Nelson Mandela por Eli Weinberg.1961 |
Estimados Amigos
Hace unos días Nelson Rolihlahla Mandela (Mvezo, Unión de Sudáfrica, 18 de julio de 1918-Johannesburgo, Gauteng, Sudáfrica, 5 de diciembre de 2013) partió a los Puertos Grises. Así que publicamos este discurso como un modesto homenaje a un gran hombre.
Buen viaje a los Puertos Grises Nelson.
Deseamos disfruten de la entrada.
Atentamente
La Gerencia
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"Siempre me he considerado, en primer lugar, un patriota africano."
Discurso de Nelson Mandela ante el tribunal que lo condenó a prisión de por vida en 1964
“Es un ideal por el que espero vivir, pero por el que estoy dispuesto a morir”
El líder ‘antiapartheid’ compareció el 20 de abril de 1964 ante el Tribunal Supremo de Pretoria y explicó por qué recurrió a la violencia para combatir el racismo. Fue condenado a cadena perpetua. El discurso marcó para siempre su biografía. Estas fueron sus palabras
- De entrada, quiero decir que la insinuación de que la lucha en Sudáfrica esté influida por extranjeros o comunistas es absolutamente falsa.
- un Gobierno que emplea la fuerza para imponer su dominio enseña a los oprimidos a usar la fuerza para oponerse a él.
- Todos aceptamos la necesidad de que exista una cierta forma de socialismo para permitir que nuestro pueblo alcance a los países avanzados de este mundo y supere su legado de extrema pobreza. Pero esto no significa que seamos marxistas.
- El Partido Comunista hace hincapié en la diferencia de clases, mientras que el ANC pretende que convivan en armonía. Esta es una distinción esencial.
- Los africanos solo quieren una parte equitativa de toda Sudáfrica; quieren seguridad y participar en la sociedad.
- He anhelado el ideal de una sociedad libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que estoy dispuesto a morir.
Soy el primer acusado. Soy licenciado en arte y he ejercido como
abogado en Johannesburgo durante algunos años en colaboración con Oliver
Tambo. Soy un prisionero condenado a cinco años por salir del país sin
permiso y por incitar a la gente a hacer huelga a finales de mayo de
1961.
De entrada, quiero decir que la insinuación de que la lucha en
Sudáfrica esté influida por extranjeros o comunistas es absolutamente
falsa. Sea lo que sea lo que he hecho, lo he hecho por mis experiencias
en Sudáfrica y mis raíces africanas, de las que me siento orgulloso, y
no por lo que cualquier extranjero pueda haber dicho. Durante mi
juventud en Transkei, escuché a los ancianos de la tribu contar
historias sobre los viejos tiempos. Entre las historias que me narraron
se encuentran las de las batallas libradas por nuestros antepasados en
defensa de la patria. Los nombres de Dingane y Bambata, Hintsa y Makana,
Squngthi y Dalasile, Moshoeshoe y Sekhukhuni, eran elogiados y
considerados el orgullo de toda la nación africana. Por entonces yo
esperaba que la vida pudiese ofrecerme la oportunidad de servir a mi
pueblo y hacer mi humilde contribución a su lucha por la libertad.
Algunas de las cosas que se le han dicho al tribunal hasta ahora son
ciertas, y otras falsas. No niego, sin embargo, que planeé un sabotaje.
No lo hice movido por la imprudencia ni porque sienta ningún amor por la
violencia. Lo planeé como consecuencia de una evaluación tranquila y
racional de la situación política a la que se había llegado tras muchos
años de tiranía, explotación y opresión de mi pueblo por parte de los
blancos.
Nelson Mandela (3d), líder del Congreso Nacional Africano, junto a otros militantes |
Admito de inmediato que yo fui una de las personas que ayudó a crear
Umkhonto we Sizwe [brazo armado del Congreso Nacional Africano]. Niego
que Umkhonto fuese responsable de una serie de actos que claramente
están al margen de las políticas de la organización y de los que se nos
ha acusado. Yo y las demás personas que fundaron la organización pensamos
que sin violencia no se abriría ninguna vía para que el pueblo africano
venza en su lucha contra el principio de la supremacía blanca. Todas
las formas legales de expresar la oposición a este principio habían sido
proscritas por ley y nos veíamos en una situación en la que teníamos
que elegir entre aceptar un estado permanente de inferioridad o desafiar
al Gobierno. Optamos por desafiar la ley.
Primero infringimos la ley de un modo que eludía todo recurso a la
violencia; cuando se legisló contra esta vía, y a continuación el
Gobierno recurrió a una demostración de fuerza para aplastar la
oposición a sus políticas, solo entonces decidimos responder a la
violencia con violencia.
El Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) se
constituyó en 1912 para defender los derechos del pueblo africano, que
se habían visto gravemente coartados. Durante 37 años – es decir, hasta
1949 — llevó a cabo una lucha estrictamente constitucional. Pero los
Gobiernos blancos se mantuvieron inamovibles y los derechos de los
africanos se redujeron en vez de ampliarse. Incluso después de 1949,
el ANC seguía decidido a evitar la violencia. En esa época, sin embargo,
se tomó la decisión de protestar contra el apartheid mediante
manifestaciones pacíficas, aunque ilegales. Más de 8.500 personas fueron
a la cárcel. Pero no hubo ni un solo caso de violencia. Yo y 19
compañeros fuimos condenados por organizar la campaña, pero nuestras
condenas se suspendieron, principalmente porque el juez consideró que en
todo momento se había hecho hincapié en la no violencia y la
disciplina.
Durante la campaña de desafío, se aprobaron las leyes de Seguridad
Pública y de Enmienda del Código Penal. Estas contemplaban unos castigos
más duros por las protestas contra [las] leyes. A pesar de ello, las
protestas continuaron y el ANC se mantuvo firme en su política de no
violencia. En 1956, 156 miembros destacados de la Alianza del Congreso,
entre los que me encontraba, fuimos detenidos. La política no violenta
del ANC fue puesta en tela de juicio por el Estado, pero cuando el
tribunal emitió su veredicto unos cinco años después, halló que el ANC
no tenía una política de violencia.
En 1960 se produjo el tiroteo de Sharpeville, que tuvo como
consecuencia la ilegalización del ANC. Mis compañeros y yo, tras
meditarlo detenidamente, decidimos que no íbamos a acatar ese decreto.
El pueblo africano no formaba parte del Gobierno y no hacía las leyes
por las que debía regirse. Creíamos en las palabras de la Declaración
Universal de los Derechos Humanos, que dice que “la voluntad del pueblo
será la base de la autoridad del Gobierno” y, para nosotros, aceptar la
prohibición equivalía a aceptar que se silenciase a los africanos para
siempre. El ANC se negó a disolverse, y, en vez de eso, pasó a la
clandestinidad.
En 1960, el Gobierno celebró un referéndum que condujo a la
instauración de la república. Los africanos, que representaban
aproximadamente el 70% de la población, no tenían derecho a votar y ni
siquiera se les consultó. Asumí la responsabilidad de organizar la
campaña nacional para que la gente se quedara en casa coincidiendo con
la declaración de la república. Puesto que todas las huelgas de los
africanos son ilegales, la persona que organice dichas huelgas debe
evitar ser detenida. Tuve que dejar mi casa y mi familia y mi trabajo
para esconderme y evitar que me detuvieran. El quedarse en casa debía
ser una manifestación pacífica. Se dieron instrucciones precisas para
evitar cualquier brote de violencia.
Un joven Mandela practicando boxeo |
La respuesta del Gobierno fue aprobar leyes nuevas y más estrictas,
movilizar a las fuerzas armadas y enviar mercenarios, vehículos armados y
soldados a los municipios segregados en lo que constituyó un alarde de
fuerza masivo para intimidar a la gente. El Gobierno había decidido
gobernar exclusivamente por la fuerza y esta decisión marcó un punto de
inflexión en el camino hacia Umkhonto. ¿Qué debíamos hacer nosotros, los
líderes de nuestro pueblo? No teníamos la menor duda de que teníamos
que proseguir la lucha. Cualquier otra decisión habría sido una vil
rendición. Nuestra duda no era si debíamos luchar, sino la manera de
continuar la lucha.
Los miembros del ANC siempre hemos defendido una democracia no
racista y nos alejábamos de cualquier acción que pudiese distanciar aún
más las razas. Pero la dura realidad era que lo único que había
conseguido el pueblo africano tras 50 años de no violencia era una
legislación cada vez más represiva y unos derechos cada vez más
mermados. Por entonces, la violencia ya se había convertido, de hecho,
en un elemento característico de la escena política sudafricana.
Hubo violencia en 1957 cuando a las mujeres de Zccrust se les ordenó
que llevasen un pase encima; hubo violencia en 1958 con el sacrificio
selectivo del ganado en Sekhukhuneland; hubo violencia en 1959 cuando la
gente de Cato Manor protestó por los controles de los pases; hubo
violencia en 1960 cuando el Gobierno intentó imponer autoridades bantúes
en Pondoland. Cada altercado apuntaba a la inevitable intensificación
entre los africanos de la creencia de que la violencia era la única
salida; mostraba que un Gobierno que emplea la fuerza para imponer su
dominio enseña a los oprimidos a usar la fuerza para oponerse a él.
Nelson Mandela y su sonrisa característica |
L legué a la conclusión de que, puesto que la violencia en este país
era inevitable, sería poco realista seguir predicando la paz y la no
violencia. No me fue fácil llegar a esta conclusión. Solo cuando todo lo
demás había fracasado, cuando todas las vías de protesta pacífica se
nos habían cerrado, tomamos la decisión de recurrir a formas violentas
de lucha política. Lo único que puedo decir es que me sentía moralmente
obligado a hacer lo que hice.
Eran posibles cuatro formas de violencia. Está el sabotaje, está la
guerra de guerrillas, está el terrorismo y está la revolución abierta.
Optamos por adoptar la primera. El sabotaje no conllevaba la pérdida de
vidas y era lo que ofrecía más esperanzas para las relaciones
interraciales en el futuro. El resentimiento sería el mínimo posible y,
si la estrategia daba sus frutos, el Gobierno democrático podría llegar a
ser una realidad. El plan inicial se basaba en un análisis
pormenorizado de la situación política y económica de nuestro país.
Creíamos que Sudáfrica dependía en gran medida del capital extranjero.
Pensábamos que la destrucción planificada de centrales eléctricas, y la
interrupción de las comunicaciones telefónicas y ferroviarias,
ahuyentarían la inversión en el país, lo que empujaría a los votantes a
replantearse su postura. Umkhonto llevó a cabo su primera operación el
16 de diciembre de 1961, cuando fueron atacados varios edificios del
Gobierno en Johannesburgo, Port Elizabeth y Durban. La selección de los
blancos es una prueba de la política a la que me he referido. Si
hubiésemos pretendido atentar contra las personas, habríamos
seleccionado objetivos en los que se congrega la gente y no edificios
vacíos y centrales eléctricas.
Los blancos no fueron capaces de responder proponiendo cambios; respondieron a nuestro llamamiento proponiendo los laager,
una especie de fortines improvisados. Por el contrario, la respuesta de
los africanos fue de ánimo. De repente, volvía a haber esperanza. La
gente empezaba a hacer conjeturas sobre cuándo llegaría la libertad.
Pero en Umkhonto sopesábamos la respuesta de los blancos con
desasosiego. Se estaban trazando líneas. Los blancos y los negros se
estaban pasando a bandos diferentes y la posibilidad de evitar una
guerra civil se reducía. Los periódicos blancos publicaban artículos
diciendo que el sabotaje se castigaría con la muerte. Si eso era cierto,
¿cómo podíamos seguir manteniendo a los africanos alejados del
terrorismo?
Nos sentíamos en el deber de prepararnos para usar la fuerza a fin de
defendernos frente a ella. Decidimos por tanto tomar medidas para la
posibilidad de una guerra de guerrillas. Todos los blancos pasan por un
servicio militar obligatorio, pero a los africanos no se les proporciona
ese entrenamiento. Desde nuestro punto de vista, era esencial crear un
núcleo de hombres entrenados que fuesen capaces de proporcionar el
liderazgo que se necesitaría si estallaba una guerra de guerrillas.
Llegados a ese punto, se decidió que yo debía asistir a la
Conferencia del Movimiento Panafricano por la Libertad que iba a
celebrarse a principios de 1962 en Adís Abeba y que, tras la
conferencia, iniciaría un recorrido por los Estados africanos con el fin
de encontrar centros de adiestramiento para los soldados. Mi viaje fue
un éxito. Dondequiera que iba, encontraba solidaridad con nuestra causa y
promesas de ayuda. Toda África estaba unida contra la actitud de la
Sudáfrica blanca y hasta en Londres me recibieron con gran cordialidad
dirigentes políticos como Gaitskell y Grimond.
Empecé a estudiar el arte de la guerra y la revolución y, mientras
estaba en el extranjero, realicé un curso de entrenamiento militar. Si
iba a haber una guerra de guerrillas, quería ser capaz de apoyar a mi
pueblo y combatir junto a el, y de compartir los peligros de la guerra
con ellos.
A mi regreso descubrí que pocas cosas habían cambiado en el panorama
político, salvo que la amenaza de la pena de muerte para el delito de
sabotaje se había convertido en un hecho.
Otra de las alegaciones que presenta el Estado es que los objetivos y
fines del ANC y los del Partido Comunista son los mismos. El credo
del ANC es, y siempre ha sido, el credo del nacionalismo africano. No es
el concepto del nacionalismo africano expresado por el grito de
“Empujad al hombre blanco mar adentro”. El nacionalismo africano que
defiende el ANC es el concepto de libertad y plenitud para el pueblo
africano en su propia tierra. El documento político más importante que
ha adoptado el ANC en toda su historia es la “carta de la libertad”. No
es en ningún modo un plan para un Estado socialista. Exige la
redistribución, pero no la nacionalización, de la tierra; contempla la
nacionalización de las minas, los bancos y los sectores monopolistas,
porque los grandes monopolios están en manos de una de las razas
solamente y, sin esa nacionalización, la dominación racial se
perpetuaría aunque se repartiese el poder político.
Conforme a la carta
de la libertad, la nacionalización se llevaría a cabo en el contexto de
una economía basada en la empresa privada.
Por lo que respecta al Partido Comunista, y si entiendo correctamente
su política, defiende la creación de un Estado basado en los principios
del marxismo. El Partido Comunista hace hincapié en la diferencia de
clases, mientras que el ANC pretende que convivan en armonía. Esta es
una distinción esencial.
Es cierto que a menudo ha habido una cooperación estrecha entre
el ANC y el Partido Comunista. Pero esta cooperación es simplemente la
prueba de que hay un objetivo común – la abolición de la supremacía
blanca, en este caso — y no demuestra una coincidencia completa de
nuestros intereses. La historia del mundo está llena de ejemplos
similares. Quizás el más sorprendente sea la cooperación entre Gran
Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética en la lucha contra Hitler.
Nadie salvo Hitler se habría atrevido a afirmar que dicha cooperación
convertía a Churchill o a Roosevelt en comunistas. Las diferencias
teóricas entre aquellos que luchan contra la opresión son un lujo que no
podemos permitirnos en este momento.
Carta de Nelson Mandela a la embajada británica en 1962, durante su encarcelamiento |
Es más, durante muchas décadas los comunistas fueron el único grupo
político en Sudáfrica dispuesto a tratar a los africanos como seres
humanos y como sus iguales; que estaba dispuesto a comer con nosotros; a
hablar con nosotros, a vivir con nosotros y a trabajar con nosotros.
Eran el único grupo que estaba dispuesto a trabajar con los africanos
para lograr derechos políticos y ocupar un lugar en la sociedad. Debido a
esto, hay muchos africanos que, hoy en día, tienden a equiparar la
libertad con el comunismo. Esta opinión está respaldada por un poder
legislativo que tacha de comunistas a todos los exponentes de un
Gobierno democrático y de la libertad africana y proscribe a muchos de
ellos (que no son comunistas) en virtud de la Ley de Supresión del
Comunismo. Aunque nunca he sido miembro del Partido Comunista, he sido
encarcelado conforme a esa ley.
Siempre me he considerado, en primer lugar, un patriota africano. Hoy
día me siento atraído por la idea de una sociedad sin clases, y es una
atracción que proviene en parte de las lecturas marxistas y, en parte,
de mi admiración por la estructura de las primeras sociedades africanas.
La tierra pertenecía a la tribu. No había ricos ni pobres y no había
explotación. Todos aceptamos la necesidad de que exista una cierta forma
de socialismo para permitir que nuestro pueblo alcance a los países
avanzados de este mundo y supere su legado de extrema pobreza. Pero esto
no significa que seamos marxistas.
Tengo la impresión de que los comunistas consideran que el sistema
parlamentario occidental es reaccionario. Pero, por el contrario, yo lo
admiro. La Carta Magna, la Petición de Derechos y la Declaración de
Derechos son documentos venerados por los demócratas en todo el mundo.
Siento un gran respeto por las instituciones británicas y por el sistema
judicial del país. Considero que el parlamento británico es la
institución más democrática del mundo, y la imparcialidad de su poder
judicial nunca deja de suscitar mi admiración. El Congreso
estadounidense, la separación de poderes de ese país y también la
independencia de su poder judicial suscitan en mí unos sentimientos
parecidos.
Borrando una pinta en Londres |
Mi pensamiento se ha visto influido tanto por Occidente como por
Oriente. No debería atarme a ningún otro sistema de sociedad concreto
que no sea el socialismo. Debo liberarme para tomar prestado lo mejor de
Occidente y de Oriente.
Nuestra lucha es contra adversidades reales, y no imaginarias, o,
usando el lenguaje del fiscal del Estado, “las llamadas adversidades”.
Básicamente, luchamos contra dos elementos que caracterizan la vida en
Sudáfrica y que están reforzados por la legislación. Estos elementos son
la pobreza y la falta de dignidad humana, y no necesitamos a los
comunistas o a los llamados “agitadores” para enseñarnos algo sobre
estas cosas. Sudáfrica es el país más rico de África, y podría ser uno
de los países más ricos del mundo. Pero es una tierra de extraordinarios
contrastes. Los blancos disfrutan del que posiblemente sea el nivel de
vida más alto del mundo, mientras que los africanos viven en la pobreza y
la miseria. La pobreza lleva aparejada la desnutrición y la enfermedad.
La tuberculosis, la pelagra y el escorbuto provocan la muerte y la
destrucción de la salud.
Sin embargo, los africanos no solo se quejan de que son pobres y de
que los blancos son ricos, sino de que las leyes, que están hechas por
los blancos, están diseñadas para mantener esta situación. Hay dos
formas de salir de la pobreza. La primera es mediante la educación
formal, y la segunda es que el trabajador adquiera una mayor destreza en
su trabajo y consiga así unos salarios más elevados. En lo que se
refiere a los africanos, ambas vías para progresar están limitadas
deliberadamente por la legislación.
Carta de 1962 con libros pedidos por Nelson Mandela durante su estancia en las prisiones del apartheid sudafricano |
El Gobierno siempre ha tratado de poner trabas a los africanos en su
búsqueda de educación. Hay una educación obligatoria para todos los
niños blancos sin casi ningún coste para los padres, ya sean ricos o
pobres. Los niños africanos, sin embargo, por lo general tienen que
pagar más por sus estudios que los blancos.
Aproximadamente el 40% de los niños africanos en el grupo de edades
comprendidas entre los siete y los 14 años no van al colegio. Para los
que van, los niveles son muy diferentes de los que se exigen a los niños
blancos. Solo 5.660 niños africanos en toda Sudáfrica consiguieron
superar la escuela primaria en 1962, y solo 362 aprobaron el examen de
ingreso en la universidad.
Esto concuerda previsiblemente con la política de la educación bantú
sobre la cual el actual primer ministro dijo: “Cuando tenga el control
de la educación nativa la reformaré para que a los nativos se les enseñe
desde su infancia a darse cuenta de que la igualdad con los europeos no
es para ellos. Las personas que creen en la igualdad no son profesores
deseables para los nativos. Cuando mi departamento controle la educación
nativa sabrá para qué clase de educación superior es apto un nativo, y
si tendrá una oportunidad en la vida de usar sus conocimientos”.
El otro obstáculo principal para el progreso de los africanos es la
prohibición basada en el color vigente en la industria, según la cual
los mejores trabajos están reservados solo para los blancos. Además, a
los africanos que consiguen un empleo en las profesiones no cualificadas
o semicualificadas abiertas a ellos no se les permite formar sindicatos
que sean reconocidos. Esto significa que se les niega el derecho a la
negociación colectiva, que sí se permite a los trabajadores blancos
mejor pagados.
El Gobierno responde a sus detractores diciendo que los africanos en
Sudáfrica viven en mejores condiciones que los habitantes de otros
países en África. No sé si esta afirmación es cierta. Pero incluso si lo
es, en lo que se refiere a los africanos, es irrelevante.
No nos quejamos de que seamos pobres en comparación con gente de
otros países, sino de que somos pobres en comparación con los blancos en
nuestro propio país, y de que la legislación impide que cambiemos este
desequilibrio.
La falta de dignidad humana experimentada por los africanos es una
consecuencia directa de la política de la supremacía blanca. La
supremacía blanca implica la inferioridad de los negros. La legislación
diseñada para mantener la supremacía de los blancos refuerza esta idea.
Las labores de baja categoría son siempre realizadas por africanos.
Cuando hay que llevar o limpiar algo el hombre blanco siempre mira a
su alrededor buscando a un africano que lo haga para él, tanto si el
africano es un empleado suyo como si no. Debido a esta clase de actitud,
los blancos tienden a considerar a los africanos como una estirpe
diferente. No los consideran personas con familias propias; no se dan
cuenta de que tienen emociones y de que se enamoran igual que los
blancos; de que quieren estar con sus mujeres y sus hijos igual que los
blancos quieren estar con los suyos; de que quieren ganar suficiente
dinero para mantener a sus familias como es debido, alimentarlas,
vestirlas y enviarlas al colegio. ¿Y qué sirviente, jardinero o
jornalero puede esperar hacer esto alguna vez?
Las leyes relativas a los pases hacen que cualquier africano esté
sometido a la vigilancia policial en todo momento. Dudo que haya un solo
hombre africano en Sudáfrica que no haya tenido un roce con la policía
por su pase. Cientos, miles, de africanos son encarcelados cada año
conforme a las leyes de pases.
Nelson y Winnie mandela |
Y aún peor es el hecho de que las leyes de pases separen al marido y a
la mujer, y lleven a la ruptura de la vida familiar. La pobreza y la
ruptura de la familia tienen efectos secundarios. Los niños deambulan
por las calles porque no tienen escuelas a las que ir, ni dinero para
poder ir, ni padres en casa para ver que van, porque ambos progenitores
(si es que hay dos) tienen que trabajar para mantener viva a la familia.
Esto conduce a una ruptura de las normas morales, a un incremento
alarmante de la ilegitimidad y a la violencia, que surge no solo en el
ámbito político, sino en todas partes. La vida en los municipios
segregados es peligrosa. No hay un día en el que no apuñalen o ataquen a
alguien. Y la violencia se traslada fuera de los barrios segregados
[hasta] las zonas donde viven los blancos. La gente tiene miedo de andar
por las calles cuando anochece. Los allanamientos de morada y los robos
están aumentando, a pesar del hecho de que ahora se puede imponer la
pena de muerte por estos delitos. Las penas de muerte no pueden curar el
resentimiento enconado.
Los africanos quieren que se les pague un salario mínimo. Los
africanos quieren realizar un trabajo que sean capaces de realizar, y no
un trabajo que el Gobierno declare que son capaces de realizar. Los
africanos quieren que se les permita vivir donde puedan conseguir
trabajo, y que no se les expulse de una zona porque no nacieron allí.
Los africanos quieren que se les permita poseer tierras en lugares en
los que trabajen, y que no se les obligue a vivir en casas alquiladas
que nunca pueden llamar suyas. Los africanos quieren formar parte de la
población general, y que no se les confine en sus propios guetos.
Los hombres africanos quieren que sus mujeres y sus hijos vivan con
ellos donde trabajan, y que no se les obligue a llevar una vida poco
natural en albergues para hombres. Las mujeres africanas quieren estar
con sus hombres, y no quieren quedarse viudas permanentemente en las
reservas. Los africanos quieren que se les permita salir después de las
once de la noche, y no quieren que se les confine en sus habitaciones
como a niños pequeños. Los africanos quieren que se les permita viajar
en su propio país y buscar trabajo donde quieran, y no donde la oficina
de trabajo les diga que lo hagan. Los africanos solo quieren una parte
equitativa de toda Sudáfrica; quieren seguridad y participar en la
sociedad.
Por encima de todo, queremos los mismos derechos políticos, porque
sin ellos nuestras desventajas serán permanentes. Sé que esto les parece
revolucionario a los blancos de este país porque la mayoría de los
votantes serán africanos. Esto hace que el hombre blanco tema la
democracia. Pero no se puede permitir que este temor se interponga en el
camino de la única solución que garantizará la armonía racial y la
libertad para todos. No es cierto que la concesión del derecho al voto a
todo el mundo provocará una dominación racial. La división política,
basada en el color, es totalmente artificial y, cuando desaparezca,
también lo hará el dominio de un grupo de color sobre otro. El ANC se ha
pasado medio siglo luchando contra el racismo. Cuando triunfe, no
cambiará esa política.
Furgón que trasladó a prisión a Mandela en 1964 |
Esto, por tanto, es contra lo que lucha el ANC. Su lucha es una
auténtica lucha nacional. Es una lucha de los africanos, movidos por su
propio sufrimiento y su propia experiencia. Es una lucha por el derecho a
vivir. Durante toda mi vida me he dedicado a esta lucha de los
africanos. He luchado contra la dominación de los blancos, y he luchado
contra la dominación de los negros. He anhelado el ideal de una sociedad
libre y democrática en la que todas las personas vivan juntas en
armonía y con igualdad de oportunidades. Es un ideal por el que espero
vivir y que espero lograr. Pero si es necesario, es un ideal por el que
estoy dispuesto a morir.
Traducción de News Clips.
Nelson Mandela junto al capitán de la selección sudafricana de Rugby François Pienaar tras ganar la Copa del Mundo de 1995 |
Tomado de El País
Ahora una canción para celebrar a Mandela
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