al que mira salivante a las muchachas mientras toman una ducha. Allá está Betzabeth... Siempre me gustó esa mujer.
- Ah, está muy bien, Ezióngeber. ¿Y cómo harías con Urías?
- Todavía no sé. Supongo que repetiré la historia. Lo mandaré a la guerra para que le den matarile. A ella, haciéndome el desentendido y para consolarla, le diría en medio de los actos fúnebres del interfecto: Ahora no me atrevo a revelar la enormidad de amor que he estado descubriendo.
- Haces bien, Chino. Dios que se encargue. Ya sabes, Dios es como un niño infinito, que todo lo desarma.
- Ajá. Pulido, pondré proa en otra dirección: 24 de enero de 1475. Agárrate duro.
- Esa fecha me suena y este paisaje también.
- Claro, hoy se celebra en Florencia el torneo de La Giostra. Precisamente, aquel que está en su caballo es Giuliano de Médicis y frente a él, su escudero llevando un bonito estandarte...
- ¡Y allá viene Simonetta! ¡La he reconocido por las pinturas de Piero de Cósimo y de Botticelli!
Simonetta Vespucci retrato póstumo (c. 1476-80) por Sandro Botticelli. Imagen tomada de Wikipedia. |
Chino ¿te has dado cuenta de que han pasado mil años desde que cayó el último emperador del imperio romano de occidente? Mil años han tenido que pasar para ver llegar a Simonetta a la ciudad de Florencia. Es más hermosa en persona. ¡Ay, Simonetta! Con razón alguien escribió sobre el Altísimo: Dios ejerce pasiones en el cuerpo de uno porque Él siempre ha querido conocer a través de estas carnes cómo es querer, cómo es morir, cómo es lanzar plegarias al abismo. ¡Ay, Simonetta!
- Yo sabía que te gustaría estar hoy en la plaza de la Santa Croce de Florencia, admirando a la grande bellezza de todos los tiempos... Pulido, no te hagas, que eso lo escribiste tú. ¿Te he contado que de niño hacía cuartetos con ese nombre, Simonetta?
- Conociéndote, seguro lo rimabas con pantaleta. Y con bragueta. Así eres tú, querido hermano. Y mira, Simonetta también rima con cuneta, y yo no me quiero quedar encunetado en la Edad Media. Debo volver con Petra, la dueña de mis querencias y de otras tantas demencias, pero te dejo este verso que escribí en otro sentido, aunque eso a tí nunca te ha importado. Ten fe:
"Un anzuelo cae en lo profundo con la carnada de la esperanza"
-Gracias, José.
-Gracias a ti, querido amigo.
José Pulido. Fotografía de Gabriela Pulido Simne |
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