Münster, Alemania Lisa5201 / Getty Images/iStockphoto |
Estimados Liponautas
En Valencia, la de Venezuela la pandemia hizo que la gente redescubriera la bicicleta y los beneficios del ciclismo. El hecho de que los centros comerciales, bares, restaurantes, discotecas y otros sitios de reunión estuviesen cerrados obligó a la gente a buscar alternativas frente al aburrimiento provocado por la cuarentena radical. Así que la gente se vio obligada por el aburrimiento profundo a hacer actividades como el senderismo y el ciclismo, otra de las razones del auge del ciclismo fue la escasez de gasolina. Tanto fue el auge que el gobernador Guasón que padecemos promovió el establecimiento de unas pirricas y mal colocadas ciclovías en la avenida Bolívar norte (pírricas porque su longitud la podemos medir de forma exacta en metros, no llega a kilómetros -en realidad no llega a un kilómetro la ciclovía- y mal colocadas porque están del lado del carril rápido). En realidad no estamos seguro de que la gente practique ciclismo para mejorar la salud o para disminuir el impacto ambiental de los automóviles, pareciera más bien una forma de establecer diferenciaciones sociales. Recordemos que el salario mínimo mensual en Venezuela es de 130 bolívares que son aproximadamente equivalentes a 3,70 dólares y la bicicletas nuevas en promedio están valuadas sobre los 150 dólares. Si tienes una bicicleta nueva con todo su equipamiento ganas mucho más que el salario mínimo y si tienes un cuerpo tonificado obviamente comes mejor que la mayoría de los venezolanos que ganan salario mínimo, de esta forma estableces otra brecha entre clases sociales aunque por los vientos que soplan lo que se esta haciendo en Venezuela es crear castas. En Valencia pareciera que no existen ciclistas urbanos sino ciclistas de competición por los equipos y vestimenta que llevan los ciclistas valencianos.
Si algo es seguro en Valencia es que ningún chofer de automóvil es capaz de ver algo más pequeño que un automóvil, ahí entran peatones, ciclistas y motorizados. Razón por la cual es muy común los arrollamientos de peatones ciclistas y motorizados, esto hace muy difícil que el ciclismo se convierta en una herramienta para descongestionar del tráfico automotor en la ciudad de Valencia. Y eso sin contar con la pésima actitud de varios ciclistas y motorizados que invaden los senderos habituales de los peatones o senderistas en la ciudad o en la montaña. Es imposible olvidar como hace algún tiempo una mujer fue arrollada frente al centro comercial Camoruco por un motorizado perteneciente a la policía motorizada municipal de Valencia. Es irónico pero ese hecho no es más que un elemento más en la grotesca y babilónica suma de atropellos oficiales.
Cómo desearíamos tener una ciudad como Münster en Venezuela, pero las condiciones económicas, políticas y culturales no son las más adecuadas.
A Valencia, a Naguanagua y a Venezuela les falta mucho para plantearse una forma alternativa de transporte.
Disfruten de la entrada
Atentamente
La Gerencia
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Münster, la ciudad con más bicicletas que habitantes
CAPITAL SOBRE RUEDAS
‘La perla de Renania-Westfalia’ tiene 460 kilómetros de carriles para los ciclistas
D. Marchena
Barcelona
27/03/2019
Hay al menos dos ciudades en Alemania que se llaman Münster, pero con permiso del pequeño Münster de Baviera, el Münster por excelencia es el de Renania del Norte-Westfalia, entre Osnabrück y Dortmund, cerca de la frontera con Holanda. Lo primero que sorprenderá al visitante de esta bonita ciudad es lo bien conservados que están los edificios.Y la omnipresencia de las bicicletas.
Münster deriva del latín monasterium. Esta es una ciudad de iglesias, como atestiguan sus numerosos monasterios y edificios religiosos. Y es, sobre todo, el paraíso de las bicicletas. Por sorprendente que parezca, hay muchas más bicis (500.000) que habitantes (300.000), lo que justifica de sobras la denominación de Eldorado alemán de los ciclistas.
El paseante inadvertido se arriesga a un concierto de timbrazos si invade los carriles bici. Ha de ir con cuidado porque no todos están segregados y a veces sólo se los distingue por las losetas de color de rojo que los delimitan.
Todo tiene una explicación en la perla de Renania-Westfalia, como también se la conoce...
Si los edificios antiguos están tan bien conservados, en especial los de la Prinzipalmarkt, es porque en realidad tienen menos años de los que aparentan. Se reconstruyeron después de la Segunda Guerra Mundial, que arrasó la región del Münsterland.
La Prinzipalmarkt conduce a la catedral de St. Paulus, en cuya plaza todos los miércoles y sábados hay un mercado donde se pueden adquirir desde flores a ahumados y productos frescos. La sopa de guisantes de los puestos ambulantes y la cerveza local son muy recomendables.
La Prinzipalmarkt , la calle más concurrida de Münster, con sus sempiternas bicicletas (al fondo, algunos de los edificios más característicos de la ciudad). Foto: Istock |
Esta es la calle mayor de la villa. La poeta Ricarda Huch (1864-1947) calificó la Prinzipalmarkt del “más bello salón a cielo abierto”. A lo largo de esta vía adoquinada está el corazón comercial de la localidad, el Ayuntamiento, el paseo porticado y la iglesia de St. Lamberti, entre otras joyas de origen medieval y gótico.
Ricarda Huch |
Si hay tantas bicicletas se debe en parte a que este municipio es muy joven, a pesar de que se fundó hace más de 1.200 años. La presencia de numerosos universitarios, casi 60.000 durante el curso académico, insufla vitalidad a las calles de Münster, que tiene centros académicos, una escuela técnica superior y la Westfälische Wilhelms-Universität.
La majestuosa sede de la Westfälische Wilhelms-Universität Münster. Foto: Jochen Keute / Adfc Allgemeiner |
Este no es un municipio con universidad, es una universidad con municipio: no hay un campus centralizado y los estudiantes están en todas partes.
Münster tiene un lago artificial, un puerto fluvial y el mejor museo sobre Picasso del país. El parque del lago, o Aasee park, fue elegido el más bonito de Alemania en el 2008 y el más bonito de Europa un año después.
Pero esta no es la capital del lago, sino la capital ciclista de Alemania. Ha logrado este título por muchas razones, y no sólo por la predilección de los estudiantes por la bici como vehículo de transporte.
Hay más motivos, como el anillo libre de vehículos alrededor del centro histórico, las numerosas facilidades que tienen los ciclistas y una orografía llana ideal. Y, por si todo esto fuera poco, los carriles bici suman casi 460 kilómetros.
La Promenade es un bucólico pasillo verde de 4,5 kilómetros de longitud. Rüdiger Wölk vía Wikimedia Commons |
Las zonas verdes son espectaculares, con tilos y plátanos monumentales en casi cualquier rincón, no sólo en el espectacular Jardín Botánico o en el pasillo verde de la Promenade, de 4,5 kilómetros de longitud, una extensa zona verde que tiene una de sus señas de identidad en la escultura Wirbel (Remolino), de Henry Moore.
Imagen tomada de Stadt Münster |
El crecimiento de los árboles revela que estos y otros ejemplares no sufren estrés hídrico. Aquí llueve mucho, pero la mayoría de los días no son precipitaciones muy importantes. Los habitantes ya están acostumbrados y aprovechan cualquier mínima tregua para sacar la barbacoa y disfrutar de los claros entre las nubes.
Dicho popular
Los lugareños tienen un refrán: “En Münster llueve o suenan las campanas, y si llueve y suenan las campanas es que es domingo”. Hasta el interesante zoológico de la localidad, con más de 4.000 especies, tiene dos recorridos: uno a cielo abierto y otro cubierto, para que los visitantes no se mojen.
Por si acaso, un chubasquero y unos buenos zapatos no deben faltar en la maleta. El visitante descubrirá que la lluvia no sólo es una maravilla en Sevilla. El viaje merece la pena en cualquier época del año, aunque los mercados navideños (y el glühwein o vino especiado y caliente) tienen justa fama.
Una gran oferta hotelera
La ciudad se beneficia de una rica y variada oferta hotelera. Uno de los bares de moda por sus excelentes desayunos juega con el nombre de la capital catalana. Se llama Café & Bar Celona (Stubengasse,17). Hasta las bolsas de los azucarillos del local imitan el trencadís de Gaudí.
Bar Cavete, Münster, Alemania Hajotthu vía Wikimedia Commons |
Otro local con mucha solera es el Cavete (Kreuzstrasse, 37, en el centro histórico), el bar de estudiantes más antiguo de la localidad, fundado hace más de medio siglo. Quienes tienen la suerte de visitarlo, no acostumbrar a irse sin probar las especialidades de pasta.
Münster está muy bien conectada por tren con Hamburgo, Colonia y Düsseldorf (los dos aeropuertos de estas dos últimas ciudades son los más cercanos). Durante la estancia es casi un requisito obligado alquilar una bici. Están aparcadas en todas las aceras, a veces sin ni siquiera una cadena.
Los pedales y la historia
También aquí hay robos, naturalmente, pero la ciudad destila una tranquila sensación de seguridad ciudadana (aunque el pasado agosto un atropello mortal múltiple, protagonizado por un desequilibrado mental, la situó en el mapamundi de los sucesos).
Si el ciclista accidental no quiere dejar su máquina a la intemperie tiene el parking de la estación central, el más grande de Alemania, con capacidad para más de 3.000 bicis. Pedaleando se puede ir a cualquiera de los atractivos que reclamarán la atención de los recién llegados, como un macabro recuerdo de las guerras de religión.
Las jaulas de la iglesia de St. Lamberti, macabro recuerdo de las guerras de religión del siglo XVI. Foto: Dietmar Rabich / Wikimedia Commons |
Tres jaulas coronan la torre de la iglesia de St. Lamberti. Las fotografían decenas de veces cada día, todo el año. Son un imán para los turistas y un vestigio de la herejía de los anabaptistas, que se rebelaron contra el obispo de Münster en 1534, y proclamaron aquí su –efímero– reino. Cuando las tropas del obispo tomaron la ciudad, después de un asedio de meses, los tres cabecillas de la rebelión fueron ejecutados y sus cadáveres se exhibieron en las jaulas.
Clemens August von Galen (1878-1946) |
Mucho más reconfortante resulta recordar que en St Lamberti hizo sus prédicas el obispo Clemens August von Galen (1878-1946), de origen noble y que clamó desde su púlpito contra las doctrinas racistas y de higiene social de los nazis. A diez minutos de esta iglesia está la impresionante y también reconstruida catedral de St. Paulus, que se remonta al siglo IX, aunque la mayor parte del edificio original era del XIII. Una de las maravillas de la catedral es su reloj astronómico de 1542, una obra maestra de su época.
El Ayuntamiento de Münster, que se reconstruyó después de la Segunda Guerra Mundial. Foto: Adfc Allgemeiner |
De vuelta a la Prinzipalmarkt, el visitante se extasiará ante el edificio del Ayuntamiento, que fue en su día uno de los mejores exponentes de la arquitectura gótica civil de Europa. Hoy ha recuperado su aspecto original, a pesar de que sólo quedaron en pie los muros laterales a raíz de los bombardeos de los aliados. En el Ayuntamiento está la sala de la Paz, donde se firmó el Tratado de Westfalia de 1648 que puso fin a la Guerra de los Treinta Años entre España y los Países Bajos.
Cada rincón de esta pequeña gran ciudad está plagado de... ¿bicicletas? Sí, pero sobre todo de historia.
La firma del Tratado de Westfalia, del pintor holandés Gerard ter Borch (1617-1681). Foto: Wikimedia Commons |
Tomado de La Vanguardia.
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