La edición digital lleva años sumida en discusiones poco creíbles que calan en la sociedad y que provocan una visión alejada de la realidad
Cultura
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20/03/2012
Alberto Vicente y Silvano Gozzer
El sector del libro está experimentando una serie de cambios que
modificarán el panorama editorial español en pocos años. Las empresas se
transformarán o, poco a poco, verán que el modelo de negocio actual no
se adapta al nuevo escenario que impone la edición digital. No obstante,
nuevas oportunidades están ya surgiendo de la mano de empresas
tecnológicas y editoriales.
La edición digital lleva años sumida en discusiones tanto dentro como
fuera del sector, muchas veces con argumentos que no son del todo
creíbles pero que calan fácilmente en la sociedad y en el statu quo del sector. Exponemos algunos de los mitos más utilizados y que provocan un escaparate alejado de la realidad.
1. El libro digital matará a los libros impresos.
Uno de los argumentos más utilizado sobre el avance de las nuevas
tecnologías y el cambio de hábitos de los lectores es que el libro
digital terminará acabando con el libro impreso. Optimistas
tecnológicos, luditas sin reparos, románticos del papel, medios de
comunicación, etc., todos ellos han promocionado esta idea, bien para
defenderla o bien para atacarla, empobreciendo el debate.
Libros digitales o libros impresos no es la respuesta. Los soportes
se irán adaptando a la demanda de los lectores. Y con ellos, los modelos
de negocio. Si seguimos ese razonamiento los libros impresos existirán
mientras los lectores los quieran y una editorial vea rentable
producirlos. Todavía es muy pronto para vaticinar qué porcentajes de
libros serán impresos y cuáles digitales. Lo único cierto es que cuando
eso ocurra no nos daremos cuenta que está pasando, pues a los libros
electrónicos habremos dejado de llamarlos así para llamarlos simplemente
libros.
2. Los libros electrónicos deberían costar lo mismo que los impresos.
Este argumento es apoyado por algunos editores, que pretenden
establecer los precios de los libros digitales al mismo nivel que los
libros impresos para no tener que cambiar su modelo de negocio actual.
En un mercado incipiente, donde todo está por hacer, llevamos varios
meses viendo intentos de establecimiento de precios o muy caros o muy
baratos en relación a la edición impresa.
El problema es que en los libros físicos hay un modelo para
establecer el precio por parte del editor en función de los costes de
creación y producción, mientras que el formato digital exige un modelo
más relacionado con el tipo de contenido y los hábitos de consumo (por
suscripción, por descarga, en la nube, etc.). Por lo tanto, el reto es
crear una estrategia de precios que sea independiente de la edición
impresa, puesto que establecer un precio muy por encima de lo que está
dispuesto a pagar el consumidor aleja la posibilidad de un encuentro
entre oferta y demanda.
3. Los libros electrónicos no cuesta nada hacerlos y deberían ser gratis.
Este
argumento es esgrimido por los lectores que no están dispuestos a pagar
nada por los libros electrónicos. Nada más lejos de la realidad. Un
libro electrónico incluye gastos de autoría, traducción, corrección,
diseño, marketing, promoción, comercialización, etc. Quizá el continente
no vale nada pero el contenido sí tiene un precio. Demasiados años
conviviendo con el modelo en papel ha provocado que el consumidor asocie
el valor al continente y no al contenido. Es por eso que algunas
editoriales que no dan valor a la versión electrónica (o comercializan
ediciones con errores) solo contribuyen a agravar esta percepción.
4. Un libro electrónico no puede costar más de 3 euros.
Podríamos llamarlo 'el argumento Amazon'. Incluir en el mismo saco
todos los tipos de libros es un error. Los contenidos pueden ser de
muchos tipos y representar cosas distintas para los lectores:
entretenimiento, ayuda técnica, desarrollo profesional, etc. Todo esto
condiciona lo que los lectores están dispuestos a pagar por un libro
digital. En mercados más maduros, como el americano, los hay desde los
de 3 € hasta los de 60 €. Es decir, los precios tienen más que ver con
el uso del contenido o con el modelo de lectura que con el formato en sÍ
mismo.
5. Los lectores no quieren pagar por los libros electrónicos.
Dentro de UN concepto tan abstracto como "los lectores" habrá algunos
que no estén dispuestos a pagar y otros que estarían dispuestos a pagar
si existiera una oferta que cubriera sus necesidades: un producto de
calidad, a un precio competitivo y con una experiencia de compra
aceptable. Si el año pasado, con el modelo actual aún imperfecto, al
menos 1.500 personas estuvieron dispuestas a pagar por alguno de los
ebooks más vendidos, deberíamos asumir que en un mercado más maduro esta
cantidad se multiplicará. Demandas insatisfechas están generando
actividades extramercado y creando en los consumidores el hábito de
acceder a los libros sin pagar. Cuanto más se tarde en establecer un
mercado sano de libros electrónicos más difícil será establecer un
precio por los contenidos.
6. La autoedición acabará con los editores.
Este
argumento es esgrimido por los que piensan que la tecnología puede
suplir el trabajo del editor. La tecnología no convierte a nadie en
editor. Como mucho, pone al alcance de la mano de cualquiera la
posibilidad de hacer un libro y de publicarlo, pero el trabajo del
editor va más allá. Editar también es seleccionar el contenido y
adaptarlo a los requisitos de los lectores (edición, corrección,
traducción diseño, etc.).
Si bien es cierto que los nuevos entornos sociales han hecho que la
propia opinión de los usuarios sirva como filtro para seleccionar el
contenido (es el caso de algunos autores autoeditados de éxito) en la
mayor parte de los casos esto solo se aplica a cierto tipo de
contenidos, ficción sobre todo. En general, como lectores aún confiamos y
confiaremos en la validación que nos da un editor, en especial con el
exceso de información que hay en la Red.
7. El DRM impide la piratería.
De todos es sabido los problemas que acarrea el uso de algún tipo de DRM
para el usuario, dificultando en muchas ocasiones la compra del mismo,
sobre todo con el de Adobe. Pasó en la música y está pasando en los
libros. El hecho de incorporar un DRM a los libros no impide la
piratería, dado que es relativamente sencillo burlarlos. O innecesario,
puesto que la mayoría de los libros que circulan por la red provienen de
versiones escaneadas. Este argumento ha sido utilizado por autores y
editores. Sin embargo, no tiene ninguna base, dado que la piratería no
ha decrecido a pesar de su uso masivo.
8. Las editoriales españolas se están quedando retrasadas respecto al resto del mundo.
Existe la sensación de que en España vamos más retrasados que otros
países en materia editorial digital. Nada más lejos de la realidad. Si
bien es cierto que en número de títulos España no es de los países que
más oferta tiene, sÍ cuenta con varios modelos de lectura muy
interesantes. No solo tenemos actualmente dos ofertas bajo suscripción
(como Booquo o 24Symbols),
sino que también tenemos tres librerías con eReaders propios conectados
a las librerías (FNAC, Casa del Libro y Amazon). Adicionalemnte,
contamos con plataformas internacionales que están desembarcando (el
caso de Kobo y The Copia).
Además, tenemos un número creciente de editoriales digitales como Sin Errata, Ganso y Pulpo, Musa a las 9, Minobitia, Sportbios, etc.; y sellos de grandes editoriales que solo están en digital como B de Books o EnDebate por ejemplo. Aun así, estamos lejos de tener una oferta digital que cubra las necesidades actuales de la demanda.
9. No hay mercado para los libros electrónicos en España.
Según el panel de ebooks de GFK, el año pasado el título que más vendió
registró aproximadamente 1.900 descargas; el segundo cobtuvo 1.500.
Considerando que este panel no cuenta las ventas hechas en Amazon ni
tampoco en otras plataformas extranjeras podemos asumir que las ventas
pudieron ser superiores. Es cierto que respecto a los libros impresos la
facturación de libros electrónicos está todavía por debajo del 5% del
total, pero considerando que la oferta disponible en digital aún es
pequeña, los números son no son malos. O al menos, lo suficientemente
interesantes para justificar la apuesta por los contenidos digitales.
Por otro lado, hay que decir que aunque vender, por ejemplo, mil
descargas parece poco, un editor pequeño suele vender de media aun menos
ejemplares en impreso. Podemos decir que estamos más avanzados que
Italia, Francia, Portugal u otros países del entorno, o al menos en
cifras similares.
10. La edición digital está contribuyendo a la crisis en el sector editorial.
Nada más lejos de la realidad. Este argumento es utilizado en algunos
ambientes del sector editorial para determinar que la crisis del sector
está en la tecnología y no en las deficiencias del sistema, que acaba
pagando el lector. El sector editorial está sufriendo, al menos, dos
crisis: estructural y coyuntural. No es un sector, como se dijo al
principios del 2008, que fuera ajeno a la crisis económica por ser un
sustitutivo de ocio a bajo precio. La caída de las ventas así lo
testimonia. Por otro lado, es un sector muy artesanal, que no ha sabido
aprovechar los avances tecnológicos para sacar más provecho a las nuevas
oportunidades de negocio o para hacerse más eficiente.
Estos son algunos de los mitos más frecuentes sobre el sector digital. Hay más pero hablaremos de ellos en otra ocasión.
Sobre los autores:
Alberto Vicente (@alvicente) y Silvano Gozzer (@gozque) son socios fundadores de http://www.anatomiadered.com, empresa consultora en estrategia editorial y de contenidos, y autores del blog http://www.anatomiadelaedicion.com
23/0/2024
Se ha puesto muy de moda escribir entradas en blogs con la técnica de esta: los 10 asuntos de..., 15 características... y visto lo visto, ya entiendo el porqué.
ResponderEliminarAnalizadas una a una las 10 razones tienen una lógica, analizadas en conjunto son un desastre. Un dato fundamental en este artículo es la demanda. Continuamente es citada, la más de las veces de forma incoherente con la anterior apelación. La demanda de un bien o servicio es independiente de su propia oferta (estamos en un análisis microeconómico, y no macroeconómico, entorno donde se enunció la ley de Say, toda oferta genera su demanda (por cierto Keynes y la realidad se han empeñado en demostrar el error de Say).
Una cosa es cierta, existe una generación, la más joven, que no entiende porque debe pagar por contenidos culturales audiovisuales (y el libro electrónico lo es)... la generación de Youtube.
En cualquier caso hasta que la industria no sepa cual es su demanda no tendrá solución... para eso hay que saber que es una demanda.
Quizás no deban obtenerse los ingresos de los que los consumen libro...
Pero eso es otra historia